Me dijeron que tenías nueva compañía y que te quiere así como yo no pude hacerlo.
***
—Yo...
Estaba viendo mis manos, esas mismas que permanecían en un color escarlata espeso.
Por algún motivo no podía dejar de verlas, estaba aturdida con una incesante sonido monótono llenándome los oídos. Sostenía a Lila todavía en los brazos, viendo como sus parpadeos eran paulatinos.
—Te estoy viendo dos veces, Dess —arrastro las palabras apuntando hacia la nada con los ojos entrecerrados.
Le sonreí, mirando cada llama y grito de las personas con las que antes había estado. Todo se había convertido en un caos ardiente, no quedaba rastro del lugar para universitarios, todo eran gritos, humo y oscuridad. Empuñé el mango de las dagas sintiéndome inexplicablemente ida con mi marca ardiendo a fuego lento en mi piel, para después no sentir nada.
No sentía absolutamente nada.
Ni aquella sensación de vértigo que siempre tenía cuando algo no cuadraba. Nada. Nada dolía. En cambio recibí la dureza y el feroz placer de ver ese líquido rojo en mis manos.
—Son ellos o tú, amor —había dicho Gema.
Y, entonces, nada me importo.
Fue como haber obtenido una nueva vida.
Como haber renacido.
Sentía el dolor, el destello y el halo de cada desterrado que quedaba en mis manos, me basto verlos segundos para darme cuenta de que esto no era más que mi vendetta, por todo, y quizá también el dolor con el que había vivido todas mis vidas.
Lila había pasado a brazos de Gemma quien la había puesto en un lugar seguro. No paré. Un par de dagas fueron suficientes para sentir el placer del espesor y el rastro de la sangre en mi cuerpo. Podía sentirlo, podía ver aquel color rojo tan peculiar de la sangre.
La noche era abrumadora y oscura, era pura belleza con el color flameante del fuego como fondo no me di cuenta de que estaba llorando hasta que escuche mis agitados jadeos y el picor en mis ojos. Estaba hincada en el suelo apuñalando una y otra vez a aquel ser, sin remordimiento, no sentía nada, pero, si no sentía nada, ¿por qué estaba llorando?
Me detuve solo cuando vi mi reflejo en los ojos de Rayder, ahí retrocedí.
Estaba frente a mí hincado deteniendo mi mano con la suya con sus ojos verdes examinándome, estudiándome, diciéndome a gritos que es lo que había pasado, pero no me importaba. Me estaba viendo en sus ojos. Vi mi rostro manchado, lleno de esa culpa y los hilillos de sangre, lo vi todo.
Traspié al retroceder, solté el par de dagas que alguna vez fueron de un color blanco. Quise correr al darme cuenta de lo que había hecho, me percaté del rastro de cuerpos que había dejado en el camino.
De pronto, sucedió.
Las sensaciones me llegaron en un repentino calor sumido en culpa, quise echarme a llorar.
—Está bien, cielo.
Negué con aspecto meditabundo.
Extendió sus dedos que adecuadamente estaban tibios, tomó mi mejilla, acariciándola sin importar que en esta existieran los rastros de aquella vendetta.
—¿Qué fue lo que hice? —susurré.
Garabateó una sonrisa en sus labios para acercarse y besarme, lentamente y con aprehensión.
—Diez —pronunció.
Después, nada.
—¿Por qué no despierta? —comenzó una voz para terminar en un susurro suave.
—Lleva así una hora, Rayder, dale tiempo —esa voz no la reconocí.
Por un instante el corazón se me desboco.
Cuando abrí mis ojos algo se acentuó en mi estómago en familiaridad, basto reconocer mí alrededor para darme cuenta de que estaba en casa, en mi verdadera casa. Todos esperaban expectantes un movimiento, algo que les dijera que no estaba pensando justo en lo que no quería pensar.
—Supongo que algo salió mal —pronuncie con voz lánguida y rasposa.
Vi la expresión relajada de Mayson, sonriéndome, mientras dejaba una de sus manos en el cabello frondoso de Lila. La pelirroja dormía en sus piernas tan plácidamente y relajada que daba envidia.
—Parecías Carrie, la adaptación de Stephen King —Mayson me echo una mirada divertida. Estiró su brazo para quitar un cabello que atravesaba la frente de Lila y me miró—. Te desconocí, roja, peleabas como un caído, si hubieran sido peleas ilegales hubiera apostado todo por ti.
—Qué bueno que mi segunda faceta de loca te guste —le sonreí falsa, siguiendo su humor.
Como todas las veces, odie sentirme el centro de atención y sin querer las palabras del castaño había quitado un poco de tensión en lo que había pasado. Todos estábamos presentes, pero sorprendentemente había un par de ojos negros que me fue difícil evadir. Justo alado de Gema permanecía un hombre con las características de ser rudo y gélido que cambiaba al ver como mi hermana le hablaba o le sonreía. Nunca había visto sonreír a Gema, no sin altanería o advertencia pero lo estaba haciendo.
Posee mis pupilas en el chico de los ojos verdes, aquellos ojos tan transparentes y expresivos, me sonrió, elevándome hasta un sinfín de emociones que había extrañado, nada en su mirada cambió ni se inmuto ante lo que había visto, como sí esto ya lo hubiera vivido antes.
Me acarició la palma con tanta delicadeza y suavidad que el alma me tembló, a nuestro alrededor todos enfrascados en sus pláticas, ignorándonos —como si alguien les hubiera dicho que el tema de hace unas horas era prohibido—, llevo sus labios tibios y cálidos a mi marca, besándola.
—Te he subestimado, Dess —me sonrió con su respiración ralentizando—. He creído que nunca superaras algo y después apareces tan humana, tan llena de fe y esperanzas que haces creer que todo en el mundo es posible.
Rayder llevó su mano entrelazado la mía con la suya hacía su pecho.
—Sé que te iras —dije con calma—. Lo puedo ver en tus ojos, pero sé también que vamos encontrar una solución, lo haremos, Rayder. Lo hemos hecho por cientos de años, ¿qué cambia ahora?
Me sonrió.
—Huye conmigo —dictaminó con determinación—. Podemos esconder tu sangre de caído y ángel, comenzaríamos de nuevo, juntos, cielo.
Relamí los labios quedándome aturdida y un poco conmocionada, de pronto me vi siendo feliz, siendo todo lo que quise ser, pero con él. Me visualicé teniendo una familia, adoptando, criando niños, todo.
—No —repliqué, me tome una pausa para inhalar aire—. Si huiremos será cuando todo esto termine en buenas condiciones.
Un haz relampagueante le cruzo por el rostro, asintiendo.
Había dejado atrás lo que yo había visto en aquel bosque, traté de quitar las imágenes inconexas de mis visiones y los recuerdos de ese día, pues me había dado cuenta de que en esta vida todos mentíamos para proteger. Hacíamos de mentiras pequeñas toda una cadena de mentiras más pequeñas que destrozaban vidas. Olvidé el rostro de aquel ángel, olvidé su brillo, aquel halo de luz que me incitó a querer salir corriendo.
—Los humanos son tan impredecibles —se mofo Mayson mientras estudiaba a Lila. Dan solo blanqueo los ojos sentándose a mi lado, pasó un brazo por encima de mis hombros, atrayéndome hacía él—. Quien diría que un ser tan frágil puede causarte millones de sensaciones nuevas, siempre salen ganando aunque hayan perdido todo, un caído nunca puede imaginarse lo que un humano está pensado pueden pensar en aniquilarte y tú creyendo que te aman.
Aquello me había sonado a despedida.
Puso un mecho de cabello detrás de la oreja de Lila y esta se removió incomoda, quedando en una pose pacifica con el brazo de Mayson en su rostro.
—Hablas como si estuvieras enamorado —repuso al momento con suspicacia Dan—. Dime que no te gusta florecita.
—Es poseedora de una belleza inigualable —se relamió los labios y sonrió torcidamente—. Quizá sí.
—Mira que sentimental nos salió el cazador —expresó, Rayder mientras extendía sus pies hacía el frente. Se desacomodo el cabello y echo la cabeza en el respaldo—. Grace estaría molesta.
Hubo melancolía en su voz.
—Me diría algo como«solo es bonita, superficialmente, encuentra una que sepa como estar en combate contra una furia de hijos de lucifer» —alzo la mano con indolencia.
Gema estaba helada en su lugar, tiesa, apretando el mango de su espada fina y larga, estudié sus facciones similares a las mías e igual que yo encorvaba las cejas hasta un punto en el que era raro de ver, hundió sus hombros y elevó el mentón. Quien ser rió fue su compañero, se inclinó para susurrarle algo al oído y esta sonrió.
Nadie perdió de vista la mirada de soslayo de Mayson al sentir y oír su sonrisa, le había dolido a nuestro cazador, lo pude ver en sus ojos.
Esa noche deje atrás muchas cosas, los secretos, las miradas y los malos acuerdos con mi hermana. Comencé de nuevo, dándome cuenta de que si quería podía acabar con quien me negara la paz.
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