Diferente

By ConversesRojas

2.2K 76 18

Laura Collins era una chica normal. Digo, era, porque eso cambió cuando a su madre se le ocurrió casarse con... More

Diferente
¿Cómo es que me metí en esto?
El fans Club de Josh Brennan
¡Tengo nuevo novio!
Viernes 13
Una noche de terror
Confundidos (Parte I)
Capítulo especial: Jimmy y Logan
Confundidos (II) [Resubido]
¡Exijo una explicación!

La chica nueva

286 6 3
By ConversesRojas

Suspiré, mirándome en el espejo y observando con desaprobación el uniforme y accesorios que mamá había insistido que llevara a ese estúpido colegio para niños ricos. El uniforme, que consistía en una falda y blazer, era de un horrible color azul piedra, mientras que la camisa doblada en el cuello era blanca. Era suave, no recargado ni pretencioso, pero yo tenía la absurda idea de que sudaba dinero con aquella cosa puesta. Mamá no había permitido que llevara ni mis aros en la oreja ni mis lentes, a menos que necesitase leer, y traía puesto el collar y la pulsera de dijes que mi padrastro me regaló para mi último cumpleaños. La falda, que empezaba en mi cintura y caía suavemente sobre la mitad de mis muslos, era de una tela suave y ligera, no como la franela que nos obligaban a usar en mi antigua escuela. Las medias blancas que debían ser semi-transparentes, pero que se veían blanquísimas gracias a mi tono de piel, era de la misma tela, pero muchísimo más delgada. Los zapatos de escuela con broche brillaban con la luz del sol, que entraba a raudales por la ventana del ático. "Mi cabello castaño luce amarillo con esta luz", pensé.

Observé mi habitación y sonreí. Cuando nos mudamos aquí, hará un año, ciertamente se veía viejo y lleno de telarañas. La casa era enorme, podría haber escogido cualquier otra habitación, pero el ático me encantó y los transformé en mi espacio; pinté las paredes, puse mi cama, un armario y una alfombra, incluso Mark (mi padrastro) me compró un silloncito y una estufa. En invierno es delicioso hacerlo con una taza de chocolate en la mano y un libro en la otra.

Volví la vista al espejo y de pronto vi a una chica ricachona enfundada en un costoso uniforme nuevo devolviéndome la mirada. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y, de no ser porque conozco mi cara, no me habría reconocido en absoluto. Mi californiana roja junto a mi cabello castaño y mis ojos verde son lo único mío de este cuerpo, de modo que parezco una cabeza flotante. Hago una mueca para comprobar que soy yo.

Oh, a la mierda. Por desobedecer en algunas cositas no me pasará nada.

                                                           ********************************

―Mmm... Ciertamente, mucho mejor. ―murmuré, soltando el borde de mi falda y dando saltitos para bajar de escalón en escalón canturreando entre dientes, sintiéndome flotar. He cambiado ligeramente mi atuendo; la pulsera y el collar siguen ahí (más que nada por respeto y cariño hacia mi padrastro), pero los zapatos de broche habían desaparecido por completo y mis zapatillas converses los habían reemplazado. Las medias blancas habían sido cambiadas también, por medias negras, y en mis muñecas además de la pulsera de dijes traía varias otras, parte de la colección que había acumulado a lo largo de los años y por los diversos lugares en los que había vivido con mamá. Varios de playas y conciertos, otros de hoteles y moteles en los que había vivido con mamá debido a nuestra precaria condición financiera. Realmente, que conociera a Mark fue un alivio, puesto que al casarse con él por fin tuvimos un hogar estable. No es que se casara con él por eso; es solo una ventaja de casarte con un millonario, dueño de una tremenda empresa de publicidad y que prácticamente nada en dinero.

Como sea, mis lentes estaban allí, y también mis aros. Esperaba que no me regañaran demasiado.

De todas maneras, me encontraba orgullosa de mi tenacidad contra las adversidades (aunque se tratara de sólo un uniforme) y eso me ponía contenta; así que, a tres escalones del suelo, di un salto hacia el vacío (o hacia la alfombra persa de mi madre, en mitad del pasillo). Esperaba aterrizar perfectamente, con toda mi complexión de gimnasta (pese a ser enemiga declarada del deporte, tenía buena capacidad para ello, con mis piernas largas y ágiles y siendo delgada), pero choqué directamente con algo durísimo.

―¡Epa! ¿Laura? ―oh, vaya, Derek. Mi querido hermanastro mayor, un completo idiota que se empeñaba en tratarme como a su hermana pequeña, pese a que no nos unía ningún lazo de sangre. Eso me provocaba cierta ternura; pero aun así no iba a dejar que lo supiera.

―Ay... ―me quejé, desenterrando la cara de su pecho y frotándome la nariz, adolorida por chocar contra algo así de duro―. Realmente prefería chocar con el piso. ―gruñí.

―Oh, lo siento muñeca. Pero no es mi culpa estar así de bueno. ―dijo, besándose los abultados bíceps. Fruncí el ceño, ¿acaso podría ser más engreído? ―. Vamos, pon mejor cara, ¿quieres? Es tu primer día de escuela, deberías estar emocionada.

Me revolvió el pelo como si fuera un perrito y depositó un beso en mi frente, pasando un brazo por mis hombros. Gruñí audiblemente, en respuesta a su demostración de cariño. Definitivamente, si fuera un perro, sería un pitbull, o, en todo caso, uno de esos cachorros nerviosos que le muerden a todo lo que les toca... Olviden la metáfora de los perros.

Apenas llegamos a la cocina, vimos a Mark sentado a la mesa, con mi madre en sus piernas y las manos entrelazadas sobre su regazo. Realmente, estos estaban disfrutando de su reciente matrimonio como dos adolescentes enamorados. Bueno, de todas formas, mi madre es una mujer hermosa, de esas que pueden volver locos a los hombres. "Una belleza moderna", diría mi abuelo si aún viviera, la única figura paterna que he tenido en toda mi vida. El cabello de mamá es más corto que el mío, pero no le quita la belleza que tiene su cabello sedoso, largo y con tirabuzones en las puntas. 

Con mamá somos bastante parecidas; bajitas, delgadas y de piernas largas, con el cabello color canela, un poquito más oscuro el mío y más claro el de ella. En todo eso, somos calcadas, salvo por mis ojos. Mis malditos ojos, esos ojos que son iguales a los de mi padre. Los odio, y odio no tener los ojos miel de mi madre, tan tranquilos y hermosos. Pero los míos son gatunos, traicioneros, fríos y poco acogedores. Y no me gustan para nada. 

―¡Hola! ―con una gran sonrisa, abracé por atrás a Mark y a mamá, los dos de una vez―. ¿Qué tal, mamá, Mark...

―Laura... ―escuché refunfuñar a mi madre, recorriéndome de pies a cabeza con la mirada.

―mesa, silla, taza...

―¡Laura...!

―Derek, tacho de basura, refrigerador...?

―¡LAURA! ―rugió mamá, lo que hizo que callara súbitamente y mirara el suelo perdidamente―. ¿Qué le hiciste a tu uniforme? 

―Lo lamento... ¡Pero es que no parecía yo! ―estallé, mordiéndome el labio de inmediato, como siempre que me preocupaba o angustiaba. Y mamá pareció notarlo, porque su expresión se suavizó. Aunque no había terminado de regañarme como se debía.

―Me da igual. Hoy vas a portarte excepcionalmente, ¿me oíste? Nada de patear, morder, ni meterte con las porristas, como siempre haces en las nuevas escuelas. El primer día, por lo menos, serás la chica perfecta.

―¡Pero, mamá...!

―Tú callada. Ahora, cómete tu tazón de frutas.

―Espera. ―mi madre me fulminó con la mirada y me encogí―. Es solo mi vaso de leche.

―Mmm... ―gruñó mamá. Atrás de ella, Mark me guiñó el ojo y levantó el pulgar en señal de aprobación. Sonreí, mientras los escuchaba murmurarle algo a mamá y verlo besar pausadamente su cuello. Mi madre pareció derretirse en sus brazos, porque se abrazó a él, suspirando y cerrando los ojos. Diablos, disfrutaba tanto verla así... Es mi madre, la amo y ahora está tan feliz que es imposible no alegrarse por ella.

