Estrella Fugaz (Sol Durmiente...

By AlbenisLS

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SEGUNDO LIBRO DE LA TRILOGÍA 'ROSA INMORTAL'. Macabros asesinatos comienzan a ocurrir en las cercanías del p... More

Caracas, Venezuela. Marzo de 1988.
Capítulo 1.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capí­tulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31: Casus Belli.

Capítulo 2.

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By AlbenisLS

-Sonia, una pregunta.- dije mientras saboreaba un delicioso sandwich de jamón que me había preaparado para la cena -Las personas de las noticias... Los que salieron en la tele esta mañana... Se me hicieron tan familiares, como si los hubiese visto antes en otro lado.-

Sonia estaba tomando su acostumbrada taza de café de las siete de la noche, cuando separó la taza de sus labios y con voz muy serena me contestó.

-Claro que se te hacen familiares, Rosa. Ellos estaban en la casa el día de mi iniciación. De hecho, creo haberte visto hablando con Walter y Helena, cuando... Tú sabes... Estabamos todos desnudos.-

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. Claro, habían sido ellos. El hombre que había estado a mi lado en la noche que Sonia pasó a formar parte del aquelarre de Alaysa, la reina de las brujas del sur. Habían sido asesinados en la mañana. Ahora entendía la cara contorsionada de Sonia al ver las noticias.

-Oh por Dios.- dije en un suspiro- Entonces... Fue él, ¿No es así? ¿Volvió después de cuatro meses?- pregunté, de pronto con mi sandwich en el plato, producto de los nervios. No había tenido noticias de Ariel desde noviembre, cuando asesinó a Víctor. Ahora había regresado, y esta vez con algún otro plan en mente.

-Estoy muy segura que Ariel nunca se fue realmente. Todas esas muertes que han aparecido tan repentinamente y tan cerca de aquí... Rosa, los Bolívar seguramente deben saber lo mismo que yo, solo que no han querido contartelo. Ariel sigue al acecho, solo que no ha podido... O más bien querido entrar al pueblo.- dijo Sonia, en una voz que dejó de sonar serena para convertirse en sombría.

¿Cómo pude haber sido tan estúpida? Pensar que Ariel realmente se había desaparecido sin dejar rastro alguno, olvidándose que yo seguía con vida, provocativamente viva, con mi sangre llamándolo como la miel a las moscas. En serio me había pasado de ingenua. Y los Bolívar... O mejor dicho, Cristóbal Bolívar, no me había dicho que ese psicópata estaba rondando por la ciudad, matando a personas a diestra y siniestra.

Me sentí realmente enojada con los Bolívar, con los tres, pues habíamos creado un lazo bastante fuerte como para que tuvieran más confianza en mí. Después de haber estado alerta en el pueblo el año pasado cuando Ariel hacía sus apariciones espontáneas en su intento de matarme, creí que me había ganado ese tipo de afecto. Pero al parecer, las no tan nuevas noticias me habían sido ocultas. Esperaba el momento en el que Cristóbal me avisara con su característico silbido que estaba afuera de la casa, para así poder reclamarle lo que no me había querido decir.

Fue como si lo hubiese invocado telepáticamente. Su silbido, una especie de mezcla entre nota aguda y grave, me notificó que ya se encontraba afuera. 

Después de lo sucedido, para Cristóbal le resultó imposible volver a entrar a la casa, pues una magia bastante poderosa como para asesinarlo le impedía el paso. Alaysa había hecho bien su trabajo con respecto a protegerme con magia, pero el problema había sido que la magia era general, no específica. Si quería que Ariel no se acercara a la casa, ni Cristóbal o ningún otro vampiro podrían hacerlo, lo que me entristecía terriblemente.

-Anda, Cristóbal debe estar ansioso por ver el nuevo color de cabello que te pusiste.- dijo Sonia entre risas. Ella había aprendido a tratar con Lucía, Héctor y Cristóbal, pues comenzó a darse cuenta que la familia Bolívar no era tan malvada y sanguinaria como le habían descrito la conducta de los vampiros.

El día anterior a ese, había sido soleado, dandome a entender que no vería a Cristóbal hasta que se hiciera de noche. Cosa que tampoco ocurrió, pues él tenía que salir a cazar. No nos habíamos visto en veinticuatro horas, así que supuse que se sorprendería al ver mi nuevo look. Pero por ahora, solo se llevaría un buen reclamo de mi parte.

Le deseé buenas noches a Sonia, pues sabía que no volvería temprano para dormir, algo que se había vuelto costumbre en el tiempo en el que nos hicimos novios.

Novios. Qué palabra tan loca para referirse a una pareja de un hombre vampiro de ciento ochenta y ocho años que aparentaba veintidós y una humana de veintitrés años que no estaba muy lejos de cumplir los veinticuatro. Desde un punto de vista, se vería como si estuviera saliendo con una momia, pero no me importaba en lo absoluto. Lo amaba, y hasta donde podía saber, él me correspondía.

Abrí la puerta de la casa y salí al neblinoso exterior, y allí, al otro lado de la carretera estaba él, tan increíblemente atractivo como siempre. Su pálida piel resaltaba bajo su suéter azul oscuro, similar al color de sus ojos, aunque jamás podrían llegar a compararse. Su cabello medio largo hasta las mejillas, de un lacio y un negro increíbles. Y su sonrisa, que apareció al verme, era lo que más amaba de él. Podría quedarme viendolo reir por horas, días, sería capaz de no dormir.

Caminé hasta donde estaba lentamente. Incluso había olvidado el por qué me había sentido tan enojada con él anteriormente. 

-Hola.- dijo, usando su voz profunda y oscura, tan seductora, a la que siempre comparé a la de los galanes de las películas en blanco y negro.

-Buenas noches.- le dije a modo de saludo, algo que sonó bastante formal para estar hablando con él, lo que me pareció gracioso.

-Tu cabello. Te lo teñiste.- dijo, de pronto tomando un mechón de mi cabello castaño y acariciandolo entre sus dedos largos y pálidos.

-Lo teñí anoche, estaba tan aburrida que decidí hacerme un cambio. ¿Te... Te gusta?-

-Me encanta.- dijo, sonriendo aún más, revelando aquellos dientes excesivamente blancos.- Me lo tenías oculto. Eres una caja de sorpresas.-

¿Oculto?. No, oculto me había tenido él acerca de la presencia de Ariel en los alrededores. Su frase me hizo recordar mi disgusto, y en seguida mi cara se dobló. De lo embobada que normalmente lucía cuando estaba junto a él, ahora tenía el ceño fruncido y los labios en una fina línea.

-¿Te pasa algo? ¿No te gustó que me agradara el nuevo color de tu cabello?- dijo, en un ligero tono de burla, lo que me hizo enojar más.

-Cristóbal. Somos novios ¿No?- pregunté, haciendo que él mostrara esa sonrisa extraña que me indicaba que quería besarme.

-Qué yo sepa, si. ¿O no recuerdas lo que pasó en la piscina? ¿Quieres recordarlo?- dijo, acercándose de repente hacia mi, pero yo me eché a un lado, rechazando sus labios. Por ahora no quería nada de romance entre él y yo, al menos hasta solucionar el problema que existía.

-Entonces- dije, alejándome a una distancia prudencial de Cristóbal y adoptando una postura firme- Si somos novios ¿Por qué no me dijiste que Ariel sigue por aquí? Hace una semana platicamos sobre eso, y no respondiste. Creí que tu silencio se debía a que era cierto lo que pensaba, que ya no se encontraba cerca. Pero siempre lo supiste, ¿verdad?-

Cristóbal abrió sus ojos de par en par. La verdad, era tan fácil de descifrar que me parecía ridículo.  Aquel apuesto vampiro era un libro abierto para mi, y antes que me respondiera, ya sabía lo que me diría.

-Lo siento, de verdad. Pensé que ocultarte la presencia de Ariel te tranquilizaría. No quise hacerte creer que no quería que lo supieras, pero...- suspiró- Tengo que cuidar de ti. Ariel no va a detenerse, a menos que nosotros lo hagamos. Ha estado suelto en Caracas, pero no ha vuelto al pueblo. Allá no tenemos autoridad, es un territorio libre. Todos los vampiros pueden cazar en la ciudad. No podemos hacer nada.-

-¿Entonces dejamos que todas esas personas mueran?- le dije, en cierto modo indignada- Esta mañana vi en las noticias que asesinaron a dos personas que conocía, dos brujos amigos de Sonia.-

Fue como si el tiempo se hubiese detenido. Cristóbal se quedó inmóvil, mirándome fijamente. Algo estaba pensando, y por su expresión, no me gustaba nada.

-¿Estás segura?- preguntó con voz firme y posando una mano en mi hombro.

-Si... Yo los vi en la iniciación de Sonia en el aquelarre.- expliqué, de pronto sintiendome confundida, algo normal en mí después de haberme adentrado en un mundo mágico y misterioso.

-Debo irme. Lucía y Héctor me están llamando. Juro que te lo explicaré todo mañana en la noche.- dijo con voz bastante apresurada.- Ahora, vuelve adentro de la casa. No hay ningún problema. Que duermas bien.- dijo, dandome un beso en la mejilla y desapareciendo en menos de un parpadeo.

Quedé de pie, sola en medio de la calle, antes de darme cuenta que estaba en un lugar poco apropiado para pensar en la expresión de Cristóbal justo después de contarle lo de las noticias. ¿Qué estaba sucediendo?

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