Kamika: Dioses Guardianes

By -nicolle-

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NUEVA EDICIÓN PRONTO. La vida cotidiana puede desaparecer en menos de un parpadeo, eso Ailyn Will lo tiene cl... More

Bienvenido
Prefacio
Prólogo
1. La Marca del Destino
2. La Última Señal
3. Verdades Ocultas
4. Cara a Cara
5. Por Fin Te Encontré
6. El Pasado Que Nos Une
7. Atrapada en el Tiempo
8. Una Vida Casi Normal
9. La Feria Estatal
10. Comienza la Aventura
11. Gusto en Conocerte, Artemis
12. Deseo de Poder
13. Lo Que Fuimos
14.1. Entrenando a una Guerrera
14.2. Entrenando a una Guerrera
15. En Busca del Dios de la Fuerza
16. Fiesta en el Time Square
17. El Mensajero del Infierno
18. El Fuego del Valor
19. Mascara de Hielo
20. A Bordo de Titán
21. Tormenta de Dolor
22. Sin Retorno
23. Sueño de Esperanza
24. Luna Dorada de la Unidad
26. Ciudad de las Amazonas
27.1. Sentimientos Cruzados
27.2. Sentimientos Cruzados
28. La Voz de la Razón
29. El Secreto Mejor Guardado
30. Bienvenidos a Aqueronte
31. Hasta Otra Vida
32. Otra Oportunidad
33. Miedo a Olvidarte
34. Salir a Flote
35. La Luz en la Oscuridad
36. Sacrificio Familiar
37. Plan de Rescate
38. Por Todo y Por Todos
39. Impactantes Revelaciones
Epílogo
Glosario
Personajes + Playlist
Kamika 2

25. Regreso a Casa

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By -nicolle-

~ • ~

No podía creer que después de casi un mes, al fin habíamos llegado a Francia. Mi cuerpo ya acostumbrado al aislamiento y al movimiento de la nave aún no lo creía. Y es que en serio era maravilloso dejar atrás el yate de la mala suerte. No más océano, no más espacio limitado, pero lo más importante: no más el cuarto de los chicos.

Todo parecía haber sucedido tan rápido que apenas podía recordar los terribles y hermosos momentos en Titán: las comidas, la tormenta, el dolor, el resfriado mágico, las discusiones y desacuerdos, la noche de la luna dorada, las risas, las lágrimas. Todo. Todo parecía haber ocurrido hacía ya mucho tiempo atrás.

Después de la noche de reencuentro las cosas habían estado calmadas, normales, hasta diría que divertidas. Nuestros días consistían en disfrutar del yate y entrenar, y aunque eso no sonaba a mucho, lo era con las personas indicadas. Doce días pasaron desde que encontramos a Sara y Daymon, la mitad del viaje, por lo que nos tomó una semana de más llegar a Francia.

La tarde era hermosa, ya que además del olor a diferentes perfumes que inundaba el aire, el cielo se veía teñido de una mezcla entre amarillo y azul. El ruido de la ciudad se alcanzaba a escuchar hasta el puerto, invitándome a adentrarme en ella, junto con la curiosidad por ver cómo era dicho país.

Si no podía creer que el viaje en barco había terminado ¡mucho menos creía que estaba en Francia! En Francia, uno de los países más románticos, modernos, y reconocidos del mundo; donde vivían celebridades de toda clase, donde todo era a la moda y estilo, donde a cualquier persona le gustaría visitar al menos una vez en la vida. Yo estaba ahí, nosotros estábamos ahí, o bueno, al menos lo estaríamos cuando termináramos de desembarcar.

—No te quedes embobada mirando quién sabe qué —regañó Andrew, pasando por mi lado—, ayuda a bajar las cosas, no estás invalida y ya no estas enferma, así que no tienes excusas. Ponte a hacer algo productivo.

Puse los ojos en blanco, y entré al recibidor dejando a Andrew parado en la cubierta con expresión molesta. No pensaba quedarme mirando el muelle de la ciudad de Nantes toda la vida, ni escuchando con intriga a la gente hablar francés, solo quería tomar aire fresco y de paso, pues, conocer un poco el ambiente europeo que solo había visto en películas y despertaba en mí tanto interés.

El barco estaba increíblemente concurrido, a pesar de ser las mismas siete personas que cuando nos subimos en Massachusetts, todos corrían de un lado a otro sacado paquetes y llevándolos a un auto que nos llevaría a un hotel para pasar esa noche. Cailye era la que más corría, por supuesto; pero Daymon no se quedaba atrás. Él tenía tanta energía que por momentos pensaba que estaba compitiendo con Cailye para ver quién sacaba más cosas. Astra estaba realizando el inventario, ya que había que seguir yo no sé qué protocolo para entregar el barco, y Evan estaba ayudando a Andrew con las cosas más pesadas.

Era extraño que tuviéramos que bajar más cosas de las que subimos; solo teníamos que preocuparnos por nuestro equipaje, pero no, los encargados de vigilar la debida entrega de cada nave nos obligaban a desocuparlo completamente, desde comida hasta algunos electrodomésticos en el yate para poder «limpiar a profundidad». Nunca entendería por qué se complicaban tanto, solo debíamos tomar nuestras pertenencias e irnos, nada más.

Esquivé a la bala de Cailye una vez más antes de atravesar el estrecho pasillo de las habitaciones, y una vez ahí entré al cuarto de chicas. Justo frente a mí se encontraba Sara, arreglando los tendidos de las camas. Ese era nuestro trabajo: encargarnos de las dos habitaciones, Sara la de chicas y yo la de chicos (como si no hubiera tenido ya suficiente de ese cuarto). Cuando le pedí que cambiáramos, que en ese lugar siempre me ocurría algo, ella se rió y dijo que eran imaginaciones mías y que era imposible, que no era nada del otro mundo y lo llamó «superstición».

—Ailyn, ¿dónde estabas? —preguntó mi mejor amiga, mirándome desde uno de los closets—. Andrew estaba enojado porque no te vio aquí cuando bajó; dijo que todos tenían que hacer su parte sin hacer del vago, en especial tú.

—Sí, lo sé. Estaba afuera viendo el país de mis sueños, pero Andrew interrumpió mi descanso. Parece un comandante, en ocasiones me gustaría arrojarlo por la borda —Me crucé de brazos, y bufé, molesta.

Ella soltó una risita, suave pero concisa.

—Me lo imagino —dijo. Había algo en su forma de decirlo que me hizo preguntarme si había una doble intención en sus palabras, pero no le di muchas vueltas—. Ve, el cuarto de enfrente sigue intacto.

—Y así pretendo que se quede —balbuceé.

Sara dejó lo que hacía para mirarme directamente, luego puso los brazos en jarra.

—Oh, vamos. Mientras más rápido terminemos más rápido podemos ir a recorrer los alrededores cerca del hotel.

—¿Astra dio permiso? —inquirí, con cierta duda.

A Astra no le gustaba que nos perdiéramos de su campo visual, lo descubrí con la fiesta en el Sky-Room, así que el que aprobara aquello no me lo terminaba de creer.

—A Evan sí. Dijo que podíamos ir siempre y cuando no nos tardáramos.

—Como Evan es su favorito —solté.

En realidad, eso era cierto. No sabía lo que ellos dos se traían entre manos, o por qué Astra siempre lo llevaba a todas partes como su mascota, pero sí me di cuenta de que ella le tenía un especial cariño a Evan.

—¿Qué? —Ella entrecerró los ojos.

—Nada, olvídalo. Si me ocurre algo malo, ya sabes por qué.

Relajó los hombros, y suspiró.

—Ailyn, quítate esa idea de la cabeza. Es solo una habitación, no pasará nada malo.

Quise enumerarle las cosas que me ocurrieron ahí: primero, vi a Andrew desnudo; segundo, peleé con mi mejor amiga por ocultarme su relación con Daymon; y tercero, intenté usar los Hechizos Prohibidos y por eso terminé hiriendo los sentimientos de Andrew. Pero me contuve de mencionarlo, Sara no sabía dos de esas cosas, y no quería que lo supiera.

—Esa habitación me tiene manía. Y me prometí no volver a entrar ahí.

Pero en lugar de responder, Sara me lanzó una de esas miradas de mamá que te obligan a obedecer sin renegar. Me mordí la lengua, y ella no tuvo necesidad de decir nada más para que yo retrocediera.

—Bien, pero en serio, cosas malas ocurren cuando entró a ese lugar.

Salí de la habitación de las chicas, y cerré la puerta tras mi espalda. Di algunos pasos al frente, dispuesta a entrar al cuarto de los chicos, pero me frené cuando mi mano tocó la perilla.

Tenía un mal presentimiento acerca de entrar, pero también podía que Sara tuviera razón y todo eso no fuera más que coincidencia, y mi imaginación se estuviera armando todo un cuento innecesario al respecto. Después de todo, ¿qué era lo peor que podría pasar?

Sin más preámbulo abrí la puerta y entré a dicha habitación. Todo se veía ordenado, limpio, a excepción de unas cuantas camisetas de Daymon tiradas sobre su cama, pero de resto no había mucho por hacer.

Justo cuando iba a empezar a ordenar la ropa de mi amigo pelirrojo, mi celular sonó en el bolsillo de mis jeans. No pude evitar pensar, con toda la mala suerte de ese lugar, que era la llamada de la muerte o algo por el estilo, como en «La llamada» donde la niña salía del pozo.

Temerosa, lo saqué y observé que el número era el de mi casa. Entonces, la preocupación golpeó mi pecho como si me estrellara contra una pared. Mis padres nunca me llamarían a no ser que fuera una emergencia, yo se los pedí así. La incertidumbre se sembró en mi interior; ¿le había ocurrido algo a Cody, o peor, a mis padres?

Tragué saliva y lo contesté, sin embargo, ni siquiera alcancé a hablar en cuanto llegó a mi oreja.

—¡Ailyn! —Era la voz de mi hermano, aliviado—. Ailyn, gracias a Dios que contestas.

Mis manos empezaron a temblar, y sentí la habitación más pequeña. Escuchar a Cody así no era buena señal, por el contrario, por mi cabeza pasaron miles de escenarios en pocos segundos, cada uno peor que el anterior.

—Cody, ¿qué pasa? ¿Por qué suenas así?

—Son mis padres... —El aire abandonó mis pulmones, como un globo desinflándose, y todas esas teorías pasaron de largo, siendo reemplazadas por las peores cosas que imaginé—. Ailyn, te necesito, te necesitan. ¿Podrías venir? Es algo grave.

Me tomó un par de segundos encontrar mi propia voz en medio del pánico creciente en mi garganta. Tomé aire, una y otra vez, intentando tranquilizarme, hasta que por fin pude hablar:

—Dime lo que sucede, Cody, me vas a hacer dar un infarto. Por favor dime, ¿qué tienen mis padres?

—No despiertan —soltó, como si decirlo fuera confesar un secreto vergonzoso—. No despiertan, Ailyn, ellos... no abren los ojos.

Fue como si un par de manos invisibles me empujaran fuertemente en el pecho, arrebatando la fuerza que me quedaba; como si una ola me ahogara, y no fuera capaz ni de respirar ni de escuchar nada. Todo resonó en mi cabeza como ondas lejanas a mi conciencia, todo se estaba volviendo confuso y bizarro. Mi mundo se desvaneció de nuevo, como si se escapara entre mis dedos, era una sensación vacía y horrible.

—Ex-explícate —conseguí formular.

Lo escuché tomar aire, con afán.

—Desde anoche no despiertan. Entré esta mañana cuando noté que se tardaron en salir a desayunar, y me di cuenta de que seguían dormidos. Traté de despertarlos, pero... pero no pude. Están vivos, respiran, pero no se mueven, no abren los ojos. Parecen dos muñecos inertes sobre una cama.

No entendía bien lo que mi hermano me trataba de decir con tanta desesperación, no era capaz de procesar la información completa. Noté que mi corazón se aceleró brutalmente, y el sudor se hizo presente en mi frente. Cerré los ojos, en busca de tranquilidad, pero lo único que veía al hacerlo era miedo... miedo de lo que le estaba ocurriendo a mis padres.

Quería acurrucarme a llorar, junto con mi pequeño hermanito, pero eso no solucionaría lo que sea que les estuviera pasando. Eso era lo que ocurría cuando entraba al cuarto de los chicos: desgracias. No obstante, a pesar de lo que sentía, tenía que calmarme, tenía que controlar todo lo que sentía para poder tomar una decisión.

—Ailyn —llamó Cody, y comprendí que quería asegurarse que seguía en la línea ya que dejé de hablar por un rato.

—Sí... te escucho.

—No sé qué hacer —confesó—. Ven, por favor. No sé... esta vez no sé qué hacer, no sé lo que va a pasar. Esto nunca lo vi, nunca... —Hizo una pausa—. Necesito tu ayuda, no puedo con esto.

Era obvio lo que tenía que hacer. Pero no sabía cómo se los iba a explicar a los demás; no quería que se preocuparan ni que lo sucedido nos retrasara más de lo necesario, que ya de por sí estábamos retrasados.

A fin de cuentas, era mucho más fácil ir sola; sería problemático tener a seis personas a mi alrededor diciendo y haciendo cosas que solo me harían sentir más nerviosa, tomando decisiones sobre mi familia, y sobre acciones que solo me concernían a mi hermano y a mí. Confiaba en mis amigos, ciegamente, pero ese era un tema familiar, un tema personal, no tenía nada que ver con ellos. Además, solucionaría las cosas lo más rápido posible y regresaría antes de que notaran mi ausencia.

Eso era lo que tenía que hacer, ese era mi problema, mi familia, lo solucionaría por mi propia cuenta. No dejaría sola a mi familia, y no dejaría que los demás retrocedieran un gran paso para ayudarme en algo que ni siquiera sabía si necesitaba ayuda. Yo sola lo haría, yo sola ayudaría a mis padres. Si no había hecho un gran trabajo cuando Sara y Daymon desaparecieron por dejarme llevar por mi dolor, no dejaría que la historia se repitiera con mis padres.

Debía hacer algo antes que un sueño lo solucionara todo por mí.

—Voy... voy para allá —respondí unos segundos más tarde—. No te preocupes, Cody, llegaré en un momento y lo solucionaremos juntos.

Colgué sin esperar respuesta por parte de mi pequeño hermano menor, que de por sí ya tenía suficiente con no saber qué hacer y torturándose por no haberlo previsto.

Busqué entre mi sudadera el collar-arma, y sostuve el dije en mis manos. La opción más fácil era teletrasportarme a casa, sin hacer ruido ni levantar sospechas para que nadie lo supiera. Pero seguía en el yate, y si quería logarlo tendría que salir e ir a tierra más firme, eso sin contar que mi Arma Divina todavía no estaba completa.

—¿Se puede saber qué nueva estupidez vas a hacer ahora?

La voz repentina de Andrew me hizo dar un pequeño brinco. Demonios, lo último que necesitaba era que precisamente él me detuviera. Me giré con lentitud hasta que lo vi, recostado bajo el umbral de la puerta, con las manos dentro de los bolsillos de los vaqueros en actitud de chico malo; sus ojos me observaban con curiosidad, mientras una ceja permanecía arriba.

Tomé varias bocanadas de aire, y las dejé salir, para poder hablar sin delatar mi estado emocional.

—¿Acaso nadie te enseñó a tocar? Pareces un fantasma, siempre apareciéndote en los lugares donde nadie te llama y haciendo cometarios que nadie pidió. Cada vez estoy más segura de que eres un acosador que se disfraza de adolecente.

—Te hice una pregunta —repuso, ignorando mi comentario anterior—. Responde.

—Si llevas el tiempo suficiente parado en la puerta de forma sádica, ya te harás una idea de lo que voy a hacer.

Tenía que deshacerme rápido de él si quería llegar a casa cuanto antes, pero era Andrew, no podría engañarlo tan fácil, y golpearlo de nuevo en la pierna no me serviría dos veces.

—Tal vez haya escuchado tu lado de la conversación, pero si no me dices qué es lo que ocurre llamaré a los demás y les diré que te querías ir sin decir nada. ¿Cómo crees que se sientan cuando descubran que ocultas algo importante para ti? No te dejarán olvidarlos, lo sabes.

—¿Me estás amenazando? —inquirí, entrecerrando los ojos.

—No, te estoy advirtiendo. Dime qué ocurre.

—No me dejarás ir sin darte una explicación, ¿verdad? —Él movió la cabeza de un lado a otro, como si toda la situación la tuviera bajo control—. Bien. Mis padres no despiertan, y Cody me llamó para decirme que me necesita. Tengo que ir con ellos, ahora. No me hagas las cosas más difíciles, ¿quieres? Por una vez en tu vida, solo déjame ir.

Hubo un largo silencio. Andrew escrutó mi rostro con detenimiento, como si tratara de entender algo en un idioma totalmente diferente al suyo. Luego desvió la mirada hacia las pequeñas ventanas de la habitación, y se enderezó de golpe.

—Iré contigo —declaró.

—¡¿Qué?!

—Lo que escuchaste, princesa, iré contigo —Aunque lo dijo con cierta burla, en su rostro no había emoción.

—No me llames princesa.

Medio sonrió, y sus ojos brillaron de curiosidad.

—Eres tan caprichosa y obstinada que eso es lo que pareces.

No supe si interpretarlo como un cumplido o un insulto.

—No necesito que me acompañes, no planeo tardarme mucho, los demás podrían enterarse si ambos desaparecemos.

—No te estoy pidiendo permiso, te estoy diciendo que iré contigo. Fin de la discusión. Además, ¿cómo piensas salir del yate sin mi ayuda?

Bueno, en eso tenía razón. No tenía un plan para burlar a mis amigos, mucho menos a Astra, así que ese era un buen punto.

—Y luego dices que yo soy la obstinada —mascullé en medio de un suspiro de impaciencia.

No tenía tiempo para perderlo tratando de convencer a un chico tan terco. Tenía dos opciones: o irme sola y arriesgarme a que los demás se enteraran de que me fui de la nada, o aceptar el acompañamiento de Andrew y así atar el único cabo que me podía delatar, quién sabe, tal vez me sería de utilidad.

—Está bien —accedí—. Pero démonos prisa, no quiero que nadie más inescrupuloso que tú le dé por venir.

Él asintió con satisfacción sin dejar de mirarme a los ojos.

—Primero tenemos que salir de aquí. El conjuro no funcionará a menos que nos alejemos del agua.

—¿Cómo lo haremos? Los demás están por todo el yate, salir sin levantar sospechas es casi imposible.

Miró hacia el pasillo, frunció el entrecejo, y luego se volvió hacia mí.

—Sígueme, mantente callada, evita a Cailye y a Daymon, y no mires a Astra a los ojos.

—Pero ¿qué dices? No te entiendo.

Suspiró. Y salió del cuarto sin más. Me apresuré a seguirlo a través del pasillo, hasta la cocina, donde habían pequeñas cajas de platos apiladas a la espera de ser transportados fuera de Titán. Andrew tomó dos y me las entregó, después él cargó tres. Siguió con su camino, directo a la salida, donde Astra llevaba la cuenta de lo que salía y entraba del yate.

Hice lo que Andrew me dijo, y evité mirar a Astra a los ojos cuanto ésta nos habló.

—¿A dónde llevan eso? —interrogó—. Cailye se encarga de las cajas pequeñas, Ailyn debería estar en las habitaciones junto a Sara.

—Cailye necesitaba ayuda, así que nos ofrecimos a llevar algunas cosas —respondió Andrew como si nada, como si fuera verdad.

Cuando nuestra mentora posó sus ojos en mí, desvié la mirada para evitar contacto visual. Ni siquiera sabía cómo hablaba Andrew con tanta naturalidad, era un rey de la mentira.

—Bien, déjenlos por allá, el camión de carga está por partir.

Andrew asintió, y continuó su caminata conmigo pisándole los talones. Cuando llegamos a dicho camión, él descargó las cajas para luego hacer lo mismo con las mías adentro del vehículo. Adentro había muchas más cajas, demasiadas para ser solo de nosotros, por lo que supuse que eran de otros yates recién llegados.

—¿Por qué me dijiste eso antes de salir de la habitación? —quise saber.

—Porque si nos encontrábamos con Cailye o Daymon se enterarían de nuestro plan, y porque no eres capaz de mentirle a Astra si la ves a los ojos —Me miró—, nos hubieran descubierto si llegabas a hablar.

En serio que daba miedo todo lo que sabía sobre los demás.

—Bien, ¿y ahora qué?

—Ahora —Se subió de un salto al camión de carga, y se adentró hasta el fondo, esquivando las cajas— a esperar que el camión arranque. Es nuestro boleto de salida, apresúrate.

Al ver que acomodaba las cajas formando una pared que diera la impresión de que el camión estuviera lleno, hice un esfuerzo para saltar y esconderme en el pequeño refugio de cajas llenas de porcelana que sin duda se romperían si se llegaran a caer, que Andrew armó. Él ya estaba recostado al fondo del lugar, más relajado de lo que debería.

—¿Estás seguro que no nos descubrirán?

—Algo así, de todas formas, es lo único que tenemos. En unos minutos se alejará lo suficiente para que podamos usar magia.

Me recosté también en la pared de metal donde Andrew reposaba, con la vista fija al frente. Mientras él tomaba en sus manos el collar-arma para verificar cuándo podíamos usar magia cuando éste empezara a brillar, yo me limité a observar también el objeto, sin decir nada al respecto.

—¿Sabes lo que tienen tus padres? —preguntó él, en tono áspero, después de unos minutos— ¿O al menos tienes alguna idea de lo que les pasa?

Negué lentamente con la cabeza, sin mirarlo.

—No, y Cody se escuchaba asustado. Él nunca se altera, es muy calculador e inteligente, siempre sabe todo lo que ocurre, no solo por ser vidente, sino porque así es él, confía en sí mismo y en sus habilidades y eso le proporciona cierto control sobre lo que pasa. Es de esas personas que nunca pierde los estribos, porque sabe lo que dicha reacción le corresponde a una acción, como tú.

Por el rodillo del ojo noté que mi comentario lo tomó por sorpresa, ya que lo vi saltar, o quizá solo fue porque el vehículo se puso en marcha a quién sabe dónde.

—¿Crees que nunca pierdo los estribos? —Ahora se escuchaba más sombrío.

Me encogí de hombros.

—La mayor parte de las situaciones, esa es tu personalidad, y a veces es exasperante. Pero puede ser útil en ocasiones, como ahora por ejemplo —Posé mis ojos en él, que gracias a la oscuridad del lugar se veía más peligroso—. ¿Por qué ocultas lo que sientes, Andrew?

—No sé de qué hablas.

—Claro que lo sabes. Siempre parece que no te importa nada de lo que pasa, pero sé que escuchas más de lo que decimos. Casi no sonríes, y siempre estás enojado, debe haber un motivo por el cual no te gusta que te vean realmente como eres.

—Así soy, no hay explicación —espetó, cortante.

—Supongo que es por lo que viviste —aventuré—, es entendible. Pero, ¿sabes?, ya no tienes que ser así.

—No entiendes nada, así que no hables como si lo superas todo —Frunció el entrecejo, pero ya no me daba miedo decirle lo que pensaba al respecto—. No tuviste que pasar por... por lo que yo pasé, no puedes entender mis razones ni aunque te las explique.

—Tienes razón, no lo hago, y todavía no me imagino lo doloroso que fue para ti. Solo digo que deberías tratar de dejarte llevar por la situación, como cuando encontramos a Sara y a Daymon, te vi feliz, y te apuesto a que ni siquiera notaste que sonreías. ¿No fue divertido dejar de pensar en lo trágica de tu vida al menos por un rato?

El collar-arma de Andrew brilló, indicando que estábamos suficientemente lejos del muelle como para usar magia de esa magnitud, e interrumpiendo el momento.

—Podemos usar magia, invoca tu Arma Divina, debemos hacerlo entre los dos para repartir la carga emergentica.

Asentí, y una vez tuve en mis manos en hermoso collar-arma que adornaba mi cuello, invoqué mi espada en medio de un resplandor rosa que iluminó la estancia al mismo tiempo que Andrew invocaba su arco azul.

Estiré mi arma al frente, y Andrew hizo lo mismo con su arco de forma que ambas quedaran en X, pero justo antes de que pronunciáramos el conjuro él habló:

—Te conté lo que me pasó, no hagas que me arrepienta de ello. No vuelvas a mencionar el tema, sabes que no me gusta hablar de lo que pasó.

—Lo haré, pero eso no significa de deje de pensar que te mereces la oportunidad de rehacer tu vida. Vivir en el pasado solo arruinará tu presente, Andrew, y se supone que los amigos son para apoyarte. Piénsalo, ¿bien?, no todo tiene que ser siempre gris.

Permaneció con la vista fija en su arma, sin dar señales de haberme escuchado, pero supe que lo hizo cuando frunció el ceño con más fuerza.

Tilemetaforá —musitamos al unísono.

De nuestras armas empezó a salir un remolino de luz entre azul y rosa, que pronto envolvió nuestros cuerpos de pies a cabeza, como una corriente de viento con pequeños destellos blancos similares a las estrellas, en forma de remolino. Luego cerré los ojos en cuanto el brillo segó mi vista, segura de que el efecto pronto pasaría.

Cuando la espesa capa de luz blanca que nos rodaba desapareció, mi corazón se encogió de nostalgia al divisar la linda y acogedora sala de mi casa. Seguía igual que la última vez que la había visto, los mismos muebles, el mismo TV, la misma cocina con el mismo comedor, todo; todo estaba como siempre. Incluso el olor a los productos de aseo que mi madre usaba para limpiar el departamento, con la leve combinación del aroma a crema de pastel.

—¿Ailyn? —Escuché la voz de Cody salir de la cocina, pero había algo en ella que sonaba diferente, más decepción quizá, lo noté carente de confianza—. Qué bueno que llegaste.

Me di la vuelta, presa de la nostalgia, y me encontré con mi pequeño hermano de diez años asomando medio cuerpo desde la cocina. Su cabello castaño estaba hecho un lio, y sus ojos color miel similares a los míos me observaban con tristeza pasiva, ocultando un profundo pesar.

—Cody... —susurré, sintiéndome cada vez más débil.

Extendí mis brazos hacia él, con la esperanza de que aceptara mi gesto y se acercara para poder abrazarlo. Sus ojos brillaron, y despacio se aproximó hasta mí. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, alargué más mis brazos y lo atraje hacia mí. Lo abracé tan fuerte como pude, y en medio de ese abrazo noté que soltó un largo suspiro, como si hubiera contenido la respiración por mucho tiempo.

Cerré mis ojos con fuerza para evitar llorar, mientras Cody recorría mi cintura con sus brazos, correspondiendo mi abrazo. Verlo así solo avivaba mi preocupación; mi hermano menor no era afectuoso, es más, aborrecía el contacto humano, y que ahora lo estuviera haciendo no era bueno en su máxima expresión.

—Nunca lo vi —musitó en voz baja—, esto jamás apareció en mis visiones. Es como si ocurriera esporádicamente, sin que nadie lo haya planeado. Tengo... —Tomó aire— tengo miedo de que no despierten, de que sea permanente. No sé... esta vez no sé qué pasará.

Tragué saliva, y busqué dentro de mí una gota de fuerza para sobrellevar la situación. Cody era el fuerte, a pesar de ser el menor, siempre llevaba el control de las cosas, y mis padres solo irradiaban confianza y serenidad; por lo que ahora, el que dependiera de mí, me aterraba.

—Tranquilo, Cody, no siempre debes tener todas las respuestas —Lo aparté de mí—. Para eso está la familia.

—No quise interrumpir su misión, y debido al cambio de horario no estaba seguro de qué estaban haciendo. No se me ocurrió otra cosa.

No se me ocurrió pesar en el cambio de siete horas, si en Francia eran cerca de las seis, en Michigan eran casi las once, era como viajar en el tiempo.

—No te preocupes por eso, la familia es primero que cualquier misión. Pero, Cody, necesito que me digas lo que ocurrió —pedí.

—Es más fácil si te lo muestro —Se dio vuelta, y caminó hacia la habitación de mis padres.

Me volví hacia Andrew, quien permanecía callado desde que estábamos en el camión de carga; él parecía perdido en sus pensamientos, pero en cuanto notó mi mirada sobre él parpadeó varias veces y asintió, brindándome apoyo. Desvié la mirada de sus ojos, y seguí a Cody atreves del pasillo con Andrew pisándome los talones.

Cuando mi hermano abrió la puerta, en lo primero que me fije fue en la posición de mis padres, estaban boca arriba, dormidos, completamente inmóviles como un par de muñecos tamaño real. Acorté la distancia que nos separaba, directo a reunirme con mis padres.

Estaba tan ocupada acercándome a ellos, guiada por la preocupación y el pánico de que en verdad estuvieran mal, que ignoré la voz de Cody que me decía que no me acercara más. No entendía a qué se refería, pero lo hice en cuanto estuve a tan solo un par de pasos lejos de ellos.

Retrocedí por inercia, como un instinto que me indicaba que si me acercaba sería peligroso. El ambiente a su alrededor, como una especia de aura, era negra, oscura, con esencia de muerte, a tal grado de que un gran pesar se apoderó de mi pecho, llevándome al borde del llanto. No había nada fuera de lo normal, el cuarto se veía como siempre, pero esa sensación asfixiante y deprimente era muy marcada.

Me llevé la mano al pecho, como si mi corazón doliera y me provocara nauseas al mismo tiempo, y continué retrocediendo hasta llegar al lado de Andrew y Cody, quienes ya habían entrado a la habitación.

—Eso es lo más extraño —comentó Cody al notar mi reacción, sin despegar los ojos de mis padres—, están presos de una energía extraña. Por eso no llamé a un doctor, no hay nada humano que los ayude; esto es magia, magia mala.

Giré mi cabeza tan rápido hacia Andrew que mi cuello sonó, pero eso solo sirvió para disparar mi preocupación al observar la expresión de su rostro: sus ojos, abiertos como platos, observaban fijamente a mis padres, mientras apretaba los labios en una fina línea con igual o más fuerza que sus manos formaban puños.

—¿Qué? —pregunté, alarmada—. ¿Qué pasa, Andrew? Responde, ¿en qué piensas?

Enfocó los ojos y me miró, más calmado pero conservando cierta confusión.

—Una bruja —confesó—, o Amazona, hechizó a tus padres.

Sentí como si me sacaran todo el aire de mi cuerpo por una sonda, como si por cortos segundos mi alma hubiera salido de mi cuerpo y regresado al instante de forma abrupta. ¿En qué se estaba convirtiendo mi vida? Mis padres... ellos no tenían nada que ver con lo sobrenatural, entonces, ¿por qué los usaban contra mí? Recordé las palabras de Astra en una ocasión, sobre que amar era una debilidad... sacudí mi cabeza para alejar esos pensamientos, y aclarar mis ideas, no tenía cabeza para pensar en eso ahora.

—¿Cómo... sabes eso?

—El conjuro es algo típico de las Amazonas, en otras palabras, magia de bruja, lo usan como burla tengo entendido.

—¿Por qué querrían burlarse de mí? —indagué, nerviosa.

—No lo sé, Will. No les simpatizan los dioses, pero esto... esto va contra los acuerdos.

—¿Podemos arreglarlo?

—No, solo la bruja que lo conjuró puede deshacerlo; pero si no me equivoco, quizá podamos rastrear la Amazona que lo hizo.

—Hagámoslo —Andrew asintió. Me volví hacia Cody, a mi lado, y traté de sonreírle para infundirle tranquilidad y confianza. Pero era imposible transmitir algo que no sentía—. Todo estará bien, ya lo verás.

—Ailyn —Su actitud seria no cambiaba, era como si no tuviera ánimo para nada—, no tienes que decir eso, no tengo cinco años...

—No, tienes diez, y no tendrías por qué tomarte tantas cargas innecesarias. Deja de actuar como adulto, Cody, solo eres un niño.

Aunque, si lo pensaba bien, yo no era precisamente una adulta, y mi vida era más complicada que la de un adulto promedio.

—Me dijiste que los cuidara —soltó, desviando la mirada hacia el suelo—, me lo pediste antes de arriesgar tu vida para que todos estemos bien, y no pude hacerlo. Ocurrió esto y yo... yo no tengo magia, no puedo ayudarlos.

Tomé aire, preparándome para darle el primer sermón de hermana mayor en mi vida, y traté de sonar lo más firme que la situación me permitía.

—Cody Will, eres la persona más extraña que conozco, y créeme que hay un par de personas que están lejos de ser normales dentro del grupo, no aparentas diez años, pareces un gánster de setenta siglos sabelotodo que juega con los demás, ¿y ahora dices que no puedes ayudarnos? —Él levantó la cabeza, dudoso—. Siempre que he necesitado tu ayuda me la das, y ahora no tendría por qué ser diferente.

»No necesitas magia para ayudar, enano, eres increíble, más de lo que yo lo he llegado a ser; y no deberías pensar que la magia soluciona todos los problemas, porque lo que hace es lo contrario, ocasiona más líos y nunca está cuando la necesito. Pero tú, pequeño enano, eres incondicional, inteligente, y seguro de sí mismo, con eso es suficiente para salvar a tu problemática hermana mayor.

Se quedó callado, meditando mis palabras, lo que aproveché para mirar a Andrew en busca de un paso a seguir. Él nos miraba a ambos atentamente, con esa mirada suya tan analítica, y me hizo una seña para que sacara a Cody del cuarto, así que sin renegar obedecí su orden.

—Cody, necesito que salgas del cuarto —le pedí a mi hermano—. No sabemos lo que ocurra, y prefiero que estés del otro lado, a salvo. Si te necesito te llamaré, pero en serio, no quiero que participes si no es necesario.

—Entiendo —accedió, con más calma de la que esperé.

Antes de salir, Cody y Andrew intercambiaron una rara mirada, igual que lo hicieron cuando se conocieron, como si entre ellos ocurriera algo pero no quisieran tocar el tema. No pude evitar pensar lo mismo que pensaba siempre que ellos estaban bajo el mismo techo, que era como si Andrew hubiera sido como Cody de pequeño, y Cody fuera a ser como Andrew de grande. Era como ver el pasado y el futuro de una misma persona, escalofriante y aterrador, otro Andrew pero pequeño y con algunas variaciones.

Cody salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí, sin espetar, brindándonos más libertar para hacer lo que fuera que Andrew tuviera en mente.

—Escuché de las Amazonas en una ocasión, pero todavía no tengo claro lo que son, o lo que hacen, o por qué nos odian tanto.

Él tomó su arco, el cual no lo había guardado desde que llegamos, y lo pasó sobre los cuerpos inertes de mis padres como si los escaneara. De su arma empezó a salir una extraña e intensa luz azul que inundó el cuarto entero, penetrando en mi piel como si fuera radiación y ésta absolviera la luz. La luz parecía tener pequeñas estrellas que se adherían a los muebles y a la pared, brindando el efecto de baño de brillantina azul índigo a la superficie del cuarto. Luego la luz se redujo al espacio de la cama, dejando mi piel con una incómoda sensación de resequedad.

