Los sueños secretos de Sophie

By Hitto_

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Sophie siempre busca ser la mejor en todo. Sin embargo detrás de esa fachada esconde muchos secretos y sueños... More

1. Sophie Cohen
2. Ian Key
3. El pastel de cumpleaños
4. La esperada fiesta
6. Una cita casi perfecta
7. Paranoia y vida Zen
8. Al diablo con el zen
9. Un largo día
10. El intruso
11. Amor licano
12. La excursión
13. Olvidados perdidos y en problemas.
14. ¡Vamos a morir!
15. Nueva oportunidad
16. Persecuciones
17. Sangrienta venganza
18. Empieza el juego
19 ¡Yo quiero una invitación!
20. Todo por un vestido
21. La busqueda del tesoro
22. Él no me gusta ¿o sí?
23. De nuevo a escapar
24. ¡Yo no la choqué!
25. La casa de los decapitados
26. Hora de revelar sentimientos
27. Te diré mil veces que te amo
Regalos y multimedia (cap. especial)
28. Una promesa
29. Algo de descontrol
30. ¿ Y a Sophie quién la cuida?
La oscuridad nos persigue
32. pTres mil litros de puddin de chocolate
33. Educación sexual
34. Quiero ser mejor
35. Tarde de chicos
36. La rebelión de Claudia
37. Nuevo semestre, nuevos problemas
38. Té con los Roach
39. El muro cae
40. Cambiar de sueños
41. Un voto de confianza
42. Bienvenida a Saint Abel
43. Desenmascarando a la princesa
44. La casamentera
Cantar o perder
46. Sombras del pasado
47. La decisión más difícil
48. El costo de los secretos
49. Igual a las novelas
51. Verdades que duelen
51. Buscando vías de escape
52. Un final y el inicio de algo nuevo
Epílogo

5. Cómo deshacerse de Ian Key

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By Hitto_

Ya no podía más con la frustración. Alan y Tiago eran unos traidores, esa no se las perdonaría nunca. Ni siquiera tuvo la intención de seguirlos, pateando cuanto mueble se le puso en frente caminó a la cocina. Sacó un jugo y escuchó los ladridos incesantes de Gatorade, el perro pastor alemán de la familia.

Cerró el refrigerador y una idea maliciosa cruzó su mente. Gatorade podía ser el perro más cariñoso y fiel con su familia, pero una furiosa fiera con los intrusos.

Sophie ya podía imaginar la escena: El enorme perro corriendo hacia Ian, arrastrándolo de una pierna hasta el jardín y enterrándolo en un enorme agujero. Era perfecto. Destrancó la puerta e inmediatamente Gatorade salió disparado hacia el individuo desconocido.

De su sonrisa maliciosa la muchacha pasó a una de espanto. La imagen del muchacho cubierto en sangre al ser atacado por el animal no pudo evadir su mente. Ella no quería deshacerse de Ian en una forma tan literal, así que corrió esperando que no fuese muy tarde.

Llegó a la sala, donde los tres chicos estaban, como era de esperarse el cuadrúpedo era muy rápido. Sophie quedó estática al ver la escena: Gatorade prácticamente devoraba la cara de Ian, pero a lamidas. Le movía la cola alegremente y el muchacho lo acariciaba entusiasmado.

—El animal más fiel, sí claro —protestó Sophie dirigiéndose a su cuarto, hecha una furia.

Se deslizó bajo la cama y se hizo un ovillo, emanado tristeza y melancolía. Más que nunca se dio cuenta de que no tenía a nadie. Sus amigos ni si quiera la toleraban, el chico que le gustaba tenía novia, su hermano, su primo y hasta el perro preferían a Ian antes que a ella. Ya comenzaba a llorar cuando sintió la puerta abrirse y vio un par de zapatos junto a la cama.

— ¿Sophie qué pasa? —le preguntó Alan, echándose de estómago en el piso para verla.

—Nada, vete con tu amigo —fue su taciturna respuesta.

—Es tu cumpleaños, quiero pasarlo contigo, ven con nosotros, no puedes quedarte sola. —Le extendió la mano mientras hablaba con dulzura, ella la rechazó de un manotazo.

—No voy con traidores, dijiste que me ayudarías a vengarme de él y haces todo lo contrario.

— ¿Ian es el chico que te hace la vida miserable? —preguntó confundido.

—Sí, es él —confirmó con un puchero.

—No lo sabía Sophie. ¿Cómo puedes odiar a alguien que conociste hace solo tres días? Ian es genial, lo conozco, tal vez sólo empezaron con el pie izquierdo, dale una oportunidad, no tienes por qué sabotear lo que resta de tu cumpleaños. —Le dirigió una sonrisa y su prima no pudo resistirse. No importaba lo que le dijera, Ian había herido su orgullo, aquello era demasiado, pero intentaría tolerarlo, al menos por ese día.

***

Tiago e Ian conversaba amenamente, como si fueran los mejores amigos, por supuesto que eso le molestó de sobre manera. Le extendieron a Alan una lata de cerveza y se sentaron a la mesa.

— ¡Le diré a papá! —gritó Sophie a su hermano.

—Solo son un par, ni se dará cuenta. —Levantó los hombros y se balanceó en la silla.

Ella agarró un jugo y retiró un asiento bruscamente.

—Si no dices nada te damos un traguito —le dijo Ian acariciándole la cabeza como a un cachorrito.

La muchacha apretó los dientes y la mano al rededor del cartón, haciendo que el jugo saliese disparado hacia su rostro. Los tres chicos rieron y ella no lo soportó más. Lanzó el envase con el resto de jugo hacia Ian y luego se abalanzó contra él, con la intención de arrancarle los miembros.

Su intento se vio frustrado cuando Tiago la detuvo prácticamente en el aire.

—Tranquila, tranquila...— La calmó abrazándola y acariciándole la cabeza—. Ve a limpiarte. —Le dio un beso en la frente y ella volvió a retirarse molesta.

Se trancó en el baño, zapateó, gritó y saltó cayendo con fuerza. Realizó su pequeño berrinche mientras se limpiaba, descargando toda la ira contenida. Dio un último suspiro, cerró los ojos y se centró antes de volver. Ian no iba a arruinar su cumpleaños, bastaban un par de minutos más para que su propia familia se diese cuenta de lo irritante y molesto que ese sujeto resultaba.

Dando pasos firmes, pero calmados, regresó con ellos. Esta vez miraban la televisión. El pozo de incertidumbre y destrucción en el que se había hundido antes parecía ahora un pequeño bache. Cada vez que dejaba a esos tres solos algo malo pasaba, y en ese momento parecía una tragedia. A pesar de tener cientos de películas y series disponibles  en la televisión, ellos se encontraban viendo un video familiar.

Ahí estaba Sophie a los cinco años, con un tutú rosa, una tiara y alas de mariposa.

— ¿Quién eres? —preguntó la femenina voz de quien filmaba el video.

— ¡Soy la princesa mariposa! —exclamó la pequeña.

— ¡Nooooo! —gritó la Sophie de quince años, sintiendo como el espacio se encogía a su alrededor.

Tiago y Alan voltearon a verla sorprendidos, Ian mantenía la vista fija en la pantalla. Ahora la pequeña Sophie era empujada por un niño también disfrazado. Ella se abalanzaba agresivamente hacia él y lo golpeaba fieramente. Luego su padre corría a levantarla. Mientras el niño lloraba inconsolablemente, la niña movía su bracitos y piernitas, retorciéndose en los brazos de su padre, intentando continuar con el ataque.

La función terminó cuando la chica desconectó el aparato.

— ¡Por qué estaban viendo eso! —reclamó calcinando a los chicos con la mirada.

—Lo encontré en mi casa, quería mostrártelo —balbuceó Alan a causa de la aprehensión.

El instinto asesino de la chica se palpaba en el ambiente. Se suponía que el mostrar videos, fotos o cualquier cosa vergonzosa era labor de los padres, no de su primo hermano.

—Yo ya tengo que irme —Ian miró su reloj y se despidió camino a la puerta. Intuía qué podría pasar, así que decidió que ellos arreglasen sus "asuntos familiares".

***

El regreso a clases el día lunes fue la experiencia más aterradora para Sophie desde su cumpleaños. No sabía cómo debía encarar a sus compañeros, a quienes había echado de su fiesta, y menos al chico británico, quien había presenciado uno de sus momentos más vergonzosos en una pantalla de cuarenta y dos pulgadas.

Caminando por el pasillo las miradas se dirigieron a ella por inercia, como si fuese una rock star caminado hacia los Grammy. Claro que ese no era el motivo por el cual la hija del director llamaba tanto la atención. Procurando no mostrarse intimidada continuó hacia su salón, siendo que realmente deseaba salir corriendo como un gato perseguido por una manada de perros.

Con fingida altanería se acomodó en su lugar, no pasó mucho antes de que Missy, Juliana y Patricia se aproximaran para satisfacer su curiosidad.

— ¿Qué fue lo que pasó el sábado?, ¿Te enfadaste con nosotras? —preguntó Juliana, no era algo que realmente le importase, simplemente no podía perder amistades que le convenían, al menos durante ese año, mientras el padre de Sophie siguiese siendo director.

Sophie repasó con la mirada a las chicas. "Son una bola de hipócritas, las odio y no se atrevan a hablar mal de mi familia nuevamente o me encargaré de su destrucción total" pensó en decir, mas sus labios pronunciaron otras palabras, como si dos seres compartieran el mismo cuerpo y uno hubiese ganado la batalla.

—Por supuesto que no, fue una apuesta con mi primo. El rifle no era de verdad, pero le aposté a que la mayoría pensaba que sí —explicó farsante.

—Ah, qué bueno, ya nos habías asustado. ¿Friends for ever? —preguntó Patricia con la misma hipocresía.

—Claro —dijo Sophie.

Las chicas regresaron a sus asientos. Sophie apoyó la cabeza sobre la mesa, sintiéndose estúpida, falsa y cobarde.

Ian, quien había observado todo, estaba incrédulo ante la actuación de su compañera. Sabía bien que una apuesta con Alan no era el motivo por el que había echado a todos de su casa. Algo malo había pasado y ella lo ocultaba, encubriendo sus verdaderos sentimientos ante el temor de perder sus falsas amistades.

—Eres patética —le susurró colocándose el audífono en el oído.

Sophie tomó su comentario como un insulto infundado y garabateó en una hoja mientras la clase de física empezaba.

***

— ¡Key! ¿Está prestando atención? —La profesora de física llamó la atención del alumno nuevo al notar que, durante la clase, él se mantenía mirando por la ventana o garabateando en un cuaderno.

Él levantó la vista confundido, como si lo despertasen de un sueño ligero. "Ya fue" pensó Sophie, contenta porque le llamasen la atención.

—Sí, por supuesto —fue la anémica repuesta del muchacho.

—Entonces podrá resolver el ejercicio de la pizarra —dijo con la típica ironía de maestro fastidiado.

Sin quedarle otra opción, Ian se levantó con pereza, con una mano en el bolsillo comenzó a escribir en la pizarra.

Sophie observaba atenta con satisfacción. Aquel era un ejercicio complicado, lo que ella había repasado con su padre durante las vacaciones, para entrar a su cuarto año de secundaria con un amplio conocimiento de la materia.

El muchacho terminó de escribir un largo procedimiento y un resultado final. Sophie sólo tuvo que mirar la parte posterior del libro para que su sonrisa se ampliase.

—El resultado está mal, no coincide con el libro —dijo la maestra.

—Mi resultado está bien, el libro está equivocado —respondió resuelto.

Más de uno lanzó una risita, creyendo que aquello era una pequeña muestra de rebeldía para fastidiar a la maestra.

—Revise el procedimiento si no me cree. —Pidió levantando los hombros.

La profesora arrugó la nariz, como cada vez que se molestaba y miró el ejercicio, buscando minuciosamente los errores para echárselos en cara a su alumno. Revisó una vez, miró hacia él y revisó de nuevo.

—Es cierto, el libro tiene un error, avisaré a la editorial —ocultó su sorpresa e incertidumbre con el ademán de acomodarse las gafas.

Todos, incluso Sophie, contemplaron pasmados a su compañero. Aquello no parecía posible, Sophie también revisó rápidamente. Ian tenía razón. Un par de aplausos por parte de algunas chicas se dejaron escuchar mientras Ian regresaba a su asiento. Sophie lo miró perpleja mientras él volvía a garabatear en su cuaderno.

Ian no era un vago ignorante como Sophie había supuesto, eso no le quitaba lo latoso e irritante. Todos aquellos que lo conocían parecían envueltos en un maléfico hechizo, al cual ella era la única inmune. Debía despertar a la gente hacia la realidad, demostrarles quién era ese muchacho.

En el descanso, Sophie avisó que tenía algo importante que hacer. A pesar de todo, no soportaba ver al resto de sus compañeros. Hablar con ellos le dolía, demasiado, sobre todo al recordar las cosas que decían de ella a sus espaldas. Permaneció en el aula y su curiosidad pudo más que el respeto a la privacidad cuando vio el cuaderno de Ian sobre la mesa.

Vigilando que nadie la viese lo tomó en sus manos y lo abrió. No era un cuaderno común, era uno de dibujos. Pasó las hojas sin poder evitar el mostrarse entusiasmada. Los dibujos de Ian eran realmente buenos. Varias hojas eran borradores de comics, muy bien dibujados y Sophie admitía que más de uno se le hacía interesante o le causaba gracia.

Ver ese estilo de dibujos le trajo a la memoria lo que había ocurrido el año anterior; cuando ella y quienes creía sus amigos fueron al centro comercial. Una nueva edición de colección había llegado a la tienda de comics, Sophie se separó de sus amigas para verla. Ellas la siguieron arqueando una ceja y mirando con desprecio la tienda. Entusiasta, Sophie les comentó sobre sus títulos favoritos; ellas rieron. Le dijeron que leer comics era absurdo e infantil. Ella no pudo evitar sentirse estúpida, trató de arreglarlo diciendo que en realidad era a su hermano a quien esas cosas le gustaban. Desde entonces Sophie procuraba ocultar bien sus comics y mangas, junto a sus novelas románticas, no fuera a ser que sus amigos volviesen a verla como una niña inmadura.

Recordando ese acontecimiento una idea volvió a surcar su mente: ¿Qué dirían todos si el fabuloso Ian Key se pasaba el tiempo dibujando súper héroes?

Dio un último vistazo al cuaderno, el último dibujo llamó su atención. No era una caricatura, o un héroe, o algún personaje. Sophie entrecerró los ojos para ver bien. A primera vista podría ser ella. Era una joven muchacha sentada en un banco, con la cabeza apoyada en la mano, llevaba el uniforme del colegio y el cabello recogido en dos colitas como ella, sólo que la chica no tenía rostro, lo que hacía difícil confirmar su suposición.

Alguien entró al aula y Sophie cerró el libro rápidamente antes de ser descubierta.

***

Ian regresó al salón poco después que sus compañeros, entró mirando al piso, concentrándose en su música, de pronto vio a un gran grupo de chicos y chicas alrededor de su pupitre. En cuanto se percataron de su presencia voltearon hacia él.

Sophie estaba en medio, sonriendo con arrogancia y mostrándole al resto de la clase su cuaderno de bocetos. Ahora sí se sentía furioso, más que nunca, ese cuaderno era privado y no permitía que nadie lo viese.

— ¿Por qué no nos dijiste que dibujabas Ian? —preguntó la chica con malicia, esperando el momento en que todos se rieran de él.

— ¿Tú los dibujaste? —preguntó Andrés.

—Sí —respondió disgustado ante la invasión a su privacidad.

— ¡Están increíbles! —Saltaron varios, sobre todo las chicas.

La muchacha de ojos azules abrió la boca pasmada viendo como todos iban hacia él, sólo les faltaba pedirle un autógrafo. Aquello era increíble, a ella la tachaban de tonta e infantil por leer comics, en cambio a Ian, que los dibujaba, lo admiraban como al ser más genial de este mundo.

—No te salió bien princesa mariposa —le dijo al sentarse, una vez que el maestro de biología hubo dispersado a la multitud.

Ella cruzó los brazos, molesta, frustrada por su vano intento.

En el siguiente descanso y en la hora del almuerzo prefirió estar sola. Bajó las escaleras hacia el jardín y al pasar vio a su hermano de reojo, o eso le pareció, retrocedió un par de pasos y observó asqueada como se besaba con una chica de quinto año. Carraspeó molesta, él abrió los ojos y separó la muchacha con delicadeza, ella al ver a la hermana de Tiago, se fue de ahí algo sonrojada.

—Eres un.... ¡aish! ¡Se lo diré a papá! —le gritó acusadoramente.

—Dile —levantó los hombros— ¿Qué tiene de malo?

— ¿Qué, qué tiene? Eres un... ¡promiscuo! ¡Eso es lo que eres!

—No lo soy.

—Sí lo eres, te andas besando con cualquiera, vas a contagiarte algo.

— ¿Algo como qué?

—Mononucleosis, gripe A, yo qué sé. Me das asco —sentenció saliendo al patio. Iba a pedirle a Tiago que la acompañase durante el almuerzo, pero no quería ni tocarlo, quién sabe si le pegaba algo raro. Siempre que los labios de su hermano jugaban un rato era con una chica diferente.

El patio trasero era un lugar lindo y tranquilo, lleno de árboles frutales. A Sophie le gustaba pasar el tiempo ahí, al menos cuando estaba sola. Caminó hacia su árbol favorito, cargando una bolsa de papel con un sándwich y suplementos de hierro que sus padres le obligaban a tomar.

Se detuvo en seco y volcó los ojos. Ian estaba ahí, no era sorpresa en realidad, ya hasta parecía que la acosaba, no importaba donde fuese: en el colegio, la calle, su casa o sus propios sueños, siempre tenía que toparse con él. Lo miró de lejos un rato, él permanecía con las manos en los bolsillos, mirando hacia las nubes. De repente un pequeño gatito salió de los arbustos, el muchacho bajó la vista hacia él y sacó algo de su bolsillo.

Sophie ya podía imaginar a Ian sacando una navaja, partiendo al animalito en dos y arrancándole la piel para un nuevo sombrero. Corrió para alertar a la criatura; ya era tarde, Ian le dio una galletita y el felino se fue corriendo nuevamente con su obsequio.

— ¡No! ¡Eres un ser cruel! —gritó corriendo hacia él. Lo empujó al suelo y buscó al animal.

— ¡Qué te pasa! —gritó desde el piso.

—Gatito ven —llamó buscando éntrelos arbustos—. Trato de quietarle la galleta envenenada—respondió al chico sin dejar de buscar.

— ¿Galleta envenenada? ¿Qué acaso estás loca?

— ¿Yo loca? ¡Tú eres el asesino de animales! ¿Qué planeas? ¿Que muera por ahí y te sea más fácil buscarlo luego?

—En verdad estás psicótica, cómo se te ocurre que haría eso.

— ¿Por qué otro motivo serías amable con un gato callejero?

—Por qué me gustan los animales —respondió con obviedad, sacudiendo los residuos de pasto seco de su chaqueta.

— ¿Qué acaso Ian tiene un lado sensible escondido? —preguntó con sarcasmo.

—No, no es un secreto, a diferencia de otras no ando pretendiendo ser algo que no soy —le dio la espalda y comenzó a caminar.

— ¿De qué hablas? —caminó a su lado levantando el rostro altaneramente.

—Tú sabes de qué, no necesito conocerte demasiado para saber cómo eres: Insegura y cobarde, con un fuerte miedo al rechazo. Por eso finges ser la chica dura e indiferente, a quien no le importa el resto, cuando tu vida gira en torno a lo que piensen de ti.

—No es cierto —intentó sonar segura.

—No eres lo que aparentas princesa mariposa.

— ¡Deja de llamarme así! —Reclamó en un quejidito que sonaba como el maullido de un gatito hambriento—. No le digas a nadie, sobre el video —pidió dándose por vencida. Ian ya la había humillado demasiado, qué más daba mostrar un momento de debilidad a cambio de mantener en secreto su vergonzoso video.

—Sabes, ni siquiera se me había cruzado por la mente —dijo con una media sonrisa—. Ahora sí, gracias a ti. En cualquier momento, en cualquier lugar te pediré un favor, y tendrás que cumplirlo sin chistar. —Se agachó hasta verla a los ojos.

Sophie se había tendido una trampa ella misma. Ian volvía a ganarle una batalla inexistente. Permaneció parada mientras el chico se retiraba. Ian podría manipularla.

Era absurdo, todos debían tener videos ridículos de cuando eran pequeños, pero conociendo su mala suerte, estaba segura de que eso sería motivo para que el resto de sus compañeros se burlasen de ella abiertamente. Cualquier motivo parecía bueno para ridiculizarla. A menos que ella encontrase algo sucio o vergonzoso sobre Ian primero. Entonces él estaría comiendo de su mano y no al revés. Debía conseguir información, y ya sabía dónde.

Sin siquiera pedir permiso o tocar la puerta atravesó la oficina principal y entró a la dirección.

— ¿Qué hiciste ahora? —le preguntó Nicolás sin dejar de mirar la pantalla de su computadora.

—Nada, sólo quería visitarte porque te quiero —le dijo sentándose en sus rodillas y dándole un beso en la mejilla.

—Ya, en serio, ¿Por qué te enviaron? —volvió a preguntar.

—Te juro que por nada, sólo quería pasar el resto de la hora del almuerzo contigo explicó dulcemente, poniendo una tierna carita, capaz de derretir a su padre y conseguir lo que quisiese.

—Está bien —rezongó abriendo su billetera.

—No quiero plata, bueno sí. —Cambió de opinión y le arrebató un billete—.Sólo quería aprovechar de preguntarte algo. Sobre el chico nuevo, pensaba en hacerle una bienvenida y me di cuenta de que no sé nada sobre él. ¿Puedes prestarme su expediente? Así lo conozco mejor y puedo pensar en algo que le guste.

Su padre la miró incrédulo, haciéndole entender con su expresión que no era incauto y menos estúpido.

—Los expedientes son privados, si quieres saber sobre él pregúntale.

—No es justo, él es muy reservado —se quejó cruzando los brazos.

—Pues hazte su amiga y que te cuente. —La llevó por los hombros hasta la salida—. Adiós—se despidió antes de cerrarle la puerta.

— ¡No es justo! —protestó.

***

A la salida, Ian llegó antes que nadie a los casilleros, quería sacar sus cosas e irse, no soportaba al grupito de gente que lo seguían como perritos falderos, por eso siempre intentaba evitarlos. El pasillo estaba vació excepto por una muchacha que sollozaba en el piso.

Al principio no la distinguió bien, una mata de cabello pelirrojo y rizado salía de su enorme abrigo negro. Su casillero estaba justo debajo del de Sophie. Ian sacó los audífonos de sus oídos y se arrodilló junto a la muchacha. Ella al notar su presencia volteó a verlo. Tenía ojos celestes y la cara pecosa mojada por las lágrimas. Él ya estuvo a punto de preguntarle qué le sucedía cuando notó lo que pasaba. De su casillero chorreaba gelatina verde, todas sus cosas, libros incluidos, se encontraban embarrados con ella.

— ¿Qué sucedió? —le preguntó sacudiendo uno de los libros.

—Nada —dijo la muchacha tímidamente, ocultando el rostro dentro su ropa.

— ¿Alguien te hizo esto? —preguntó un poco molesto, y la muchacha afirmó levemente con la cabeza — ¿Por qué? ¿Les hiciste algo?

—No —reaccionó asustada—. Siempre me hacen cosas así, porque soy extranjera supongo —explicó con resignación intentando rescatar algunas de sus cosas.

—Eso qué tiene que ver, yo también soy extranjero y me tratan bien.

—Supongo que es porque vienes de un país mejor que el mío, o simplemente es cuestión de personalidad, no suelo agradarle a la gente —habló con un dejo de tristeza, capaz de partirle el alma a cualquiera.

—Ningún país es mejor que el otro y nada les da derecho a fastídiate así. Deberías hacerles frente en lugar de sollozar sola. —Le extendió un estuche que había limpiado con su chaqueta y la chica lo miró agradecida—. ¿Claudia cierto?

— ¿Sabes mi nombre? —preguntó sorprendida, pensaba que nadie en el colegio la conocía, solo quienes la molestaban.

—Sí, conozco los nombres y apellidos de todos los chicos del salón, además te sientas detrás de mí. Si necesitas que compartamos libros sólo dímelo. —Se ofreció levantando un cuaderno que había quedado inutilizable.

Ella ya estaba por contestar y Sophie apareció en escena. Por pensar la forma de averiguar cosas sobre Ian, no vio la resbalosa sustancia en el suelo y cayó sobre el muchacho.

— ¡Tú pusiste eso aquí! —protestó incorporándose.

—No —contestó levantándose y sacudiendo la gelatina que tenía en las manos, haciendo que salpicase la rostro de la chica.

— ¡Eres un cerdo! —gritó limpiándose el rostro. Guardó un par de cosas y se fue tan molesta que no notó que una carpeta cayó al suelo.

— ¿Siempre es así? —volvió a dirigirse a Claudia. Ella afirmó algo divertida—. ¿Ególatra y vanidosa?

—En realidad iba a decir distraída y soñadora, aunque sí, es algo vanidosa, pero no es mala —dijo Claudia con una sonrisa—. Gracias Ian—agradeció de todo corazón, era la primera vez que alguien tenía un gesto amable con ella en ese colegio.

Cuando Claudia se retiró, él se agachó para levantar la carpeta de Sophie y regresó a casa.

***

En cuanto Sophie entró a su habitación prendió la computadora. Si su padre no colaboraba había otras formas de conseguir información. Empezó por lo sencillo, puso "Ian Key" en el buscador, pero no apreció nada relacionado con él. Solo algunos sujetos con el mismo nombre y un "Ian Kay", un asesino en serie. Aquello era un inicio, capaz el Ian que conocía era su descendiente, había heredado su gen del mal y buscaba venganza matando del mismo modus operandi.

De todas formas le pareció extraño, Ian no tenía nada, ni facebook, ni Twitter, ni siquiera era de esos raritos que usaban Wattpad, nada de nada. Parecía un fantasma. No le quedaba otra; o fingía hacerse su amiga, lo cual era muy improbable, o tendría que cobrar un par de favores. Bajó a la cocina por un poco de su jugo de piña favorito, tenía mucho trabajo por delante.

El timbre sonó, Thaly estaba cerca así que abrió la puerta.

Sophie volcó los ojos al ver de quien se trataba, su enemigo, barra, acosador, número uno.

— ¿Ian qué haces aquí? —preguntó Thaly sorprendida, haciéndole un gesto para que pasase.

— ¿Conoces a Thaly? —saltó Sophie.

—Vivo cerca —le respondió a la madre de la muchacha, ignorando a la gritona por completo—. ¿Eres hermana de Sophie?

—No, soy su madre —respondió acostumbrada a ese tipo de confusión.

Sophie sintió nauseas al escuchar tan común y cursi alago, a pesar que Ian no lo había dicho con esa intención.

—Lo siento.

—No te preocupes, siempre pasa. ¿Quieres quedarte a tomar el té?

—No —respondieron los dos jóvenes al mismo tiempo. Sophie no quería que él se quedara, y él tenía cosas que hacer.

—No, gracias, será en otra ocasión. Sólo vine a dejar esto, Sophie lo olvidó en el colegio. —Le extendió la carpeta y se despidió con un ligera reverencia.

— ¿De dónde lo conoces? —le preguntó a su madre. Parecía que todos en su familia conocían a Ian y habían caído en su hipnótico hechizo.

—Se sentó a mi lado en el avión. Me ayudó con mis maletas al embarcar y me cambió el asiento cuando le dije que me gustaba más la ventanilla. Es un chico muy dulce —explicó con ojos soñadores.

— ¡Dulce! —Espetó con asco—. ¡Es un ser ególatra y horrible! —Le arrebató la carpeta de sus manos y subió furiosa las escaleras. Thaly solo rió ante la infantil reacción de su hija.

***

—Maldito farsante, ¿Qué quieres? ¿Poner a mi familia en mi contra? No te va a funcionar —dijo golpeando un osito de peluche contra la pared repetidas veces.

Se tumbó en la cama de estómago y comenzó a hojear la carpeta, asegurándose de que no le faltase ni una hoja. Pasó la carátula y luego puso una expresión de horror al ver las siguientes páginas. Sus inmaculadas hojas llenas de dieces ahora tenían correcciones en rojo. Ian había corregido cada uno de sus trabajos de literatura, marcando errores gramaticales, de ortografía y fuentes históricas que ni los mismos maestros habían notado.

Sophie lanzó un gritó y arrancó las páginas. Era el colmo, Ian le echaba en cara que era superior. Ya era una guerra declarada. Sophie iba a destruirlo, y esta vez no tendría complacencias. Lanzó las hojas rotas al basurero y les prendió fuego. Observando como el calor intenso desintegraba el papel, juró que Ian estaría fuera de su vida en menos de una semana.

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Gracias por leer!!! no se olviden de comentar! 
Dato curioso. Cuando escribí este capitulo estaba la pandemia de la gripe AH1N1 por eso Sophie menciona la gripe A... coincidencia? XD

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