Por Venganza (Nu'est) -3° Par...

De NinaGlastor

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Tercera temporada de Clímax. ******************************************************** Espero les sea de su a... Mais

Sinopsis.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25. Final
Cuarta Temporada

Capítulo 9.

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De NinaGlastor

—Estoy esperando que alguien me responda —habló ______ cuando tres de ellos desviaron su mirada y solo Ren permaneció viéndola a los ojos, auto-exigiéndose en pensar algo para ocultar la verdad.

Antes de que la mujer se impacientara, el pelilargo la tomó de la mano para llevársela a su habitación, lanzándole una última mirada al resto, haciéndoles saber que él se encargaría de todo. ¿Pensaba decírselo? Claro que no. Conocía perfectamente a ______ y sabía que, si conocía la gravedad del asunto, se atrevería a usar el propio jet de uno de sus conocidos del mercado negro, para volar hasta Egipto y eso sería suicidio.

Una vez en el cuarto, la soltó para poder cerrar la puerta con llave. ______ sabía que algo no andaba bien, pero prefirió esperar a que él hablara, así que solo caminó hasta la ventana y dejó que su cuerpo descansara sobre el sillón que tenía allí. Cuando Ren se giró, no pudo evitar contemplar la imagen de esa mujer. La luz del día la iluminaba sutilmente gracias a las nubes de invierno que ocultaban el sol, creándole un aura de misterio y melancolía. No podía creer que llegase a pensar algo así, pero sin duda esa mujer era hermosa hasta cuando estaba triste.

Caminó hacia ella y se sentó conservando una suave sonrisa para transmitirle calma. Tomó sus piernas para que las reposara sobre su regazo y cerró sus ojos unos segundos, disfrutando del momento antes de que fuese mañana y, posiblemente, las cosas no volvieran a ser como ahora. ______ sonrió y estiró su mano para que él la tomara. A pesar de los años, había cosas que Ren no perdió, como su lado protector. Lo conocía y sabía que cuando la trataba con dulzura, era porque no quería preocuparla.

—No quiero que me ocultes nada —susurró apenas, acariciando sus nudillos. No quería mirarlo a los ojos porque sabía que, con solo verlos, le creería cualquier cosa que le dijera.

—Está bien —suspiró antes de seguir —. Ha llegado otra fotografía. Pero no te dejaré verla —se apresuró a agregar, luego de que ella lo mirara con terror.

Lo único que pudo hacer en un momento así, fue apretar su mano con fuerza. No necesitaba ver aquello para saber que su hijo no estaba bien. Aun así, quería verlo. Ilógico, pero quería hacerlo.

—Minki —suplicó.

—No, ______. Lo siento, pero esto es algo que no te lo concederé. No me pidas que te dé esa foto. No quiero verte llorar más —jaló su mano hacia sí para estrecharla en un abrazo —Necesito a la mujer que amo a mi lado, siempre. Ellos solo quieren jugar con tu mente y no lo permitiré —confesó, dejando un tierno beso en su coronilla.

A pesar de lo dulce que podía llegar a ser, la pelinegra sabía que él tampoco lo pasaba bien. Sus manos temblaban y por momentos, sus brazos la estrechaban con más fuerza, como si temiera perderla en cualquier segundo. No quería pensar en el efecto que esa fotografía podría provocar en ella si había dejado a Ren así. Su lado racional de le decía que lo mejor sería no verla, pero su lado impulsivo sabía que tarde o temprano lo haría.

Lo mejor que pudo hacer en ese momento fue rodear el cuerpo del contrario con sus brazos y prometerle que no la perdería. Ella era fuerte y no se dejaría vencer por esos malditos. Al menos era consciente de que no cometería una locura como quitarse la vida, no mientras su hijo la necesitaba.

Luego de ese día, los siguientes parecieron eternos. Como Joshua lo presentía, las fotografías siguieron llegando y la última fue la peor. Sangre. Había una mancha de sangre que atravesaba el rostro de Mino, quien estaba desnudo, solo con su ropa interior, llorando, con una cadena al cuello, sujeto a la pared.

—¡Malditos infelices! —vociferó Vernon, y _______ tuvo que taparse los oídos para no escuchar más. No quería pensar, ver, escuchar... incluso sentir. Sabía por las expresiones de horror de todos, que no era nada bueno. Debía salvar a su hijo ahora o no podría hacerlo nunca.

Por primera vez, Joshua volteó una de las fotos para no seguir viendo más y fue cuando se percató de algo escrito detrás; algo que se encontraba incompleto.

Hizo lo mismo con las otras y las reordenó en el orden que habían llegado, hasta que estas formaron una pequeña oración.

«Ven por mí, mamá»

—Malditos, malditos. ¡Malditos hijos de puta! —volvió a gritar el menor de todos, golpeando su escritorio con fuerza.

—¡Vernon, basta! ¿No ves que pones mal a ______? —suplicó Jeonghan, asustado de lo que pudiera hacer.

—¡Pues que se largue de aquí si no quiere oírme gritar! —respondió para continuar maldiciendo, y lo único que recibió fue una fuerte bofetada del pelilargo.

El castaño de rizos lo miró atónico cuando su mejilla comenzó a arder. Era la primera vez que Ren se atrevía a levantarle la mano a alguien en mucho tiempo y jamás pensó que el sería el primero de los que serán muchos. Luego procesó sus palabras y su mirada no pudo evitar enfocarse en la joven que apretaba sus oídos con fuerza, al igual que sus ojos. No solo a él le dolía lo que veía. No solo él se preocupaba por su sobrino. Sí, era el más joven de todos y el más impulsivo, pero sabía que si ______ fuese la que estuviera en su lugar, estaría peor, y eso es lo que menos quería. Volverse loco y gritar era su peor error. Así solo provocaría que ella se asustara y cayera en un pozo profundo del cual no tendría retorno.

—Lo siento —susurró sin quitarle los ojos de encima a ella.

—También yo —dijo Ren, aún sin poder quitar su mirada de las imágenes al reverso, de su hijo. Su pobre y pequeño niño. Esos malditos estaban jugando con fuego y él sería la hoguera que terminaría por acabar con todos. Esa era una promesa. No pensaba dejar a uno solo con vida.

En la tarde tres hombres salieron rumbo al barrio chino, dejando a ______ con Joshua. Ren sabía que cuando más pasaran los días, ella comenzaría a encerrarse en su mundo porque esa era su forma de no caer; por ello prefirió dejarla con el castaño, sabiendo que él al cuidaría bien.

______ había permanecido la mayor parte del día recostada en la pequeña cama de su hijo, abrazando un de sus tantos peluches que aún conservaba algo de su aroma. Quería buscar algo con qué distraerse, pero las ideas escaseaban en ese momento. Las maletas ya habían sido hechas al medio día y los vuelos ya estaban reservados por el jefe de los Yakuza. No quedaba más que esperar a que cayera la noche, amaneciera y pudieran subir a ese avión que los pondría un paso más cerca de su hijo.

—Mamá irá pronto por ti, mi cielo —murmuró a la par de una lágrima que surcaba su mejilla.

Suspiró por última vez antes de secar su rostro con la manga de su suéter y levantarse por algo para ese odioso dolor de cabeza que no la dejaba dormir. Había estado intentando descansar al menos unas horas, pero no había caso.

Cuando pasó por la sala especial, encontró la puerta abierta y al castaño recostado sobre la mesa. Sonrió al saber que él estaría igual de cansado que ella, que todos, así que sacó una manta del armario detrás de la puerta y cubrió sus hombros con ella.

En ese momento no pudo evitar ver una palabra escrita en un trozo de papel, o más bien, en una fotografía.

«mamá»

Una alarma con luces de todos colores se encendió en su cabeza en ese mismo instante. Le tembló el pulso al saber lo que era y más al ver otras que también llevaban algo escrito, pero que a la vez no podía tomarlas porque el castaño dormía sobre ellas. Dudó eternos segundos en ver del otro lado a pesar de que su lado lógico le decía que no lo hiciera. Pero, ¿quién le hacía caso a su lado lógico y racional? Cualquiera, menos ella.

Cuando giró la fotografía, su sangre se heló y tuvo que llevarse una mano a la boca para no dejar escapar un gemido de dolor que despertaría al menor. Corrió al baño dejando caer la imagen en el camino cuando su libido comenzó a subir por su garganta, hasta llegar en su boca y provocarle esas arcadas que no cesaron ni cuando se inclinó sobre el retrete y comenzó a vomitar.

Una vez las náuseas pararon un poco, recostó su espalda en la pared al saber que no podría mantenerse en pie. Todos sus miembros le temblaban notoriamente y de sus ojos llovían lágrimas sin control. Se llevó ambas manos a la boca cuando no aguantó más y quiso gritar, no solo dolía, algo se había roto en su pecho en ese momento. Cada minúsculo detalle de aquella imagen se reproducía en su mente como si fuera una película. Aquello, más los gritos de su hijo que jamás olvidó, arremetían contra su cordura como si quisieran quebrarla también. Nada bastaba en ese juego de horror; primero su corazón, después su mente, hasta romperla por completo.

Se puso de pie sujetándose del lavamanos y, a pesar de que sus piernas no querían cooperar, permaneció allí hasta que éstas comenzaron a estabilizarse. Necesitaba quitarse ese horrible sabor de la boca para que las náuseas no volvieran, así que tomó la pasta dental y echó un poco en su lengua antes de abrir la llave del agua y llenar su cavidad para comenzar a hacer gárgaras.

Su mano izquierda fue la que esta vez frenó un agudo sollozo que llegó sin aviso. Se tragó las lágrimas e inhaló y exhaló repetidas veces para tratar de tranquilizarse. Hizo una mueca cuando se vio en el espejo y solo encontró una patética mujer desalineada y llorando a mares. ¿En serio esta era ella? Porque no lo creía. _____ Mei Yenaid no era así, no era débil...

«Tu fuerza era Mino»

ni lloraba por cualquier cosa...

«Tu hijo no es cualquier cosa»

O perdía la cabeza solo por una provocación.

«Van a matarlo»

Se llevó ambas manos al rostro tratando de silenciar la voz en su cabeza. Golpeó con fuerza el espejo, quebrándolo con su puño y abrió la puertezuela de éste buscando algo dentro. Un frasco de pastillas fue lo primero que encontró y no dudó en abrirlo y llevarse dos a la boca. Arrojó el frasco con violencia, desparramando las cápsulas en el suelo y siguió buscando, ahora en los cajones del gabinete, hasta dar con unas tijeras.

No iba a negar que una locura pasaba por su mente en ese momento. La empuñó en su mano derecha, algo ensangrentada, y se observó la muñeca izquierda por unos segundos, hasta que la dejó caer a su lado y su mirada se perdió en el espejo roto. Tres segundos después, esa lluvia de ira volvió y tomó su cabello con rabia, comenzando a dar cortes sin importarle que las mechas quedaran parejas o no.

Una vez más se dejó caer cuando su mano se cansó de usar ese instrumento. Llevó su cabeza contra la pared y volvió a sollozar en silencio, sintiendo que en cualquier momento perdería el aliento. Cuando la bañera apareció en su rango visual, gateó hasta ella para poner el tapón y abrir la llave del agua. Ni siquiera se molestó en quitarse la ropa. Se metió esperando que ésta se llenara pronto, levándose su dolor junto con la sangre que goteaba de su mano.

Sonrió al pensar qué pasaría si eligiera rendirse ahora. Ren seguro la odiaría, pero también lo haría sufrir y no quería eso. Su hijo. Antes de abandonar este mundo quería verlo, aunque fuese por última vez. Quería tenerlo entre sus brazos, limpiar sus mejillas y ojos llorosos y decirle que todo estaría bien. Vernon, Joshua y Jeonghan sentirían que les habían fallado a ambos. No quería que nadie más sufriera. No quería que los demás sintieran lo que ella en ese instante. Quería tragarse el dolor de todos y morir con ello cuando el momento llegara.

—Mino... —susurró con la voz quebrada antes de cerrar sus ojos al no poder soportar más esa infernal claridad. Si las tinieblas eran las únicas que la rodeaban en ese momento, ella las convertiría en sus aliadas. 

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