—Las Amazonas o también conocidas como brujas—empezó a explicar sin quitarles los ojos de encima—, son seres de Kamigami. Eran ninfas del bosque, y por eso usan magia natural, pero su corazón se corrompió por la maldad, y comenzaron a atacar a los dioses y posteriormente a los humanos y otras criaturas más indefensas. Por un tiempo eran muy peligrosas, crueles, y sanguinarias mujeres, que darían lo que fuera por matar a un dios. Nos odian a muerte, y no dudarían en asesinar a cualquier dios si se dan las condiciones.

»La Corte Suprema las detuvo, y las llevó a juicio cuando todavía eran unas pocas, ahí decidieron que debían ser exiliadas a la Tierra y permanecer bajo la custodia de los Dioses Guardianes en Salem ya que en Kamigami eran más fuertes. Esto ocurrió hace mucho tiempo, por eso las personas las llaman brujas, ellas no detuvieron sus prácticas de magia oscura, así que los humanos empezaron a lincharlas y quemarlas en una hoguera.

—¿Por qué odian a los dioses? Y ¿por qué las exiliaron a la Tierra?

—No lo sé, es una historia muy antigua, su enemistad es vieja al igual que sus crímenes; pero no solo odian a los dioses, también a los hombres. Aunque cuando aceptaron vivir en nuestro mundo, también aceptaron una seria de acuerdos para que no haya accidentes con los humanos. Algunas incluso se mezclan entre las personas, llevando vidas mundanas normales.

Retiró el arco y lo tomó en sus manos con fuerza, cerró los ojos por unos segundos, pero cuando los abrió frunció el ceño como si lo que descubrió lo enfureciera genuinamente.

—¿Qué pasa si la bruja rompe los acuerdos? —quise saber mientras me acercaba a la cama.

Al estar lo suficientemente cerca de mis padres sentí que el aire era más pesado, y se me hacía difícil respirar; una presión en mi pecho me impedía avanzar, junto con un miedo latente que me impulsaba a devolverme y a no verlos. ¿Cómo creía que iban a estar? Solo estaban durmiendo por el hechizo de una bruja, como en la «Bella Durmiente», no iban a estar deformes o de otro color, entonces ¿por qué no los quería ver?

El cabello de mi madre se esparcía por la almohada, castaño y liso, su boca estaba ligeramente abierta con labios resecos, y su pecho subía y bajaba con normalidad. A su lado, mi padre, con el cabello canoso despeinado, arrugas visibles pero pocas, y con respiración constante. Los dos parecían solo estar dormidos, tranquilos, y teniendo buenos sueños. Ahora veía por qué Cody tardó en notar algo diferente, dormían como siempre lo hacían, no había razón aparente para preocuparse.

—Nada bueno —respondió Andrew luego de un tiempo, sumido en sus pensamientos. No estaba segura si esa era la respuesta de la pregunta que le hice, o si se refería a mis padres. Alzó la cabeza y posó sus profundos ojos castaños en mí con seriedad —. Ya sé cuál es la Amazona responsable del hechizo.

Caminar por aquel pasillo, justo cuando las hojas de los arboles caían y se amontonaban en pequeños grupos naranjas que con el paso de los días disminuían anunciando la llegada del invierno, me recordó el día en que apareció la marca, cuando Sara y yo corríamos a toda velocidad para evitar un castigo ya que me había quedado dormida e íbamos tarde a clase. El olor del ambiente era el mismo que recordaba: hormonas, y comida chatarra; la briza era nostálgica y el sonido de la campana que indicaba el cambio de clases resonó en todo mi cuerpo haciéndome estremecer de satisfacción.

Odiaba la preparatoria, en especial por las tareas, pero volver luego de casi dos meses se sentía bien.

Muchos de los estudiantes que pasaban por nuestro lado, rumbo a sus respectivas clases, nos echaban una ojeada de curiosidad. Todo el mundo creía lo que Sara dijo para librarnos de una explicación y estaba libre de problemas por abandonar la preparatoria de la noche a la mañana, pero aun así era extraño ver solo a dos de los cuatro misteriosos chicos que habían dejado la preparatoria en medio periodo escolar. Resultaba un tanto incomodo llamar la atención de miradas inescrupulosas, en especial de grupos de chicas, que murmuraban respecto a nosotros. Aunque a Andrew eso lo traía sin cuidado.

—Todavía no entiendo por qué no me lo dijiste antes —Fruncí el ceño, molesta—. Estuvieron más de dos semanas aquí y no tuvieron la decencia de comunicarme algo así de importante, ¡y justo en mi cara! Santo cielo, es imperdonable, también me concierne a mí.

—Sara tampoco te lo dijo —repuso Andrew con toda la calma del mundo, sin hacer contacto visual conmigo, estaba demasiado ocupado escaneando la preparatoria con su súper visión como para mirarme—, y ella lo supo desde siempre. Además, sabes que cuando notamos la presencia de una criatura sobrenatural no podemos decirlo, no me culpes por algo que tú sola no notaste.

Me paré frente a él, frenando su paso y obligándolo a mirarme.

—¡Apenas entendía lo que ocurría, y tenía suficiente con lidiar contigo como para fijarme en el origen de mi profesora de Matemáticas! —bramé tan bajo como pude—. Te lo pregunté, Andrew, y juraste que no la conocías.

Sin embargo, no solo lo regañaba a él, también a mí misma. ¿Tantos años cerca de ella y nunca noté nada anormal? Su comportamiento extraño debió llamarme la atención cuando desperté, y también la reacción de Sara frente a ella. Pero no, nunca me percaté de que la señora Louis era una Amazona, ¿y cómo demonios pretendía notarlo si ella era el último de mis problemas? Y como una triste y cruel ironía, ahora encabezaba la lista de los sucesos catastróficos que me ocurrieron desde que la marca apareció.

—No la conozco, genio, solo sentí su energía, su poder. Y no era importante, conocí a algunas Amazonas antes de venir a Michigan, nunca ocasionaron problemas.

—Aun así... —Suspiré—. Tenemos que encontrarla, a esta hora debe estar en la sala de maestros.

Él asintió, y se dispuso a caminar rumbo al edificio del aula de los maestros, pero entonces, el grito de cierta persona nos detuvo a ambos.

—¡¿Ailyn?! —Justo la última persona que quería ver— ¡Oh por Dios! Eres tú, estás aquí.

Melanie.

Me di la vuelta lentamente, nerviosa de lo que Melanie me diría, y me encontré con una chica de lindos ojos azules que me observaba entre sorprendida y alegre. Iba vestida, para mi sorpresa, con sencillez, solo un suéter blanco, zapatillas, y jeas oscuros, nada más. Su rostro mostraba alegría sincera, y por primera vez en muchos años, no estaba cargada de maquillaje al punto de parecer una ramera. A su lado había dos chicas, ambas castañas, una de ojos azules como Melanie, y la otra de ojos castaños, ambas nos miraban con curiosidad.

—Hola, Melanie, ¿cómo has estado? —saludé con resignación.

Detuve a Andrew, quien estaba a punto de escabullirse de la escena, y lo obligué a quedarse a mi lado. Si yo tenía que afrontar a la prima excéntrica de Sara, él también.

—Bien —exclamó aún con felicidad—, he estado muy bien desde que todos ustedes se fueron, no me lo tomes a mal. No sé qué fue lo que dijiste cuando estábamos en la Feria Estatal, pero me sentí renovada, nueva, libre, de alguna forma. Suena extraño, lo sé, pero hicieras lo que hicieras, fue mejor que tomar un curso de autoestima.

Me tomó un momento recordar que había usado el Filtro con ella por primera vez, para tratar de ayudar a que su vida se compusiera. Era evidente que era otra Melanie, estaba feliz, emocionada, humana; no me hacía falta hablar con ella para saber que ahora sí era feliz y vivía con plenitud y estabilidad emocional. Fue una gran satisfacción saber que gracias a mi habilidad, ella se encontraba mejor.

—No hice nada importante —La observé con fascinación. Ella en serio había cambiado, y no podía sentirme más feliz por ella.

Se acercó más a mí, absorta en su alegría, y sonrió como nunca antes lo hizo.

—Lo hiciste, no sé qué pero me cambiaste la vida. Esa noche las conocí —Miró fugazmente a las chicas a su lado—, nunca las noté aquí por estar siempre con Dacota y sus amigas, pero desde entonces somos amigas. Debiste ver el escándalo que se armó cuando le dije a Dacota que no la iba a volver a invitar a salir, armó todo un show, y luego repartió el rumor de que...

No me interesaba nada de lo que decía, nunca me interesó hablar de Dacota, la chica castaña de los baños el día de la marca, simplemente no me importaba lo que hiciera, ni los chismes de pasillo que Melanie siempre nos contaba a Sara y a mí. En una vida llena de criaturas extrañas, y magia, los problemas comunes de preparatoria ni siquiera ocupaban un mínimo espacio en mi cabeza.

Las dos chicas murmuraron algo entre ellas mientras Melanie continuaba parloteando sobre cosas sin importancia, y levantaron la cabeza para observar al chico a mi lado. Obviamente, el efecto divino que irradiábamos las estaba afectando, ya que en todo ese tiempo no apartaron los ojos de Andrew. Y claro, el mencionado ni se inmutaba ante eso, era como si ni siquiera estuviera escuchando lo que sucedía.

Perfecto, Andrew de nuevo se aisló del resto, dejándome la carca de Melanie a mí sola.

—Me alegro por ti —comenté en cuanto noté que Melanie terminó de hablar, pero lo hice con un comentario abierto, para no sonar tan descortés y que se diera cuenta de que no escuchaba lo que decía.

La rubia frente a mí sonrió, sin percatarse de que no escuché la mitad de lo que dijo, y cambió de tema:

—¿Cómo está Sara?, ¿y Evan? No he hablado con ella, de hecho mis tíos tampoco según tengo entendido, es como si se hubiera olvidado de la familia. Quería preguntarle si me podía mudar a su casa, ya que sus padres están muy ocupados para responderme.

—Los dos están bien. Pero tendrás que preguntárselo cuando regrese.

Ella tomó un momento para respirar, y fue cuando se percató de que mi mirada se dirigía a sus dos amigas, que seguían hablando en voz baja y observando a Andrew como si se lo quisieran comer. No sabía cómo era que las estaba mirando exactamente, pero Melanie frunció un poco el ceño y continuó hablando con alegría.

—Veo que siguen juntos —mencionó de un momento a otro. Las dos chicas se quedaron calladas de golpe, y posaron la mirada en mí con incredulidad. ¿Parecíamos una pareja tan dispareja? —. ¿Cómo les ha ido con su relación?

Sabía que no debía pensar en eso en ese momento, que todo eso no era para nada importante y solo nos retrasaban, pero no pude evitar debatirme entre seguir aparentando que éramos pareja, como lo habíamos hecho antes de irnos, o inventar una mentirilla que encajara con la verdad.

—Estamos muy felices, nuestra relación va perfectamente —Forcé una sonrisa.

¿En qué estaba pensando? No era mi intención decir eso con precisión, simplemente mi boca actuó por voluntad propia. Una parte de mí quería que ese par de chicas castañas dejaran de murmurar respecto a él, me ponían incomoda, pero no entendía por qué, no éramos nada, escasamente amigos pero no más de ahí.

Andrew me lanzó una mirada interrogante, ya que ahora sí estaba escuchando la conversación (porque él solo escuchaba lo que le convenía), como si no entendiera lo que ocurriera. Mientras que las dos chicas... bueno, ambas desviaron la mirada hacia otra parte.

—¡Es perfecto! Al comienzo no creí que pudieras andar con alguien como él, sin ofender, pero ahora que los veo juntos, estoy segura de que su relación es sincera.

Sinceramente falsa.

—Ya ves, nuestros lazos se han estrechado.

En realidad, eso no era una mentira del todo. Estábamos mucho mejor de cuando nos conocimos, o al menos eso creía, con Andrew nunca se sabía. Éramos más cercanos, y las cosas empezaron a mejorar cuando me contó su pasado, así que se podía decir que sí, nuestra relación no era la peor. Pero claro, tampoco la mejor.

Melanie sonrió, al tiempo que posé mis ojos en ella para evitar contacto visual con Andrew, quien seguía perdido en el tema.

—Apropósito, ¿por qué están aquí? ¿Por qué no están con los demás? ¿Ya volvieron definitivamente de su viaje? ¿Regresarán a la preparatoria? ¿Por qué se fueron en primer lugar? La razón todavía no la tengo clara. Y lo más importante: ¿a dónde fueron?

Eran... eran demasiadas preguntas cuya respuesta no podía revelar. Esa chica, además de chismosa, hacía muchas preguntas; y si le respondía aunque fuera una de ellas era como publicarlo en internet.

Andrew me dio un pequeño golpe con el brazo para que lo mirara, y cuando lo hice, dudosa de si quería verlo o no, entendí el mensaje enseguida. ¿Qué rayos estaba haciendo? No tenía tiempo para charlar, y menos de eso, tenía que hacer lo que habíamos ido a hacer; y Melanie era un contratiempo.

Además, si continuaba con ellas quizá terminaría diciendo cualquier otra estupidez que nos metería en más problemas. Una mentira llevaba a otra y así hasta tejer una telaraña asfixiante. Y esa era mi excusa perfecta para deshacerme de la sensación humillante con Andrew por traer temas a la luz que no tenían nada que ver con lo que ocurría en la actualidad.

—Melanie... ¿qué te parece si hablamos otro día? Hoy estamos de afán, lo siento, pero tenemos que irnos —Ella cerró la boca, confundida, y se limitó a asentir sin decir nada más. Cuando miré a Andrew para que siguiéramos el camino, me di cuenta de que él ya se había dado la vuelta, sin mí por supuesto. Bufé, y le pregunte a Mel:— Por cierto, ¿sabes dónde está la señora Louis?

—Creo que la vi en el estacionamiento, pero... —No dejé que terminara, ya que me di vuelta para seguir a Andrew luego de gritarle un gracias rápido a Melanie.

Caminé a paso apresurado para alcanzar a Andrew, mientras lo llamaba. Estando a unos pasos de él, frenó de golpe.

—Oye, ¿siquiera escuchaste lo que dijo? —quise saber—. Es de mala educación dejar a alguien hablando solo.

—No estaba hablando con nadie, eso lo hacías tú. Solo quería salvarte de esa situación, era obvio que tu boca sin filtro me arrastraría contigo a tus problemas. Y no quería dejar más malas impresiones de las que dejé cuando nos fuimos; ¿o debo recordarte lo que Sara hizo para excusar tu falta durante una semana?

Dio justo en el clavo.

—No, lo recuerdo. Y respecto a lo que dije... no se me ocurrió qué responder, por eso dije lo primero que pensé. No quería seguir con esa mentira, pero era lo más fácil de hacer —Era mentira, ni siquiera había pensado lo que iba a decir cuando las palabras salieron de mi boca —. Además, esa parte fue tu culpa. Tú fuiste el que inventó eso cuando Melanie llegó a casa de Sara, ¿lo olvidas?

Frunció el entrecejo, y miró hacia otra parte.

—Improvisé —Se encogió de hombros—. Anda, no tenemos tiempo para esto.

—Ah, claro, ahora que se trata de ti no quieres hablar de eso. Ni siquiera me has dicho por qué lo hiciste en un comienzo.

—Ya te dije que improvisé, y no tiene importancia. Enfócate en lo que venimos a hacer.

—Sigo sin entender por qué yo, pudiste haber hecho muchas cosas para escapar de ella, pero decidiste montar una farsa y seguirle el juego a Dacota con lo del beso. Incluso pudiste haberle dicho que tenías novia en Ohio, lo cual, no es que esté muy lejos de la realidad —Cerré la boca de golpe; de nuevo hablé de más.

¿Por qué había pensado en Dominique, la ex novia de Andrew, en ese preciso momento? Y más importante aún, ¿por qué lo había hecho con amargura, como si su nombre me supiera agrio y molesto? ¡Por todos los cielos ¿qué me estaba pasando?! Y para completar, lo dije en voz alta.

Andrew frunció más el entrecejo, y ante su mirada de reproche, me encogí ante él.

—¿De qué hablas...? —Se interrumpió de un momento a otro, y levantó la vista para ver más allá de mí. Me tomó un segundo recuperar mi estabilidad, y cuando lo hice seguí la mirada de Andrew, que observaba algo en las sombras del estacionamiento—. Es ella, es Louis.

Entorné mis ojos tratando de ver lo que él veía, pero yo seguía viendo una sombra que se movía con angustia tras uno de los lindos y modernos autos. No era tan clara como para observar su forma, mucho menos si se trataba de ella, pero por supuesto, Andrew era súper-humano y podía hacer ese tipo de cosas.

—¿Estás seguro que es ella? —inquirí.

—Nunca me equivoco en estas cosas —Se acercó unos pasos más al estacionamiento, y gritó:— ¡Louis!

La silueta dejó de moverse y, tímida y ansiosamente, salió poco a poco de entre las sombras, dejándose iluminar por la luz del sol. Lo primero que me llamó la atención fueron sus ojos, los cuales además de estar más negros que de costumbre, estaban rodeados por ojeras cual mapache. Luego me fijé en sus uñas mordidas, que me dieron a entender que ella misma se realizó los cortes de sus brazos producidos por un objeto irregular. ¿Qué le pasó a esa mujer para que hasta sus lentes hubieran abandonado su rostro maltrecho? Y más importante todavía, ¿por qué se veía tan desaliñada?

Aparté la lastima a un rincón lejano de mi cerebro, no podía sentir compasión por la responsable de que mis padres estuvieran inconscientes; ella los hechizó, ella era la bruja desalmada que se metió con mi familia.

La cólera me invadió el torrente sanguíneo, y luego ya no fui consciente de lo que hacía. Solo podía pensar en que mis padres estaban así por ella, por Louis; no podía retenerme, no podía tranquilizarme, solo podía enfurecerme, solo podía pensar en que ella lo tenía que pagar. Debía obligarla a que deshiciera el conjuro, ahora.

A paso apresurado, o grandes zancadas, me acerqué a la antigua Sra. Louis. Intenté controlar lo que sentía, impedirme llorar, pero el miedo de perder a mis padres por culpa de una bruja que odiaba a los dioses era inmenso. Y, mirándola de la peor forma que pude, le grité:

—¡¿Qué diablos le hiciste a mis padres, bruja?!

Ella no parecía la misma profesora exigente y severa que había conocido, aquella mujer flacucha y canosa frente a mis ojos era una persona a la cual la locura la había consumido, su mente tenía un estado de paranoia tan alto que sus ojos miraban a todos lados como si la persiguieran. Su cuerpo temblaba frenéticamente, y por su pálido y huesudo rostro corría el sudor provocado por la demencia.

Mi corazón latió desenfrenadamente, porque aunque ella fuera la causante del estado de mis padres, no podía evitar sentir que ella también lo estaba pasando mal, de otra forma no se vería así.

Me miró, con ojos desorbitados, y habló.

—Era la única forma de traerte —musitó con voz desesperada.

Fruncí el ceño tan fuerte que creí que rompería mi rostro.

—¡¿A qué demonios te refieres?! Responde, bruja, ¿qué fue lo que le hiciste a mis padres?

Pero ella estaba ida completamente, era como si no escuchara mis palabras, como si no entendiera mi idioma. Como si solo escuchara lo que quería escuchar, encerrada en su mundo de locura. Movía sus manos como si tuviera un tic nervioso, al igual que sus ojos.

El tiempo se me agotaba, y Louis no cooperaba.

—Bien, si no quieres hablar por las buenas —Tomé mi collar-arma e invoqué mi espada en medio de un rosa resplandor, que predominó en el ambiente por unos segundos, dejándome llevar por un impulso—, lo harás por las malas —Levanté mi espada y la dirigí directo a su cuello, amenazándola—. Ahora... ¡Responde! ¿Qué les hiciste a mis padres?

Ella permaneció inmutable, como si no le importara si la degollara ahí mismo, pero con el cuerpo aun temblando y ojos mirando hacia todas partes con frenesí. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué había sido de la Sra. Louis que conocí? ¿Qué le había ocurrido para estar de esa forma?

Una mano fría se posó sobre la mano que empuñaba mi espada con determinación. Miré a Andrew, con desafío, como si con solo eso le advirtiera que si le tendía la mano a un perro rabioso, éste la mordería.

—Suéltame —exigí con la voz entrecortada, pero él no se apartó—. ¡Suéltame!

Sus oscuros ojos brillaban como dos estrellas fugaces, y la briza del lugar movía su cabello con delicadeza. Me miró con severidad, completamente serio, y los ojos entrecerrados.

—Cálmate, y piensa si en serio quieres hacer esto. Ella es la única que sabe lo que tienen tus padres, y cómo curarlos. Además, no eres capaz de lastimarla, no así, lo sé, Will, te conozco bien para saber que no quieres herirla; si lo haces, te harás más daño a ti misma que tú a ella.

Andrew... él tenía razón, no quería herirla, pero tampoco dejaría que mis padres murieras si ella no quería hablar. Bajé la espada poco a poco, y la compacté de nuevo en collar, mientras miraba fijamente a una mujer a la que la cordura la abandonó quién sabe cuánto tiempo atrás, incapaz de lastimarla.

—Odio que tengas razón —admití en medio de un suspiro de resignación—, y da miedo lo que sabes de mí.

Levantó una comisura de su labio, intentando sonreír, sin apartar sus oscuros ojos de mí.

—Es una forma de verlo.

De repente, como un rayo, Louis se abalanzó sobre mí con sus manos al frente. La fuerza de su debilucho y delgado cuerpo nos tiró a las dos al piso, provocando que me golpeara el trasero y la cabeza al caer. Hice una mueca de dolor, y miré a Louis a los ojos, a esos oscuros y tenebrosos par de agujeros que solo me transmitían miedo.

Detrás de ella pude ver que Andrew ya apuntaba una de sus flechas azules directo a la cabeza de Louis, dispuesto a atravesarla en cualquier momento. Con un gesto, o con los ojos, no estaba segura, le indiqué que se contuviera, que tenía todo bajo control, o algo así. Él me miró con duda, sin embargo, bajó el arco sin dejar desaparecer la flecha mágica.

Las manos de Louis se enterraron dolorosamente en mis hombros, desesperada por aferrarse a mí. Me quedé quieta, mirando su rostro mientras pensaba en una forma de quitármela de encima.

—Escucha, Atenea, tenía que hablar contigo ahora —La urgencia en su voz dio a entender que solo tenía unos minutos, si acaso segundos, para decir lo que tenía que decir, como si en cualquier momento alguien la encontraría—. Lo de tus padres fue para atraerte, necesitaba que vinieras sin que ella lo sospechara. Esa es tu debilidad, por eso sabía que vendrías sola, o al menos, casi sola.

¿Era tan predecible? Si ella no supo, ¿quién más lo sabía?

—¿Quién? ¿Quién no se podía enterar? —Le seguí el juego.

Ella negó con la cabeza, histérica, paranoica, y con su cuerpo todavía temblando de miedo.

—Estás en peligro, un peligro mayor de lo que suponen. Lo que están haciendo... es precisamente lo que ella quiere que hagan. Están cayendo directo en su trampa, los está usando como peones en su juego macabro. Lo que ven, es solo lo que ella quiere que vean. Si no te cuidas, tu destino será la muerte, perderás lo que proteges, y con eso la vida.

Su tono de voz, y el terror puro que reflejaban sus ojos, me hizo estremecer. Un viento frio recorrió mis venas al mismo tiempo que mi corazón se aceleraba drásticamente, como si una parte, por muy diminuta que fuera, en serio entendiera de lo que hablaba.

—¿De qué hablas, Louis? —musité con voz quebrada—. No confió en ti, no creo nada de lo que dices.

Eso sin contar que tampoco lo entendía. ¿Quién demonios era «ella»?

—¡No confíes en nadie! —exclamó de repente, con los ojos aún más abiertos que antes—. Ella sabe cómo usarte, Atenea, conoce tus debilidades mejor que tú misma. Están recorriendo el camino que ella trazó para ustedes, desde el inicio de todo, ¿no lo ven? ¡Están en peligro!

—¿Cómo sabemos que lo que dices es cierto? —interrogó el chico, más cerca de ella que antes— ¿Por qué nos dices eso?

—Desobedecí sus órdenes —prosiguió, ignorando por completo la pregunta de Andrew—. La traicioné y ahora quiere matarme. Quiere mi cabeza en bandeja de plata, y las demás lo saben. No puedo ayudarlos, solo puedo advertirles que todo lo que les ha pasado es parte de su plan, de un plan mayor que no se limita a lo que ustedes creen. Solo han vivido una pequeña parte de lo que está dispuesta a hacer para conseguir lo que quiere, y están muy cerca de otorgarle lo que por tantos años ha deseado.

—¿Por qué lo traicionaste? ¿Quién es ella? —quise saber.

—Porque lo que viene puede destruir todo lo que existe, la Tierra, Kamigami, e incluso el mismísimo Inframundo se convertirán en su nueva caja, y todos en ella estarán condenados a la locura y muerte.

—No sé de quién hablas...

—Aquella cuyo nombre conocen pocos y origen es desconocido —me interrumpió, presa de sus pensamientos—. Aquella que goza de libertad para hacer lo que quiera. Aquella que usa a quien sea para lograr su objetivo. Aquella que solo quiere jugar un juego nuevo porque le divierte la muerte, el sufrimiento, el dolor, el miedo. Si recupera la Luz de la Esperanza, ya nada podrá detener a P...

Pero no pudo terminar lo que decía, porque de repente su cuerpo se empezó a convertir ceniza, diminutos fragmentos grises, que se desvanecían en el aire como polillas. Primero sus piernas, y poco a poco el resto de su cuerpo, hasta que llegó a sus hombros. No entendí lo que sucedía, y mi mente no alcanzó a procesar lo que pasaba porque mis ojos permanecían fijos en ella mientras se consumía en carne viva.

—La ciudad de las Amazonas... —masculló al tiempo que su cabeza se consumió sin fuego ni humo.

