Dulce Locura

By MelinaMontero

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* Ganadora en WaterColorsAwards 2017 * Segundo lugar en IlusionAwards2017 Dulce, con sus casi treinta años, a... More

Prólogo
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
Capítulo 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52

CAPÍTULO 34

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By MelinaMontero

No sé por cuánto tiempo he dormido, pero cuando despierto estoy sola en la cama y el sol ya se vislumbra alto en el cielo.
Me tomo un par de minutos para estirarme sobre la cama y acurrucarme entre las sábanas con el único propósito de que mis fosas nasales se inunden con el olor a Bruno.

Rememoro todo lo ocurrido anoche y suspiro como una tonta al recordar el momento exacto en que Bruno me hizo suya...

¡Y pensar que estuve a punto de no ir a aquel boliche!

En cuanto ese pensamiento cruza mi cabeza me acuerdo de Mayra y de... ¡El almuerzo en casa de mis padres!

Salgo disparada de la cama, Bruno ha tenido la delicadeza de recoger mi ropa y dejarla doblada sobre el sillón ubicado junto a la ventana.
Me visto rápidamente, y peino mi cabello con los dedos en un intento vano por controlarlo.

Dejo la habitación y salgo al pasillo. Lo cruzo hasta el final y bajo las escaleras.
Oigo música y risas en la planta baja.
Sonrío al reconocer las voces de Claire y de Bruno que provienen de la cocina.
Camino sigilosa hasta allí, y los veo.
Claire baila mientras su tío canta una canción de Luis Fonsi.
Me recuesto sobre el marco de la puerta a observarlos sin poder dejar de sonreír ante tan bonita escena.
De pronto es Claire quien me ve y para mi sorpresa se lanza sobre mí.

—¡Dulce ya despertó!—exclama feliz y me abraza —. ¡Tío!—Bruno se gira hacia nosotras con un plato con tostadas en la mano y me hace un guiño —. Ahora sí puedes bailar con ella.

—Buenos días... ¿Qué está sucediendo aquí? —Claire mira a su tío, le sonríe y luego me dice:

—Mi tío quiere bailar contigo.

Arqueo las cejas al mirar a Bruno.

—¿Ah si? ¿Es eso verdad, doctor Bernech?

—¡Sí tío, dile que es verdad!—exclama la pequeña mientras aplaude con entusiasmo.

Bruno camina lento hacia mí. Me mira directo a los ojos, me sonríe de esa manera sexy que me encanta... amo los hoyuelos que se forman en sus mejillas cuando lo hace. Al pasar junto a la mesada central deja allí el plato con tostadas antes de llegar a mi lado.

La canción que tío y sobrina cantaban y bailaban ha terminado y ahora suena una de Río Roma.
Bruno me toma de las manos y contoneando sus caderas de manera graciosa, me arrastra  dentro de la cocina.

Mi sonrisa se va ensanchando, hasta reír a carcajadas ante aquel espectáculo.
Y así es como terminamos los tres, bailando y cantando "Mi persona favorita"

Durante los minutos que dura la canción nos dedicamos a disfrutar. Nos olvidamos por un momento de las preocupaciones.
La sonrisa de Claire lo ilumina todo y nos reconforta.

—¡Bailas muy bien, Claire!—exclamo cuando la canción acaba.

Sus mejillas se sonrojan ante mi cumplido y busca la mirada de Bruno.

—Mi tío me enseñó a bailar y además tomo clases de ballet—responde muy seria.

—¿De verdad? ¡Me encanta el ballet! De echo lo practiqué de niña —le cuento y los ojos de Claire brillan al escucharme.

—¿Quieres ver mis zapatillas?

—Me encantaría verlas, preciosa —Su sonrisa se ensancha y tras unos saltitos corre fuera de la cocina.

—Disculpa—dice Bruno mientras me sirve una taza de café —. Puede ser muy intensa a veces.

—Es maravillosa. Es... —Bruno se acerca y me envuelve entre sus brazos y hunde su rostro en mi cuello.

—¿Es tan maravillosa como su tío? —pregunta.

—Apuesto a que es mejor que su tío, doctor Bernech.

—¿Sabes? Tienes razón...—contesta mientras comienza a hacerme cosquillas.

Río a carcajadas, revolviéndome para intentar escapar de su agarre. Por un momento me siento como una niñita.

—Por favor, deténte —hablo y respiro con dificultad.

Cuando al fin se detiene vuelve a abrazarme. Me aprieta a su cuerpo y me besa con ternura.

—Anoche fue genial —susurra.

Le sonrío.

—Lo fue —afirmo y de pronto una nube gris se apodera de mis pensamientos.

—¿Qué sucede, Dulce?

—Bruno, ¿Realmente estás seguro de esto? Me refiero a nosotros.

—Por supuesto que sí. ¿Por qué no debería estarlo?

—Eres mi jefe. Se supone que no es ético que jefe y subordinada tengan una relación más allá de lo profesional.

—¿Sabes? ¡A la mierda con la ética! Que le den... —exclama con convicción —. Escúchame, Sweety; eres una increíble profesional y eso todos los que te conocemos lo sabemos. Tu reputación no va a cambiar porque tengamos una relación. No lo voy a permitir —agrega tomando mi rostro entre sus manos.

Asiento con la cabeza mientras siento que algunas lágrimas amenazan con salir así que me aferro a su cuerpo y me dejo invadir por la sensación de calma que me dan sus brazos.

—¿Sweety?

—Mmm —mascullo sin soltarlo.

—Cariño, me encanta que me abraces pero creo que estoy quedando azul. ¿Podrías aflojar tu agarre?

Lo hago, lo suelto lentamente.

—Lo siento.

—No lo sientas... ¡Estaba bromeando! —larga y comienza a reír.

Miro a mi alrededor y encuentro sobre la mesa una tostada untada en mermelada la cual agarro disimuladamente.

—¡Eres imposible! —replico estampando la tostada sobre su boca y ensuciándole el rostro.

Ahora soy yo la que río ante su asombro hasta que de pronto
deja la tostada sobre la mesa y con un rápido movimiento se pega a mí y me planta un beso en los labios.
Se siente pegajoso, pero riquísimo y aunque ahora esté yo también embadurnada de mermelada, no puedo evitar sonreír sobre sus labios.

—¡Dulce! —oigo la voz de Claire que me llama —. Aquí están mis zapatillas.

Me giro y tras limpiarme el rostro con una servilleta me acerco a ella.

—¡Son muy lindas! —exclamo al ver sus zapatillas plateadas—. ¿Te cuento una cosa? Las mías eran rosadas, y mi mamá me las pintaba de plateado para cada festival.

—Mi festival es en dos semanas. Mi mamá me estaba haciendo el traje. Soy el cisne blanco —me cuenta y noto como sus ojitos se nublan al nombrar a su mamá—. Pero ahora ya no lo podrá terminar y no podré bailar.

Se me parte el alma ante su tristeza y desilución. De pronto se me viene a la cabeza una idea absurda dado que en mi vida he tocado una aguja más que para cerrar un cuerpo.

—No te preocupes, preciosa. Yo me encargaré de tu vestido.

—¿De verdad? —sus preciosos ojos café vuelven a brillar.

—Te lo prometo —contesto encantada de regresarle la ilusión. No tengo idea de cómo lo haré, pero de que Claire tendrá su traje de cisne blanco lo tendrá.

—Gracias, Sweety —dice Bruno con un guiño justo en el momento que siento mi celular sonar.

Me encojo de hombros y salgo rumbo a la sala en busca de mi bolso.
Cuando saco el celular me encuentro con cinco llamadas perdidas de mi madre y con que ya casi es mediodía.

¡Mierda!

—¿Sucede algo? —pregunta Bruno acercándose.

—Lo que pasa es mi madre. Ya debería estar en su casa. ¡Me va a volver loca!

Bruno sonríe.

—Tu madre sí que es intensa.

—Estoy segura que estará encantada de saber que piensas eso de ella —bromeo.

—¡Ni se te ocurra! —me amenaza con el dedo.

—Tranquilo, lo tendré como as bajo la manga por cualquier imprevisto, doctor Bernech—Lo tomo de las manos y tiro de él hacia mí —. Debo irme, o mi madre es capaz de llamar a la policía y denunciar mi desaparición —agrego.

—¿En serio haría algo así?

Pongo los ojos en blanco y me río.

—¡Claro que no! No es tan intensa... Pero debo irme.

—Sé que habíamos quedado en que te acompañaría pero...

—Lo sé. No te preocupes. Aunque podrían venir con Claire. Mis padres adoran a los niños.

—Quizá en otra ocasión. Vamos a ir a ver a Marlene. Me avisaron que despertó y ha preguntado por Claire.

—Qué bueno que esté mejorando. Te llamaré luego para saber cómo les ha ido—digo, tomo mi bolso y camino en dirección a la puerta de salida.

—¿A dónde crees que vas? — me detiene—. Yo te llevo a casa.

—¿No es mucha molestia?

—Por suepuesto que no, cariño—dice —. ¡Claire! —grita llamándola—. Ven, vamos a llevar a Dulce a casa.

Minutos después estoy en el auto y mientras Bruno ubica a Claire en el asiento de atrás una mancha en la palanca de cambios llama mi atención. Miro a mi alrededor y descubro que bajo el asiento del conductor hay pequeñas gotas.
Las observo con mayor atención no queriendo creer lo que están viendo mis ojos.

¡Es sangre!
Bruno me ha mentido... no fue un intento de asalto lo de anoche.

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