Capítulo 74
Todo el mundo busca o se pasa la vida intentando buscar el amor de su vida, el 50 por ciento lo ha encontrado y lo ha dejado pasar por miedo, el 50 por ciento apuesta por él y mueren juntos.
Luego estoy yo, que intento dar sentido y definición a lo que es el amor de tu vida.
Hace unos años pensé que la persona con la que estuve hasta hace unos meses había sido el amor de vida, ayer pensaba que no, hoy vuelvo a pensar que sí, como si de una margarita mi vida tratase, la indecisión me perturba por no saber ni quine soy.
-Emma- habla una voz chillona mientras tira de mi brazo. Clarissa.
Está niña es quizá la única persona de este mundo con la que no esté frustrada, quienes piensas conocer resulta que se vuelven de un día para otro, completos desconocidos.
En estos momentos esta niña de pelo azabache y ojos verdes es la única persona de este mundo que es capaz de mostrarme de una forma más sencilla -típico en los niños- que la vida no es tan mala como pensamos, ni tan bonita como nos hacen creer.
Me acerco al carro de los helados a petición de la pequeña niña. Adoro su inocencia y supongo que es por lo reflejada que me siento, cuando más crees saber, más dudas e incógnitas aparecen en tu vida para replantear lo poco que creías tener claro.
El sol de mayo golpea el pelo rubio de la mujer mayor que nos atiende, una sonrisa amable dirigida a la niña y un "invita la casa" con mueca de dolor me hace volver a la realidad.
Odio los parques, me recuerdan a todo aquello que solía tener y ya no.
No tardamos en llegar a casa de la pequeña ojos verdes. Dejo a la niña en la puerta mientras su madre me extiende el sobre blanco mensual que contiene algo de dinero que me ayudará a costear parte de mi último año en la universidad.
Llego a mi casa, hogar amargo hogar.
No escucho el recibimiento de nadie, y lo echo de menos. El olor de Charly, el nuevo marido de mi madre solo queda en mi recuerdo y el ambientador a vainilla de mi madre dejó esta casa hace un par de meses.
Cuando todo parece ir bien de repente hay algo que lo pone todo patas arriba.
Tengo miedo a olvidar su voz, su forma de llamarme o de arroparme antes de irme a dormir o sus consejos, que aunque no fuera a seguir, siempre iban a estar ahí, para recordarme que debía haber hecho y qué no hice.
Quiero ir al cementerio, sin embargo, no me recomiendan ir más de 3 veces y esta semana y he cubierto el plazo.
¿Cuándo cesará este dolor?
Sé que la muerte de una madre es quizá algo de lo que nunca saldrás, pero por lo menos intento que no me hunda más.
Accidente. Me recuerda mi yo interno.
A quienes más queremos es a quien menos se lo de mostramos, sin embargo, serían por los únicos que ante cualquier situación comerías 20 raciones de orgullo. Y qué más da, si total, no engorda.
Me tumbo en la cama, miro el techo, cierro los ojos, los abro, miro el techo, los cierro y lloro. Se ha convertido en un ritual antes de dormir.
Su colonia, el aroma de su pelo, su suave voz, el olor a tortitas, y su tranquilidad me trasladan a un mundo en el cuál mi madre sigue viviendo.
Intento recordar la voz ronca de Charly, sus chistes, y entonces los escribo, no quiero que caigan en el olvido, en mi olvido.
Recuerdo la noche en el sofá, acurrucada al que había considerado el hombre de mi vida, Harry, su mano acariciando suavemente mi pelo, comiendo helado y mientras veíamos Rossie, me muevo y la tele cambia de canal accidentalmente.
-Accidente en la A328, dirección aeropuerto.
Se me para el corazón, las cámaras señalan el coche del siniestro, sé que coche es, lo conozco, he estado en él.
Harry agarra mi mano, coge una chaqueta y las llaves del coche, me levanta, sigo inconsciente, esperando a que me pellizque y finalmente despierte. No despierto.
Fue real.
Irónico que no me gusta que me mientan y que estuviera esperando a que alguien me dijera "te lo creíste, todo era mentira"
Las lágrimas salen directas por mis mejillas, la misma escena todas las noches, y es que en la cama los problemas cogen fuerza.