Los sueños secretos de Sophie

By Hitto_

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Sophie siempre busca ser la mejor en todo. Sin embargo detrás de esa fachada esconde muchos secretos y sueños... More

1. Sophie Cohen
2. Ian Key
3. El pastel de cumpleaños
4. La esperada fiesta
5. Cómo deshacerse de Ian Key
6. Una cita casi perfecta
7. Paranoia y vida Zen
8. Al diablo con el zen
9. Un largo día
10. El intruso
11. Amor licano
12. La excursión
13. Olvidados perdidos y en problemas.
14. ¡Vamos a morir!
15. Nueva oportunidad
16. Persecuciones
17. Sangrienta venganza
18. Empieza el juego
19 ¡Yo quiero una invitación!
20. Todo por un vestido
21. La busqueda del tesoro
22. Él no me gusta ¿o sí?
23. De nuevo a escapar
24. ¡Yo no la choqué!
26. Hora de revelar sentimientos
27. Te diré mil veces que te amo
Regalos y multimedia (cap. especial)
28. Una promesa
29. Algo de descontrol
30. ¿ Y a Sophie quién la cuida?
La oscuridad nos persigue
32. pTres mil litros de puddin de chocolate
33. Educación sexual
34. Quiero ser mejor
35. Tarde de chicos
36. La rebelión de Claudia
37. Nuevo semestre, nuevos problemas
38. Té con los Roach
39. El muro cae
40. Cambiar de sueños
41. Un voto de confianza
42. Bienvenida a Saint Abel
43. Desenmascarando a la princesa
44. La casamentera
Cantar o perder
46. Sombras del pasado
47. La decisión más difícil
48. El costo de los secretos
49. Igual a las novelas
51. Verdades que duelen
51. Buscando vías de escape
52. Un final y el inicio de algo nuevo
Epílogo

25. La casa de los decapitados

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By Hitto_

Lo que más le agradaba de las vacaciones era dormir horas extra. A diferencia de su madre, a ella le encantaba tener un par de días para dormir casi hasta media mañana y bajar a desayunar después que el resto de su familia.

Vertía leche de soja en su bol de cereal cuando le tocaron la puerta de la cocina.

A través de la ventana distinguió a Ian. Los nervios volvieron a aflorar, se sentía tonta, pero era inevitable. Con cada nuevo detalle, momentos que pasaban juntos y las cosas que iba descubriendo sobre él, se sentía más abrumada en su presencia.

—Creí que habíamos quedado de vernos en la tarde —habló abriéndole la puerta para darle paso.

—Bonito pijama —dijo Ian mirándola con seriedad de arriba abajo.

A Sophie se le vino el mundo encina dándose cuenta que llevaba su pijama más infantil, uno rosa con nubes celestes, y para complementar al atuendo: unas mullidas pantuflas con cabezas de gatitos, que se asemejaban más a peluches incrustados en sus plantas que a un calzado.

—En las mañanas tengo clases con Daniel y en la tarde... —Comenzó a explicar Ian antes de verse hablando solo, Sophie ya había corrido como endemoniada hacia su habitación, tropezando con cuanto mueble se le cruzó y resbalando en el piso de madera.

Además de sus torpes y nerviosas reacciones, encima hacía el ridículo de esa manera. A pesar de querer sacárselo de la cabeza y minimizar el asunto, no podía permitirse verse mal frente a él. En circunstancias anteriores la forma en que él la viese le habría importado muy poco, pero a sabiendas de lo mucho que le gustaba, no era permisible que Ian, además de no tomarla en cuenta, tuviese motivos nuevos para molestarla.

Sin perder el tiempo sacó ropa nueva del armario y se arregló lo mejor posible, dejándose el cabello suelto, tal vez a él le gustaría más así... o eso pensó antes de recapacitar, no quería impresionarlo, quería que las cosas volviesen a ser como antes, y al mismo tiempo no verse mal... al final de cuentas, no sabía qué impresión quería causarle. Era demasiado confuso, sus sentimientos la incentivaban a cercarse más a él, gustarle y declararle sus sentimientos; su instinto de supervivencia, que había actuado siempre frente al resto del mundo, le incitaba a mostrarse indiferente, seguir odiándolo, seguir viéndolo como su enemigo.

Con la cabeza en alto y su ensayada actitud de indiferencia, bajó a la sala, donde Ian ya le daba tutoría a su hermano más pequeño.

Sophie aprovechó el tiempo para practicar la guitarra. La audición se acercaba y debía estar más que lista. Concentrada tocó cada nota y pensó cada palabra que salía de su garganta para otorgarle el sentimiento adecuado.

—Sigue siendo demasiado dulce.

Se sobresaltó al escuchar a Ian, quien la había estado contemplando por largo rato desde la puerta.

La tutoría había terminado y había preferido dejarla terminar de cantar la última canción antes de comenzar con el proyecto.

—Al menos elijamos el lugar que investigaremos y hagamos un cronograma, así podemos dejar espacio para tus prácticas. —Con la misma actitud pretenciosa de siempre, tomó un cuaderno del escritorio de Sophie y una lapicera—. Hoy empezamos eligiendo el lugar, esta tarde vamos al lugar, mañana en la mañana empezamos con la investigación, pasado mañana en la mañana continuamos con la investigación... —Desordenadamente anotaba ideas sueltas en el papel mientras Sophie lo miraba más sorprendida que antes, poniendo una mueca e intentando comprender su cronograma.

—Espera ¿y qué hay de mañana en la tarde? —preguntó una vez que alcanzó a comprender las primeras frases.

—No puedo, los martes, miércoles y jueves en la tarde tengo cosas que hacer.

— ¡Ah no! ¡Si me acortas los ensayos, tú también dejas lo que sea que haces en las tardes! —replicó notando la injusticia de Ian. ¿Se creía que sólo sus actividades importaban? ¿Qué había de ella? ensayar para su audición era muchísimo más importante que cualquier cosa que él tuviese que hacer.

—Mis cosas no puedo dejarlas —avisó.

— ¡Sólo tenemos veintiún días para terminar el proyecto! ¡No podemos perder nueve tardes! O dejas tus actividades, o haces el trabajo y lo otro al mismo tiempo.

— ¡Bien! —aceptó rezongando.

— ¡Bien!—confirmó Sophie también exaltada—.Bien... qué lugar elegiremos ¿Qué tal la plaza central? Podemos hacer una especie de reportaje con los acontecimientos históricos a lo largo del tiempo, como la primera revolución, la firma del acta de independencia, presidentes que fueron colgados o quemados vivos ahí... —Calmadamente regresó al punto importante de su reunión.

—No, te apuesto a que más de uno hará la investigación sobre la plaza, debemos buscar un lugar poco conocido e interesante.

— ¡Ya sé! —Escuchando las palabras de Ian, a la chica se le ocurrió una idea—. ¡La casa de los decapitados!

— ¿Qué? No vamos a hacer nuestro trabajo en base a ninguna casa que tú consideres terrorífica.

—Ignorante, se nota que conoces poco de la historia de este país —habló orgullosa, feliz por saber sobre algo en lo cual Ian tenía completo desconocimiento —. No está lejos de aquí; hasta hace unos cincuenta años era la casa presidencial, pero durante un golpe de Estado ejecutaron al presidente y a su familia, junto a todos los que vivían o trabajaban ahí. Fue una masacre y la casa está abandonada porque los espíritus rondan la casa, la han exorcizado tres veces y aun así se siguen escuchando gritos y disparos —relató con tono tenebroso—. No solo la masacre sucedió ahí, también encontraron una sala de torturas en el sótano y varios hechos importantes se llevaron a cabo.

Ian alzó un ceja y le propinó una fría mirada, si había algo en lo que él no creía era en fantasmas e historias tenebrosas. A pesar de que Sophie se veía entusiasmada con la idea, no pensaba realizar el trabajo más importante en lo que iba de su vida, relatando historias terroríficas.

— ¡Está documentado! —explicó Sophie al ver el poco convencimiento de Ian—. Si quieres sacamos la parte de los fantasmas y nos enfocamos solo en los hechos históricos. —Esta vez, ella fue quien mostró poca convicción.

—Está bien, iremos a la casa de los asesinatos y la filmaremos de noche, a ver si se aparece un dichoso fantasma. —Disimuló su sonrisa al notar que Sophie ocultaba su mejor rostro de pavor; aunque ella se negase a admitirlo, tenía miedo a ese tipo de relatos. Le encantaba contarlos y averiguar sobre ellos, pero no ir a casas embrujadas de noche o quedarse sola en la oscuridad. Era de las que "observaba de lejos".

Ian volvió a encontrarse con Sophie, en esa ocasión con una videocámara para comenzar sus primeras tomas.

Como Sophie le había informado, la ex -casa presidencial no quedaba lejos de ahí. La modernidad de la cuidad había crecido alrededor de ésta, marcando la diferencia entre el siglo XXI y el XX. La enorme casona sobresalía por su deteriorada fachada de estilo colonial que se abría paso entre modernos edificios.

Como era de esperarse, se encontraba vacía, los atroces hechos ocurridos en el pasado, habían disuadido al Municipio de adaptar aquel lugar como museo. Solo una placa con la leyenda: "Patrimonio Nacional", evitaba que ese lugar fuese vendido y derrumbado.

— ¡Entremos! —Sophie no tardó en querer aventurarse dentro de la casa; pese a tener un gran letrero en la entrada que decía: "Prohibido el paso", el cual para Sophie significaba: "Si no entras eres una cobarde y te pierdes lo divertido".

Vigilando que nadie los viese, desclavaron una tabla que cubría una de las ventanas del primer piso.

Entraron al polvoriento lugar con un ataque de tos. Estaba oscuro, pero algo de luz se filtraba por los cubiertos ventanales. El interior del recinto era más espeluznante de lo que Sophie había imaginado. Instintivamente se acercó más a Ian.

Notando lo que pasaba con la muchacha, Ian aprovechó de rodearla con un brazo mientras recorría el resto del lugar filmando con la cámara.

— ¿Crees que aquí los hayan matado? Te apuesto que es una mancha de sangre —mencionó Ian filmando al piso y sintió a la chica tener un ligero escalofrío bajo su brazo.

—Está bien como una revisión preliminar, volvamos otro día. —Sophie se sentía enclaustrada, el poco aire en el lugar cerrado y el polvo colándose en su nariz, le creaban una horrible sensación en el pecho.

—Necesitamos una prueba de que estuvimos aquí, en caso de que no podamos entrar otro día. —Ian soltó a la muchacha y le apuntó con la cámara—. Vamos, haz tu gracia, di algo espelúznate.

— ¡No molestes, deja de filmar! —Intentó arrebatarle la cámara, pero él la esquivaba con una increíble facilidad, sin dejar de grabar a la molesta chica, quien se quejaba con una graciosa e infantil mueca—. ¡Ian basta! —seguía reclamando mientras él reía, a veces Sophie se molestaba con cualquier cosa.

Cubiertos en polvo salieron de la casa al atardecer. No habían avanzado demasiado, pero al menos habían escogido el tema de su proyecto y habían pasado un buen rato.

—Mañana puedes tener tu tonta práctica, nos vemos directamente a la tarde, avanza algo —dijo Ian a modo de despedida.

Ian revisaba la filmación de la tarde. Tenía una toma general de la calle y la casa que investigaban, otras del interior, las cuales no le importaban en lo absoluto. Adelantó la grabación hasta encontrar las escenas de Sophie. Al principio aparecía la muchacha con un rostro de susto, luego fruncía la boca de una forma adorable y repetía que dejase de filmarla.

Ian sonreía al verla, le encantaba la forma en la que ella pronunciaba su nombre, sonaba tan tierna y graciosa como un gatito pidiendo leche.

—En qué pierdes el tiempo ahora —la fría voz de su tutor lo exaltó. Pausó la filmación.

—Nada, es para un trabajo del colegio —explicó buscando la forma de desconectar disimuladamente la videocámara de la computadora.

— ¿Un trabajo de colegio? ¿Y esa chica que hace ahí?

—Es mi compañera de equipo —pronunció bajando la voz.

El hombre apagó la pantalla y le quitó la tarjeta de memoria a la cámara.

— No andes perdiendo el tiempo con ella, tienes cosas importantes de las cuales ocuparte —le dijo saliendo de la habitación.

Ian protestó por lo bajo, odiaba que le dijese qué tenía o no que hacer, pero no le quedaba más opción que aceptar todo lo que le dijese, o hacerle creer que solo se dedicaba a lo que él le ordenaba.

Sophie lo esperaba en la acera de su casa, revisando los avances de su investigación; llevaba el suficiente material como para empezar a redactar el proyecto mientras Ian hiciese lo que tuviese que hacer.

Ella no quería demostrarlo, pero de verdad moría de curiosidad por saber qué era eso que ocupaba la mayor parte de las tardes libres de Ian.

—Ya estoy lista. Vamos rápido así no perdemos el tiempo. —Se levantó con energía mientras guardaba su tablet en la mochila.

Ian giró sobre sus talones y comenzó a caminar lento, dándole tiempo a la chica para que le diese alcance.

— ¿Y tu moto? —preguntó Sophie.

—No iremos en moto, iremos en bus.

— ¿A dónde iremos por cierto? —Respiró hondo antes de hablar, debía mostrarse lo más desinteresada posible.

—A casa de Marcelo, quien nos ayudó con la moto, debo cuidar a Samuel un par de horas hasta que su tía salga del trabajo —dijo levantando los hombros y en seguida Sophie lo comprendió todo, o casi todo.

En silencio caminaron hasta la parada, subieron al transporte y se sentaron juntos.

Ian parecía distraído, Sophie lo notaba algo preocupado, mas no se animaba a preguntarle, temía importunarlo y logar que se enfadase. Pensando cómo destruir la tensión le preguntó sobre Samuel. Ian volteó a verla y pensó un momento antes de responder.

—Samuel tiene una enfermedad en el corazón. —Intentó mostrarse despreocupado, mas Sophie notó que a él le importaba mucho, puesto que la expresión en sus ojos había cambiado por un momento al mencionarlo.

— ¿Y es muy grave?

—La verdad sí. Necesita un tratamiento, si no lo recibe morirá.

A la chica se le formó un nudo en la garganta. Morir era una palabra que a ella pocas veces se le había cruzado por la cabeza, y pensar que ese niño, quien era aún más pequeño Daniel, pudiese tener los días contados, cambió de inmediato su estado de ánimo.

— ¿Y por qué no se lo hacen? ¡Deberían hacerlo ya!

—Eso es lo que quisiéramos, pero el tratamiento es extremadamente caro. Marcelo tiene como tres empleos para poder comprar las medicinas que lo mantienen estable, hasta encontrar un donador.

— ¿De corazón?

—No, el no necesita un trasplante, me refiero a un donador de dinero. Samuel está inscrito en una institución para niños con problemas cardiacos, en la página web tienen todos los expedientes de los niños, para que gente que quiera ayudar a alguno decida a quién irá su donativo. Hay como doscientos niños inscritos y cada día aumentan, las posibilidades de que alguien lo elija son bajas, principalmente porque el tratamiento que Samuel necesita es el más caro.

Sophie sintió unas terribles ganas de llorar. Se sentía tonta, había pasado un largo rato con ese pequeño, en desconocimiento de su situación. En lugar de jugar o ir al colegio, Samuel esperaba que alguien milagrosamente se compadeciera de él mientras su padre trabajaba sin descanso.

— ¿Y qué hay de su mamá? —preguntó pensando que tal vez ella había muerto.

—No lo sé. —Ian encogió los hombros—. En cuanto Samuel enfermó hace un par de años, ella dijo que no podía sobrellevarlo y se fue.

— ¡Eso no es posible! Una madre nunca abandona a sus hijos, menos si están enfermos. —Incrédula, Sophie lo miró confundiendo el enojo con la tristeza.

—Por supuesto que sí, sucede más de lo que piensas, el mundo no es como en tus cursis fantasías, donde todo es felicidad y la gente siempre es buena. —Gélidamente volteó hacia la ventana y no volvió a dirigirle la palabra hasta llegar a su destino.

Igual a la vez que lo había seguido a ese barrio, Ian entró a un almacén. Sophie ya no le preguntó más, no lo necesitaba, resultaba obvio que Ian compraba comida para Marcelo y Samuel, ya que el padre del niño gastaba todo su sueldo en medicinas.

—Trae fruta —le dijo Ian.

Ella corrió al refrigerador del fondo del almacén y llenó una canasta con casi todo lo que encontró.

—Eso es demasiado, no me alcanzará el dinero —Ian se sorprendió al ver llegar a Sophie arrastrando la canasta por el peso, ochenta por ciento del cual se debía a las latas de piña que la chica había elegido.

—No importa, yo pago —avisó pagando al cajero y extendiéndole las pesadas compras al muchacho.

Con miedo de que las bolsas fuesen a romperse por el peso, Ian y Sophie subieron al departamento. Tras tocar un par de veces una señora les abrió.

—Pensé que llegarías más tarde —dijo Ian al verla.

La mujer parecía relativamente joven, pero denotaba amargura en su mirada.

—Salí antes del trabajo, ya le dije a Marcelo que no pude dejar a Samuel al cuidado de un niño.

Ian entró haciéndola a un lado, parecía acostumbrado a que la mujer lo tratase de esa forma.

—Elena, ella es Sophie. —Resoplando las presentó, dejando las compras en la mesa.

La mujer miró de pies a cabeza a Sophie, destilando reproche.

— ¡Hola Ian! ¡Hola Sophie! —Samuel salió de su cuarto al escuchar las voces y corrió directo hacia ellos.

—Hola, ¿cómo te sientes? —Sophie se arrodilló frente a él y le regaló una sonrisa. Aunque por dentro sintió a su alma encogerse, por fuera pretendió que nada sucedía. Su madre le había dicho muchas veces que la lástima es el peor sentimiento que uno puede tener hacia otro, y Sophie no quería ese horrible sentimiento despertar frente a Samuel.

— ¡Vete a la cama! —Lo regañó Elena—. Es por eso que nunca te curas, ¡Vete ya!

El niño hizo una mueca y regresó a su habitación.

—Te dejo las compras, este es el cambio, dáselo a Marcelo —Ian la miró retadoramente y dejó un billete en la mesa, luego salió de ahí con Sophie, quien por algún motivo tenía inmensas ganas de golpear a esa mujer.

— ¡Cuál es su maldito problema! —protestó una vez que se encontraron en la calle.

—No le hagas caso, ella es así, tan dulce como un pastel de hígado. Seguro no estará mañana.

— ¿Y ahora qué, nos vamos? —Sophie seguía enfadada, de verdad había querido pasar al menos un momento con Samuel para averiguar qué cosas necesitaba y así arrebatárselas a su hermano pequeño y llevárselas al niño más necesitado.

—Tengo otro lugar a donde ir —avisó Ian caminando de nuevo, en dirección opuesta a la estación de buses.

Sophie lo siguió confiada, ya se había olvidado por completo del trabajo.

Dos cuadras más adelante se encontraron con una plaza grande y descuidada, como todas las calles de ese barrio.

Un grupo de hippies artesanos vendían collares y aretes mientras algunos niños jugaban fútbol.

Alejada de todos, una joven mujer se encontraba dándole forma a un alambre; en el piso, una tela de terciopelo negro exhibía distintos trabajos de alambre de cobre y pedrería.

Ian se acercó a ella, la joven levantó la vista y como si hubiese sido impulsada por resortes, se abrazó de Ian y le llenó la cara de besos, de su mejilla izquierda a la derecha pasando por su boca.

Sophie no podía creerlo, le parecía que con solo un parpadeo la escena había cambiado: de la chica trabajando en el suelo, a la misma chica casi comiéndole el rostro a Ian.

Sophie pasó de la sorpresa por el acto inesperado al enfado en micro segundos. ¿Quién era esa chica y porque besaba a Ian? No lo sabía y no le importaba, solo le importaba hallar el punto exacto de su cuello para ahorcarla, dejarla inconsciente y luego clavarle sus artesanías en el pecho.

¿Qué hacer en esa situación? Ian no era nada de ella, no podía simplemente amenazar a esa joven para que se alejara de él, tampoco podía correr regando lágrimas tras de sí, aunque por un momento sintió ese impulso.

Antes de decidir. Ian la apartó y se limpió el rostro con la manga, poniendo la misma mueca que pone un niño pequeño al recibir el beso de una tía abuela desagradable.

— ¡Mony ya te dije que no acoses adolescentes! —Otro de los artesanos corrió desde el extremo de la plaza, al igual que Mony debía tener alrededor de diecinueve años, tres piercings en el oído izquierdo y cabello rubio muy largo.

— ¡Es que no puedo evitarlo! ¡Son tan lindos, en especial Ian, es tan dulce que me dan ganas de comérmelo! —expresó con los ojos brillándole como estrellas.

—Tiene quince, no cinco y yo soy tu novio ¿Qué pensará la gente? —la regañó intentando mostrarse molesto aunque se notaba que estaba acostumbrado a que su novia saltase a besar a cuanto niño lindo viese.

La joven asintió por complacerlo y sus ojos volvieron a iluminarse al ver a Sophie.

— ¡No me digas! ¡No me digas! ¿Es Sophie verdad? —gritó emocionada abrazando a la muchacha.

Ian abrió los ojos por el imprudente comentario.

—Sí, es Sophie —dijo entre dientes, tratando de separar a ambas.

—Ian nos cuenta mucho de ti... —comenzó a hablar y se calló de pronto, notando la mirada asesina qua Ian le dedicaba.

Tragó saliva y soltó a la chica, quien no comprendía nada de lo que sucedía.

Mientras Sophie tocia al recibir nuevamente aire, Ian decidió presentarlos para cambiar de tema, rogando que Sophie no hubiese prestado atención a las palabras de Mony.

—Ella es Mony y él Javier, viajan por el mundo, hacen artesanías y esas cosas, son novios y Mony una impulsiva a quien le gusta llenarle la cara de saliva al resto —explicó sin dejar de mirar amenazantemente a la joven.

Sophie no entendía bien, pero la chica que se le había abalanzado a Ian tenía novio, eso fue suficiente para reprimir sus instintos asesinos.

Mony parecía agradable, y en segundos ya estaba convenciendo a Sophie de comprarle algo. La muchacha miraba con interés. Los collares y pulseras que Mony hacía se veían diferentes al del resto de artesanos, tenían un estilo muy característico, el cual Sophie no tardó en reconocer. Observó curiosa un par de hebillas de cabello, eran bastante similares a las que ella había recibido en su cumpleaños, pero las suyas eran mucho más hermosas que las que ahí se exhibían.

Ian parecía entretenido conversando con Javier así que intentó salir de dudas.

—Mony ¿Alguna vez Ian te compró unas hebillas similares a estas? —le preguntó confirmando su teoría.

—Sí, hace unos meses, me tuvo como loca buscando piedras azules que tengan la misma tonalidad de tus ojos —habló divertida, volteando los ojos al recordar las horas que había tardado en hacer una manualidad simple por la indecisión de su amigo.

Sophie volteó hacía Ian, le parecía increíble, todo ese tiempo había pensado que Esteban le había regalado esas hebillas. En ese entonces, ella recién había conocido a Ian, y éste no dudaba en repetirle que no la soportaba ¿Por qué le había dado un regalo entonces?

— ¿Y de dónde se conocen tú e Ian? —intentó disimular el ligero sonrojo de sus mejillas con la pregunta y desviando la atención a una pequeña cruz plateada.

—Estábamos en el mismo colegio. Ian estaba en el curso de mi hermano menor y era novio de mi hermana —explicó quitándole a Sophie la cruz que miraba para colocarle un cordel de hilo encerado.

Sophie tardó un segundo en comprender y puso su mayor expresión de sorpresa.

— ¿Eres hermana de Vincent?

—Sí —bufo irónica—. El pequeño presuntuoso es mi hermano, por parte de padre solamente ¿Increíble no? cualquiera hasta dudaría que somos de la misma especie.

Sophie rió, era verdad, Mony no se parecía en nada a sus medios hermanos. Físicamente era un polo opuesto a Camila, tenía el cabello oscuro y lacio, los ojos marrones y a diferencia de su hermana no llevaba ropa de marca; y en cuanto a la personalidad, ni hablar, de verdad podían pasar por especies diferentes.

Mony le depositó a cruz en la mano y aceptó la paga asegurándole que le daba un descuento por estar con Ian.

—Ya debemos irnos. —Ian se aproximó a ella sacándola de sus pensamientos.

— ¿A dónde?

Él no le respondió, la tomó de la mano como hacía últimamente y despidiéndose de Mony y Javier la llevó una cuadra más allá.

Doblando la esquina se encontraron frente a una casona vieja, un parque se encontraba al lado y desgastado letrero decía: "Hogar de niños".

Ian no dudó en entrar; traspasaron el patio delantero y tocaron el timbre, a los pocos segundos el portero les abrió.

Sophie miraba al rededor imaginando lo que Ian hacía en ese lugar.

—Hola Ian, pasa, los niños te están esperando —dijo el amable portero a modo de saludo.

El muchacho respondió con una ligera inclinación de cabeza y enseguida una mujer apareció.

—Ella es Sophie, va a ayudarme esta tarde. —Después del saludo, Ian puso a la chica que lo acompañaba en su delante.

— ¡Ayudarte en qué! —exclamó, rogando que él no le estuviese tendiendo una trampa y terminase por limpiar baños.
—Con los niños —respondió con obviedad encaminándola a una sala.

El hogar era bastante humilde, la pintura de las paredes se desprendía por la humedad y las puertas chirriaban a cada momento, resultando molesto si se escuchaban por mucho tiempo.

La sala de estudios era más bien pequeña, una modesta estantería almacenaba una pequeña colección de libros y tres mesas se encontraban distribuidas. Un grupo de diez niños de diferentes edades conversaban mientras escribían en sus cuadernos.

Los pequeños rostros se dirigieron a los muchachos que acababan de entrar y en seguida un grupo de niñas corrió a abrazar a Ian y extenderle sus cuadernos.

—Esperen, ya iremos de a una. —Ian sonreía muy divertido con las pequeñas—. Ella es Sophie, nos acompañará hoy —la presentó y Sophie parpadeó un par de veces; saliendo de su trance, en el cual Ian le parecía la persona más dulce y buena del planeta.

Aquel era un motivo más para odiarlo y amarlo a la vez. En su tiempo libre hacía lo que Sophie jamás hubiese imaginado: ayudar a niños sin padres.

Además de atractivo e inteligente era generoso y considerado ¿Podía ser más perfecto? Ya podían canonizarlo en vida y eso a Sophie le molestaba en cierta forma, cada segundo que pasaba lo quería más.

Dos niñas se agarraron rápidamente de las manos de Sophie y la jalaron a hacia sus mesas.

— ¿Qué es lo que haremos? —le preguntó a Ian, aún no entendía su labor.

—Doy tutoría a los que tienen más problemas en alguna materias; ya que estás aquí, se útil y ayuda a un par con sus tareas. —A pesar de que sus palabras sonaban desinteresadas, su mirada vislumbraba felicidad.

Sophie nunca había visto a Ian sonreír tantas veces y aquello hacía que se perdiera cada vez más en su ensueño. Antes de darse cuenta ya se encontraba contemplándolo embobada, mientras las niñas trataban de llamar su atención.

— ¿Qué te pasa? — Ian volteó hacia ella y Sophie recién salió de su ensueño, agarrando nerviosamente un libro al revés y sin siquiera saber la materia se hizo a la que explicaba.

Después de un momento, Sophie se olvidó de Ian y comenzó a ayudar a las niñas con su tarea de matemáticas. Definitivamente ir a dar tutoría a un grupo de niños no estaba en sus planes, pero de verdad disfrutaba del acontecimiento repentino. No solo había conocido mucho más sobre Ian, también había disfrutado sintiéndose útil al ayudar a ese par de niñas que en menos de media hora ya la consideraban su heroína.

— ¿Vas a volver? —Una pequeña niña le preguntó a Sophie mientras acababan la tarde de estudio.

—Por supuesto —afirmó sin pensarlo.

— ¿De verdad vendrás? —Ian llegó a su lado y preguntó extrañado y algo entusiasmado.

—Por supuesto que sí. Llegué a tiempo, seguro más que enseñarles los confundes, necesitan que alguien los saque del error en el que seguramente los metiste —respondió petulante. Algunos niños reían, más por verlos tener una pequeña discusión que por lo que decían—. ¿Y por qué das tutorías aquí?

—Porque lo necesitan. —Levantó los hombros—. A mi me hubiese gustado que alguien me ayudase con la tareas cuando vivía en un orfanato.

Sophie se sintió un poco mal, ya había olvidado que Ian era huérfano y seguro había vivido en un lugar similar.

Algo agotados se recostaron en el asiento del bus de regreso. Ya anochecía y Sophie aún procesaba todo lo acontecido en la tarde. Con solo un par de horas había conocido otra faceta de Ian, en realidad, una que siempre estuvo, pero a ella no le había interesado conocer.

Ian miraba por la ventanilla distraídamente, apoyando la cabeza en el cristal, comenzando a adormilarse con el movimiento y las ligeras sacudidas del transporte. Cerró los ojos, más bien parpadeó y sintió la mano de Sophie deslizarse por su brazo hasta su mano, sin pensarlo la tomó y la apretó suave. Sentir la pequeña mano de la chica era agradable, más sabiendo que ella se la había entregado sin motivo aparente. Luego Sophie apoyó la cabeza sobre su hombro y entonces sintió un cosquilleo en el estómago.

— ¿Ian qué somos? —le preguntó agarrándolo desprevenido.

— ¿A qué te refieres?

Sophie levantó a cabeza y lo miró buscando sus ojos.

—Me refiero a nosotros, ¿Somos enemigos? ¿Amigos? —El momento parecía oportuno para aclarar ciertos aspectos que la tenían confundida y realmente necesitaba saber qué era lo que él pensaba al respecto.

—No sé —manifestó con indiferencia, la misma indiferencia que a ella le lastimaba más que si la golpease—. No sé cómo definir nuestra relación, pero me agrada, supongo que somos algo así como rivales con derechos —al decir esto miró a la chica de reojo, esperando ver su reacción.

Ella volvió a recostarse en su hombro y no dijo nada más. Tampoco sabía lo que eran, y también le agradaba; le importaba tenerlo cerca, el resto eran etiquetas.

Aún tomados de la mano llegaron a casa de Sophie, en todo el trayecto no habían conversado, cada uno se mantenía en sus pensamientos.

—Fue bastante divertido, mañana tendremos que trabajar el doble.

—Sí... mejor duerme bien. —Ian le soltó la mano y como si fuese un acto rutinario le dio un beso. No fue largo, pero si expresivo.

Para Sophie ese beso había sido diferente, no mejor ni peor que los otros, simplemente... especial.

Casi saltando de alegría entró a su casa, su padre y su hermano Tiago miraban atentos la pantalla de la portátil de su padre. En cuanto la vieron, pusieron un gesto indescifrable para ella.

Les añado una canción que hace años encontré de muuuucha casualidad y me recordó a Ian. 

***********

Ian es un niño bueno? en el siguiente capítulo Sophie le confieza sus sentimientos a Ian? psss lo sabrán en el proximo :D

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