-¿Qué carajo flasheó este pibe?- preguntó Jazmín, sorprendida-. ¿Estás bien, Flor?
-Si, si- responddió Flor tomandose el pecho-. Ehhhm.
-¿Segura?
Jazmín tenía una bronca irrefrenable por ver la preocupación de la otra en sus ojos.
Martín se alejó en la noche, cruzándose con Carla en el camino. Por cortesía, esta última lo saludó, pero el pibe la ignoró olímpicamente.
-¿Qué pasó?- preguntó, llegando a la cabaña y encontrando a las otras dos paradas en la puerta, atónitas.
Carla parecía sorprendida por el rostro de Flor y Jaz.
-Vino a gritarnos- replicó Flor, aún movilizada-. No entiendo, dijo algo de la novia, nos maltrató...
-¿Lo conocés?- inquirió Jaz.
Carla asintió, mirando nuevamente al chico que ya se había perdido en la oscuridad.
-Es el hijo del intendente- repuso, encogiendose de hombros-. Estuvo acá el día que llegué. Y tengo ententendido que es el novio de Brenda, la nena de Soledad y Julio.
-Bueno, es un idiota- dijo Jaz, sin rodeos.
Flor carraspeó.
-Pero yo vi que nos miraba mal- explicó Flor, recordando la noche en el restaurante, cuando lo vió parado en una esquina hablando con Brenda y un grupito de amigos-. Y no nos quitó los ojos de encima en toda la noche.
Jaz la tomó a Flor de la mano al ver que esta se movía con cierto frenesí junto a su cintura, antes de que saliera disparada a su pecho o alguna otra parte de su cuerpo.
-Tranquila- le dijo mirándola a los ojos-. No dejemos que nos arruine los planes. Vayamos a cenar con Carla y divirtamonos.
Flor asintió, tratando de desdibujar el gesto de preocupación que había en su rostro.
-Si, vamos.
Las tres desandaron el camino que las llevaba al edifico principal del complejo, donde pidieron un Uber para ir al centro del pueblo. Era jueves y esa noche empezaba la feria que se hacía hasta el domingo. Había puestos ordenados en el centro de la calle peatonal, decorados con luces de colores alrededor. La gente ofrecía sus productos artesanales. Jazmín se paseó entre los puestos, viendo como los artesanos vendían desde mermeladas caseras, dulces, quesos, panes hasta enormes animales tallados en madera, antigüedades, incluso pinturas. Las luces de colores se reflejaban en los ojos de Jazmín que miraba maravillada las artesanías.
-¿Cómo vienen con Jazmín?- le preguntó Carla a Flor, que iban caminando un poco más atrás-. ¿Mejor?
Flor dudó.
-Si y no- respondió Flor-. Conectamos... físicamente.
-Ah, cogieron.
-Ay, Carla- dijo Flor, haciendose la escandalizada-. No digas así.
-Y pero es verdad, ¿o no?
Flor no respondió.
-Si no me decís que si las encierro en la cabaña, te lo juro por Mario.
-¡Ay, no lo nombres a papá en esta situación! No quiero hablar del tema- dijo Flor seria, inaugurando un breve silencio-. Bueno, si. Si, si, cogimos después de mil siglos. ¿Estás contenta?
Carla dió un par de saltitos en el lugar, dando un aplauso y sonriendo como una quinceañera.
-¿Y entonces?
-Nada, que tenemos muchas cosas de las que hablar antes de volver a Buenos Aires- repuso Flor-. Y no quiero arruinar lo bien que la estamos pasando hasta ahora. Pero quiero que este viaje nos sirva.
-¿Cosas como qué?
-Como Inés, como yo a mil con el trabajo, como ella yéndose cada vez que nos peleamos, sobre todo a Berlín...
-Bueno- replicó su hermana- Lo de Berlín es lógico, Flor. ¿Que preferís que te mienta y que no te diga que va para allá? Por lo menos sabés dónde está.
-Bueno, pero no quiero que seamos como dos familias paralelas, ¿entendés?
-No exageres.
Flor puso los ojos en blanco:- ¿Ahora yo exagero?
-Por lo menos pudieron encontrarse físicamente. Digo, tener intimidad entre ustedes es importante- Carla trató de calmar a Flor.
-Si, claro- accedió la otra, y repentinamente recordó como Jazmín le había cortado el mambo cuando estaban en el lago esa tarde-. Dios, ¿cuándo se volvió complicado todo?
Alejó el recuerdo acelerando el paso y tomando a Jazmín de la mano, que se había detenido en un puesto de collares y pulseras.
-¿Son lindos, no?- repuso Flor, ahuyentando la bronca por acordarse todas las cosas que todavía no estaban resueltas entre ellas-. ¿Te gusta alguno?
-¿Querés que nos compremos un dije para la pulsera?
Flor le respondió con una sonrisa. Las dos eligieron un dije chiquito con forma de pino y se lo pusieron cada una en la pulsera que ya pesaba de tantas formitas de plata colgando. Jazmín a veces la usaba de tobillera porque era pesada y en la mano a veces le molestaba de tantos dijes que colgaban.
