Realidades Alternas

由 AidanCero

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AU Clexa. Inspirado por 'The Wish' Capítulo de Buffy la cazavampiros. Ha pasado un año de la muerte de Lexa y... 更多

Capítulo 1
II
III
IV
VI
VII
NOTA DEL AUTOR

V

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由 AidanCero




*¿Qué sucede cuando una persona no quiere ser salvada?*

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Primer día del último año de preparatoria; primer día del final de un ciclo, de una etapa. Trescientos sesenta y cinco días restantes para cerrar la puerta de la adolescencia y dar el paso definitivo a mi adultez.

Estoy nerviosa, claro. Tener que preocuparme por la universidad, vivir sola, hacerme cargo enteramente de mí y mis cosas. No puedo decir que estoy lista, pero sí puedo decir que estoy emocionada.

Nunca esperas que el primer día sea interesante, en realidad lo que tienes en mente es que será la presentación de las materias con sus respectivos profesores, quienes como siempre, y sin faltar una sola vez con esa costumbre que parece ritual, te piden que te levantes de tu asiento, digas tu nombre y algo que te gusta hacer.

Es clásico.

-Soy Clarke Griffin y me gusta pintar-.

Todos en el salón lo saben, estoy segura que hemos compartido otras materias y nos hemos visto el rostro al menos una vez.

La chica que sigue de mí se levanta. Sé que se llama Harper McIntyre y le gusta el tiro con arco.

-Me llamo Harper McIntyre y disfruto del tiro con arco-.

Volteo los ojos mentalmente, pongo mi barbilla sobre la palma de mi mano y me recargo en el pupitre. Aburrido, tonto, absurdo. Qué pérdida de tiempo son los primeros días de clase, insisto.

-Soy Finn Collins- Comienza a decir, es de verdad mala suerte que tomáramos juntos física avanzada –Y me gusta Clarke- Me tapo la cara con las manos y niego con la cabeza. Qué bochornoso.

Entre el alboroto me destapo la cara y subo la mirada a la esquina del salón, el último pupitre de la última fila. No la había visto antes, de modo que creo que es nueva en el instituto, o, quizás, sólo es de esas personas de bajo perfil que van por los pasillos deseando ser invisibles. Lleva puesta una sudadera negra con gorro, el gorro se lo ha puesto en la cabeza y algunos mechones de cabello (negro también) sobresalen y le tapan medio rostro, sin embargo, fuera de la oscuridad que despide su vestimenta y su aura, lo que veo que brilla como nada en la habitación, son sus ojos verdes, profundos, clavados en los míos.

No puedo describir lo que siento cuando no parpadeamos en segundos. Algo en la boca del estómago, una emoción que no puedo identificar.

Entonces agacha la mirada y vuelve a hacer garabatos en su cuaderno, tan cliché del desadaptado social de preparatoria que casi me dan ganas de sonreír.

Mi status es normal, no soy la chica popular, pero tengo bastantes amigos y muchos me conocen y me saludan. Me llevo bien con la mayoría porque mis prejuicios son pocos y no me interesa mucho lo que puedan decir de mí si un día le saludo al gordito del club de teatro o al nerd del club de matemáticas.

Vuelvo mi mirada a Finn. No es precisamente guapo o interesante, creo que cuando nos conocimos estaba en un momento de mi vida donde me sentía sola y él llegó con las palabras correctas para hacerme sentir menos ignorada.

Sin embargo, tras las infidelidad, me di cuenta que estaba con él por mera costumbre y por ese miedo de volver a sentirme sola. No voy a mentir cuando digo que me costó trabajo terminar con él tras mes y medio de vacaciones de verano, pensaba que me iba a sentir vacía, que no sabría qué hacer con mi tiempo, que no encontraría alguna forma de sobreponerme. Pese a todo, tenía el valor suficiente como para saber que perdonarlo sería traicionarme a mí. Y hacerme eso simplemente era inconcebible.

Pronto me di cuenta que estaba mejor sin él y respiré tranquila cuando me descubrí incluso más feliz sin su compañía.

Volteo a verlo sólo por recordarlo cómo era cuando comenzamos a salir, lo que me gustaba entonces de él y que definitivamente ya no me gusta. Me guiña un ojo y sonríe, seguro de sí, con la idea loca de que podrá recuperarme.

Pobre.

-¿Podría ponerse de pie por favor?- Dice el maestro.

Entonces todo el salón está en espera de saber quién es esa sombra en la esquina. Cómo se llama y de dónde viene, si acaso no uno de sus intereses es matar vírgenes o cortarse mientras escucha algo como... lo que sea que se escuche en estos días para deprimirse.

Comprendo que mi forma de pensar con respecto a ella es un poco pesada, pero tiene el perfil.

-Lexa, me gusta la animación por computadora- Y sin esperar por si el maestro tiene algo más que añadir, se sienta y vuelve a agachar la cabeza.

Hay algo en ella que me intriga. Sé que no es la primera persona que conozco con esas características de timidez, pero hay algo en ella que llama mi atención y me deja con ganas de observarla toda la clase.

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-¿Viste a la chica nueva?- Es Octavia quien pregunta mientras comemos algo en la cafetería.
-La vi- Qué versión más extraña de Lexa, quien, al menos en las realidades pasadas, había demostrado tener una personalidad fuerte y segura. Ésta que acabo de reconocer es... como si pareciera que de un momento a otro se romperá en mil pedazos, dejando de existir.
-Qué extraña que es ¿No te parece?-.
-Cada preparatoria tiene un puñado de personas como ella-.
-No, ella es más extraña aún, es como si los juntaras a todos y tienes a Lexa- La señala con la mano, por fortuna no puede oírnos porque está a diez metros de nosotras leyendo un libro, con el pie sobre la silla y más mechones de cabello que le cubren el rostro.
-Creo que si se descubriera el rostro y la cabeza podríamos ver que es realmente bonita- Octavia me mira.
-No lo has dicho en serio-.
-Pero sí lo he dicho en serio-.
-Creo que lo que realmente está pasando es que tu complejo de Madre Teresa viene a flote, como siempre, y ahora quieres saber qué está roto en ella para intentar arreglarla-.

Es verdad que por alguna tonta razón siempre quiero ayudar a los demás sin importar si yo me estoy derrumbando. Me dicen algunos en broma, que soy el pastor del rebaño. No me pregunten por qué lo hago, qué tontería psicológica me aflige como para querer tener contentos a los demás antes que a mí.

-¿Qué de malo tiene el hacer sentir a alguien menos solo?-.
-Mira, yo sólo digo que hay personas que son como agujeros negros, y si te acercas a ellos absorben toda la luz que tienes hasta que te sientes igual de solo y miserable que ellos- Enarco una ceja.
-Lo dices por experiencia, me imagino- Voltea a ver a Raven y agacha la mirada.
-Raven es diferente-.
-Sí, Raven sólo toma sin dar. Y bueno, yo no la veo ni sola, ni miserable-.
-Fue un error ¿ok? Igual que Finn-.
-Nos estamos desviando del tema- No quiero seguir más con Finn y ella seguro que no quiere recordar lo sucedido con Raven.
-Sólo te digo que no te metas ahí-.
-No la conoces-.
-Tú tampoco- Me responde.
-Pero voy a hacerlo- Mueve las manos en señal de 'me rindo' y sigue con su ensalada.
-Como digas Griffin-.

Tal y como predije, fue un día poco productivo. No puedo esperar para que pasen los últimos cinco minutos y suene la chicharra, me suba al auto y maneje directamente a mi cama.

El día estuvo caluroso al menos de once a una de la tarde, demasiado a decir verdad, sofocante. Pero ahora que salgo y miro las nubes gris oscuro, comprendo que era una señal de lluvia inminente; el viento sopla fresco y, sin un suéter que me cubra, siento que los vellos de los brazos se me erizan.

Al pasar por la parada del camión la veo, tiene las manos metidas a los bolsillos de la sudadera y está escuchando música. Manejo despacio para poder verla sin el peligro de atropellar a alguien o tener el frenado preciso si acaso el coche de enfrente decide pararse de repente.

Volvemos a vernos, su cabeza y sus ojos me siguen y luego vuelve la mirada a la dirección donde deberá pasar el transporte.

Por un momento pienso en decirle que suba, quiero que me cuente todo lo que la hace infeliz, y contarle que en otros mundos, pese a tener muchas razones para serlo, decidió tener más bien una vida distinta, menos oscura.

Pero sería extraño, incómodo y seguramente no hubiera aceptado la invitación y eso sólo me hubiera dejado en ridículo frente a los otros que viajan en bus.

Antes de llegar a casa decido pararme por un Subway y un refresco, muero de hambre y es seguro que en casa no haya nada preparado. Y, honestamente no tengo las energías suficientes como para ponerme a cocinar.

El tiempo empleado en el establecimiento ha hecho que coincidamos de nuevo, sólo que esta vez, para darme cuenta que se ha mudado a una cuadra de mi casa.

No me mira, sólo camina con rapidez a la puerta de entrada.

No es una casa que dé señales de padres problemáticos, el pasto está recién podado, la fachada recién pintada y un auto brillante y bonito está estacionado frente al garaje.

Me encojo de hombros y sigo mi camino. Ya habrá tiempo de saber qué está mal con esta versión de Lexa.

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-¿Algún progreso con la joven bruja?- Levanto la mirada del cuaderno y volteo a ver a Octavia.
-No, y no le digas así-.
-¿Por qué? Tiene toda la pinta de Bonnie. Es probable que tenga el cuerpo quemado y por eso no se descubre aunque esté haciendo un calor infernal, como hoy, que siento que voy a derretirme y ella no se ha quitado la chamarra- La miro con discreción, está dibujando algo.

Recuerdo entonces que llevo conmigo mi libro Sketch y que es el pretexto perfecto para aproximarme a ella. Cierro el libro de ciencias y saco el cuaderno de la mochila.

-¿A dónde vas?-.
-A ver si quiere hacer un hechizo conmigo para invocar a Manon- Me voltea los ojos y luego me mira con advertencia. No voy a hacerle caso. La idea de viajar entre mundo y mundo es encontrarme con Lexa ¿Cómo no acercarme a ella? Es menester.

Quién sabe, puede suceder que aunque parezca que no, esta realidad sea la buena.

En la mesa sólo está ella y los demás me miran como si estuviese caminando directamente a la boca del lobo.

-Hola- Digo mientras me siento.

Detiene en seco su dibujo y cierra el cuaderno. Alcancé a vislumbrar a una criatura mitad hombre mitad carnero, con los cuernos llenos de sangre y de los cuales colgaban pedazos de piel. Y, aunque suena monstruoso, lo que sí es, es hermoso.

-Dibujas bien- Me mira pero no ha dicho nada, está poniéndose nerviosa porque muchos pares de ojos están sobre nosotras y seguramente no está acostumbrada a tanta atención. De pronto pienso que fue un error acercarme a ella en un lugar tan concurrido como lo es la cafetería a la hora del descanso. Trago saliva, advirtiendo que está por levantarse e irse.

-Yo también lo hago- Abro el Sketch book y le muestro lo que hago.

Pero, aunque llama su atención, la presión de las miradas es más fuerte, así que sin decir nada, toma su cuaderno y se marcha.

Me siento una estúpida. Pero fue mi culpa por no planear bien mi aproximación, debió ser en otro lado, con menos entrometidos.

-Dudo mucho que Manon las escuchara- Octavia me da una palmada en el hombro.
-Cállate- Le respondo entre dientes y ella se echa a reír.
-¿Crees que llueva?- Me pregunta después de cinco minutos de silencio donde me permite digerir lo que acaba de pasar.

Levanto la mirada y miro a través de las ventanas.

-Quizás, el calor está como siempre que llueve-.
-Tal vez ahora llueva en cuanto salgamos y así puedas llevarla a casa-.
-Dudo mucho que quiera que la lleve a su casa-.

Sin embargo la suerte está de mi lado cuando veo que corre hacia la parada del camión y éste la deja, corre y grita, pero no se detiene. Y, sí, el cielo se cae.

Suspiro nerviosa, tomo con fuerza el volante y voy hacia su dirección; está bajo el toldo para cubrirse de la lluvia, pero estoy segura que ya está empapada.

-¿Te llevo? Vives a sólo una cuadra de mi casa.

La veo tragar saliva. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho, la gorra de la sudadera pegada a la cabeza y los mechones oscuros gotean; tirita de frío.

Qué vulnerable se ve así, más humana que en cualquier otra realidad (o eso creo).

-No muerdo- Le sonrío.

Lo piensa por unos momentos, mira hacia su izquierda, sabiendo que el próximo camión pasará en veinte minutos.

Cuando da el primer paso me siento aliviada.

-No quiero mojar tu auto- Volteo a la parte de atrás, donde tengo una chamarra y la pongo en el asiento.
-Entonces moja la chamarra-.

Sube al auto, pone la mochila sobre sus piernas y vuelve a cruzar los brazos. Sigue temblando, de modo que prendo la calefacción y dirijo el aire caliente a su dirección.

-Es verdad que tus dibujos son muy buenos-.
-Sólo le diste un vistazo, no lo son- Ignoro su comentario.
-Me gustaría mucho que me los enseñaras y también me gustaría mucho enseñarte los míos; tal vez podamos crear algo interesante juntas-.
-No lo sé-.
-Si te gusta la animación podrías enseñarme- Ignoro también su 'no lo sé'.
-¿Por qué me hablas?-.
-¿Y por qué no?-.
-Ok, pregunta errónea ¿Para qué me hablas? ¿Hiciste una apuesta con alguien?- Volteo a verla, indignada.
-Jamás haría algo así-.
-¿Entonces?-.
-Entonces... no sé...- Encojo los hombros –Yo... te vi en el salón de física y llamaste mi atención, no sabría decirte cómo pero... es...-.
-Como que te gusta seguir bichos raros- No lo dice en broma, pero me hace reír.
-Las personas peculiares-.
-Ah, vaya-.

La lluvia no ha parado y nosotras ya estamos frente a su casa.

-Bueno... gracias-.
-De nada- No puedo quitarle los ojos de encima, todo a su alrededor es tan oscuro, pero sus ojos... hay en la mirada de esta Lexa algo... intenso, atractivo, doloroso. Y ese dolor es lo que la hace hermosa a mi vista.

Sí, Octavia tiene razón, tengo delirio por las personas rotas y Lexa... Lexa seguro que tiene miles de fracturas, miles de líneas que se le formaron al intentar pegarse.

-Quiero conocerte- le digo a quemarropa, ella se queda inmóvil antes de abrir la puerta. Se gira lentamente y me ve.
-No quieres-.
-De verdad quiero hacerlo-.
-... voy a pensarlo ¿Ok? Me... me cuesta trabajo confiar en las personas... y yo no te conozco-.
-Pero podrías hacerlo- Se me queda viendo y casi puedo ver una sonrisa, pero apagada y pesada.
-No sé si quiero-.

Me quedo helada en mi asiento, veo en automático cómo abre la puerta, pasa frente al coche y camina hacia su casa.

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La dejo estar por un par de meses o quizás tres. Verla evitarme a toda costa hizo que mi sentido común me dijera que hay cosas que es mejor dejárselas al tiempo; no iba a permitir que me dejara fuera de su vida por completo, eso no estaba en mis planes, en mis planes estaba darle espacio y luego hacer otro intento, pero por el momento la dejé en paz.

Nadie puede sentirse bien estando tan solo. Simplemente creo que no.

Al abrir el locker cae una hoja doblada en cuatro partes casi perfectas. Pienso en un principio que es algo que me ha dejado Finn, pero cuando lo abro y veo que es mi rostro, ese rostro aburrido que tengo cuando estamos en clase... sé en un segundo que lo ha hecho Lexa y lo reafirmo cuando veo una firma abstracta que sólo tiene como distinción la letra ele.

