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By Jupiter_KN

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Hola, hola, hola โค๏ธ

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By Jupiter_KN

"Uno, dos, estás soñando"


—Me gusta Keim.

Y eso era lo más triste que podía pasarme.

No sólo tendría que preocuparme por las tareas de la escuela, concentrarme en el trabajo de medio tiempo que ocupaba, y salir ilesa de todas las locuras que me sucedían. Además tendría que lidiar con mi cabeza pensando día y noche «Keim, Keim, Keim» y con mis manos escribiendo frecuentemente en mis libretas «Keim, Keim, Keim». Y con mis ojos buscándolo, y mis manos queriendo tocarlo, y mi boca queriendo besarlo...

Y eso está muy bien, nena —me ánimo Ether—, pero son las cuatro de la mañana, y apenas estamos a sábado.

Y tenía, además, una amiga terriblemente imprudente a la que debía proteger tanto como a mí misma.

—Lo siento, pero no he podido dormir. Vine a mí habitación hace una hora, estuvimos viendo una película malísima y hablando hasta hartar a mamá, y no dejo de pensar en él, y en todo relacionado a él.

Aja.

—¿Sabías que tiene lunares en su cuello? Son tan hermosos, y...

¿Soy buena amiga si dejo el celular en el buró para que hables sola y me echo a dormir? No sería la primera vez que lo hago, de todos modos.

Rodé los ojos, encendiendo por quinta vez la luz de la lámpara, sólo para apagarla una vez más y repetir el proceso una y otra vez.

—Necesito algunos consejos tuyos, Ether, ya has tenido novio —me corregí, porque era absurdo—. Novios.

Mmm —la escuché bostezar—. Para empezar, no lo llames a las cuatro de la mañana un sábado.

—No, bueno, él fue quien me llamó una vez...

Sí, sí, que romántico, déjame hablar.

Miré el celular, desconcertada por su actitud.

A los hombres no les gusta que te les pegues todo el tiempo, a menos que sea para besarlo o tocarle el paquete.

Que encantador, pensé.

Y no tienen problemas de autoestima, pero les encanta que hablen bien de su físico. Tienes que dejarlos ganar en todo y siempre decir «Necesito tu ayuda en esto» «Sólo tú puedes hacer bien aquello» «Que increíble eres, mi amor» «¡Qué bello eres, mi vida!».

—Ether.

¿Mmm?

—¿Qué clase de novios has tenido?

Ella bufó con fastidio.

Mira, no sé qué te preocupa, Elleonnor. Según me contaste en toda esta muy molesta hora, él mismo se autoproclamó tu novio, deberías estar agradecida con eso, porque tú no ibas a dar el paso nunca. Y mira, tu madre lo ama, y lo tienes allí todo el tiempo para hacerte favores, como cuando fue a buscarte a mi casa. No muchos chicos hacen eso, he tenido novios que ni siquiera contestan mis llamadas. Keim es increíblemente guapo y podría haber elegido a cualquier otra chica, pero se tomó su dosis de inteligencia y eligió a la mejor de todas. Sólo deja que las cosas pasen y ya. Si duran un mes o dos y se terminan aburriendo, pues está bien, porque estuvieron en el parque más extraordinario de sus vidas, y es normal aburrirse, porque uno siempre se termina aburriendo de los parques. Eres una adolescente, vas a enamorarte y decepcionarte millones de veces en toda tu vida. No hay un hombre indicado, ni una mujer indicada, somos sólo un montón de humanos buscando encajar con algún ser tan imperfecto como nosotros. Y está bien si hoy piensas que sólo te gusta Keim, y mañana puedes amarlo, y pasado mañana puedes decepcionarte, pero somos demasiado jóvenes para preocuparnos por todo eso, ¿no? Sólo sigue con lo que has estado haciendo y déjame dormir hasta las tres de la tarde un sábado.

Guardé silencio, esperando que dijese algo más, pero no fue así. Apagué por última vez la lámpara y miré al techo.

Ether nunca me había dicho palabras como aquellas. En realidad, era sorprendente que pensara de ese modo, aunque no me extrañaba viniendo de ella y sus miles de relaciones anteriores.

—Ether, has tenido una vida amorosa más preocupante de lo que pensaba.

Y está bien, porque sólo soy una adolescente. Cuando valla a casarme con algún multimillonario filántropo de esos ya estaré bien entrenada en el amor.

—Sí, te mereces un multimillonario filántropo, nada menos que eso. Te dejaré dormir.

Por favor —suplicó.

Sonreí.

Te quiero, Elle —me recordó, y no supe porque, pero me sonó a despedida, una definitiva—, y si ningún chico se casa contigo en un futuro, yo lo haré con gusto —bromeó, algo que solía decirme desde que éramos niñas.

Sentí un sabor amargo en el estómago. Por algún motivo, no quería escuchar eso de ella, no en ese tono tan melancólico.

—Tambien te quiero, pero si vas a darme un anillo, prefiero que sea de oro, no esos de juguete que siempre me dabas.

Al menos yo te regalaba algo —reprochó, y me reí.

—Roto, y feo, pero aún los conservo.

Más te vale, porque estaré vigilando. Y también estaré vigilando que Keim no te haga pasar malos ratos, porque he notado que su chaqueta de cuero combina muy bien con mis tijeras.

.

Dormí sólo por tres horas, lo cual se estaba volviendo muy normal, también. Tomé un antidepresivo y esperé un poco antes de bajar a desayunar, así que fui a lavarme la cara y ordenarme un poco la maraña de cabello que tenía esa mañana. Siempre que dormía, mi cabello se convertía en un plumero horrendo y tenía que atarlo para no parecerme a un Bob Patiño muy raro.

Olía al típico desayuno de mamá; pan tostado, huevo y tocino, así de simple era ella. Sin embargo, yo siempre podía elegir separarme de ese camino del infierno de comer el asqueroso huevo e ir por el maravilloso camino donde se come cereal o la avena, o la fruta, en todo caso.

Cuando bajé, mamá estaba en la cocina, preparando aún el tocino y los huevos, mientras que Keim estaba sentado en la mesa del comedor, comiendo cereales y mirando la televisión desde allí.

Fui con mamá.

—¿Puedo comer cereales también?

Me miró furtivamente, dejando el tocino en mi plato, junto al pan tostado.

—No.

—¿Y por qué él si puede? —rezongué, indignada.

—A Keim no le gusta ni el tocino ni el huevo.

—Que coma pan.

Ella entornó hacía mi una mirada de «¿Es en serio?».

—Y a mi tampoco me gusta el huevo —añadì, para más fundamento.

—Por eso sólo te puse el tocino, siempre lo comes.

—Pero quiero comer cereal.

—Ceeelooosaaa —canturreó Keim, desde la mesa.

Tomé un pedazo de tocino y se lo tiré a la cabeza, él se volvió, sonriendo con diversión.

—Además, se acabó el cereal.

—Genial —dije, sarcástica—. ¿Y la avena?

—Se acabó.

—¿Fruta?

Ella negó con la cabeza.

—Será divertido si vamos al supermercado los tres —bromeó Keim, divertido.

Tomé mi desayuno, resoplando, y fui a sentarme junto a Keim.

—Si siempre que vas a estar aquí vas a robarme mi comida entonces prefiero que no vengas.

Me miró, con su boca llena de cereal, y levantó una ceja.

—¿Hay preferencias?

—Sí, pero no te las diré —me volví a mi pan tostado, fingiendo enojo—.  Una de ellas es acerca de comer con la boca llena.

Sin embargo, me estaba divirtiendo, tanto, que podía decir que era un sueño. Quizás era sólo por el efecto de los antidepresivos, pero me sentía animada y extrañamente despreocupada acerca de Keim. Lamentablemente sólo acerca de Keim.

Seguía teniendo una sensación extraña cada vez que recordaba mi conversación con Ether en la mañana, como si necesitara estar segura de que ella seguía allí, durmiendo tranquilamente es su habitación después de colgarme el teléfono.

Quizás me estaba portando paranoica con lo sucedido últimamente, como si el hecho de que Ethee hubiese visto conmigo como arrollabamos a un completo desconocido la pusiera en peligro.

Me volví hacia la cocina.

—Mamá, ¿Erika ha llamado?

Ella me frunció el ceño con confusión.

—¿La madre de Ether? No, no ha llamado. ¿Por qué?

—No, no es nada. ¿Y Ether?

—No.

—¿Le pasó algo? —preguntó Keim, distraído.

Negué con la cabeza, mirando mis tostadas.

—No, estuvimos hablando esta mañana. Quizás esté dormida.

Keim me miró fijamente, esperando, y dijo, al ver que yo no diría nada más.

—¿Es sobre lo que me dijiste anoche?

No lo miré, pero sentía su pesada mirada sobre mi, esa que había sentido la primera vez que lo vi.

No quería contarle más a Keim sobre todas mis dudas, porque seguramente él las confirmaría.

Y, si era sincera, tenía miedo a enfrentarme a lo que sea que pasaría.

.

El tema de Ether estuvo zanjado para mí en el desayuno, pero para Keim no fue lo mismo.

Se fue luego de desayunar y volvió unas horas después, con otra ropa y otras prioridades. Estuvo mirándome en todo momento, muy fijamente, como si así pudiese adivinar todo lo que me revolvía, y algo me decía que era así.

Tampoco podía pensar bien en nada con él allí, porque él me distraía fácilmente con cualquier cosa, incluso, podría decir que me alegré cuando llegó la hora de cenar y se excusó para irse, porque entonces podría separarme un poco de él para reflexionar sobre muchas cosas.

Mamá me obligó a acompañarlo hasta el coche e insistirle en quedarse a comer, pero lo hice de mala gana para que no se quedara.

—¿No quieres quedarte a cenar? —pregunté cuando llegamos al coche, tomando su mano.

Casi podía imaginar a mamá observándonos desde la ventana de la cocina, con su rostro pegado allí y murmurando «¿Quieres quedarte para siempre?».

—Haremos arroz frito con verduras —agregué, sin saber si le gustaban o no.

Keim no lo pensó, él continuó abriendo la puerta del coche, sonriendo.

—Me niego por esta vez, tengo un asunto importante, pero vendré más tarde a escondidas para echarte un ojo, así que guárdame algo de comer.

Me reí, apartando la mirada nerviosamente.

—¿Ya hacemos esas cosas?

—¿Qué? —él entrecerró los ojos, astuto—. ¿Venir a echarte un ojo? Lo hago todo el tiempo.

Lo golpeé en el hombro, soltando su mano y luego cubriéndome del frío.

—No eso. Lo de guardarte la comida, como si vivieras aquí o algo.

—¿Qué puedo decir? Tú madre me alimenta bien.

—Ya, claro, mejor vete.

Antes de alejarme, esperé, procurando no verme ansiosa.

Keim se dió cuenta de lo que esperaba y se adelantó hacia mí, se inclinó y me besó en la boca sin tocar absolutamente nada del resto de mi cuerpo. Fue algo rápido y profundo, y, como siempre, inesperadamente delicioso.

Lo vi subir al coche y me volví para volver dentro, sonriendo como estúpida.

—¿Y bien? —preguntó mamá, viéndome cruzar el umbral.

—Dijo que puedes guardar su comida. Tiene cosas que hacer ahora.

Ella miró por última vez por la ventana.

—Espero que no le pase nada malo —murmuró, y luego añadió, recordando súbitamente—. Ether llamó al teléfono de la casa, le dije que...

Antes de que continuara, corrí al segundo piso para buscar mi celular. Lo había dejado arriba, sin recordar que Ether podría llamar en cualquier momento.

Cuando lo tomé del buró, tenía varias llamadas perdidas de ella. Me apresuré a marcar, ansiosa.

Ether contestó al tercer intento.

—Ether, ¿qué pasa? ¿Estás bien?

Elle —mi corazón se saltó un latido al oír su voz llorosa, susurrante—, Elle, por favor, llama a la policía.

Sonaba asustada, y agitada.

—¿De qué estás hablando, Ether? ¿Dónde estás?

En el psiquiátrico. No sé qué estoy haciendo aquí, no sé cómo me metí en esto. Elle, perdóname, tienes que ayudarme, llama a la policía...

Y la llamada de colgó.

Fin

Gracias a todos por llegar hasta aquí, fue un camino grandioso que disfruté mucho ❤️. No pienso hacer los otros libros de la trilogía y todo terminará con la miserable muerte de Ether, porque...

Nah, es broma XD

Hablando en serio, sólo quedan algunos capítulos más y podremos despedirnos hasta el segundo libro. Se preguntarán, ¿por qué tan corto?

Al principio (en la primera versión del 2017) eran treinta capítulos, pero con la corrección se hicieron muchos cambios. Borré capítulos que eran sólo relleno espantoso (como estos últimos dos capítulos, en realidad) y algunos eran tan cortos que tuve que unirlos con otros y así, en fin

Quiero dedicar ilegalmente a varias personitas preciosas que están y estuvieron leyendo en su momento, a Ma123 xim-clippDreamhunter1849
Y, a todos mis lectores fantasma, los quiero, ustedes también son importantes ❤️

En fin x2.
Si quieren hablar conmigo por privado son bienvenidos a hacerlo, si quieren dedicaciones pueden pedirlas y si comentan y votan me ayudarían a saber lo que estoy haciendo bien y mal

Cuídense mucho, de desconocida a desconocidos ☺️

Gracias por leer ❤️

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