Ghost; Mark Tuan; Im Jaebum

By minost

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"-Entonces, ¿no puedo tocarte? -No cariño, yo decido qué tocar" ---- A veces, en el mundo nos suceden cosas... More

Before
Ghost
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8

Capítulo 2

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By minost

Me sentía adolorida, pesada incluso, como si un camión hubiera pasado encima mío y hubiese molido todos y cada uno de mis huesos. Mi garganta se encontraba seca y al intento de pasar saliva, dolía.

Mi mente en estos instantes no se hallaba sensata, percibía que vagaba en otro mundo, alejado de todo y todos.

No recordaba nada, sólo pequeños fragmentos.

Audición cancelada.

Viento.

El chico del árbol.

Y la piedra que traspasó su cuerpo.

Al ser ese mi último recuerdo salté prácticamente de cama, levantándome y abriendo los ojos como dos grandes platos.

—¡La piedra traspasó su cuerpo! —chillé alterada. Posiblemente si estuviese acompañada en este momento, me hubiesen tachado de loca por hablar —y gritar— sola. Presioné el puente de mi nariz y suspiré con pesadez. Me dolía la cabeza y me sentía mareada. Contuve el aire en mis pulmones y regresé a mi antigua posición, es decir, echada. Toqué la tela suave que hacía contacto con las palmas de mis manos y suspiré aliviada. Era mi cama y estaba con mi pijama puesta y aún era de día—. Sólo fue un sueño... —susurro para mí misma, suspirando, como si la paz mundial y la magnífica sensación de alivio se colase en mi organismo.

¿Qué más podría ser?

Tonta.

Aunque declaro que fue el sueño más extraño que he tenido en mi vida. He soñado con chicos, pero chicos que he conocido, no como aquél. Imaginar su sonrisa, sus ojos negros profundos, su tez clara, su voz... ¡Dios, que voz tan sensual! su tacto, suave como el algodón, pero frío como el hielo. En definitiva, fue una pesadilla.

Niego con la cabeza.

Algo tan hermoso no podría ser real.

No podía simplemente.

Hice algo de meditación, recordando con pesar lo que había soñado. Recordando pasito a pasito cada cosa que había imaginado y que ahora seguramente después de unos minutos ya no recordaría.

Sonreí como estúpida al darme cuenta que hablaba sola e incluso pensaba de igual manera.

—¿Sueño? ¿De qué hablas? —contestó esa voz ronca que había oído con anterioridad espabilándome de pies a cabeza y ocasionando que soltase un alarido lo suficientemente fuerte para que el extraño soltase un bufido.

Volteé hacia el costado, asustada y ahí estaba él, dándome una mirada de completa satisfacción, sentado con las piernas cruzadas encima de mi cama, sonriéndole a un pequeño marco que estaba entre sus dedos.

Después de todo, no fue un sueño realmente. Todo esto, era una maldita pesadilla.

Ayem, despierta.

¡Despierta!

Me incorporé de inmediato, alejándome de él, estaba muy cerca. Estaba rompiendo las reglas del espacio personal. O sea, MI espacio personal y titubeé.

—¿Q-qué haces aquí? ¿Quién eres tú? ¿Qué haces en mi habitación? —tartamudeé como la típica chica asustadiza que temía de todo.

Cogí la sábana entre mis dedos y la subí a mi pecho, cubriéndome hasta el cuello como si estuviese desnuda —cosa que no estaba, pero igual me sentía expuesta con un chico tan cerca a mi lado—.

—¿Que qué hago aquí? —la pregunta que lanzó denotaba desconcierto y la sonrisa que portaba, y que estaba plasmada en su rostro, se desvaneció y sus ojos reflejaron incomprensión completa y eso me resultó sumamente tierno.

Ay, Ayem...

Carraspeé y puse una expresión semi seria.

—Si, tú, chico, ¿Qué haces aquí? —traté de que mi voz no sonara temblorosa en lo absoluto.

Relamí mi labio inferior en una acción rápida y evalué su rostro.

—Así que ahora me llamo chico —sonrió vacilante, desviando la mirada con una mano en su mandíbula. Bajó una de sus piernas al suelo y dejó el cuadro en la mesita de noche de al lado de mi cama y giró a verme con una sonrisa ladina. Vi cómo su pecho se infló—. Te salvé la vida.

Ese click inmediato que fue a parar mi aturdida mente, cerniéndose en ella como un balde de agua fría, fue cada vez helándose más. ¿Que él qué?

—¿Que tú qué? —lo miré extrañada y con una mueca—. No recuerdo nada.

Me hice la desorientada. No podía acreditar nada, si sí lo había hecho, o si no. No me acordaba de mucho así quisiese forzar mi mente, no lograba nada. Relamí mis labios. El pelirrubio vaciló un momento y se acercó hacia mí, tanto así que nuestras narices lograron rozarse y juré que me había convertido en una estatua.

Mierda.

Doble mierda.

—¿No te acuerdas? —ese tono ronco y netamente crispante hacía de mi corazón un vaivén—. ¿Quieres que te ayude recordar? —pasó su lengua por su labio inferior, evaluándome impetuosamente de arriba hacia abajo.

¿Qué clase de chico era este?

Abrí los ojos como dos amplios platos y retrocedí tanto que caí de la cama de forma dolorosa. Comencé a sobar mi cabeza mientras él reía a carcajada limpia.

¡Era una broma!

¡Una maldita broma!

Cuando iba a decirle que cerrase la boca, vi en cámara lenta cómo la lámpara que estaba en mi mesilla trastabillaba y caía al suelo haciendo un grandísimo estruendo.

—¡Ayem! —gritó mamá preocupada, entrando a mi habitación igual que en los dibujos animados y tragué saliva, asustándome. Su ceño fruncido más la bata rosa de dormir que portaba y el cabello peor que nido de pájaros me asustaba—. ¿Estás bien? —miró de un lado a otro buscándome, luego vio al lado de la cama y ahí estaba yo, tirada en el suelo con el culo morado de seguro—. ¿Qué haces en el piso? —comentó con una sonrisilla.

—Nada mamá, estoy bien, probando la suavidad del suelo —me expreso con sarcasmo y a duras penas me levanto del suelo con un dolor terrible en el trasero y sacudo mi ropa por los retazos de la lámpara que estaban desperdigados en el suelo de mi habitación.

—Tienes que tener más cuidado, hija—dio unos cuantos pasos hasta quedar al pie de mi cama —¿Qué hubiera pasado si la lámpara caía en tu cabeza? —preguntó preocupada, abrazando sus brazos. Esta vez ya no había burla por verme allí, sino, sinceramente se preocupó.

—Pero no pasó, no te preocupes —con una sonrisa forzada le di a entender que todo estaba bien. Crucé los brazos bajo mi pecho, esperando a que se fuese.

—Sí, pero... —desistió al ver mi expresión—, pero ¿Cómo te caíste?

—¿Por qué será? —musité con los dientes apretados y miré al chico que estaba sentado en mi cama de lo más normal, mirando a mi madre de una forma inusual, ¿cariñoso, amable? Luego volteó a verme y me dio una sonrisa inocente.

Mamá dirigió la mirada hacia la cama, levantó una ceja y fue retrocediendo poco a poco.

En verdad, ella no lo veía, no tenía caso seguir creyendo que no estaba loca, puede que sea producto de mi imaginación. ¡Qué imaginación más extraña!

—Creo que dormir un día y medio, te ha afectado. Será mejor que bajes a almorzar —salió de mi habitación como una exhalación, pero cerró la puerta cuidadosamente—. Y no olvides de recoger lo que botaste.

—¿Un día y medio? —miré al rubio teñido, quien asentía con la cabeza y caminaba hacia un extremo de mi habitación.

Él se encoge de hombros, manifestando un "como sea" y camina con parsimonia hacia mi armario. Comienza a mirar mis pertenencias, las examinaba y luego los dejaba en el mismo lugar de dónde lo cogió.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —crucé los brazos y caminé hasta donde él se encontraba.

Santo cielo, ¿Cómo fue que me metí a parar en esto?

—¿Qué es esto? —dijo mirando una tela extraña que no lograba ver con claridad, ya que su cuerpo me lo impedía.

¡Bravo! Este tipo me ignora, espera. Uno de mis cajones está abierto, ese cajón es de mis...

—¡Deja eso! —chillé, tomando mi sujetador y metiendo la prenda en su lugar, volteé a verlo con el rostro ruborizado de que haya tomado algo íntimo—. Fuera —siseo.

—¿Qué? —preguntó con una sonrisa pícara, luego se sentó al borde de la cama, mirándome con inocencia.

—Te dije que te fueras, te agradezco si salvaste mi vida o no, como sea, ahora puedes irte —señalé la puerta—. No tienes nada que hacer aquí.

Con clara impaciencia y sin mover mi dedo apuntando la puerta hago un gesto de exasperación y muevo mi mano de igual manera.

—Me gustaría irme —sonrió, juntó sus manos en su regazo y suspiró, agachando la cabeza para luego subirla—, pero no lo haré —sonríe de lado.

—¿Por qué? —hago un puchero—, no hay razón para que te quedes, menos aquí —bufé.

Era cierto. ¿Había motivo para que se quedase exactamente en mi casa?

—Tengo que descubrir por qué tú me puedes ver y los demás no —objetó, cambiando su semblante.

—Yo tampoco lo sé —levanté las manos al techo y luego las bajé con frustración—. Ni yo sé cómo te veo o capaz seas producto de mi imaginación. Iré al manicomio por esto —sabía que era una maldita dramática, pero me la sudaba.

—No es producto de tu imaginación —tajó con el entrecejo fruncido—, diré, no soy producto de tu imaginación —corrigió levantándose y yendo hacia la ventana—. Soy real, tan real como tú—giró sobre sus talones, encarándome.

—Los fantasmas no son reales —hago énfasis en la palabra negativa—, sólo son cuentos que la gente inventa, no eres real—negué—. Yo sí —señalé mi pecho.

—Yo soy real —afirmó—. No sé cómo llegué a ser esto, pero sé que soy real, que soy tan humano como tú.

—Entiende, no eres real, no existes, sólo eres un alma en pena. Estás muerto —respondí secamente. Notando la crueldad de mis palabras supuse que había entendido lo que quería decirle, que ya no existía en el mundo de los vivos.

Se acercó rápidamente de un momento a otro, asustándome y ocasionando que mi corazón empezase con un atroz martilleo. Estaba a pocos centímetros míos, me tenía acorralada, entre el armario y su cuerpo que radiaba calor. Tenía más que claro que los fantasmas no tenían calor corporal, ¿Por qué él sí?

Puso ambas manos al lado de mi cabeza, se notaba ira, confusión y dolor en sus ojos. Su mejilla rozaba con la mía, tibia y suave.

¿¡Cómo mierdas podían tener todo eso un jodido fantasma?!

—Entonces —su voz ronca acarició mi oído, poniéndome los vellos de punta —, explícame esto —mordió el lóbulo de mi oreja suavemente, dejándola helada—. Si los fantasmas no existen ¿Por qué puedo hacer esto, y por qué dejas de respirar cuando hago esto? —besa mi mejilla, el suave contacto de sus labios carnosos era placentero que sentí desfallecer.

Dejé de respirar, era cierto, ¿En qué momento lo dejé de hacer? ¿Por qué este chico fantasma me daba sensaciones que nunca en mi vida había tenido y/o experimentado?

Solté el aire que estaba conteniendo y entreabrí los labios para hablar—. N-no sé... —salió como un susurro y gemido mezclado.

—O esto —musitó y bajó sus labios hacia mi clavícula dejando besos fríos , que se sentían tan bien.

Jesús, María y José, ¿No podría ser uno real?

—Te dije que soy real —susurró subiendo y dejando pequeños besos en mi cuello. Y así como se acercó, también se alejó, dejándome con el corazón latiéndome a mil por hora.

Oh, y encima leía mentes, ¿en qué problema me he metido?












N/a, paren todo, que ya llegué 🙄

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