La Condena Del Amor

Por sofiadbaca

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Era clasificada como "El Ángel de Londres", tenía sentido y mucha razón la sociedad al apodarla de esa manera... Más

Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10

Capítulo 1

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Por sofiadbaca

Annabella caminaba por los jardines de Bermont, sus pies se sumían al caminar sobre la nieve acumulada durante toda la noche y el resto de los días pasados. Al ser tiempo de frío, todas sus rosas se habían muerto momentáneamente, los animales eran guardados en los establos y graneros con la intención de no matarlos de frío, todo el horizonte se tornaba de un blanco inmaculado, y, aunque la estación favorita de Annabella fuera primavera, siempre lograba encontrar el encanto de la manta blanca que cubría a Londres.

- ¡Tía Annabella! - le gritó de pronto una pequeña y dulce voz - ¡Tía! ¡Tía! ¡Tía!

La joven castaña volvió la vista solo para encontrarse con la aterradora visión de un tumulto de pequeñas cabezas corriendo en su dirección.

Sus sobrinos venían hacia ella, aparentemente jugándose una pequeña carrera en el proceso. Cosa bastante complicada si lo relacionabas con lo trabajoso que era caminar en la nieve.

-¡Niños! - se agachó la joven con los brazos abiertos, con la intención de recibir el abrazo que la calentaría más que un fuego en la chimenea.

Prontamente, Annabella sintió los primeros bracitos enrollándose en su cuello, precediendo a otros muchos que provocaron que la joven cayera sobre la nieve, sintiendo claramente como el agua congelada comenzaba a empapar sus ropas y le transmitía el frio pertinente a su cuerpo.

-¡He ganado! - dijo contento el más grande de sus sobrinos.

Archie, con sus seis añitos bien ganados, una cabellera rubia como la de su madre y ojos tan penetrantes como los de su padre, se burlaba amenamente del resto de los pequeñines que intentaban alcanzarle.

-¡No es justo! - se quejó Blake.

-¡Has salido antes! -acusó Adrien.

Los gemelos de Katherine tenían ahora cuatro años, los dos pequeños seguían siendo una copia idéntica de su padre, con aquellos ojos verdes como esmeraldas y cabellos negros azabache.

-Malos perdedores- se inclinó de hombros Archie dejando levantar a su tía de la nieve.

-¡Adien! ¡Bake! - lloriqueo una pequeña pelirroja a sus espaldas -Adien, Bake- se froto sus ojitos azules con sus pequeñas manitas.

-¡Dejaste sola a Ashlyn! -regaño Blake a su hermano gemelo.

-¡Pero si venía tomada de la mano contigo! - se quejó Adrien.

La pequeña Ashlyn tenía apenas dos años, el primer hijo de Marinett, Jason, estaba a unos meses de cumplir años para igualar a su mayor Ashlyn, los niños se llevaban solo algunos meses de distancia, pero prácticamente eran de la misma edad.

El pequeño Jason se apuraba a tomar de la mano a la pelirroja que en ese momento lloraba al sentirse desamparada de sus hermanos mayores. Annabella observó conmovida como los gemelos corrían hacia la pequeña pelirroja y la tomaban en brazos para tranquilizarla.

-Por cierto, Archie- recordó Annabella - ¿Dónde está Sophia?

La hija menor de los Pemberton era casi tan traviesa como los gemelos, aunque no en el extremo de ellos, la chiquilla tendía a desaparecer con una regularidad que volvía locos a sus padres.

-¡Ahí está! - apuntó Archie preocupado al ver a su hermana menor asomándose sobre la fuente congelada.

El niño no espero a que su tía reaccionara y corrió hasta la fuente donde Sophi asomaba su cabeza, intrigada por tocar la superficie congelada.

-No Sophie- la tomo del estómago y la puso en el piso -Mamá y papá te regañaran si haces eso, puedes caer.

La niña de tres años, al entender que su hermano mayor la regañaba, se soltó a llorar, logrando que sus azules como los de su padre se humedecieran y sus cabellos cafés se pegaran a sus mejillas.

-No llores Sophi- le dijo Blake llegando al encuentro de los niños, al tiempo que Annabella llegaba con Jason y Ashlyn en brazos.

A veces pensaba lo difícil que era tener hijos, ella normalmente era asignada como niñera oficial de sus sobrinos, cosa que le fascinaba, pero eran tan traviesos e hiperactivos como sus padres. Además, solo se llevaban por algunas pequeñas diferencias de edades: El más grande era Archie con seis años, luego, los gemelos con cuatro, Sophia con tres, Ashlyn con dos y Jason por cumplir también los dos años.

-Sophia no deberías portarte así- dijo dulcemente Annabella -¿Sabes que hoy es navidad? Nunca ha habido regalos para los niños malos.

-¡Yo he sido bueno! - levantó la mano Adrien.

-No es cierto- refutó Blake bajando la mano que su hermano había levantado mordazmente- ¡Ayer rompiste mi muñeca!

-¡Ella me dijo que lo hiciera! - se excusó el niño.

-Las muñecas no hablan Adrien- respondió su hermana con obviedad, pero de un momento a otro le entro duda y miró a su primo mayor -¿Verdad Archie que las muñecas no hablan?

-No Blake, las muñecas no hablan. - respondió el mayor con un tono aburrido.

-¡Niños! - llamaron de pronto desde la entrada.

Los ojitos de los pequeños volaron hacia la casa Bermont, donde las madres de cada uno los buscaba con una cara de fastidio evidente.

-Mamá está enojada- susurró Blake a Adrien.

-¿Qué hacemos? - dijo el niño con miedo.

Ambos se miraron unos segundos antes de asentir al mismo tiempo.

-¡CORRE! - gritaron los gemelos.

Annabella entendió que no solo había sido una orden para ellos, sino que provocaron que todos sus sobrinos se alteraran y comenzaran a correr en direcciones opuestas. Eso sería un problema. De hecho, tal vez hubiera funcionado si tan solo sus padres no estuvieran cerca y los interceptaran a la carrera.

La joven castaña rió a lo bajo al ver a los padres complicándose con los pataleos de sus hijos mayores mientras Annabella llevaba hacia las madres a los más pequeños, quienes no habían logrado hacer mucho por ese escape.

-Gracias Anna- sonrió Marinett al momento en que tenía a su pequeño en brazos.

-¿Por qué has llorado Ashlyn? - pregunto Kate a su hija, a lo que solo recibió como contestación un montón de burucas que Katherine hacia como que entendía.

Annabella dejó a los padres con los problemas de sus hijos, internándose en la casa para sentirse acogida por aquel espíritu navideño que albergaba la casa. Como había dicho antes, ese día se festejarían las navidades, los Bermont se habían dado la tarea de ser los anfitriones este año, y como todo en su familia, las cosas se habían salido de control, exagerando cada uno de los detalles y haciendo esta fiesta un degenere total, o eso es lo que decía William.

Si uno se introducía al salón donde se celebraría la noche de navidad, se lograba localizar con gran facilidad el abeto que estaba siendo decorado por las mujeres de la casa, todas, tanto las doncellas, como las chicas que anteriormente residían en Bermont, los niños llevaban las esferas con afán y colocaban entusiasmados los adornos. Había guirnaldas, moños, esferas, flores de navidad, regalos y muérdagos. Se comenzaban a poner en sus lugares los ponches, y las botas de tela de los niños colgaban de la chimenea con la esperanza de que al día siguiente encontraran algún dulce ahí dentro.

El ambiente era de una total felicidad, y en la noche, sería aún peor, puesto que no solo asistirían los familiares de Bermont, desde que sus primas se habían comenzado a casar, las familias de los esposos de éstas también eran invitados, y claro, no eran los únicos, había otras docenas de familias que también asistían a la celebración.

-Será mejor que comencemos a cambiarnos- dijo de pronto Katherine a la castaña.

-Si- asintió Elizabeth -Yo tengo que vestir todavía a dos personas más -señaló a sus dos pequeños que correteaban por el lugar.

-En ese caso- dijo Marinett -Ya deberías estar subiendo.

-¡No me corras! - se alteró Elizabeth -¿Qué te sucede a ti?

-¿Se fijan lo loca que está? - Marinett apuntó a su hermana.

-¡Bien no comencemos a pelear! - intervino Annabella -Es navidad.

Las dos Kügler parecieron desinflarse y asintieron. En ese momento llegaban Robert con Archie de la mano, dispuestos a subir para cambiarse de ropas.

-Creo que yo me voy retirando- asintió Elizabeth.

-Yo haría lo mismo- asintió Kate - Si tan solo encontrara a alguno de mis hijos.

-Yo tengo a dos- indicó Adam con Blake y Ashlyn en brazos.

-¿Y dónde está Adrien? - escudriño la pelirroja por la habitación.

-¡Ahí! - apuntó Marinett.

El niño estaba tirando de un mantel con tal de alcanzar una bandeja de galletas que se encontraba en lo alto de ésta.

-Ups- dijo James tomando al pequeño en brazos -Mal día para destrozar la navidad.

-¡Tío! - se quejó el niño -¡Quiero galleta!

James se inclinó de hombros y le tendió una galleta para que se mantuviera callado mientras lo llevaba con su madre.

-No lo consientas- regañó Katherine a James.

-Bueno, es muy convincente- se inclinó de hombros.

- Pues no dejes que te convenza- frunció el ceño la pelirroja comenzando a ir en dirección de las escaleras, seguida de su esposo quien llevaba a sus dos niñas.

-Creo que haremos lo mismo- asintió Marinett dándole a Jason a su esposo-Nos vemos en la noche Anna.

Annabella se quedó de pie en el lugar, por un momento se sintió vagamente extraña, ella añoraba sentir esa calidez de la que sus primas gozaban. El cariño de una familia, el amor de un marido...

-Annabella- la tomaron de los hombros.

La joven se volvió, encontrándose con su madre quien le dibujaba una sonrisa encantadora y dulce.

-¡Mamá! - sonrió la joven abrazando a la mujer -¡Al fin llegas!

-Si bueno hija, Rusia no está aquí en la esquina- ironizó la mujer.

-¡Me da tanto gusto! - la volvió a abrazar -Hace tanto que no te veía...

-Hola primita- sonrió una joven de unos dieciséis años.

-Hola- respondió con desgana la castaña, mirando incriminatoriamente a su madre.

Las dos chicas que su madre había traído con ella, eran sobrinas de una tía por parte de su padre, la única familia rusa que les quedaba, al morir su padre hace ya muchos años, el único contacto que había permanecido era el de su tía Olga, la madre de esas dos desabridas, malvadas y abusadoras chiquillas. El nombre de la mayor era Dasha, una joven con cuerpo voluptuoso, cara de facciones finas, aunque un poco rellenas, ojos almendra y cabello rubio cual trigo. Su hermana menor de quince se llamaba Milenka, ella era delgada, demasiado delgada, con una cara preciosa y pecas en la nariz, su cabello no era largo y era tan rubia como su hermana mayor.

-Annabella- dijo la pequeña-¿No te alegra que viniéramos?

-Sí, me encanta- dijo con educación, aunque sinceramente no le caía en gracia que sus fastidiosas primas llegaran de repente a la fiesta que le era tan prometedora, hasta ese momento.

-Querida, tengo que hablar contigo- Cristina, la madre de Annabella le tomó con delicadeza una mano para guiarla -Niñas- su madre llamo a sus dos primas -Será mejor que se suban a arreglar, la fiesta comienza a las siete.

-Si tía Cristi - asintió Dasha con aplomo y subió las escaleras como si fuera dueña de la casa.

Annabella suspiró al pensar en la reacción de sus primas al encontrarse con los otros parientes de los Korsakov, era poco decir que se llevaban pésimo, de hecho, la castaña recordaba otra navidad en la que Katherine "accidentalmente" había tirado un pastelillo sobre el finísimo vestido de Milenka. Su madre había regañado a Katherine por días, pero la pelirroja parecía más que satisfecha.

-Mamá, ¿qué sucede? - preguntó Annabella cuando se introdujeron a una habitación.

La madre invitó a su hija a sentarse en un alargado sillón de tapizados exuberantes, la joven, con algo de dudas impresas en sus articulaciones, tomó asiento y miró expectante la sombría cara de su madre. La única otra vez en la que había puesto esa cara era cuando tuvo que avisarle del deceso de su padre.

- Hija- le toco varias veces sus manos, su cara tenía una expresión dolorida -Después de navidad regresaras a Rusia con nosotras.

-¿Qué? - se puso en pie Annabella -¿Por qué?

Cristina sonrió y la obligo a sentarse nuevamente. Tomó sus manos entre las suyas y la miro con aquellos ojos tan verdes como los de la chica. Prácticamente eran gemelas, en realidad le dolía llevársela a pesar de que sabía que su hija era feliz en ese lugar.

- Hija, tengo algo que decirte. -su madre le tomo sus manos con cariño y las acarició suavemente con su pulgar.

- Mamá, ¿Algo anda mal?

- En realidad sí - se lamentó la madre - Annabella, estamos en bancarrota, mi amor lo siento, pero tienes que regresarte para casarte.

- ¿Casarme? - se exaltó - Pero, ¿Con quién?

- Aún no lo sabemos- le dijo con lástima por las circunstancias - Pero es necesario mi niña. Estamos en problemas, vivimos en la ruina y necesitamos tu matrimonio para salvarnos. Aunque sabías que algo así podía pasar.

