CAPÍTULO 35

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—¿Qué... qué es eso?—pregunto casi en un susurro para que Claire no pueda oírme. No me gustaría que viera lo mismo que yo acabo de ver.

Bruno me mira con gesto de no entender de lo que hablo y tras sonreírme coloca su mano derecha sobre mi rodilla.

—¿De qué hablas, preciosa?

Hago caso omiso al hormigueo que recorre mi columna vertebral que siento nada más percibir la calidez de su mano y me concentro en las manchas que he visto.

—Eso... —señalo la palanca de cambios, y analizo su reacción.

Se remueve incómodo en el asiento.

—Ehhh... no lo sé. Pintura, tal vez.

—Pintura eh...

—Podría ser —afirma.

Tomo una profunda bocanada de aire y mentalmente cuento hasta diez en un intento por controlar mis impulsos asesinos.

¿Se cree que soy idiota?

No es momento para hablar del asunto, algo me huele mal respecto a estas manchas y sé que no es prudente hablarlo delante de la niña, sin embargo no puedo evitar estallar.

—Le recuerdo doctor Bernech, que sé diferenciar perfectamente una mancha de pintura con una de sangre—espeto furiosa.

—Sweety, escucha...

—Luego hablamos. Ahora llévame a casa.

—¿Están peleando?—La vocesita proveniente del asiento trasero me hace sentir de lo peor. ¡Claire no debería presenciar nuestras discusiones!

Nos giramos hacia ella.

—No, cariño. Sólo hablamos—le asegura Bruno mientras me lanza una mirada con el rabillo del ojo. Una clara advertencia de que no insista con el tema.

¡Mierda!
Sé perfectamente que no debí reaccionar así. Pero no puedo con mi bendito genio de querer tener siempre la última palabra.
—Tranquila, Claire. Con tu tío sólo hablábamos temas de adultos. Pero no estábamos peleando.

La niña se encoje de hombros y se recuesta en el asiento.

—Es que mamá y papá siempre hablaban así cuando peleaban—murmura y desvía su atención a mirar por la ventanilla.

Busco la mirada de Bruno y al enconrtrarme con un deje de reproche en ellos se me hace un nudo en el pecho.

—Lo siento —susurro avergonzada por el momento que le hecho pasar.

—Dulce, ya fue suficiente. Hablemos luego —dice dando por finalizado el tema y poniendo el coche en marcha.

No decimos nada durante el trayecto a casa.
El sonido de la radio es lo único que se escucha dentro del vehículo.
Y me concentro en las melódicas voces de Adele, y Beyoncé que suenan evocando una dulce tortura.

Estaciona el vehículo frente a mi casa y cuando me dispongo a abrir la puerta Bruno me toma del brazo.
Me giro sorprendida, entonces mis labios chocan con los suyos brevemente.

—Suerte en casa de tus padres—dice.

Abro y cierro la boca como una auténtica boba.

¿Qué ha sido todo esto?

Se supone que estamos enojados, sin embargo su actitud me demuestra que la verdaderamente molesta con todo esto soy yo.

—Gracias —respondo al fin y tras despedirme de Claire y prometerle otra vez que me ocuparé de su traje de ballet, desciendo del auto.

Dulce LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora