Capítulo XLVII: i am my mother's child, i'll love u til my breathing stops

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Martín miró a un lado y a otro de la galería, como buscando algo que lo salvara del derrotero de caminar entre las miradas curiosas y sentarse en la punta de la mesa para que todos pudieran verlo. Brenda tenía los ojos encendidos de bronca. Le había dicho explícitamente que no la fuera a buscar, que no quería verlo más. Que volver a encontrarse había sido un error. Pero el chico sabía que no podía dejar todo ahí y, envalentonado por la poco claridad de sus pensamientos, salió corriendo a buscar a Brenda para convencerla una vez más de que dejarlo no era una decisión inteligente. Obviamente, la situación que esperaba encontrarse era otra. Sin embargo, una vez más, estaba expuesto frente a toda la gente. Y esta vez era peor. No lo habían tratado como a un desconocido, sino que lo estaban invitando a comer en la misma mesa.

Flor acarició el respaldo de la silla para indicarle a Martín que se sentara allí.

-¿Qué te gusta comer?- le preguntó con un tono aterradoramente dulce.

Jazmín le hizo señas a los invitados que estaban sentados en el medio de la mesa para que pasaran la tabla con comida. La apoyó junto a su plato y mientras enumeraba los cortes de carne clavó la punta del cuchillo afilado en una pieza de asado.

-Hay vacío, tira de asado, costilla...- dijo, mientras examinaba los cortes de carne- y molleja. ¿Te gusta la molleja?

-No sé qué es- dijo el chico con tono lúgubre.

-Corazón.

Flor reprimió con todas sus fuerzas una arcada. La otra estaba sospechosamente tranquila.

-Pero no sé si a vos te va a gustar el corazón- replicó Jazmín, pensativa.

Virginia, que estaba sentada al lado de ella, disfrazó una risita con una tos de dudosa procedencia. Florencia la pateó por debajo de la mesa.

-Y, Martín... contame- le dijo Flor, mientras revolvía su ensalada-. ¿Qué hacés de tu vida? ¿Estudiás?

Martín negó con la cabeza.

-¿Trabajás?

-Si- replicó-. Con mi padre.

-¿El intendente?

El chico volvió a asentir, pero esta vez con cierto grado de autosuficiencia, sacando el pecho y levantando el mentón.

-Algo me hablaron de él- dijo Flor, fingiendo que estaba tratando de recordar algo-. Ah, si, cuando fuimos a la policía. Me hice muy amiga del comisario Gatti, ¿sabías?

-No sabía que lo conocían- replicó con sorpresa el chico.

-Si, lo conocemos- asintió Jazmín, mirando desinteresadamente su plato-. Y está muy agradecido con que el hotel esté funcionado bien, ¿no, mi amor?

Flor coincidió sonriente y al ver la mano de su esposa estirada sobre la mesa, la tomó entre las suyas y besó el dorso, antes de volver a dejarla en el mismo lugar donde estaba. Martín siguió el gesto con los ojos.

-¿Y cómo lo conocen?- preguntó.

-Vos sabés cómo lo conocemos- repuso Jaz.

El chico pestañeó rápido.

-No.

-¿Cómo que no?- Florencia lo miró con la misma sonrisa dulce que había tenido desde que el otro se sentó-. ¿No fuiste vos el que le pidió que mandaran a Brenda a tu casa?

Al otro lado de la mesa, las dos chicas no paraban de estirar el cuello y agudizar el oído para escuchar lo que ocurría en el otro extremo. Pero sus intentos eran en vano. Las voces de los comensales y el griterío de los más chicos que las rodeaba volvían imposible saber que estaba sucediendo.

Nada nos va a separar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora