Renacer

YotssannyOjeda által

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¿Creés en las almas gemelas?, Para Bastian y Alexandra es difícil no creer cuando han vivido con su alma geme... Több

Advertencia
Sinopsis
Prefacio
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Epílogo
Agradecimientos
Nuevo proyecto
Comunicado especial

Capítulo X

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YotssannyOjeda által

Capítulo X
Destino

Bastián

La soledad se puede convertir en el mayor miedo de cualquiera, en mi caso es mi mayor fobia, pero no esa soledad física, si no la soledad emocional es a la que debes temer; esa que te desgarra el alma poco a poco, aquella que te hace pensar en idioteces.

Cuando sientes la soledad de esta manera llega a un punto dónde puedes tener muchas personas rodeándote y amándote, pero si tú corazón se siente solo es difícil salir de ese lugar oscuro, simplemente te hundes cada vez más; no ves luz. 

Por alguna loca razón desde pequeño ese siempre ha sido mi mayor miedo. Sentirme solo me aterraba, pero de alguna manera tuve personas que nunca me dejaron llegar a ese estado; sobretodo Alexandra, no es sano decir que era dependiente ha una persona, pero esa es la verdad.

Desde el accidente nunca estuve solo, mamá y papá se encargaban de hacerme compañía. Sin embargo también está Abby que me hace  reír incontable cantidad de veces; se puede decir que ella ha sido mi impulso por todos estos años, quizás sin ella ya no estuviera en el presente.

Muchas veces llegué a pensar que soy exagerado, porque hay personas en este mundo que han perdido mucho más que yo y han logrado salir adelante, ¿Por qué sigo sintiéndome vacío? No logro entender porque no puedo seguir adelante completamente.

Según mi psicólogo, todo esto que siento se debe al no perdonarme a mí mismo por lo que pasó el día del accidente, todos estos sentimientos que reprimo en mi interior son los que me causan este hundimiento interno que tengo y siento; ¿Cómo me perdono si se que fue mi culpa?

Nunca creí que mi vida se convertiría en una farsa dónde la mayor parte del tiempo simulaba ser feliz; los únicos momentos que podía llamar felices eran los que compartía con mi hija, que poco a poco se parecía más a su madre. No estoy seguro si también era un castigo del cielo para recordarla eternamente.

Los años se fueron yendo delante de mis ojos lentamente, el dolor siguió siempre presente a pesar del tiempo; si, no dolía como el primer día, pero seguía doliendo. Podemos compararla con una astilla clavada en el dedo: molesta, asde y escoce, pero cuando intentas sacarla solo se clava más en tu piel.

Durante los años siguientes me sentí muchas veces ahogado, como si el aire no entrará de manera correcta en mis pulmones, pero me pasaba sobretodo en los momentos de supuesta felicidad: navidades, cumpleaños; momentos dónde debía reír aunque no lo sintiera de verdad. Odio similar.

Durante todos estos años he intentando ser el hombre que Alex dejó alguna vez, ese que ella le gustaba y amaba, al principio fue difícil luego aprendí a actuar. Creo que me he convertido en una representación viviente de lo que alguna vez fuí y quizás nunca vuelva a ser, pero solo yo lo sabré.

Después de su pérdida desarrolle otro miedo que me ha consumido poco a poco. El miedo al olvido; es increíble cómo el mundo sigue como si nada cuando mueres. Alex se fue, y nada se detuvo; la vida siguió para todos menos para mí al parecer. Tengo miedo a olvidarla.

Ver crecer a Abby ha sido lo más maravilloso que me ha pasado después de que mi vida se reinicio. Ella parece siempre tener una sonrisa para mí y cuando el pozo oscuro se siente nuevamente cerca solo ella evita que caiga nuevamente en él.

Mi hija tiene el súper poder de abrazarme y hacerme sentir que la vida va a cambiar y que en algún momento todo estará bien.

Abby este año ha cumplido once, y aunque esté más alta y se que ya casi deja de ser una niña sigue siendo una bebé ante mis ojos, pero ya se interesa más en cosas como pinturas de uñas y brillos labiales —los cuales pienso que es muy chica para que use—, así que su abuela le regaló en su cumpleaños unos cuantos brillos labiales que ahora no deja de usar.

Todos solemos malcriarla, nos gusta verla feliz y puede que no me guste verla jugar a ser grande, pero si la veo sonreír mi disgusto puede pasar desapercibido.

Mi bebé pronto será grande y no estoy preparado para que se vaya de debajo de mi ala.

(...)

Hoy es mi cumpleaños, eso quiere decir que nuevamente es seis de noviembre; un año más en una vida que no es como la que alguna vez imaginé. A pesar de perder algo valioso también la vida me regaló un ser de luz que ahora me abraza y me sonríe con tanto amor; sentimiento que a veces siento que no merezco.

—Papí debes pedir un deseo. —Su sonrisa es tan brillante que hace que me contagie de ella y se la devuelva. Amo a mi hija; puede que haya sufrido, pero no todo es malo.

—Estoy indeciso en qué desear, ¿Qué tal si soplamos juntos las velas y tú pides el deseo por mí? —Sus ojos se iluminaron de tal manera que parecían dos estrellas brillando en el cielo; mis dos estrellas favoritas.

—¿Eso se puede hacer, papí? ¿No sería trampa? —Con una sonrisa llena de amor asentí para ella mientras colocaba un mechón rebelde de su cabello tras su oreja.

A pesar de que quiere aparentar ser una adulta, mi bebé aún es inocente; es esa inocencia la que me cautiva y me hace querer protegerla con todo mi ser.

—Claro que sí, como es mi deseo yo pediré que tu deseo se cumpla y así cuando tú pidas el tuyo se hará realidad ¿No es un buen plan? —Abby asintió rápidamente emocionada mientras me soltaba para aplaudir.

—Si, si, siiiiii. —Su emoción es tan palpable que todos en la sala, y con todos me refiero nada más a mamá,  papá, Abby y yo, nos contagiamos de su alegría. —Abu viste papá es el mejor, me regalara su deseo.

—Lo se mi vida, pero si no soplan rápido la vela se acabará y no habrá deseo para ninguno. —Sus ojos se abrieron de manera exagerada y me miró expectantes.

—Vamos papi a soplar, a soplar. —Rio un poco y asiento.

—A la de tres, ¿vale? —Ella afirma con su cabeza a mis palabras,  emocionada esperando a que yo cuente. — Uno, dos y tres.

《Que todos los deseos de Abby se hagan realidad. 》—Yo cumpli la parte del trato.

Si, no voy a negar que los años han sido difíciles, pero momentos como estos me dan la fortaleza de seguir. Después de todo puede que sí pueda continuar; empezar a escribir un capítulo nuevo o incluso un nuevo libro.

Los años me llevaron a cumplir nuestros sueños juntos, logré comprar la casa que una vez estuvo solo en nuestra imaginación y que ahora disfruto con nuestra hija. Alex amaba las plantas así que mantuve el jardín como ella lo hubiese querido lleno de vida y colores; es el lugar favorito de Abby, se parecen tanto que no hay palabra para describir tantas similitudes.

Once años después del peor momento de mi vida, puedo decir que tengo todo lo que quise alguna vez, mi propia empresa, una casa hermosa, la mejor hija que me pudo regalar la vida, pero solo me hubiese gustado compartirlo con ella.

Si soy sincero no sé cómo lo logré; quizás fueron las grandes cantidades de horas tratando de olvidarla, pero ahora mi empresa es una de las más influyentes en el país, me va bien y de manera profesional me siento realizado; podría incluso decir que tengo una pequeña fortuna.

A pesar de los años que han transcurrido cada cierto tiempo tomó el diario de Alex, suelo leerlo cuando siento que el vacío de su pérdida me vuelve a intentar consumir. Sus palabras aún desde la distancia del tiempo me ayudan, cada que las leo de alguna manera mágica  logra sacarme una sonrisa sincera, me hacen sentir por unos segundos con la vida que desee siempre.

Algo que he aprendido durante todos estos años es que aunque el camino puede estar lleno de piedras y muros, uno debe aprender a caminar sobre ellas y a saltar muy alto.

El tiempo ha pasado lento pero a la vez tan rápido, hace nada le daba de comer a Abby; ahora estoy acá con treinta y seis años y una hija a nada de entrar en la adolescencia; teniendo una vida cómoda aunque no placentera del todo.

Debo dejar a Alexandra descansar lo sé, pero por años intente conseguir a alguien que si bien nunca sería Alex, pudiera completarme, pero aún hasta ahora nunca he conseguido a una mujer que me haga sentir aunque sea una cuarta parte de lo que alguna vez sentí por mi esposa. Obviamente no he sido un santo durante estos años; he tenido aventuras de una noche máximo dos, pero de ahí no he logrado salir, nada se siente correcto.

Ninguna de las mujeres que he conocido después de ella ha logrado convencerme de llegar a algo más. Además si decido incluir alguien en mi vida, Abby tendrá mucha voz y voto en ello.

—¿Papi, quieres saber que pedí? —Abby se acerca a mí con sus mejillas algo manchadas de chocolate por el pastel.

—Claro mi vida. —Agarro una servilleta de la mesa y limpio su mejilla.

—Primero pensé en una hermanita, pero es obvio que no puedo tener una sin una nueva mamá, así que pedí una mamá nueva.

《 Santa mierda》

(...)

Hay tantos papeles sobre el escritorio que de solo verlos me causa dolor de cabeza, un gran suspiro sale de mis labios mientras masajeo mis sienes, ayer había llegado tarde a casa y solo pude ver a Abby dormida en su cama, hoy parece que voy por el mismo camino aunque no puedo y no quiero fallarle a mi bebé.

Pero es difícil y la fecha no ayuda mucho —además que la odio porque me trae malos recuerdos—, pero lo cierto es que diciembre es un mes lleno de trabajo pero la verdad es que cuando trabajo en exceso también me siento mal, porque siento que soy el mismo hombre que perdió al amor de su vida.

Vuelvo a mirar los papeles sobre la mesa y agarró un bolígrafo para empezar a firmar toda esa  montaña de trabajo. Me concentro tanto en los jodidos contratos que olvidó la hora, hasta que el intercomunicador suena y me hace sobresaltar.

El reloj sobre mi muñeca me informa que son las nueve de la noche; y eso me hace maldecir, veo el identificador y se que es Liz antes incluso de verlo, también sé que es lo que va a decir, debo atender rápido o el regaño será aún peor.

—Dime Liz —respondo con tono firme, no puedo mostrar miedo a mi madre delante de los empleados ¿Verdad?

—Señor su madre ha llegado junto a su hija y desean verlo —la voz de Liz demuestra incomodidad, seguro mi madre la ha regañado por ser cómplice de mi comportamiento, pero ¿Que puede hacer ella más que obedecer?  Pobre mujer, en qué líos la hago meterse.

—Hazlas pasar y ve a casa con tu familia Liz. —Son las nueve de la noche y ella está aún acá un veinticuatro de diciembre. Si alguien quisiera acusarme de explotador tendría pruebas, pero Liz es demasiado fiel como para incluso quejarse.

—Gracias Señor, ya van en camino —responde en el mismo instante en que una niña hermosa entra casi que corriendo por la puerta de mi oficina y detrás de ella entra mi madre con el ceño fruncido caminando hacia mi, como si fuese ama y señora del lugar.

Se que un gran regaño se acerca simplemente suspiro y espero lo que se viene, pero antes solo recibí el abrazo de oso de mi hija.

—Papí ya es muy tarde. —Y mi hija sabe cómo hacerme sentir mal, porque hace esos ojitos de perrito que me hace sentir como una mierda de padre por no estar con ella un día como hoy.

Ella sabe que no es mi día favorito, pero aún así trato de hacerla feliz en estas fechas porque ella no tiene culpa de nada.

—Lo se bebé, lo siento no ví la hora. —le devuelvo el abrazo con cariño.

—Bastián eres un explotador, pobre mujer un día como hoy y aún en este lugar hasta estas horas. —Veo como se sienta frente a mi escritorio con aire de cansancio, como si estuviera acostumbrada a tener que regañarme.

Paso mi mano por el cabello despeinandome y a su vez sintiéndome realmente cansado, llevo toda la semana trabajando muy duro y las horas de descanso han sido casi nulas.

—Lo siento mamá de verdad no note la hora pensé que era más temprano. —Mi madre entre cierra los ojos y suspira.

—Sé que no es tu época favorita pero…

—No quiero tomar ese tema mamá —digo en tono serio mientras la miro a ella y luego a Abby, ella parece entender y simplemente se levanta, da dos palmaditas al aire y dice.

—Vamonos, no vamos a recibir a Santa en este lugar. —Abby asiente emocionada y entre las dos me hace colocarme mi saco y salir de aquel lugar.

Los tres caminamos hacia el ascensor y de forma disimulada mi madre me susurra.

—No creas que así acabará el regaño. —Creanme que me fue imposible no voltear los ojos como un adolescente, cosa que claramente no era y que gracias a Dios mi madre no vio.

—Mamá no empieces...

—¿Qué no empiece? ¿Crees que es lindo ver como tu hijo se destruye a sí mismo? El exceso de trabajo no es bueno Bastian, igual lo hablamos después. —lo último lo dice en un susurro amargado mientras el ascensor se abre frente a nosotros. 

—El abuelo nos está esperando, insistió en hacer el pavo. —mamá y yo hicimos una mueca inconsciente, mi padre no es muy buen cocinero.

—Esperemos no morir intoxicados esta noche.

—¡Bastian!

—¡Papá!

—No se hagan las inocente saben que no cocina bien. —Ambas se miraron y terminaron riéndose porque era cierto, corríamos el riesgo de morir intoxicados.

El viaje a casa de mis padres fue rápido estaba nevando fuerte como cada año, pero a mi hija parecía gustarle observar como los copos de nieve caían sobre la ventana, yo a cambio odio la maldita nieve

Al llegar papá nos recibe con una mesa ya lista, ya la tradición no es como antes solo nos reunimos nosotros cuatros en casa de mis padres siempre  cada nochebuena.

Cenamos en una charla tranquila, Abby nos contaba como su mejor amiga se había comprado unas cosas para el cabello que brillan —una clara indirecta de que también quería unas y como todo padre consentidor le iba a comprar —y ella juraba que se veía hermosa con ellos.

—Así que pensé, si Anny se ve linda con ellos, yo también. —Si, claramente quería unos.

—Vere si Liz puede conseguir unos de esos.

—¿Enserio, papá? —asiento de forma casual, mientras mi madre solo rueda los ojos.

—No deberías consentirla tanto.

—El burro hablando de orejas. —Mi madre ríe porque sabe que tengo razón, ella es igual o incluso peor que yo.

—¿Qué burro? No entendí. —Y es así como Abby nos hace estallar a todos en carcajadas.

(...)

De alguna manera mi madre logró que no pisará la oficina hasta enero, recibimos el año nuevo también juntos en general fueron buenos días.

Con ellos siempre se vuelve un momento agradable a pesar de las fechas.

Entro a mi oficina y suspiro al sentarme en la silla detrás mi escritorio, sinceramente me sirvió el descanso —aunque ví algunos asuntos desde casa, gracias a Liz—, miró la pila de papeles por revisar y firmar un calambre en mi cabeza se hace presente y hago una mueca, sí definitivamente tengo mucho para distraerme; ser jefe no es fácil, de hecho es sumamente estresante que otros dependan de tus decisiones, pero es lo que siempre quise y sinceramente no me puedo quejar.

Liz entra a mi oficina para la junta matutina, pero detrás de ella entra una chica menuda de estatura media, piel extremadamente blanca manchada de pecas  y de cabello rojizo, ¿De que me he perdido?

La mujer detrás de mi secretaria me mira emocionada, lo cual es extraño porque no la conozco. Su mirada me recuerda algo y de alguna manera  me transmite tanto; porque esto es incómodo.

—Buenos días señor Alarcón —saluda Liz con su sonrisa habitual —Ella es la nueva pasante que me estará ayudando con todos sus pedidos, Samantha Durán; estudiante de Publicidad y Mercadeo en su noveno trimestre. —Solo asiento y esta chica me sonríe de manera hermosa causandome una sensación de incomodidad que no sé explicar.

—Es un placer conocerlo señor Alarcón —habla en un tono suave y tenue que causa un escalofrío por todo mi cuerpo.

¿Quién es esta mujer?

Miel, Venezuela 06/04/2017. 6:40 PM
Editado 15/05/2021

Hola chicos, como dije anteriormente (en el muro de la cuenta) los días de actualización ahora serán los sábados o domingos. Gracias.  

Olvasás folytatása

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