24. Sangre de caído, ojos grises. ✔

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Ella es fría como el hielo, pero en las manos correctas se derrite.

***

Uno cree que por un instante todo está perfectamente bien.

Para después darse cuenta de que está metido en un gran embrollo.

Había regresado —obligadamente— a la universidad. Uno también cree que lo sucedido anteriormente amerita unos meses para asimilar lo que vivió, pero aquí estaba; escuchando a Lila suspirar por tercera vez en veinte minutos.

—Solo imagínalo —habló soñadora. Sus ojos miraban hacia el techo mientras sonreía con una mirada ausente—. Él, yo, una casa con cerca blanca, tres hijos y una minivan.

Inevitablemente me reí, porque quizá en un lapso de tiempo yo había soñado con eso y ahora me parecía tan lejano. Lila se acercó a mí, arremangando las mangas de su camisa.

—Estas fuera de cordura —atiné a decir.

—Probablemente este enamorada de él.

—Todos creemos estar enamorados de alguien —le sonreí sin desviar mi mirada de Cameron, el amor inalcanzable de Lila. Moví los ojos veloces hacía ella tratando de insinuar que hiciera algo para llamar su atención—. Deberías de hablarle.

—¿Y qué me rechacé? —sus ojos se ensombrecieron. Inclinó su cabeza hasta recargarla en su mano y le dio una mordida a su papa frita.

Y, justo cuando iba a responder que lo olvidara se acercó.

—Señoritas —hizo una inclinación. Sabía que aquello era otro lio en el que no merecía estar presente pero excluyendo su presencia otro par de ojos me capturaron, Derek Moore.

Tan rápido como llegaron se fueron.

—Una fiesta. Mi casa. Alcohol. Ustedes están invitadas —Cameron fue directo. Sin rodeos. Sin titubear y Lila también.

—Tú. Yo. Una casa con cerca blanca. Tres hijos y una minivan.

Se me cayó el alma a los pies, esta no era la manera que tenía pensado para llamar su atención, sin embargo, Lila era tan transparente e impulsiva que en vez de mantenerla a raya me enorgullecí cuando Cameron se ruborizo, con eso me di por pagada.

Vislumbré una media sonrisa en la boca de Derek Moore pero quizá solo eran alucinaciones mías.

—Las espero ahí —fueron las últimas palabras que dejaron su boca antes de marcharse.

Esperamos a que diera la vuelta por el corredor de la universidad.

—Increíble —susurramos al mismo tiempo.

—A eso le llamo no acobardarte cuando miras al amor de tu vida —se le escapo algo de ironía en el comentario—. Por supuesto que iremos, y tus amigos los raritos están invitados.

Sabía perfectamente a quien se refería, entonces solo espere su pregunta.

Una que no iba a saber cómo contestar.

—Por cierto —hundió sus cejas, mirándome—. ¿Dónde está Rayder?

Y ahí estaba.

Desplomé mis pies en el siguiente escalón de las escaleras en donde estábamos. Me abstuve a decir que me estaba ignorando por que claramente el que él me ignorara no iba a ser prioridad de nadie, no obstante, dolía y necesitaba que alguien escuchara cada una de las cosas que me pesaban en el alma.

—Está de vacaciones —sonreí, y pude jurar que casi me la creí—. Regresará en unos días.

—Hum... triste pero...—me devolvió la sonrisa restándole importancia a quienes la miraban como si tuviese dos cabezas—, tú y yo tendremos una noche de chicas, así que, Dan está incluido.

El chico de los ojos verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora