Ailana
Cuando nació no era más que una hermosa bebe de ojos hipnotizantes. La mayor parte del tiempo se la pasaba balbuceando y tirando babas, encerrada en una habitación como si fuera un cristal que al más mínimo toque podía romperse. En realidad, se trataba completamente de lo contrario, un ser desenfrenado; una bestia capaz de ejecutar a cualquiera sin el más mínimo titubeo, ni dificultad.
A corta edad ya era capaz de hacer cosas horrendas, lastimando casi sin darse cuenta, pero transcurridos casi 18 años, podemos decir con certeza que sabe lo que hace, sus vestiduras se han ennegrecido. Lastimar es un placentero deseo que al no ser satisfecho, se convierte en una dolorosa necesidad.
Su madre a dejado de amarla y al verse sin más opciones para contenerla, recurre a una opción egoísta: enviarla al único lugar donde quizás lo de su interior se extinga, aún si eso es lastimándola.
Cuando Ailana llega al pueblo que conforma la gran y próspera manada, el caos se desata. En su interior sensaciones extrañas se retuercen, algo repudia fuertemente todo lo que sus ojos alcanzan a ver.
Al verla desprotegida, las tinieblas no pierden la oportunidad y varios sucesos aterradores se desatan tanto en la antigua mansión como en el bosque que tanto ama, golpeando su cordura seguidamente, buscando su rendición y obediencia absoluta.
Sombras deformes la acechan y gritos que solo parece escuchar ella, le repiten constantemente la orden. En su mente no hay ni un solo segundo de descanso, y en su cuerpo han empezado a salir con mayor frecuencia los verdosos moretones.
Aún con todo en contra, su decisión de mejorar flaquea sin derrumbarse, pero se ve gravemente amenazada cuando un delicioso aroma invade absolutamente toda su atmósfera, y por fin lo conoce.
Declan la cautiva de una manera tan impresionante que le resulta completamente aterradora, y definitivamente a aquello que la tormenta no le agrada para nada él.
Descubrir quién es él puede resultar desastroso y por ello la única opción que tienen todos los que saben la verdad, es esperar a su cumpleaños, cuando los sellos por fin se rompan y la verdad se descubra.