Los dueños del Destino. #PGP2...

By ReineDesEnfers

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El inicio de todo ocurrió de manera inesperada, y el final de todo ocurrirá de la misma forma. Los Herederos... More

Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13

Capítulo 10

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By ReineDesEnfers


Aquella misma noche se convocó una reunión entre algunos de los Herederos, pues por más que deseasen cambiar eso, aún no se unían por completo. Aunque cada vez, el círculo pequeño crecía más.

A la habitación de Alhena habían llegado ya Zuben de la mano de Fortuna, Sadalmelik con Ninfa, Siren y Thaddeus que no pensaban despegarse, Hyades junto con Juno, Ares junto con Mondete, luego Solfeo y clavando una espina de duda en Alhena, Castiel y Nova llegaron juntos.

La Heredera de Géminis no conocía con certeza la historia que ellos dos tenían, sin embargo, sabía bien por boca de Samael que algo había llegado a suceder entre los Herederos Arcanos, algo que no fue precisamente pequeño. La joven frunció el ceño, quería cuestionarle, pero no se sentía con aquella libertad, ella tampoco deseaba ser cuestionada sobre su pasado con Thanatos o por qué estaba en su habitación mucho antes que los demás llegaran, tampoco quería que le cuestionasen por qué aún usaba la pulsera cuyo dije era la flor blanca que simboliza la bandera que carga La Muerte en su carta, así como el llevaba en su tobillo un dije con el símbolo de Géminis. Mucho menos quería que le cuestionasen por qué cuando Zuben y Fortuna llegaron, ellos se hallaban en los brazos del otro.

Al final, terminó por sacudir aquellos pensamientos de su cerebro; Nova era su mejor amiga, no valía la pena perder a su amiga por un chico del que ni siquiera sentía estar enamorada.

La puerta de la habitación se abrió de nuevo, y Samael ingresó.

— ¿Para qué la reunión? —preguntó.

Alhena estaba a punto de responder, pero Sadalmelik lo hizo primero.

—Algo sucedió cuando Astrea y Nashira peleaban, algo que no es natural, algo que no pudimos notar.

Nadie había puesto atención, pero desde el momento en que Thaddeus cruzó el umbral de la puerta, se había mantenido en silencio, una sonrisa le cruzaba el rostro.

Antes de que alguien pudiese hablar, la puerta volvió a abrirse y un par de gemelos apresurados entraron.

—Ya era hora. —dijo Samael rodando los ojos, aunque él tenía apenas unos segundos de haber entrado.

—Una vez en tu vida que llegas a tiempo, Diablo. —contestó Arsenius con una sonrisa, cruzado de brazos.

Mondete casi dejó escapar un suspiro al ver aquella sonrisa, Ares notó aquella reacción de la chica y no estuvo seguro de cómo reaccionar. ¿Mondete estaba tan embelesada con ese muchacho de cabello negro? ¡Tenía a otro pelinegro justo a un lado suyo! No se atrevía a adentrarse en sus pensamientos en ese momento, prefería mantener el beneficio de la duda, aunque la respuesta era evidente. Contuvo un bufido.

— ¿Entonces hablaremos sobre la intervención en el tiempo que ocurrió mientras las arpías peleaban, o no? —preguntó finalmente Thaddeus.

— ¿Cómo sabes tú eso? —preguntó Sadalmelik.

— ¿De verdad estás haciéndole esa pregunta? —inquirió con una risa Samael.

—Astrea es la Heredera del Ermitaño —murmuró Alhena—. Es por eso que detuvo el tiempo.

—Cuando el Ermitaño hace uso de esas habilidades su energía es consumida —dijo Thanatos.

— ¡Por eso es que cayó inconsciente! —exclamó Hyades.

— ¿De qué le sirve la habilidad si le drena energía? —cuestionó Juno.

—Es cuestión de dominarla—replicó Arsenius.

—Eso explica la sensación que tuvimos Sadalmelik y yo justo antes de que la Heredera de Virgo cayese inconsciente. —dijo Ninfa.

—Pristinne, ¿qué significa esto? —preguntó Nova frunciendo el ceño.

—Significa que el Destino no nos esperará. —contestó Thaddeus.

—Espléndido. —soltó Ares con un bufido. Se concentraba en lo que sucedía en las mentes de los que se hallaban en aquella sala, y verdaderamente, nadie parecía estar ocultando nada. Nadie comprendía más que lo que ya habían mencionado, y eso le preocupaba, porque entonces, se encontraban en el inicio.

—Tiene sentido que sea ella. —dijo Pristinne, después de unos minutos en total silencio.

— ¿Por qué? —preguntó Siren curiosa. Sabía lo que ese Arcano representaba, y no lo relacionaba en lo absoluto con la retorcida alma de Astrea.

—El Ermitaño representa un guía propio, intuición, la búsqueda del verdadero ser, la soledad, la introspección, mientras que el Signo Zodiacal de Virgo, con su Elemento y lo que le corresponde representa el autoconocimiento, la autorrealización, el análisis de uno mismo. Cosechar el propio espíritu. —contestó la Heredera Arcana.

—Además que la correspondencia astrológica conecta a Virgo con El Ermitaño en el mundo humano. —dijo Arsenius.

—Lo que no me queda claro es por qué demonios Thaddeus no había mencionado algo. Estoy segura de que él sabe todo y no nos quiere ayudar en lo absoluto, no. Sólo suelta habladurías cuando ya lo hemos averiguado por nuestra jodida cuenta, ¿qué clase de guía es ese?— recriminó Mondete, quién antes se había mantenido en silencio. La joven Arcana era demasiado volátil, rayando en lo explosiva.

