8. Recuérdame.✔

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🔆Nunca ocultes tus gustos raros, siempre habrá otro raro el que piense que eres genial.🔆

***

Estaba siendo irracional.

Yo estaba tirando todo por la borda solo por escuchar unas cuantas palabras provenientes de la boca de Rayder.

—Sé lo que haces —dije con determinación—. Me evades. Te escondes por el simple hecho de que muy en el fondo sabes que puedo llegar a descubrir algo.

—Inténtalo —me reto. Acercó su rostro hacía mí y sonrió—, quiero ver que es lo que logras.

Nos habíamos quedado en silencio. Un silencio que emanaba advertencia. Existía algo en su mirada cuando me veía, algo que no era capaz de admitir en voz alta. Rayder me consumía tan fuerte que temía por mi estabilidad, temía por caer en su juego. Lo único que teníamos en común era el estudiarnos mutuamente, no mediamos, listos para dar el siguiente paso y no caer en ese pozo sin fondo.

Desvió sus ojos hacía la palma de mi mano.

Algo cambio en su mirada.

—Te lo has hecho —susurró, extendió su mano hacía mi palma y con sus dedos trazo el tatuaje—. ¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo lo obtuviste, cielo?

Me percaté de que tenía cicatrices en sus brazos, casi inexistentes si no le prestabas atención, pero permanecían allí. Acarició con suavidad mi palma y delineó cada marca del bendito tatuaje. No nos entendíamos. Hasta hace unos segundos estaba prometiéndome a mí misma que lo dejaría al descubierto frente a todos, diría la verdad de lo que escondía, sin embargo, algo se conectaba en ambos.

Algo parecía encajar a la perfección.

—Fue ayer —respiré hondo tratando de controlar mis nervios. Dudé. Por una fracción de segundo dude en decirle lo que había sucedido. Sus ojos se deslizaron hasta los míos con cautela y paz, ¿cómo podía tener pinta de autodestrucción y emanar paz al mismo tiempo? Dejé que sus dedos largos se quedaran ahí en mi piel y le respondí con la voz más calmada y suave que tenía—. Cuando trate de correr el pomo de la puerta de entrada tenía esta marca, al tocarla ardió en mi piel y se quedó ahí. Trate de borrarla, pero me fue imposible.

Instintivamente mi mirada cayó en el tatuaje de su cuello.

Espere una respuesta o alguna explicación que no llegó.

Vi la frustración en su mirada cuando quité mi mano y la escondí en el bolsillo de mi chaqueta. Rayder parpadeó y cerró sus ojos alborotando su cabello.

Quería salir de esta situación. Quería marcharme y olvidarme de lo que había sucedido, olvidar que teníamos algo en común y que me atraía con fuerzas.

Clavé mi vista en mi comida la cual ya no me apetecía y me entretuve viendo el color rojo de la manzana picada que yacía en mi plato. Jugué un poco con ella hasta que la voz de Lila me saco de mi ensimismamiento.

—Tú.

Le sonreí nerviosa.

—¿Yo?

Asintió alborotando su cabello de un rojo intenso y apoyo las palmas de sus manos en la mesa dejando caer varios libros.

—Tienes que decirme como demonios puedes equilibrar el sentido del humor del profesor Rey y las tareas de leyes —hizo una pausa y aspiró fuertemente sin percatarse de la existencia de Rayder, quien la miraba complacido con una sonrisa. Siempre sonreía. Y me irritaba que lo hiciera, ¿no podía dejar de sonreír por cinco minutos, quizá? —Me he saltado sociales por tratar de dormir, aunque sea diez minutos, me han encontrado haciéndolo y tengo que quedarme para recompensarlo.

El chico de los ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora