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By Jupiter_KN

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Hola, hola, hola โค๏ธ

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By Jupiter_KN

No lo soy

Oops, si lo eres, tío Wikipedia lo dice

El profesor escribía en la pizarra, con toda la clase sumergida en completo silencio debido al difícil examen de matemáticas.

Apenas y había acabado los dos primeros problemas y sentía que todo mi cerebro había sido exprimido.

«Mire su examen» escribió el profesor Affleck en el pizarrón, volviéndose un segundo para mirarme. Miré el examen, y luego a la pizarra otra vez, donde él había escrito los deberes del día siguiente, sentía mi cuerpo algo entumecido, no podía concentrarme muy bien.

A mi derecha estaba mi amiga Ether, fingiendo concentrarse mientras escribía un texto en su celular por debajo de la mesa. Al profesor no parecía importarle demasiado, a él no parecía importarle nada en lo absoluto.

Se sentó en su escritorio y miró a la clase con aquellos ojos verdes y profundos. Miré al examen nuevamente para no tener que cruzar la mirada con la suya, intenté responder a la tercera pregunta pero me era imposible.

Animo, pensé, sólo cinco minutos más y podrás despedirte de esta gente.

—Sólo cinco minutos más —me repetí en un susurro.

Miré a mi alrededor, me enderece, preparándome para salir y desvié la mirada hacia el profesor, él me devolvió la mirada un segundo. Se veía cansado para lo joven que era, lo cual no era raro, él se veía cansado todo el tiempo.

—Dejen de escribir -dijo cuando pasaron los cinco minutos—. Pasen la hoja al que está en frente y escriban los deberes.

Los exámenes llegaron a mi, a Ether, a una chica junto a mi, y a un chico junto a ella, nos levantamos y llevamos los exámenes hasta su mesa, él me miró como si hubiese adivinado mi mala nota. Su mirada me ponía nerviosa, aún no podía creer que un humano tuviera un mirada así de penetrante.

Salimos del aula en cuanto el timbre sonó, estaba a punto de ir directo a la biblioteca cuando Ether me sujeto del brazo.

—¿Cómo te fue? —preguntó con voz burlona, ella sabía perfectamente que me había ido mal, había sido casi su culpa que no estudiara.

—Si te respondo a eso tendría que matarte —dije, arrastrándome con ella hacia la biblioteca—. ¿Y tú?

Se encogió de hombros, mirando su celular, no sabía con quién se mensajeaba tanto, pero seguro era un pobre diablo que pensaba que pasaría con ella algo más allá de tomarse de las manos y comer en un MacDonalds, con el pagando toda la cuenta, por supuesto, y sin conseguir nada a cambio después de un beso en la mejilla y un Yo te llamo.

—Un examen demasiado difícil para mí —la misma respuesta de la primaria.

Ether no era tonta en lo absoluto, ella sólo no era inteligente para nada, por más redundante que sonara. Su cabello rubio no ayudaba mucho, siempre decían que las rubias eran tontas y verdaderamente Ether no era la excepción, ella hacia gala de su idiotez, era admirable.

Entendía que los chicos se sintiesen atraídos por su belleza, porque no era ningún saco de huesos y era, además, una persona fácil de tratar, pero, hablando en serio, ¿por qué les gustaban tontas? Ella era además súper materialista, y bastante insoportable cuando se lo proponía. Y a los chicos les gustaba sufrir con ello.

Busqué en los estantes de la biblioteca el libro que necesitaba para acabar la tarea y Ether tomó el mismo libro de Georges Simenon que llevaba leyendo desde que entramos a preparatoria.

—¿Crees que estoy demasiado gorda? Quisiera quitarme los pechos, mientra más grandes más gorda me veo —ese era su tema de conversación favorito últimamente.

Ether siempre había sido gorda antes de los diez años, y seguía teniendo un complejo al ver su cuerpo al espejo.

Yo deseaba ser como ella, porque, a pesar de toda esa inseguridad que desbordaba, ella era realmente alguien muy valiente por usar sin miedo sus crop tops y sus shorts, y usar todo ese maquillaje sin verse cómo una payasa.

En cambio, yo no me atrevía a usar más que suéteres y pantalones de mezclilla. Yo era completamente consciente de que no era fea, porque me gustaba cuidarme y me habían criado de ese modo. Pelirroja rizada y pecosa, mi madre había echo un gran trabajo para que no me viese tan fea como me sentía. Pero, al contrario de Ether, yo no podía salir a la calle alocadamente, feliz y luciendo lo que tenía y no tenía. ¿De qué valía ser una persona bonita si mi personalidad estaba tan dañada, si todo de mi era un asco total?