—El trabajo de El Loco no es decirnos qué pasará el día siguiente, no. —le aclaró Thanatos, antes que Siren contestase algo y la tensión en aquella sala se incrementase.

— ¡¿Entonces?! ¿Para qué está aquí? —continuó ella.

—El deber de El Loco es asegurarse que el Destino no pierda su curso. —dijo Alhena, eso mismo le había dicho él en repetidas ocasiones.

—Estupideces, eso es lo que son. —escupió Mondete y salió de la habitación dando un portazo cuando ya había recorrido varios metros del pasillo.

—En serio, ¿a quién se le ocurrió darle telequinesia a la más explosiva de todos? — preguntó Samael frotándose las sienes.

La Heredera de Piscis tenía la piel roja, y por un momento Ninfa temió que su amiga perdiera el control y les incinerara a todos subiendo la temperatura, era demasiado protectora de aquellos que quería, y que agrediesen a su amado, quien poco solía participar en las reuniones le provocaba una ira desmedida. La Heredera de Sagitario colocó una mano en el brazo de la joven, y Thaddeus tomó su mano. Eso la calmó casi de manera instantánea.

— ¿Entonces nos toca esperar a que cada uno aflore una habilidad? —preguntó Zuben frunciendo el ceño.

—Mientras entrenamos las que ya tenemos. —contestó Alhena.

Ares no podía permanecer ahí, se había vuelto demasiado cercano a Mondete, y aunque dudase de que sus sentimientos fueran correspondidos, el cariño que sentía por la Heredera Arcana lo hacía querer ir tras ella, él temía por la joven.

Sin una palabra más, Ares se teletransportó al estanque que se hallaba en el jardín, sabía cuánto le gustaba el agua a su amiga.

Los demás Herederos soltaron un suspiro. Todos coincidían en una cosa; si no eran capaces de madurar y comportarse como adultos en lugar de adolescentes—incluso si eso eran— no llegarían lejos, y eso no representaba nada bueno.

— ¿Mañana inician los entrenamientos? —preguntó Sadalmelik, rompiendo el silencio.

—Eso es lo planeado. —contestó Solfeo. Sabía que él estaría encargado de enseñar manejo de los Elementos, pues es el único que los controla todos.

—Entonces creo que lo más adecuado sería que fuésemos a dormir, tenemos días sin entrenar, dudo que nos vaya de maravilla si no descansamos bien. —habló Castiel por primera vez desde el inicio de la reunión. Alhena quería entender por qué el chico que era tan extrovertido, que solía interferir en conversaciones como Samael lo hacía y que adoraba pavonearse en su conocimiento de historia Arcana-Zodiacal, había permanecido tan callado desde su llegada.

—El Emperador tiene razón —dijo Juno—. Espero y todos por fin puedan dormir la mayor parte de la noche.

Con esto, los Herederos comenzaron a salir de la habitación, aunque al inicio de la reunión todos se sentían esperanzados, todas aquellas energías positivas se habían desvanecido con el arranque de ira de Mondete y la falta de profesionalismo de Ares.

Alhena se quedó sola en su habitación, y acarició el dije que se encontraba en su pulsera.

—Los hombres son imposibles. —murmuró en voz alta antes de meterse en su ropa de dormir para introducirse en la cama y dejar que el edredón la abrazase mientras Morfeo se adueñaba de su ser.

—Cerise. ¿Estás segura?

—Es la tercera vez que lo preguntas, y la tercera que lo afirmo. —respondí.

—No es tu obligación hacerlo. —Me dijo, sus ojos azules fijos en los míos.

— ¿Qué se supone que haga? ¿Que la deje abandonada, sin siquiera acercarla a su Destino? —cuestioné indignada.

—No quiero que te arrepientas.

¿Cómo iba a arrepentirme? La estaba salvando de la miseria, estaba salvándome a mí misma de la deshonra.

— Iremos por ella mañana por la madrugada. —aseguró.

— ¿Será a la fuerza? —pregunté. Me preocupaba que alguna de ellas saliese herida.

—Me temo que sí.

Fruncí el ceño, y Abbhaim lo notó, pero no dijo nada. No le importaba, nunca nos importó como debió. Mi corazón siempre le perteneció a alguien más, y aunque este sea nuestro deber como Herederos del Destino, el amor no se desvanece.

— Si tan sólo lo hubieras mantenido dentro de tus pantalones. —mascullé, y él me miró con agresión. Aquella mirada suya siempre me había causado escalofríos, nunca pude entender qué pasaba por su mente cuando su vista se nublaba con aquella dureza.

— Si tan sólo hubieras aceptado tu Destino sin irte enamorando del primer amor trágico que hallases. —contestó apretando la quijada.

Guardé silencio, temía que su ira explotase y al final algo sucediese con las pequeñas. No era madre, pero me dolía saber que debían ser separadas.

Y que el día que se reuniesen, sería el día en que la paz reinaría, o el caos destruiría todo lo que tenemos.

Una sola lágrima rodó por mi mejilla, mientras soñaba despierta con el azul de sus ojos, azul como el océano, azul como los ojos de su progenitor.

Alhena despertó de golpe, su cabeza dolía como si se hubiese golpeado y lágrimas salían de sus ojos. No lloraba, no sollozaba, no dolía ni sufría, pero las lágrimas no dejaban de salir.

Ni siquiera entendía lo que había sucedido.

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