Ghost; Mark Tuan; Im Jaebum

Door minost

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"-Entonces, ¿no puedo tocarte? -No cariño, yo decido qué tocar" ---- A veces, en el mundo nos suceden cosas... Meer

Before
Ghost
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8

Capítulo 6

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Door minost

Al llegar a casa lo primero que hice fue lanzarme a la cama boca abajo, dándome de sopetón directo en la nariz. Refunfuño por ser tan despistada y siempre hacerme daño por ser precipitada. Lanzo la maleta a un lado, literalmente la tiro al suelo, olvidando que dejé mi botella de vidrio, seguramente ya se había hecho añicos. Pero estaba cansadísima, como si hubiese corrido un maratón. Me dolían los pies, sin añadir que mi estómago rugía peor que un león en ayunas.

Me quejo y doy vueltas en la cama, pero tengo demasiada pereza como para levantarme y traerme algo para saciar mi hambre. Giro, me retuerzo, y hasta me hago bolita, pero me encuentro incómoda. Me siento, exasperando y maldiciendo internamente por no encontrar una posición favorable.

—Pareces un perro —me dice el rubio, quien está sentado cómodamente en el sillón. Su característica sonrisa socarrona llena de burla se alza y yo quiero golpearlo para quitársela de ese bonito rostro.

—Tú estás muerto y no te digo nada —ataco, mandándole una mirada asesina y bufo al percibir que semblante pondrá.

Él pone mala cara.

—Sí, sí, qué graciosa... —me lanza un cojín.

—Hijo de tu-

Estoy a punto de tirarle con la mayor fuerza posible el bendito objeto que cayó de lleno en mi cara, pero la voz de mamá hace que este se resbale de mis dedos y maldiga el llamado.

—¿Ayem cenaste? —grita mamá desde la primera planta—. ¿Te llevo comida? —me pregunta.

—¡Siiiiiiiiiií!

—Tonta —murmura Mark, sonriendo.

—Estúpido.

—Lenta.

—Narizón.

—Bruja.

—Muerto.

Sonrío para mis adentros, y ahogo una carcajada al ver su semblante de odio. Me permito suspirar.

—Estoy tentado a entrar en ti de nuevo.

—¿Qué?

No es yo que tenga una mente sucia, sino muy creativa. Y su mensaje implícito no ayuda de mucho. Me niego a actuar como una niñata que le tiene miedo a todo eso.

—Hacer tonterías, quizás besar al cejotas, obviamente en tu nombre y cuerpo, haría que dejes de decirme muerto.

Mark cruza sus brazos detrás de su cabeza y se echa para atrás. Muerdo mi labio con fuerza y reprimo con todas mis fuerzas lanzarme a él como una fiera y dejarlo calvo. No solamente porque haya llamado a Jaebum, cejotas, sino por mí también. Quizás estos últimos días mi humor estaba de perros, pero no tenía la culpa; o eso creía. Era el puñetero chico fantasma que me hacía la vida imposible con sus cometidos o cualquier cosa que implicaba abrir la boca. Además, sabía que esto apenas había empezado.

Jesús.

—No lo harías.

—No me conoces —y sin más, se esfumó.

Justo en el preciso momento en el que él desapareció, mi mamá entró por la puerta, trayendo consigo un plato de comida caliente.

Olvidé el suceso con el chico y simplemente le dije a mi mamá cuánto la amaba, y no solo porque me haya traído comida a la cama.


*****

Iba a ganar unas ojeras enormes de seguir así.

En mi nuca puedo sentir el aire tibio que su respiración emana de sus fosas nasales. Esa leve sensación no viva ocasiona un vaivén en mi interior que me grito internamente para no ceder. Relamo mis labios con parsimonia y suspiro con notorio hastío antes de girar sobre mi sitio para verlo.

A pesar de la tenue luz lunar que se proyectaba por mi ventana, podía ver sus vivas facciones. Su piel parecida a la porcelana, blanca y sin imperfecciones. Si pudiese tocarlo hasta podría comprobarlo, pero cosas así no sucedían. Los pequeños lunares que estaban dispersos en su rostro generaban que de alguna extraña manera quisiese unirlos para formar una constelación única.

Volviendo al tema, aún odiaba que su piel fuese mejor que la mía.

—Mark... —ni un sólo movimiento—. Mark por favor... —le rogué al chico de cabello rubio que se había colado de nuevo bajo mis sábanas blancas, intimidándome con su sola espiritual presencia.

Cierro mi mano en un puño y luego la abro para intentar tranquilizarme y no ponerme a gritar para que saliese.

Una chispa de ilusión se encendió en mí cuando vi que sus párpados parecían querer abrirse.

—Uhm —murmuró. Sus ojos no se abrieron, permanecieron cerrados y de alguna extraña manera se acercaba, aferrándose a mi cuerpo, como si se sintiera indefenso.

Decir que mi sistema circulatorio estaba en perfecto estado, estaría mintiendo. Un calor interno surge de entre mis venas y también mi sistema nervioso falla, haciendo corto circuito.

No, Ayem, no seas estúpida.

No podía mentirme a mí misma y decir que este chico no me ponía la piel de gallina. Porque claramente todos los puntos estaban a su favor.

Maldita sea.

Chasqueo los dientes y viro los ojos.

Había de ganarle al mal.

Cierro mis ojos unos segundos, canalizando toda mi buena generosidad, bondad, y todo lo bueno que le echaron a las chicas súper poderosas y suelto un breve suspiro antes de abrir mis ojos.

Casi me ahogo con mi saliva.

¿Acaso no sabía cómo me ponía cuando entraba así por así a invadir mi espacio personal, más si su rostro estaba a menos de dos centímetros del mío?

Más bien, ¿acaso no sabía que compartir cama con una chica podría mal entenderse?

O mejor, ¿No le había pasado por su cabezota las consecuencias que traía cuando se metía bajo mis sábanas sabiendo que me vio desnuda?

—Apartate —trato de empujarlo, sin embargo este decidió ponerse en modo "fantasma intocable", ya que mis manos atravesaron su pecho. Cuando mis manos lo atravesaban el aire que rodeaba mis brazos o la parte de mi cuerpo que cruzase su ser, era gélido.
No sabía cómo explicar el hecho que su cuerpo fuese frío, pero que tuviese respiración, o una simulación a ello.

Era tan extraño.

Suelto un suspiro.

Al ver que este no acatará nada de lo que le dijese ni hiciese. Solo tomé como opción, girarme y quedarme viendo el techo con los brazos cruzados bajo mi pecho, resignada. Porque después de todo, el niño no me haría caso.

No solo colmaba mi paciencia, sino me hacía sentir de una manera que ni siquiera yo sabía. No sabía nada de lo que sucedía conmigo cuando él estaba a mi alrededor. No sabía absolutamente nada del por qué de todo.

Después de rechistar, chasquear la lengua y quejarme por más de quince minutos, casi haciendo una rabieta ligera, mis párpados comenzaron a sentirse pesados. Al final me quedé dormida como siempre y con un chico al lado, también durmiendo y pasando una mano por mi cintura.

Al día siguiente lo mataría, obviamente más muerto de lo que ya está.

*****


Acomodo mi cabello en una coleta alta y añado labial rosa claro a mis labios. Un poco de rímel y un delineado ligero para un día no tan activo.

Mi móvil empieza a sonar y lo tomo al ver quién es quien me está marcando y ahogo un gritito para no verme tan loca.

Jaebum está llamándome.

Respira, Ayem. Calma tus hormonas. Respira y contesta.

Le hago caso a mi subconsciente y miro mi móvil antes de deslizar el botón verde.

—¿Aló? —oculto mi nerviosismo al jugar con mis propios dedos y me siento en mi cama.

—¿Ayem? —su voz suena igual que en persona y yo quiero gritar. Disimulo no reírme, pero parece que fallo en el intento—. Ah, qué estúpido. Te marco y pregunto si eres tú —sonrío. Lo escuchó maldecir desde lo lejos—. ¿Te gustaría ir a algún lado después la escuela, conmigo?

Este chico realmente es un amor.

—Podías haber esperado a que llegase a la escuela, Jaebum —le digo con amabilidad—. ¿Tienes clase hoy?

—Realmente no. Pero pensaba en recogerte y así podríamos aprovechar para saliéramos, digo para comer algo, o lo que quieras...

La última palabra la alarga, como si la duda estuviese implantada. Quería una respuesta.

Tomé en cuenta si había elaborado las tareas que nos dejaron y calculando si tendría tiempo para hacer algunos que aún ni siquiera he planificado. No obstante, al estar todo de acuerdo muerdo mi labio y tapo el micrófono antes de mover mis pies toda histérica y emocionada y sonreír como babosa.

Mark a mi lado resopla y comienza a decir impropiedades y hacer gestos burlones y me imita.

Estaba claro que a Mark no le gustaba Jaebum.

—Me parece bien.

—Entonces, te espero. ¿A qué hora saldrás? —me pregunta. Podía imaginármelo nervioso y eso me daba mil años de vida.

Miro mi horario que está pegado en mi panel de apuntes y veo que mi última clase termina a las 4:00 de la tarde.

—A las cuatro.

—Estaré allí entonces. Te veo luego, Ayem. Que te vaya bien en todo.

Él espera a que me despida de él y me dice que debo colgar primero y yo le digo como sea. Da igual el orden, pero yo tampoco quería ser quien colgase primero, ni él. Así que, contamos hasta tres y ambos cortamos a la vez.

Pegué mi celular a mi pecho, sintiéndolo un poco acelerado. No mi pecho sino, mi corazón. Suelto un suspiro, calmándome y termino de arreglarme.

—El romance me da náuseas —comenta Mark.

—¿Debería importarme lo que me digas? —me giro, encarándolo.

Él vacila y se sienta en el sillón.

¿Qué era lo que le sucedía?

—La universidad nos espera, lenta —comenta con fastidio.

Ahora yo lo miro con el ceño fruncido.

—Aún no entiendo por qué tienes que venir conmigo todos los días —me quejo, amarro las cuerdas de mis zapatillas y cuando termino, me levanto.

Él solo me miró divertido, sentado y cómodo con las piernas cruzadas como una perfecta diva.

—Porque... —se lleva el dedo índice a su mentón y aparenta estar pensando en una respuesta concreta y llena de sabiduría. Iguala la pose de Cesar Vallejo y me sonríe ladino— me aburro —sonríe de oreja a oreja y yo quiero golpearlo.

Resoplo.

A los segundos se levanta del sillón y se lanza a mi cama, como si fuese la suya.

Qué poca empatía.

—Por lo menos deberías ayudarme a tender la cama —le reclamo, viéndolo. 

Mark ignora mi comentario y se estira en la cama, cruza sus brazos bajo su cabeza y suspira como si estuviera agotado, cuando en realidad no hacía nada. Parecía como si estuviera en un día de playa, gozando del insaciable sol que radiaba desde lo alto.

No era una persona violenta, pero este chico sí necesitaba unos buenos golpes.

Rodo los ojos una vez más. De ser así todos los días mi nombre ya no sería Ayem, sino la rodaojos.

—La flojera —se excusa. Cierra sus rasgados ojos y hace un pico de pato con sus labios.

—Entonces si tanta flojera tienes —hago comillas con los dedos—. Apartate —le gruño, viendo en su dirección y caminando hacia él a pasos largos. Él ni se inmuta ni se mueve de mi cómoda cama—. Si no te sales, pondré las sábanas y cubrecama  sobre ti. Me dará igual si quedas más muerto —le amenazo con un dedo, sin embargo él hace caso omiso y se acomoda más en mi cama, abrazando mi almohada—. Ya valiste, Mark —dije y quité de en medio las sábanas y todo lo coloqué encima de él.

Tomé mi maletín y aproveché el momento para salir por la puerta mientras él seguía bajo las sábanas.

Por su culpa, todos los días llegaba tarde y hoy no era la excepción. La de profesora de historia me vendría una vez más con su exhaustivo regaño.

Salí corriendo de casa, dejando a mi mamá con la palabra en la boca y la taza de café recién hecha en mano, mientras que en la otra llevaba un plato con huevos revueltos.

Corrí y corrí por dos razones. Primera razón, llegaba tarde, más de lo usual y la segunda era Mark que quizás de un momento a otro, saldría de casa y al no encontrarme ahí, vendría de frente a la universidad.

Llegué a la universidad completamente agotada. Apoyo las manos en mis rodillas, intentando calmar mi respiración agitada y me incorporo con una sonrisa y esta se esfumó justo en ese momento. Había un grupito de chicas que estaba al final del pasillo, junto a ellas estaba la chica que no me agradaba, ni soportaba así me pagaran.

Era muy creída, se creía la gran cosa a pesar de ser muy poca. Siempre andaba meneando el trasero para que toda la atención de los adolescentes hormonales varones, se acercaran y la invitaran a salir. La muy maldita tenía un buen cuerpo, sin hablar de su belleza facial. Levanté la mirada en alto e hice que estaba físicamente bien, sin ningún tipo de agotamiento ni nada por el estilo. Ella incrustó su mirada venenosa en mi dirección y sonrió, más cínica que siempre.

Sí, nuestro odio era recíproco.

—La odias —una voz a mi lado hizo que dejara de ver a la mueveculo y dirigiera la mirada de manera rápida hacia el individuo de a lado.

Mark.

No iba a darle el lujo de burlarse de mí a Seoyoung, al verme hablar sola.

No obstante, suspiro. Olvido a la pelirroja y me centro en el chico rubio que camina a mi lado.

Él estaba de lo más normal, no estaba agitado, ni sudando como yo me encontraba.

¿Qué podía esperar de un alma?

—No te incumbe, no me sigas —replico yendo al aula a zancadas, evitando en sí a Mark y a Seoyoung.

Toco la puerta y sonrío avergonzada hacia la profesora que me mira con el ceño recontra fruncido que hasta se formaban arrugas en su frente. Pongo mi expresión más arrepentida y por suerte y obra del espíritu santo, me deja entrar. Ubico un asiento libre de entre todos que la mayoría estaban ocupados y me siento en uno de ellos, dejando de lado a Mark quien paseaba por el aula y rodeaba los asientos y botaba una que otra cosa de las pertenencias de mis compañeros, haciéndoles creer que ellos fueron y dejándolos con una expresión desconcertada.

La clase continuó, la profesora hablaba y hablaba pero no prestaba ni la más mínima atención al igual que el resto de estudiantes.

Tamborileaba los dedos en mi carpeta mientras que en la otra mano descansaba mi mejilla y veía con el mayor aburrimiento del mundo la clase de historia.

Bostezo y reprimo las ganas de estirar mis brazos.

—Ayem, tienes un moco —comenta Mark de repente. En algún momento este se había puesto delante mío en cuclillas, con los brazos cruzados en la parte delantera de mi carpeta.

Solamente lo ignoré y seguí con la mirada hacia el frente.

—Ayem, tus orejas son más grandes que mis pies, ¿sabías? —bromeó de nuevo y lo ignoré por segunda vez, viendo el pizarrón—. ¿Me estás ignorando o me parece? —frunce el ceño al igual que los labios.

—Te parece —susurro por lo bajo, y lo miro de soslayo y devuelvo la mirada a la maestra, no quería ser regañada por la profesora por segunda vez en el día; y mucho menos quería llamar la atención alzando la voz.

—¿Qué? —preguntó mirándome con las cejas fruncidas.

—Solo cállate —musité.

—¿Qué? —puso una mano en su oreja simulando un arco detrás de su oreja, haciendo como si no escuchara.

—Shhh, quiero prestar atención —cosa que no era cierta para nada en lo absoluto, pero igual tenía que hacerlo, porque los exámenes comenzarían la semana entrante. Anotar unos cuantos puntos importantes no me caerían para nada mal. Sin embargo, con Mark merodeando y molestando a mi lado, sería muy difícil poder aprobar y estaba segura que me iba a costar.

—Ja, permíteme reír —ladea la cabeza hacia atrás—. TÚ, ¿prestar atención? —se burló de mí. Apreto los puños haciendo que mis nudillos se vuelvan blancos por la presión y tenso la mandíbula—. Eres más floja que yo y vienes a decir que quieres entender la clase, cuando te la pasas dibujando circulitos y estrellas —sonrió de lado y ahí fue cuando mi paciencia se agotó.

—¡Ya cállate joder! —grité, ocasionando que todos, exclusivamente todos voltearan a verme, incluida la profesora que irradiaba ira y molestia. Si sus ojos pudieran matar, yo seriamente ya estaría bien muerta y bajo tierra.

—¡Park, afuera! —exclamó la profesora desde su posición con las manos en sus caderas. Dando aires de enojo.

—P-pero...

—¡Afuera! —dijo finalmente. Me levanté del asiento y guardé mis cosas en mi maleta. Pasé al lado de la maestra cabizbaja y aparentando estar triste, pero ella no se inmutó, ni me tomó en cuenta y siguió apuntando cosas en el pizarrón.

Salí del aula como alma que se lo lleva el diablo y fui al campus. Me pasaría el resto de la hora de historia en el césped artificial y al aire libre. Ya ni entraría a ese curso.

—Ni me sigas Mark, estoy enojada contigo —rechisto al chico que estaba caminando detrás mío, con una sonrisa burlona dibujada en su rostro.

—No tuve la culpa —llegó a mi lado y se encogió de hombros. Antes de que pudiera protestar, él me interrumpió —. ¿Quién te dijo que gritaras? Podrías haber seguido ignorándome —se encogió de hombros por segunda vez.

Fruncí los labios al no poder responder y caminé a zancadas, alejándome lo máximo posible de él.

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