Después de pasear un poco más, las tres se sentaron en un barcito que quedaba cerca de la feria a comer y tomar cerveza.
-Pero vos no te diste cuenta enseguida- le decía Flor una y otra vez-. No seas chota, Carla, no mientas...
-Pero yo sí sabía, Flor, ¡sí!- Insistía Carla-. Se notaba a kilómetros lo de ustedes, era re obvio.
Jazmín se reía porque esa discusión ya la había presenciado muchísimas veces.
-Cuando decías todo el tiempo "almeja con almeja"- dijo Carla, imitándola-. Era re obvio, dale.
Florencia se cruzó de brazos, enojada.
-No seas mentirosa- le dijo-. Fuiste la última en darte cuenta. Hasta Mariano se dió cuenta antes que vos.
Carla insistía.
-Cómo se miraban, como se hablaban, como se daban cuenta de cómo estaba la otra sin ni siquier estar en el mismo lugar... Siempre quise tener lo que ustedes tienen.
-Pero si vos lo tenes con...
-No, no es lo mismo- la interrumpió Carla-. Por eso me encanta que estemos las tres acá tomando una cerveza, en esta noche linda, riendonos...
-Te pusiste sentimental, Carlita- le dijo Jazmín, acaricándole el dorso de la mano sobre la mesa.
Carla le retribuyó el gesto tomandole la mano a Jaz y con la otra, haciendo lo mismo con la de Flor.
-Y pensar que nos la pasábamos discutiendo- le dijo a Jazmín, con una sonrisa amistosa.
Las tres se quedaron charlando hasta largas horas de la noche y cuando el reloj de la Iglesia que se encontraba al otro lado de la plaza marcó la tres de la mañana, emprendieron el camino de regreso al complejo. Se subieron a un taxi. Flor estaba agotada después de pedalear todo el día y meterse al lago. Después de pelear contra sus ojos cansados, cabeceó varias veces hasta que se durmió en el hombro de Jazmín, mientras ésta envolvía sus manos con las suyas y dibujaba circulitos en la palma de la mano de su esposa.
-Flor, llegamos, gorda- le dijo, cuando el taxista las dejó en la puerta de la cabaña-. No tenemos que caminar, nos trajeron hasta acá. Vení.
Flor se despertó con calma y bajó del auto. Carla ya había descendido unos minutos antes. Estaba hospedada en el edificio principal. Jaz ayudó a Flor a subir los escalones del pórtico de la cabaña y ambas atravesaron la puerta de entrada abrazadas. Flor se quitó la ropa con los ojos cerrados y se metió bajo las sábanas. Jazmín hizo lo mismo.
-La pase muy lindo- dijo Flor, besándole la mano a Jaz y poniéndola debajo de su mejilla para dormir sobre ella.
-Yo también, gorda- respondió Jazmín.
Las dos estaban a punto de conciliar el sueño profundo cuando el celular de Jazmín empezó a sonar.
-La concha de la lora puta- susurró Flor, exaltada e incorporándose en la cama-. Jaz, el teléfono.
Jazmín vió la pantalla y se incorporó, caminando hacia la puerta de la habitación.
-¿Hola? ¿Qué hacés despierta a esta hora? Ah, ¿qué? ¿Vas a esta hora para la universidad? No me acordaba que rendías un examen hoy, perdón. Es que me decís mil cosas por día, gordita. No seas tonta, no estés nerviosa. Si sos la persona más inteligente que conozco. Llamame cuando salgas. ¿Querés hablar con Flor? Bueno, bueno... igual está dormida ya. Le mando saludos. No, no es raro que le mandes saludos. ¿Sos joda? Si ella sabe. Bueno, dale. Te quiero. Hablamos después, pipi.
Flor escuchó la conversación metida adentro de la cama.
-¿Por qué no le decís que me llame y hablo yo con ella?- dijo Flor con sarcasmo, pero enojada.
Jaz la miró mientras se metía en la cama.
-¿Querés discutirlo ahora?
Flor no respondió.
-Dale, gorda- replicó Jazmín, mientras abrazaba a Flor por atrás, porque le estaba dando la espalda-. Estamos re bien. La estamos pasando hermoso las dos juntas. Solas. Lo único que importa es que estamos nosotras dos acá, ¿no?
Flor dudó. Se dió vuelta y besó la nariz de Jazmín.
-Si, tenés razón- respondió con calma-. Yo se que vos sabes que hacer.
Las dos se quedaron dormidas en esa posición hasta la mañana, sin despegar sus brazos entrelazados.
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-Buen día- dijo Flor, sonriendo, mientras Jazmín salía de abajo de las sábanas con una sonrisa traviesa.
-Buen día- le respondió ella, dándole un beso en la mejilla y acomodándose a su lado-. ¿Desayunamos?
Flor se rió con los ojos cerrados.
-No entiendo como te levantas con tanta energía- replicó, desperezándose.
-Sabés que la mañana es mi momento favorito del día- respondió la otra, levantándose y alcanzando a Florencia la ropa interior que había caído al piso-. Probemos algunas de las cosas ricas que compramos ayer, ¿dale?
Las dos se levantaron y juntas armaron el desayuno en la galería como habían hecho la mañana anterior.
-Estoy contenta porque hoy a la noche llega la china- suspiró Flor, mientras untaba una tostada con mermelada de naranja-. La quiero ver ya.
-Yo también- dijo Jaz.
-Quiero que le enseñemos a nadar las dos- propuso la otra.
-Creo que esta un poco fresquito para que se meta al agua, Flopi.
-Si, que boluda, no lo había pensado- dijo Flor, mirando el lago que estaba en frente a ellas-. A veces me olvido que es tan chiquitita. Es tan inteligente que parece una nena grande.
Las dos sintieron el ronroneo del auto eléctrico que se acercaba. Brenda apareció al final del camino. Flor extendió el brazo y la saludó. La chica le respondió el gesto con un ademán mucho más limitado. Era alta y delgada, con el pelo hasta la cintura. Llevaba un pañuelo en la cabeza y la ropa que usaba como uniforme.
-Veni, chiqui, veni- le dijo Jazmín, haciendole señas.
-Hola- dijo tímidamente.
-Hola- le respondió Jaz-. ¿Me explicás que le dijiste a tu novio para que venga ayer agresivo a patotear?
-Para, Jaz- la frenó Flor-. Dejala que explique la situación.
Brenda tenía un gesto de sorpresa en la cara. Parecía no entender nada.
-No sé de que hablan.
-Tu novio Martín, ¿Martín, era?
-Tincho.
-Bueno, Tincho- continuó Jaz-. Nos vino a acusar de no se qué, diciendo que nosotras, "par de tortas", te habíamos hecho algo. No sé que le habrás dicho a el de nosotroas...
-Pero yo no le dije nada.
Jazmín frenó en seco.
-¿No le dijiste nada?
Flor hizo gestos con las palmas de las manos hacia abajo, para apaciguar el ambiente.
-¿Segura?- le preguntó, para aclarar sus dudas.
Brenda se encogió de hombros.
-No entiendo, ¿apareció acá? ¿Qué les dijo?
-Bueno...-Flor dudó su decirle la verdad o no.
-Nos dijo que nos estaba vigilando y que no te metieramos ideas en la cabeza- dijo agresivamente Jazmín-. Y le habló muy mal a Florencia y eso no nos gusta. Perdón, no me gusta a mi. No me gusta que le hablen así a mi esposa.
A Brenda se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Perdón, yo no quería...
-No pasa nada- replicó Flor, lanzándole una mirada de acusación a Jazmín que se encogió de hombros.
Flor le hizo señas para que le pida perdón, mientras Brenda se daba vuelta y se secaba las lágrimas.
-Perdoname, no quise tratarte así- respondió Jazmín ante la insistencia de Florencia.
-No, está bien... no sé por qué vino Tincho a hablarles así...- dijo, recomponiendose-. Por ahí es porque las vió el otro día. Bah, las vimos los dos. Cómo se miraban entre ustedes. Y yo... yo no sé si lo miró a el así.
La chica dudó si seguir hablando.
-No pasa nada, no dije nada, perdón- se disculpó Brenda, y las lágrimas caían otra vez.
Flor atinó a darle palmaditas en la espalda. Jazmín se sentía tremendamente culpable.
-¿No querés desayunar con nosotras?- le ofreció.
Brenda se secó las mejillas.
-No, no- dijo rápidamente-. Mejor... mejor me voy.
-¿Querés que hablemos con Martín?- se ofreció Flor, no entendiendo nada.
-No- dijo tajante la chica.
-Pero no es normal que venga tan violentamente, tan prepotentemente a hablarnos así...
Brenda negó con la cabeza.
-El es un pibe... complicado- reflexionó-. Yo sé manejarlo. Les pido perdón. Voy a hablar con el. Perdonenme, no quería...
-No es tu culpa- zanjó Jazmín la cuestión-. Pero si necesitas hablar con alguien, nada... acá estamos.
-No creo que a el le guste verme con ustedes- dijo Brenda-. Pero, gracias.
Sin más, se subió al auto eléctrico y se alejó. Jaz y Flor la vieron alejarse.
-¿Estás pensando lo mismo que yo?- inquirió Flor, mirando como Brenda se perdía al final del camino.
-Si- le respondió Jazmín-. Pobre, podríamos invitarla a cenar algún día, ¿no? Parece que necesita nuestra ayuda.
-Si, cuando venga Inés- le dijo Flor.
El celular de Jazmín comenzó a sonar desde adentro de la cabaña. Flor le lanzó una mirada a ella, que evitó hacer contacto visual y se dirigió a la casa para atender el teléfono.