Eran exactamente las tres de la madrugada cuando el pelilargo se encontraba contemplando la luna en el pórtico de su casa. ______ al fin se había dormido luego de horas y horas de tanto suspirar. ¿Pero él? Él no podía pegar un ojo. Al igual que la pelinegra, no podía quitar de su mente la voz de su hijo; de su pequeño siendo lastimado o torturado. Jamás pensó que aquellos a los que alguna vez llamó familia, hoy estarían haciendo sufrir a los que en verdad ama.
Sacó del bolsillo de su abrigo un relicario que dentro contenía una fotografía de _____ y él, de cuando eran niños, y otra de ella ya mayor, que por cierto se la había enviado Vernon. No pudo evitar suspirar de nuevo mientras acariciaba ese objeto con anhelo. Pensaba dárselo a su pequeño en su cumpleaños número cinco, pero ahora no podía dejar de temer en que ese día jamás llegara. Mataría hasta el último Mikage si algo le llegaba a pasar a Mino, lo había jurado con sangre frente a la mujer que ama y sus amigos la noche después de que se llevaran a su hijo. Era consciente de que quizás podría morir en el intento, pero nada importaba más que su familia.
Regresó rápidamente el objeto a su abrigo cuando oyó la puerta, detrás de él, abrirse lentamente para no hacer mucho ruido. Sonrió apenas cuando vio que se trataba de Vernon y liberó el aire de sus pulmones dejando que su mirada se perdiera una vez más en la desolada calle frente a su casa.
—¿Todo bien? —preguntó el menor, sentándose junto a él, esperando que su pregunta no haya sonado muy estúpida.
El otro a su lado solo bufó algo divertido y desganado a la vez y hurgó en los bolsillos de sus pantalones hasta dar con un paquete de cigarrillos. Luego de dar un pequeño golpe a la caja para que los finos tubos se acomodaran dentro de ella, sacó uno con sus labios y le tendió el paquete al castaño de rizos mientras tomaba el encendedor, acercando la llama a la punta del tabaco.
Vernon soltó una mueca ante su respuesta silenciosa y tomó uno, llevándolo a sus labios para luego recibir la llama que le ofreció el mayor.
—Esto es una mierda —soltó frustrado, luego de darle la primera calada al cigarro.
Ren lo miró sin saber exactamente qué decir. No hacía falta aclarar que estaba de acuerdo con él. Sin embargo, ya no quería pensar. Quería disfrutar del vicio que había adquirido hace algunos años luego de "regresar de la muerte", y olvidar todo lo demás hasta que éste se quemara hasta la colilla. Ansiaba desesperadamente poder encontrar el escondite de los Mikage e ir él mismo por su niño. Quería que sangre corriera solo por el hecho de atreverse a arrebatarles a ese pobre ser que nada tenía que ver en esta guerra. Debió haber pensado en su familia antes y matar a Aron en el momento en que le hizo aquella amenaza. Si no lo hubiera visto... si tan solo hubiera sido más prudente, su mayor ni siquiera se habría enterado que seguía con vida y tal vez, solo tal vez, se hubieran olvidado de ______ cuando escapó de ese infierno.
—Ya para, hombre. De tanto fruncir el cejo, tus cejas se convertirán en una —bromeó Vernon y apretó su hombro para calmarlo. No había dejado de observar sus expresiones en ningún momento y sabía que, tanto él como todos, no podía dejar de pensar en Mino.
—Es que... todo se me está yendo de las manos —gruño molesto.
Lanzó el cigarrillo a medio fumar en la nieve y dejó que ésta lo apagara mientras él se llevaba ambas manos al rostro. Apretó sus ojos con fuerza cuando estos comenzaron a arder y mordió el interior de su mejilla para evitar que las lágrimas escaparan. Era un hombre y jamás se avergonzaría por tener ganas de llorar, menos si la causa de eso es su primogénito, pero no quería hacerlo aún. Se había prometido liberar toda esa ansiedad, frustración y dolor cuando lo tuviera en sus brazos y entre los de ______, sano y salvo.
—Mi señora, aquí está lo que me pidió —dijo un hombre no muy mayor que le entregó un folder a una morena de cabello largo y ondulado. Ésta lo miró desde su escritorio con suficiencia y bufó antes de incorporarse en su asiento y tomar la carpeta para revisar el contenido.
—Estas fotos servirán —sonrió con malicia, observando al hombre que se estremecía con solo verla —Veremos si a esa perra le gustan.
Tiró la carpeta a un lado de sus archivos y le hizo una seña al sujeto para que saliera de allí. Una vez sola, presionó un botón rojo sobre su escritorio y en menos de cinco minutos, Aron se encontraba allí.
El mayor no esperó a que se lo permitiera, solo tomó asiento frente al escritorio y tronó los huesos de su cuello esperando a que la mujer hablara. Ella sonrió de lado ante sus actos y luego le hizo señas con sus ojos para que tomara la carpeta. Algo extrañado y curioso, elevó ambas cejas, pero no dijo nada. Tomó el folder y comenzó a hojearlo antes de sonreír como la mujer lo había hecho anteriormente.
—¿Cuando quieres que las envíe? —preguntó, divirtiéndose cada vez más con ello.
—Ahora mismo —respondió la morena antes de dejarse caer una vez más hacia atrás —. Quiero que las reciba una por una. Que cada una le duela cada vez más. Podrías cortar un poco el cabello del mocoso y enviárselo o tal vez algo de su sangre —agregó entretenida.
Aron sonrió y se puso de pie para acercarse a ella. Caminó lentamente bajo la intensa mirada de la mujer y se detuvo detrás de ésta, poniendo sus manos en sus hombros, dando un leve masaje algo provocador.
—Ya extrañaba a alguien con tanta maldad corriendo por sus venas —susurró sobre su oído, dejando que su nariz acariciara la tersa piel detrás de su oreja y su cuello.
La morena gimió cuando los labios del contrario se apoderaron de su cuello en un hambriento beso y cerró sus ojos al momento de sentir una de sus manos, escabullirse entre su escote.
—Debía regresar —ronroneó y se puso de pie para tenerlo de frente. El mayor no dudó en aprisionarla contra el escritorio para, esta vez, apoderarse de sus labios —Es... —continuó hablando entre besos —... una lástima.... Ah... que mi padre... haya elegido a Ren como mi prometido.
Aron gruñó al recordar al traidor, el simple hecho de que ella lo mencionara, lograba que toda la excitación del momento abandonara su cuerpo. Ésta lo miró a los ojos, algo divertida cuando el mayor se apartó y bufó con molestia. Acarició suavemente su cabello hasta llegar a los de la nuca y jalarlos para que éste elevara más su mirada, sin desconectar sus ojos el uno del otro.
—Eso no significa que no lo mataremos al final —susurró y mordió su mandíbula de forma juguetona —. Ren siempre me cayó bien, incluso llegué a ilusionarme cuando mi padre me dijo del compromiso. Luego llegó esa perra... —bufó cínicamente —. Esa maldita Yenaid me las pagará por meterse en mi camino, pero también Ren por elegirla. Y tú —dijo señalándolo, pasando una de sus afiladas uñas por su mejilla izquierda —Tú tendrás la tarea de hacerme gozar cada noche. Comenzando desde hoy.
Aron sonrió cuando la morena acabó de decir aquello y relamió sus labios, imitando su gesto luego de soltar lentamente sus cabellos y dejar caer su mano hasta su hombro, para apretarse más a él.
—Como si ya no estuviera haciendo eso —sonrió coqueto y devoró sus labios una vez más.
Cuando ______ abrió los ojos de nuevo, ya eran más de las dos de la tarde. Jamás se imaginó que pudiera dormir tanto en un momento así, luego miró su mesa de noche y todo en su mente se aclaró. Ren había puesto somníferos de su vaso de agua para que ella pudiera descansar las ocho horas, al menos una vez, pero... creo que se le fue un poco la mano con la dosis.
Caminó fuera de la cama hacia su cuarto de baño para asearse un poco antes de bajar a la cocina por algo de comer. A esta hora, los cuatro estarían metidos en la sala especial, continuando con su búsqueda desesperada. Sin duda, esta vez ya se le habían acabado las ideas, así que ahora solo podía esperar a que los demás encontraran algo, alguna esperanza de la cual aferrarse.
Luego de una rápida ducha, se quedó unos eternos minutos de pie frente al espejo del lavamanos. A pesar de haber dormido lo suficiente, sus ojos aún se veían cansados y con ojeras. Sonrió como burlándose de sí misma cuando notó que el tono de su piel ya se estaba igualando al de Ren y suspiró cuando vio aquella delicada cadena, colgando de su cuello. La acarició como lo que era, su tesoro más preciado, antes de apretarla con fuerza y elevar de nuevo su mirada, viéndose ella misma a los ojos. Antes de que Mino naciera se había jurado jamás dejarse caer, por él y por Ren; así que ahora sabía que debía respirar profundo y seguir intentando hasta que recuperara a su hijo.
Cuando abrió el refrigerador, encontró una rebanada de pizza que no se le antojó mucho, pero la comió de todos modos, sabiendo que su estómago necesitaba de alimentos sólidos. Al acabar, buscó las cinco tazas de siempre y puso la tetera con agua a hervir para preparar el café. Estaba segura de que los demás estarían agotados, ni siquiera quería pensar en que no hayan dormido durante todo este tiempo, así que ahora lo que menos podía hacer era prepararles algo caliente para que se despejaran por un momento.
Su mente se perdió de nuevo cuando vio el dibujo sujetado en el refrigerador, con uno de los imanes de formas graciosas. Sonrió recordando como aquel día su hijo se lo mostraba, señalándole a cada miembro de su familia. Ella, con un lindo vestido rosa y su cabello rubio, Vernon con el cabello igual a un nido de aves, Joshua con un libro y su tan característica cruz en la oreja izquierda y Jeonghan con el cabello castaño y largo, sujetado con una coleta. Para tener cuatro años, ella lo consideraba el mejor dibujante del mundo y sin duda, sus tíos también.
Volvió a la realidad cuando el silbido de la tetera llegó hasta sus oídos y rápido apagó la estufa para que el agua no hirviera de más. Puso en cada taza un saquito de café y luego las llenó con el líquido humeante. Tenía que esperar al menos unos minutos hasta que estuvieran listos así que aprovechó para ir por la correspondencia mientras tanto.
Cuando regresó, dejó los sobres junto a las tazas que había acomodado en una charola y caminó hacia la habitación donde se encontraban los demás. Como lo pensó, todos se veían agotados, pero prefirió no decir nada y solo dejó junto a cada uno su taza correspondiente ya que todos tenían diferentes preferencias con respecto al azúcar.
—Gracias, amor —agradeció el pelilargo cuando la joven depositó un beso en su coronilla luego de dejar su café en la mesa.
Se pasó la mano por los ojos para darse un respiro y luego bebió algo al igual que los demás. Por su lado, ______ tomó un poco de su cortado antes de comenzar a abrir la correspondencia del mes. Las cuentas debían ser pagadas cuanto antes y esta vez le tocaba a ella hacerse cargo. Sí, era más que obvio que ninguno de ellos tenía un trabajo estable y "normal" pero el beneficio de ser la ex heredera de los Yenaid significó que pudo tomar su parte de las riquezas. Y el "tomar" claramente hace alusión a "robar".
Revisó la cuota del agua, el gas, la luz, todo parecía ser normal. Lo que más habían utilizado últimamente fueron los celulares y eso se reflejaba en la factura del abono a pagar. Suspiró y las dejó todas juntas para encargarse de ello mañana y tomó el último sobre que había dejado para el final. ¿Por qué? No traía remitente. Le pareció raro, pero también pensó que podía ser de alguno de sus contactos que no querían ser identificado por la policía.
Cuando sacó el papel que traía dentro, algo más cayó al suelo, pero le restó importancia y prosiguió a leerlo.
*Mira esos ojitos tristes. El pobre ya está extrañando mucho a su mami. ¿No crees?*
Se estremeció hasta los huesos cuando acabó de leer la última palabra y sus rodillas se debilitaron tanto hasta no poder sostenerla más, dejándola caer al suelo. Ren se asustó cuando oyó el cuerpo de ______ al caer y rápidamente se levantó de su silla para ayudarla.
—Amor, ¿qué pasa? ¿Te sientes bi-?
Su pregunta quedó en el aire cuando la vio más pálida que nunca. Sus manos temblorosas luchaban por levantar aquello que había ignorado segundos atrás.
Era una fotografía. Un simple trozo de papel mate que hizo que su corazón dejara de latir. Ren se estremeció al igual que ella cuando la tomó, viendo a su hijo allí. Estaba herido, con lágrimas en los ojos y sus mejillas rojas de tanto llorar. No se podía ver nada más que su rostro, pero solo eso bastó para partirle el alma a todos.
—¡Malditos hijos de puta! —gritó Vernon cuando recibió la fotografía del pelilargo. Ya no quería que _____ la siguiera viendo. No quería que se siguiera torturando de esa manera.
—Están yendo demasiado lejos. ¡Es solo un niño! —gritó Joshua, exasperado. Sin duda él era el más calmado de todo, pero en esos momentos, su cordura no se encontraba del todo bien.
Ren mordió su labio inferior y abrazó a _____ con fuerza al instante en que ella comenzó a sollozar con el corazón desgarrado. Necesitaba hacer algo pronto. Quería salir a matar. Se sentía obligado a acabar con toda esa mierda de una vez por todas. Jamás en su vida había sentido tanta impotencia como en ese momento y sabía que esa cólera no lo abandonaría hasta que terminara con el último ser humano de su ex clan.
No es una amenaza ni una advertencia, sino un hecho; va a asesinarlos a todos.