Sonriendo como el gato de Alicia en el País de las Maravillas, me sirvo mi vaso de leche y lo bebo hasta el fondo en unos cinco segundos.

―¡Ah, revitalizante! ―exclamé limpiándome el bigote de leche de un manotazo.

―Oh, vamos, ríndete de una vez, muñeca. ―me dijo Derek con una sonrisa burlona pendiendo de los labios―. Ni aunque bebas tanta leche crecerás; terminarás siendo una enana por siempre.

Le saqué la lengua. ¿Puede culparme por intentarlo? Soy DEMASIADO baja, mido un estúpido metro cincuenta y tres, rozando el metro cincuenta y cinco por dos estúpidos centímetros. Estoy harta de ser tan malditamente baja.

Está bien, tan baja no, pero sí que era baja en comparación con otros jóvenes de mi edad. Derek y Mark, al menos me sacaban cabeza y media, y la verdad mirar para arriba para hablar con cualquiera de ellos me exasperaba infinitamente.

Derek rio y me besó en la coronilla. Y dale con esa mala costumbre suya de besarme la cabeza. "No todos los hermanos besan a sus hermanas en la cabeza, ¿de acuerdo?" me tenté de decirle, pero callé. No quería enfadarlo. De alguna manera, mi hermanastro había llegado a importarme de verdad.

―Ah, cielo, tu hermano te llevará en su auto. Y cámbiate las medias. ―Resoplé, pero igual me quedé callada. Cuando mamá se enoja, realmente asusta. Corrí escaleras arriba a cambiarme y, una vez estuve lista, me subí al auto Camaro blanco de mi hermano a toda prisa, esperando no llegar tarde a clase. Nah, mentira. Deseaba llegar tarde con toda mi alma. 

                                                              ****************************

"¿La has visto alguna vez?"

"No. ¡Debe ser una multimillonaria!"

"¿Tú crees? Yo no, para nada. Con esos zapatos viejos y las pulseras... Además de ese tinte... Iugh.

"¡Pero es muy linda!"

"¡Cállate!"

Escuchaba a todo mundo cuchicheando a mi alrededor, pero lo peor era que comprendía absolutamente TODO lo que decían. ¿Acaso no sabían ser discretos? Y yo tenía que caminar escuchando esas tonterías mientras el director no se daba por aludido y se iba, dejándome junto a mi casillero, del cual me había dejado la extraña llave de tres dientes. ¿No era más fácil ponerlos con combinación? Ahora tenía que andar con esa estúpida llave encima, la cual evidentemente perdería. Soy jodidamente buena perdiendo cosas, sobre todo si son pequeñas.

Suspirando, le di tres vueltas a la llave y abrí el casillero, prácticamente vacío de no ser por... ¿un chico?

―¿Qué...? ―farfullé, sin poder creérmelo. ¿Porqué demonios había un chico en mi casillero? ¿Y cómo rayos había llegado hasta allí dentro? Además, que yo supiera, los casilleros eran solo para guardar cosas... no personas.

―Lamento interrumpir tus reflexiones, desconocida, pero la verdad te agradecería que me ayudaras a salir de aquí. Por si no lo sabías, estar metido en un casillero es extremadamente incómodo. ―repuso él. Gruñí por lo bajo, le tomé el brazo y tiré de él, por lo que cayó de bruces al suelo. Sonreí irónicamente.

―¿Algo más? ―pregunté, con los brazos en jarras.

―Sí, hielo y un doctor. ―se quejó el chico agarrándose el puente de la nariz―. Creo que me la rompiste.

―¡Eso te pasa por esconderte en MÍ casillero! ¿Acaso estás loco?

―¡No me escondí! ―exclamó con voz nasal―. Ese imbécil de Josh Brennan me metió ahí con sus amigotes.

―¿Josh Brennan? ¿Y ese quién mierda es?―pregunté, desconcertada. Ignorando mi deliberado insulto (sí, soy muy malhablada, acostúmbrense), me contestó:

―Un asqueroso tipo que tiene menos masa cerebral que un mono, o, peor, una rata.

―Mmm... ―murmuré, recordando a los matones de mi antigua escuela. Me sentí algo mal... ese chico era molestado seguramente por ser más inteligente que los demás, y eso era una de las injusticias que yo no estaba dispuesta a cometer. Sin embargo, mi orgullo me impedía disculparme. Yo jamás, repito jamás, me disculpo con nadie que no sea de mi familia―. Vamos, te llevaré a la enfermería.

―¡Pero...!

―¡DEJA DE QUEJARTE! ―vociferé poniendo mis ojos de furia por un instante. Derek siempre dice que parezco un pequeño demonio cuando hago eso.

―¡S-S-Sí, señora! ―respondió levantándose y haciendo una pose militar sumamente tensa.

―Ah, por cierto, me llamo Laura. ―dije, con una sonrisa amable. Tampoco soy un monstruo, diablos. El chico me correspondió cálidamente.

―Yo soy Jimmy. Vamos, la enfermería está por aquí. ―tocó mi brazo levemente para indicarme que los siguiera, con un ademán amable. Bueno, al menos había causado buena impresión.

Mientras caminábamos por los pasillos (ahora vacíos, el timbre había sonado en algún momento de nuestro encuentro) me permití examinarlo un poco. Genial, era bastante alto, punto a su favor (¿Qué? Que deteste ser baja no quiere decir que no valore a un buen chico alto) Tenía el pelo liso, negro, y le caía sobre la frente. Sus ojos avellana quedaban casi ocultos bajo el cabello. No parecía un nerd, salvo por lo escuálido que era: pálido y delgado, sin ningún músculo en ninguna remota parte de su cuerpo.

Llegamos a una puerta impecablemente blanca, sin ningún rasguño o raya. Ja, la enfermería de mi antigua escuela parecía un cuchitril que apestaba a alcohol y cigarro, por la enfermera tenía malos hábitos bebedores y fumadores.

Toqué la puerta con los nudillos y, como nadie abría, lo hice yo misma. Dentro, había una vieja de tez amarillenta y exceso de maquillaje leyendo una revista y masticando un chicle rosa con la boca abierta. Ugh. Al parecer no había mucha diferencia con mi otra enfermera.

―Hola, Berta. ―saludó Jimmy con una media sonrisa incómoda. Vaya, pero qué nombre más apropiado, pensé.

―¡MARIE! ―chilló ella en respuesta, o más bien fue una especie de grito ronco, rasposo y que te taladraba los oídos. El peor grito que he oído nunca. No sé porqué, pero me recordaba extrañamente a Selma, de Los Simpsons. Sus cabellos rizados y cortos se agitaron cuando volvió la cabeza hacia la puerta a su lado, en el pequeño despacho―. ¡MARIE!

Una chica abrió la puerta y se quedó parada en el umbral de esta. Era muy bonita; delgada, de pelo corto hasta los hombros ondulado y ojos marrón chocolate. Era casi igual de pálida que yo, pero en ella no se veía enfermizo, más bien... agradable. Además, era (sí, qué ironía, ¿porqué de entre todo este jodido mundo tengo que conocer a gente así?) bastante alta. A mí al menos me sacaba unos diez u ocho centímetros. Créanme que sé medir esto; tanto tiempo mirando hacia arriba ha desarrollado en mí la habilidad innata de deducir la estatura de la gente. Jimmy, por ejemplo, debía de rozar el metro ochenta; y Berta, con los pies sobre aquella mesa y sentada, debía de ser un poco más baja que yo.

―¿Qué sucede, señorita Berta, desea...?

―Quiero que atiendas al flacucho. ¡Ja! Parece como si se golpeara solo para verte.

Sentí que Jimmy se tensaba a mi lado, pero no dije nada. Marie ignoró lo que Berta dijo y le pregunto a Jimmy con voz cansina:

―Ah, Jimmy... ¿Otra vez te tiraron al basurero?

―Nop.

―¿Te dejaron colgando de tus calzoncillos en algún lado?

―Nop.

―¿Te tiraron desnudo a las duchas de las chicas y ellas te golpearon? Como la última vez...

―Ni de cerca. ―repuso Jimmy sonriendo. Marie no pudo evitar hacerlo también. Vaya, estos dos tenían una atmósfera tan densa que me empecé a sentir incómoda. Y además se miraban con ternura y ojitos de enamorados...

―¿Entonces...?

―Eh... Ah... Bueno... ―Jimmy estaba muy rojo y parecía nervioso, pero también observaba embobado a Marie mientras ella se mordía el labio inferior con cara de pregunta. Genial, Jimmy ahora se encontraba en Estupilandia... Quizá Babosilandia, o mejor, Imbecilandia. Tal vez en las tres al mismo tiempo. Lo golpeé fuertemente en la espalda para que reaccionara―. Que te lo diga ella. 

Me empujó, lanzándome al precipicio. Le dirigí una mirada al mejor estilo de "puto-cobarde-cómprate-unas-pelotas-porque-parece-que-no-tienes" y le sonreí a la agradable Marie, quien parecía no tener idea de qué pintaba yo en todo esto.

―Hola, soy Laura. Éste―señalé despectivamente a Jimmy―. estaba encerrado en mi casillero y lo saqué, pero se golpeó la nariz en el proceso.

Sonreí todavía más ampliamente y ella me devolvió la sonrisa otra vez. Me agradaba. No era estirada ni sabionda, y no lucía para nada pretenciosa. Era más bien una chica sencilla.

―¿No vas a presentarnos, Jimmy? ―preguntó, risueña por alguna razón―. ¿Es tu novia? No la conocía.

―N-N-no es mi novia. ―balbuceó el baboso susodicho. Claro, a eso sí respondía. Cobarde, pensé rodando los ojos con exasperación.

―Oh, vaya... ―lucía algo divertida, pero se las arregló para lucir decepcionada―. Se veían tan lindos juntos... ¿No me estarás mintiendo? ―cambió de actitud a una ligeramente molesta. ¿Qué hacía?

―¡N-No, para nada! ¡No es mi novia en lo absoluto, la acabo de conocer! ¡No te enojes, porque no te miento! ―Jimmy parecía estar a punto de tener un ataque de pánico, por lo que me tuve que morder la lengua para no reírme. Daba ligeros saltitos y agitaba las manos. Parecía un mono hiperactivo. La idea me hizo casi mearme de tanto aguantar la risa. Marie se mordió el labio, tratando de hacer lo mismo.

Una vez se hubo recompuesto, le dio un billete y dijo, con voz de falsa indignación:

―Bueno, entonces tráeme una soda y ahí veremos si sigo enojada. ―Básicamente, lo que sucedió luego fue que Jimmy recibió el billete y salió disparado hacia la cafetería a todo lo que sus huesudas piernas podían dar.

Entonces fue cuando Marie y yo nos permitimos estallar en carcajadas.

Un rato después, Jimmy todavía estaba fuera y yo tomaba un delicioso té de manzanilla que Marie tan amablemente se ofreció a hacer. Ambas conversábamos, y de este modo me enteré de lo siguiente:

Marie llevaba aproximadamente un año trabajando como ayudante de enfermera, a cambio de que la dejaran ficharlo como estudios y le dieran una carta de recomendación. Tenía dieciséis; y quería estudiar allí porque de ese modo podía entrar a una buena universidad a estudiar medicina, su pasión desde que tenía unos diez años. No se ha centrado en otra cosa durante toda su vida. Es huérfana, y vive con sus hermanos en un pequeño departamento en el centro de la ciudad. Se las ha arreglado como podía para seguir siendo una chica entre sus cuatro hermanos mayores, unos machotes que debían cuidar de una niña pequeña y como pudieron lo hicieron. Me impresionó verla ser tan femenina y ser a la vez sumamente dura.

―¿Y qué pasa con Jimmy? ―pregunté por sobre mi té. Lo sé, me estaba saltando deliberadamente las clases, pero de cualquier modo no tenía nada de ganas de ir y "acompañaba" a un compañero a la enfermería. Nadie podía castigarme por eso, ¿no?

Marie no pudo evitar soltar una risita.

―Me gusta. ―confesó dándole un sorbo a su té―. Es extremadamente dulce y atento; pero no quiero tener novio por ahora. Además, quiero que él se declare, que se arme de valor y me lo confiese.

Asentí sin decir nada. La verdad, y pese a conocer a esta chica hacía una escasa media hora, me sentía íntima con ella. Y yo, pese a ser muy segura de mí misma con las otras personas, no me sentía tan en confianza como para contarles sobre mi vida como había estado haciendo hace un rato con Marie. Me sentía extremadamente cómoda y me gustaba.

Se abrió la puerta y entró un agitado Jimmy con una soda, un dulce y un sándwich bajo el brazo.

―¡Traje la soda! Te traje de tu favorita, uva, y como me sobró dinero te compré un dulce y un sándwich. ―dijo sonrojado, y le dio las cosas rozando (seguramente a propósito) las manos de Marie. Ella se lo agradeció con un beso en la mejilla que hizo que se pusiera tan rojo que pensé que iba a explotar. Iba a reírme, cuando noté algo extraño...

―Jimmy... ―murmuré, pálida.

―¿Qué? ―me preguntó, algo molesto porque rompí el romántico silencio entre él y Marie.

―Te sangra la nariz... ―farfullé, algo asustada, porque sangraba en cantidades industriales y no parecía darse cuenta.

―¿Qué? ―Sordo imbécil.

―¡QUE TE SANGRA LA NARIZ, MIERDA! ―grité escondiendo el rostro entre las manos para no verlo sangrar. Jimmy gritó como una nena y Marie nos gritaba también para que nos callásemos, por lo que la habitación era un auténtico caos.

Ay, ay, cómo odio la sangre...

                                                               ****************************

Bien, de algún modo no me desmayé y Marie logró calmar a Jimmy, quien parecía tan histérico como yo. Qué raro, si seguramente estaba acostumbrado a que lo golpearan y, por ende, a sangrar. De todos modos, al rato nos fuimos, Jimmy con dos enormes algodones dentro de la nariz y yo todavía algo shockeada. Seguramente la sangre es uno de mis puntos débiles, me hace querer vomitar, gritar y luego desmayarme si es demasiada. Consultamos nuestros horarios y constatamos que teníamos la misma clase de ese día juntos, matemáticas. Genial. Matemáticas como mi primera clase en esa escuela. Era absurdamente irónico. Y es que odio profundamente esa materia, seguramente, si yo fuera la presidenta eliminaría esa absurda materia de todos los planes estudiantiles y ningún alumno se vería en la obligación de soportar el yugo de los odiosos números.  

El resto del día fue aburrido: mucha cháchara y poco contenido. Lo que sí puedo asegurar fue que Jimmy quedó definido como "nuevo amigo" y Marie también. Almorzamos con ella, y compartimos un almuerzo alegre y agradable. Realmente, con esos dos, una no podía evitar sentirse bienvenida en la escuela. Realmente fue lo más divertido de todo el día, porque lo que vino después no fue tan agradable...

Continue Reading

You'll Also Like

83.1K 10.3K 23
Jungkook es echado de su casa junto a su pequeño hijo de apenas 1 año, su anterior Alfa tomó la decisión de correrlo al llevar a una nueva Omega a su...
365K 23.6K 37
[SEGUNDO LIBRO] Segundo libro de la Duología [Dominantes] Damon. Él hombre que era frío y calculador. Ese hombre, desapareció. O al menos lo hace cu...
63.7K 10.3K 40
Que pasaría si tienes 17 años y de quién pensabas estar enamorada no lo estás y sin embargo te sientes atraída por una mujer 8 años mayor que ella...
37K 4.2K 19
Bradley tiene una nueva oportunidad de recuperar su estatus, aun si eso implica perder su orgullo ante Max. Quedando a su merced, estará dispuesto a...