Yo simplemente no podía esperar que un chico me mirase para algo más que querer robarme la billetera.

Un chico se sentó en la mesa donde estábamos, tenia en sus manos un libro, pero no pareció prestarle demasiada atención cuando se percató de Ether. Y a eso me refería, ella era atracción, yo repulsión.

—¿No es guapo? —susurró ella, fingiendo no verlo por detrás del libro—. Va con nosotras a Biología, siempre me mira.

—¿No es incómodo? —pregunté, deteniéndome un momento de anotar la tarea, tenía sólo cinco o seis minutos hasta la proxima clase—, si yo fuese tú me moriría de vergüenza.

—Se llama James —ella era buena para evitar mis pregunta—. Oh, mira quien está allí.

Ether nunca había acabado ese libro precisamente porque ella no lo leía, ella sólo veía quien estaba y quien no para coquetearle después (le gustaban los chicos responsables para tener quién hiciese su tarea).

Me volví un poco, más por complacerla que por otra cosa. Había un chico hablando con la bibliotecaria, y su actitud era casi como si coquetease con ella mientras ésta le sonreía y marcaba su libro.

Era como un modelo joven masculino deportivo, sólo que sin ropa deportiva a excepción de sus zapatos, con su chaqueta Blaze y su camiseta y pantalones oscuros.

Él se volvió en nuestra dirección, como si los ojos en su nuca le advirtiesen que Ether lo estaba violando con la mirada. Sus ojos, tan negros como su cabello, brillaron de una forma peligrosa, y una media sonrisa que llamaba a problemas cruzó por sus labios.

Fruncí el ceño en su dirección y me volví hacia Ether, que me miraba con sus ojos brillantes y una enorme sonrisa.

—No puedo creerlo, te sonrió.

Si lo hizo, y había sido escalofriante, y seguía sintiendo su mirada en mi nuca como un taladro. ¿Planeaba acaso robarme la billetera al salir del edificio?

—¿Quién es ese? ¿El matón de la escuela?

—Esta con nosotras en la mayoría de las clases. ¿Nunca lo habías notado? Siempre se sienta al ultimo, es tan misterioso y excitante ¿Crees que se haya fijado en ti?

—¿Me sigue mirando? —sabia la respuesta, era como una flecha.

—Oh, nena —Ether ronroneó—. Te quiere comer.

—Mejor cállate.

Ella guardó silencio, conteniendo la sonrisa, y miró su libro.

Yo no podía siquiera leer, me sentía incomoda, el chico no había parado de mirarme y debía aceptar que era algo extraño. Su mirada era demasiado pesada, como esas miradas que te siguen por la noche, y tu sólo rezas para que eso no te alcance.

Cuando lo miré nuevamente, me mostró la misma sonrisa ladeada, provocando un escalofrío en mi espina dorsal. Me hizo sentir expuesta, como si él pudiese saber mis secretos con sólo una ojeada.

Yo tenía secretos, y muchos, y no me apetecía que un chico raro me leyera la mente.

—Se llama Keim, aunque no recuerdo su apellido. Creo que era Blace o Black.

—No me importa cómo se llame, Ether.

—Deberías tener novio —dijo, y me volví al libro, sabía lo que venía—, te estás volviendo aburrida y amargada.

Ella comenzó a hablar sobre lo lindo que era tener pareja, no le presté atención y esperé a que se hiciese la hora de Biología. Intentar hablar con Ether era como intentar hablar con una licuadora; ella destripaba todos mis comentarios y los unía formando una extraña mezcla de cosas que yo nunca diría.

.

Corrimos hacía el aula dos minutos después de que sonara el timbre. Había terminado la tarea, y a cambio de eso estabamos llegando tarde.

—Los profesores hemos estado hablando —escuché que decía la profesora cuando me paré detrás de la puerta, con Ether respirando como cerdo con asma a mis espaldas—, y decidimos que haremos un pequeño cambio debido al bajo rendimiento de esta clase.

Miré dentro, ella estaba mirando hacia la pizarra, borrando lo que estaba escrito. Era tan bajita que no llegaba al final.

—Los cambiaremos de asiento —hubo unas cuantas quejas, y Ether y yo aprovechamos el ruido para entrar lo más rápido posible y sentarnos en nuestros lugares—. Pondremos a los mas listos, que tienen notas altas, con los que tienen menos nota, así se ayudarán mutuamente y mejorarán, serán algo así como sus tutores particulares. Los que tienen mayor nota podrán ganar puntos extra si ayudan a sus compañeros y los de menor nota tendrán que aprovechar mucho la ayuda y posiblemente mejoren en sus calificaciones. Posiblemente.