Annabella se puso en pie y camino un momento por la habitación. No, ella no lo sabía, aunque muchas veces una parte de su cabeza intentaba decirle que lo más probable era que le sucediera algo parecido, jamás acepto la idea de casarse por conveniencia, en realidad, ella siempre pensó que se casaría con el amor de su vida.

- Pero Mamá...- regreso la mirada frenéticamente.

- Annabella, es el deber de una señorita el cuidar de su familia, desgraciadamente yo no le pude dar a tu padre un heredero, pero te tengo a ti.

- Eso quiere decir que salvaré a la familia con mi casamiento ventajoso- entrecerró los ojos - ¿Acaso debe eso reconfortarme?

- No- sonrió la madre - Hija, no te lo pediría si no fuera la última opción que se me ocurrió.

- Pero Mamá, ¿Por qué he de regresar a Rusia? - intercedió la joven - Aquí también hay muy buenos partidos y además yo...- Annabella rápidamente se sonrojo, bajó la mirada y apretó los labios.

- ¿Qué? - la miro su madre con extrañeza, por unos momentos no comprendió la actitud de su hija, pero con un gesto de comprensión y una cara lastimera agrego: - Estás enamorada.

-¿Qué? ¡No! Yo solo...

-Será mejor que olvides a ese muchacho- advirtió su madre -En Rusia tenemos conocidos, gente que estará dispuesta a ayudarnos con el simple apellido Korsakov. - le toco la mejilla con ternura -Bien sabes, que los ingleses prefieren casarse con ingleses.

-Pero mis primas...

-Casos excepcionales Annabella- la detuvo rápidamente -Katherine estaba comprometida desde la infancia, Marinett tuvo que pedírselo ella misma, y Dios no quiera que tú te cases de la forma escandalosa en la que lo hizo Elizabeth.

- ¡Mamá! - dijo molesta la joven por las acusaciones que hacía su madre.

- Mi amor, es mi última palaba- concretó la madre - Sé que no es lo mejor, pero es todo lo que puedo hacer, te casaré con un hombre que te sepa mantener con todos los gustos que siempre has tenido.

- Pero no necesito nada de eso- negó la joven - Yo soy feliz con una vida tranquila y sin exuberancias.

- ¡Ninguna hija mía vivirá en la pobreza!

- Pero Mamá- rezongo la joven - No lo amaré.

- El amor llega con el tiempo cariño- dijo Cristina sin comprender - Por Dios Annabella, yo sé más de esto que tú.

- Pero todas mis historias...

- ¡Tus historias! - la condesa se puso en pie enojada - ¡Eso es lo que te tiene así! ¡Todas esas lecturas que te crean fantasías que no existen! ¡Esta es la vida real cielo! ¡No puedes esperar a que algo de lo que lees se cumpla!

- No solo es eso Mamá- negó la joven - Todas mis primas se casaron y ahora son felices, aman a sus esposos.

- Exacto- indico la madre - Que yo sepa ninguna se casó enamorada.

- Te equivocas- refuto la joven con valentía - Ellas los amaban desde antes, siempre lo hicieron, pero son tan tercas que no lo notaron.

- ¡Hija por dios! - le dijo su madre exasperada - Deja de decir tonterías, el matrimonio trae el amor, punto.

- Mamá, no puedes llevarme, por favor, deja que me quede con la abuela.

- No mi cielo- negó su madre - Tienes que volver a tu país y casarte. Estas en la edad perfecta para hacerlo.

- Mamá...

- Esta será tu última noche en Bermont, te recomiendo que la disfrutes todo lo que puedas.

Annabella se recostó sobre el sofá y tapo sus ojos con ambas manos, sintiendo como las lágrimas amenazaban con salir. Odiaba la idea de irse, estaba de más mencionar que amaba Londres, siempre lo hizo. Estaba familiarizada con la gente, sus primos estaban cerca, lograba ver crecer a sus sobrinos. Además, había algo más fuerte que la ataba a ese lugar, y es que no sabía desde cuándo, pero comenzaba a tener un sentimiento diferente por cierto hombre. No se podía imaginar casándose con alguien que no fuera él.

¡¡¡Hola niñas!!!

Bueno, primeramente, gracias por sus comentarios, me alegran el día la verdad.... otra cosa, solo por esta semana (espero) subiré un día si y uno no, es que me encuentro complicada con visitas y pues, no tengo tanto tiempo... les agradezco la espera y nos leemos!!!

Besos y Abrazos de parte de Thomas... aaahhh jajaja sabemos que Thomas no abraza XD

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