El fans Club de Josh Brennan

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―¡Y están por todas partes! ―susurró sonoramente Ellie, como si temiese gritarlo o decirlo en voz alta. La miré con cara de estupefacción. ¿Pero quién mierda no tenía vida como para hacer esto? Quiero decir, se notaba que al volante le habían puesto bastante empeño. Malditos niños ricos sin vida propia.

―¿Qué pasa? ―preguntó Josh a mi lado, quitándome el volante de un tirón. Vaya, pero qué amable. Sin embargo, mi premio por aquella falta de educación fue ver la cara de susto que puso cuando lo vio―. ¿QUÉ? ¡Yo ni siquiera te conozco!

Batí las pestañas, con el extraño deseo de incomodarlo, y le dije:

―Oh, soy Laura, cariño. ―Josh me miró con muy mala cara y me pellizcó la nariz. Yo le mordí los dedos.

―Qué fierecilla. ―dijo sin molestarse, sonriendo de medio lado. Le saqué la lengua y él rió.

―Josh, deja de jugar, esto es serio. ―habló por primera vez el rubio alto, que por cierto, era muy guapo. Me agradó la primera vez que lo vi; me produjo buena impresión a primera vista. No me digan que me guío demasiado por la apariencia: a fin de cuentas, de seguro ustedes también se guían por la primera impresión―. Imagínate qué van a decir las chicas de fans club: No te van a dejar tranquilo. 

―¿Fans Club? ―pregunté, al borde de la risa. ¿Un fans Club? ¿Para qué necesitaba Josh Brennan un Fans Club? Y además, la palabra me parecía rídiculamente oficial.

Josh miró al chico rubio, con los ojos fuera de las órbitas.

―¡El Fans Club! ―parecía un lunático de lo asustado que estaba―. ¿Qué vamos a hacer, Logan? Si las chicas se enteran me matarán... Y no de la forma dulce. 

Finalmente, me eché a reír. Este tipo era increíble. ¡Tenía un Fans Club, por dios! Y lo peor y más ridículo era que temía su reacción ante este malentendido. 

―¿Tienes un Fans Club? ―Josh volteó a mirarme como si estuviera más loca que una cabra por echarme a reír de aquella manera. De acuerdo, la risa sonaba algo histérica, pero no puedo evitar reírme como un payaso desinflado. ¡Algo de comprensión por aquí, por favor! 

―Sí, Laura, tengo, y resulta que una manada de chicas locas detrás tuyo no es muy agradable, sobre todo si eres mi novia. ―respondió fulminándome con la mirada. Yo dejé de reírme al instante y de pronto me imaginé a un montón de chicas lunáticas (como las fans que lloran por ver en la televisión a su ídolo, sea cantante, actor o un tipo cualquiera) corriendo detrás de mí con cuchillos, rastrillos afilados y palos encendidos en fuego. 

―Estarás exagerando. 

―Oh, no, Laura, no lo hago. No lo hago en absoluto. 

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Bien, resultó ser que no estaba exagerando. No exageraba en lo absoluto, exactamente como me dijo. 

Al día siguiente, yo llegué a la escuela con mi personal uniforme, campante y bastante alegre. El incidente de ayer había quedado relegado al fondo de mi memoria, como todas las cosas malas que solían provocarme irritación, y con suerte recordaba cómo se llamaba mi no-violador alias Salvador de chicas desmayadas.

Claro que, como soy la chica más suertuda del mundo, lo primero que vi al llegar a mi casillero fue el precioso volante impreso en papel rosa y recortado en un corazón roto de mi "novio" y yo. Abajo, un muy amigable mensaje escrito en lápiz labial rojo recitaba:

Estás muerta, perra.

Suspiré sintiendo que mi habitual pesimismo volvía a mí; supongo que los delirantes intervalos de alegría que sufro son bastante limitados. Con mi mal humor recuperado, arranqué el estúpido volante, lo rompí en mil pedazos y los tiré por ahí. En cuanto al mensajito, no podía hacer mucho, salvo tratar de limpiarlo con gel desinfectante y un pañuelo. Los saqué de mi casillero, y me disponía a cerrarlo luego de haberlo hecho, cuando la voz furiosa de Jimmy me interrumpió:

DiferenteWhere stories live. Discover now