—Espero quedar contigo, porque ninguno de los otros me agrada mucho —dijo Ether, arreglando los libros sobre su mesa.

Yo también lo esperaba, Ether era como el chicle y yo la mesa, o viceversa. Pero mis notas estaban bajando mucho últimamente, de deficiente a muy deficiente, era muy probable que nos separaran.

—Elleonnor Evans —chilló la profesora, volviéndose y mirándome estrictamente, me puse tensa, pensando que me había descubierto, pero ella sólo dijo—: Limpie la pizarra por mi, por favor.

Dejé escapar el aire y me levanté para tomar él borrador. Y allí estaba otra vez, esa mirada pesada que me entumecía los hombros.

La profesora comenzó a nombrar los equipos de dos y todos comenzaron a cambiar de puesto, quejandose en el proceso. Terminé con la pizarra y me volví sólo un poco para mirar mientras ella nombraba, buscando al chico de la biblioteca.

En la mayoría de las aulas los puestos estaban unidos para poder sentarnos en pareja, eso era exactamente lo que hacíamos ahora.

—Ange Duque con Ether Miller.

—No, no —susurró Ether.

Ella cambió de lugar, con disgusto marcado en toda su cara.

Y finalmente dijeron mi nombre:

—Elleonnor Evans y Keim Blace.

Casi tropiezo y caigo de forma ridícula en frente de todos. Dejé el borrador en su lugar y miré alrededor yendo a sentarme.

Keim se levanto con algo de fastidio y se dirigió a mi lado, dejándose caer en la silla, no me miró, sólo se apoyó del respaldo mientras miraba un lapicero rojo entre sus dedos.

Cuando finalmente comenzó la clase él se presentó dándome la mano, sonriendo irremediablemente. La profesora estuvo toda la hora hablando sobre las plantas y lo aburrido que era la fotosíntesis.

—¿Sucede algo? —le pregunté a Keim, el cual no dejaba de mirarme.

Se inclinó un poco y apartó con delicadeza un rizo rojizo de cabello de mi frente.

—Estaba pensando, y ya que seré tu tutor —se alejó y se inclinó en la silla otra vez—, creo que seria buena idea estudiar más tiempo juntos en tu casa.

—No lo creo —dije sin mirarlo.

Se rió de forma burlona, y descubrí que su risa era suave y atractiva -aunque no se alejaba a esa risilla sarcástica de los lunáticos en las películas- y casi hizo que voltease a mirar sus labios. Se enderezó para mirarme mejor. Era como ser observada por un fanático enloquecido que sería capaz de seguirte sólo para tener un autógrafo.

—¿Quieres una apuesta? En menos de una semana estaré en tu casa, me acostaré en tu cama, y tú me traerás una deliciosa comida preparada por ti.

Era tan irritante.

—Prácticamente —me miró de forma seductora—, serás mi amante.

—Sólo seria tu amante una mujer lo suficientemente desesperada o completamente loca.

Me miró con astucia, y yo fruncí el ceño al no poder adivinar sus intenciones.

Se inclinó hacia mi, sorprendiéndome, acarició mi cabello y sonrió de forma escalofriante pero atractiva.

—Eso lo veremos.

Aparté su mano y miré nuevamente a la profesora. Cuando me di cuenta él levantaba la manga de mi suéter con su lapicero, lo detuve y cubrí mi brazo.

Se sonrió.

—Así que...

—Callate —dije entre dientes, empujando su pierna con la mía por debajo de la mesa, temiendo que lo oyeran.

—Eres suicida —no era una pregunta, sino una acusación.

Su expresión era exquisita, llena de una admiración notable. La comisura de su boca estaba ligeramente alzada por su sonrisa contenida.

No había asco, ni repulsión, ni siquiera burla, era un interés intenso y enfermizo. Apreté los labios, intentando con todas mis fuerzas no volverme.

Bajé la voz.

—Me caí —mentí, sin mirarlo.

—¿En un rosal? —rió para si mismo burlándose de mi.

—Exacto.

—Dilo mirándome a los ojos, quizás así te crea.

Mordí mi labio inferior y observé que nadie estuviese prestando atención, todos estaban con las narices hacia la profesora, anotando de la pizarra.

Me volví hacia él, alzando mi barbilla para enfrentarlo.

—Me caí —dije lentamente, para que entendiera—, en un estúpido rosal.

Mientras él examinaba si era verdad o no, me tomé la molestia de detallar su rostro, su perfil cuidadosamente varonil, su barbilla fuerte y segura y sus ojos penetrantes.

Ether tiene razón, pensé, con mis manos sudando frío, es misterioso y excitante.

Su rostro mostró una expresión despectiva, y algo llena de sorpresa.

—¿Quien murió? —preguntó, sorprendido—. ¿Papi? ¿Mami? ¿Algún hermano? ¿O empezaste a hacerlo mucho más joven? —su tono era de burla, todo en él sonaba a que se burlaba.

—Nadie murió —mentí—. Y ya dije que no soy suicida.

—Papá Wikipedia dice: El intento de suicidio -también llamado comportamiento suicida no mortal- es la autoagresión llevada a cabo con la intención de morir que, sin embargo, no resulta en la muerte del individuo —y afirmó, como si yo misma no lo tuviese claro—. Eres suicida, Elleonnor.

Mis manos comenzaron a temblar, y él sonrió ante mi notable desesperación. Comencé a sentirme incomoda con ese sujeto. Era realmente peligroso si andaba de ese modo por la vida.

Quise salir de allí y alejarme de ese chico tan raro que sabía mis secretos con tan sólo mirarme.

—Te invito a salir —dijo, sin dejar de mirarme—, hoy por la tarde al salir de clase.

Su invitación me sorprendió, pero no lo demostré, ni siquiera lo miré, porque mirarlo significaba mi fracaso, mirarlo seria como mirar un detector de mentiras humano.

—No, gracias.

Él insistió.

—¿Qué harás el sábado?

—Tengo una cita.

—¿Una cita?

Se movió un poco, inclinándose hacia mi, sorprendiéndome, fue como si lo hubiesen pinchado con una jeringa.

—Con la tarea —aclaré.

—Que mentirosa, no tenemos ninguna tarea.

—¿Cómo lo sabes?

—Voy a las mismas clases que tú.

Me encogí de hombros, mirando a la profesora. Quería que interrumpiera nuestra conversación para no tener que sentirme tan incomoda.

Me miró esperando una respuesta.

—No iré —dije sin mirarlo.

—¿Quién eres para negarte?

¿La persona a la que estás invitando, quizás? Sentí que si le decia aquello me saldría con otra tontería de las suyas.

Lo ignoré, quería que dejara de sonreír como tarado, un tarado guapo, pero tarado al fin de cuentas. Pude sentir su pierna rozar la mía, y fue como si me electrocutaran, rápidamente la aparte y lo miré.

Él miraba hacia Ether.

—Es tu amiga, ¿no es así?

—Ese no es tu problema —tomé mi mochila y la puse en mi regazo.

Comencé a rebuscar dentro de esta, aunque no buscaba nada en especifico, sólo quería distraer mi atención de su mirada.

—¿Te estás poniendo nerviosa? —dijo riendo. ¿Enserió nunca dejaba de reír?

—¿Tienes algún problema cerebral?

—Yo no soy quien va al Psicólogo —canturreó.

Lo miré, ocultando mi sorpresa. Me estaba asustando.

Yo nunca en mi vida había visto a ese chico, pero se suponía que estaba en todas mis clases, entonces, ¿por qué no lo había notado antes?

Y él estaba allí, diciendo cosas al azar y adivinando en todo. Diciendo cosas por instinto y acertando dolorosamente en todo.

—No voy al Psicólogo —por un momento no me importó si nos miraban o no.

Me miró a los ojos y se acercó apoyando la barbilla en su palma, hablando lentamente.

—¿Cuántos años has ido ya?

—No voy al Psicólogo —repetí, apretando los dientes y los puños.

Él notó mi reacción, y sonrió, lenta y cautelosamente.

—Tambien hay problemas de ira y pésimo autocontrol —acertó, analizando mi reacción—. Respira, Elly —pronunció en tono afable, burlándose, pero mi corazón estaba demasiado acelerado para no sentirme agitada—. Yo estoy contigo —y soltó una risita hostil, sádica y llena de burla.

Todo era burla, y era desagradable.

No había forma de que él lo supiera. Miré la mesa intentando no salirme de control y tomé una bocanada de aire. Era difícil ignorarlo, no paraba de mirarme y reír como si yo fuese una especie de circo andante.

—¿Cómo sabes eso? —inquirí sin mirarlo, murmurando muy bajo, deseando que él no hubiese escuchado, pero él escuchó.

Se encogió de hombros.

Y su respuesta me dejó helada.

—Es bastante obvio.

¿Realmente era así? ¿Realmente era bastante obvio que estaba a sólo unos pocos días de volverme loca?

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