No pude cerrar los ojos, mucho menos la boca, estaba tan impresionada que ni siquiera podía controlar mi frecuencia respiratoria que casi se detuvo por completo.

Confundida, en shock, así me sentía mientras trataba de procesar lo que acababa de ocurrir. Louis, mi maestra de Matemáticas de toda la preparatoria, se consumió frente a mis ojos como si se tratara de un trozo de papel quemándose. La ceniza que no se elevó estaba pegada a mi ropa, lo que solo me causó más impresión.

—¿Will? —llamó Andrew, sin embargo, su voz se oía a kilómetros de distancia.

La Sra. Louis despareció en un par de segundos, y aunque no le tuviera cariño, por el contrario, la despreciaba por lo de mis padres, me sentía mal por su muerte. La conocí por mucho tiempo, y murió justo sobre mí. Mis ojos se cubrieron de lágrimas, pero no estaba segura si era por Louis o por mis padres.

—Will, levántate.

Entorné mis ojos para ver lo que tenía frente a mí, debido a que mi conciencia se sentía más allá de lo que ocurría, y me encontré con el preocupado rostro de Andrew, que me observaba expectante a mi reacción. Me pareció curioso verlo así, ya que él nunca cambiaba su semblante serio y analítico.

Me extendió su mano para levantarme, y cuando la acepté me incorporó sin la menor dificultad. Ya de pie, todavía trastornada por lo sucedido, noté que varias cenizas reposaban en mi ropa, pero no me sentía capaz de retirarlas, no tenía fuerza para hacerlo, y el shock seguía fresco en mi memoria. Por lo que Andrew, para mi sorpresa, lo hizo por mí.

—¿Eso es lo que ocurre cuando desobedeces los acuerdos? —pregunté luego de unos segundos, mientras el chico de ambarino cabello pasaba su mano sobre mi sudadera y cabello, limpiándome.

Su tacto era fino, cuidadoso, ágil, seguro, como si no fuera nada del otro mundo limpiarme las cenizas de una bruja muerta sobre mí. En otra situación me hubiera sonrojado, ya que en fin de cuentas era él quien lo hacía, a voluntad, pero mi mente no lo consideró intimo en ese momento.

—No —respondió, terminándome de limpiar como niña pequeña. Su entrecejo estaba fruncido, y por el tono de su voz supe que estaba preocupado. Preocupado de verdad—. Lo que sucede cuando se rompen los acuerdos es simplemente que las destierran a Kamigami, a una prisión especial para ellas durante lo que les reste de vida. A ella la mataron, alguien la encontró y la cazó. Así mueren las Amazonas cuando son asesinadas; de muerte natural se convierten en hojas de árbol.

Mi cuerpo se estremeció, pero no por el tacto de Andrew o por la falta de él, sino por lo que la muerte de la Sra. Louis significaba. No obstante, y a pesar de mi estado de trauma, ni Andrew ni yo sentimos la presencia de alguien más alrededor, mucho menos de alguien sobrenatural.

—¿Eso quiere decir que todo lo que dijo es verdad? ¿Que las cosas no son como creemos, y que estamos en peligro? Andrew —Él me miró a los ojos—, ¿estamos haciendo las cosas mal?

Tardó unos segundos en responder, tiempo en el que permaneció con la mirada fija en mi rostro suplicante, pero cuando lo hizo habló con convicción, quizá para ayudarme a respirar, o en verdad creía lo que dijo:

—No lo sé. Ni siquiera sabemos cómo consiguió esa información, podría ser falsa. Quizá la engañaron para que ella creyera eso. Pero sí sé que no estaba bien, las Amazonas no se comportan así, son más extravagantes y sanguinarias —Intentó relajar los hombros, pero en su lugar suspiró.

El sonido de pasos acercándose predominó en el estacionamiento; varias personas, estudiantes por sus voces, estarían pronto ahí.

—Vamos, tenemos que encontrar la forma de despertar a tus padres.

Andrew se dirigió a la dirección contraria de los pasos, y tras unos segundos que me tomé para medio asimilar la situación de la Sra. Louis, lo seguí a paso lento. Por suerte él no iba tan rápido, caminaba despacio apropósito para que lo alcanzara.

—Sin Louis... ¿No debería romperse el hechizo? —pregunté cuando llegué a su lado.

Y de nuevo, tardó unos segundos en responder.

—No lo creo. Es un hechizo muy fuerte, y considerando el tiempo desde que se lanzó el conjuro...

—¿A qué te refieres con tiempo del conjuro?

Suspiró, obviamente no quería decirme ese detalle.

—Si una Amazona muere, los conjuros que haya lanzado en vida se aceleran. Básicamente, tenemos máximo cinco o seis horas para encontrar el contra-hechizo, o no habrá nada que los despierte.

Debía ser una mala broma, la peor de hecho, seis horas era muy poco tiempo si ni siquiera sabíamos por dónde empezar a buscar. Todo esa situación iba de mal en peor.

El aire alrededor de mis padres era peor que cuando nos fuimos un par de horas atrás. Ahora se podía notar a simple vista que los cubría una especie de niebla o humo violeta oscuro, casi negro, creando una barrera que impedía que nos acercáramos.

Mi cabeza me dolía debido al estrés, y todas mis emociones estaban dispersas a tal grado que ya no sabía qué me afectaba más: si la muerte de Louis por hacer lo que fuera que hiciera, o la situación de mis padres que empeoraba con el transcurso del tiempo. Era mi culpa que ellos estuvieran así. Louis lo había hecho para atraerme, solo por ser mis padres estaban en esa situación. ¿Por qué cada problema a mi alrededor involucraba cada vez más a las personas más cercanas a mí? ¿Por qué a la gente que más amaba?

Apreté mis manos tan fuerte como mis músculos me lo permitieron, tratando con todo mi ser retener las lágrimas que quemaban mis parpados, y amenazaban por salir a mares incontenibles de mis ojos. De nuevo me sentía frustrada e impotente. ¿Qué podíamos hacer ahora? La única persona que podía salvarlos estaba muerta, y con ella se fue la cura para despertarlos. Ahora... ¿Qué más podía hacer por ellos?

Yo, una simple chica que por azares del destino se había convertido en una diosa guerrera sin desearlo, y que se había visto envuelta en innumerables acontecimientos a lo largo de más de dos meses que amenazaban por desintegrar lo que me quedaba de lucidez, ¿qué podía hacer para salvar a su familia? Si ni siquiera podía hacer eso, no quería saber lo que le ocurriría al mundo si de mí dependiera salvarlo.

—Tranquilízate —La voz de Andrew sonaba suave, pero su expresión era dura y rígida como la de una escultura de mármol, de esa forma era imposible adivinar lo que pensaba, su rostro no daba ninguna pista—. No los ayudarás perdiendo la cabeza, piensa bien las cosas antes de lanzarte a la desesperación, como siempre.

Ni siquiera quise mirarlo directamente, solo tenía ojos para mis padres.

—¿Cómo esperas que permanezca serena cuando mis padres se están muriendo? —balbuceé.

—No lo harán. Tengo una idea.

Lo miré, esperanzada, a sus castaños ojos. Sin darme cuanta, cada vez que observaba esos ojos, éstos se veían más brillantes, con más vida. Me gustaba verlo así, casi humano si esa era la definición correcta, en lugar de un chico aislado que no quería nada de nadie.

—¿Qué cosa?

—Louis mencionó la ciudad de las Amazonas, tal vez allí haya algo que nos pueda servir —Fruncía el ceño, preocupado.

No alcancé a responderle que esa era la cosa más descabellada que había salido de su boca, y que probablemente no era nada, porque Cody entró a la habitación de mis padres corriendo con un gran libro en las manos. Su cabello castaño pegado a la frente, debido al sudor provocado por su lámpara de escritorio, y ojos fijos en el libro; así era siempre que investigaba un tema nuevo.

—¡Lo encontré! —anunció, parándose a nuestro lado. Levantó la vista, y le lanzó una fugaz mirada de tristeza a nuestros padres—. Dice que en la caverna que está en el centro de Salem, hay un cofre que contiene un elixir capaz de deshacer cualquier conjuro oscuro de una Amazona. También dice que solo un Ser de Luz puede abrirlo, ya que solo debe ser usado por un buen objetivo. Fue puesto ahí por una de las primeras Amazonas, por si algún día una de ellas intentaba hacer algo en contra de la humanidad. En lo más profundo de la caverna se encuentra el cofre, pero para llegar tienen que pasar a todas las brujas de Salem.

—¿Qué es un Ser de Luz? —indagué.

—Astra lo explicó en el entrenamiento —Andrew no dejó de observar a mis padres en ningún momento—, pero como siempre, no escuchas. Son las creaturas que usan magia blanca, como nosotros.

—¿Eso qué significa?

—Significa —Posó su mirada en mí, aún con el ceño fruncido— que debemos visitar el hogar de las Amazonas.

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