Entonces se me ocurre algo para ganarme su confianza, que vea que yo no voy a herirla: comienzo un juego de dibujos. En la siguiente clase le hago uno de sus ojos, lo doblo en cuatro partes y lo dejo en su locker.

Las clases se acaban por el día y no vuelvo a verla, ni siquiera en la parada del camión y menos en la entrada de su casa. Pero no me preocupo, pienso que es porque sigue evitándome o cree que así son las reglas del juego, no vernos pero estar presentes en la vida de la otra a base de papel y pluma.

-Raven me llamó- Estoy en mi habitación sentada frente al escritorio dando vueltas y vueltas en la silla mientras Octavia comienza a contarme lo que ha pasado con Raven.
-Ok ¿Y luego?-.
-Y me dijo que me extraña-.
-Yo también extrañaría esos ojazos que tienes y tu fuerte quijada-.
-Atrás Griffin, tuviste tu oportunidad y la dejaste ir-.
-Ok, ok, entiendo... bueno y... ¿Tú la extrañas?- Lo pregunto por fastidiar, para ponerla nerviosa con la idea de contestarme la verdad; la verdad yo ya la sé, porque aunque no lo diga, cuando la ve pareciera que quiere regresar a ese tiempo donde las dos estaban más que contentas y... ¿Enamoradas? Octavia lo estaba, no puedo decir lo mismo de Raven.
-...-.
-¿La extrañas o no?-.
-...Sí-.
-Pues entonces supongo que darle una segunda oportunidad no estaría tan mal, tomando en cuenta que sabes cómo es y cómo puede llegar a herirte, ahora sí que sabes a la perfección en lo que vas a meterte-.
-Si pensabas que ibas a alentarme con eso, te equivocaste-.
-Perdón, quiero se objetiva pero no siempre puedo-.
-¿Vas a contarme que te dejaron en el locker? Bellamy me dijo que vio que algo cayó y que sonreíste como una idiota (si es que puedes sonreír de otro modo)- Me río –Cuando viste lo que tenía el papel ¿Es de Finn?-.
-Si hubiese sido de él no hubiera sonreído como tú dices-.
-¿Cómo una idiota?-.
-Exacto-.
-¿Entonces qué era?-.
-Un dibujo de mi rostro-.
-No...-.
-Sip-
-No me digas que lo hizo... Lexa-.
-Sip-.
-Y seguro te mojaste- Me sonrojo sin saber por qué.
-¡No! Me gustó mucho... eso significa que está dispuesta a que seamos amigas-.
-Mira, me gusta que sean amigas. Ok, Miss Griffin quiere intentar repararla, adelante, no voy a detenerte, pero por dios Clarke, que si te enamoras de ella, sabré que algo está realmente mal contigo-.
-¿Por qué?- Me ofende.
-Porque puede que sea todo un misterio y que debajo de esas capas y capas de ropa sea atractiva, pero... qué tal que no, que tiene el cuerpo deforme y sí es realmente gorda-.
-¿Qué pasa si es gorda? Me estás enfadando con tu forma de hablar, si fuera gorda o flaca o alta o de estatura baja, si fuera morena o pelirroja... ¿Qué?-.
-Ya ya, relájate, no lo quise decir con esa intención y lo sabes ¿Por qué te pones a la defensiva?-.
-Porque parece que en ninguna realidad vas a querer a Lexa- Suelto sin más...
-No sé de qué me hables, Clarke, pero deja de ser tan intensa- Me aprieto el puente de la nariz.
-Lo siento, es sólo que... creo que empezaré con esa semana difícil y sabes que me pongo de mal humor-.
-Sí, de muy mal humor... hablamos mañana mejor, ya que estés más relajada, y te llevas el dibujo, quiero verlo-.
-Ok-.
-Bien, ciao-.

Lo saco de la mochila y lo observo, sonrío, de verdad tiene mucho talento. Y así, con optimismo, le hago el dibujo de unas manos.

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No espero encontrar un dibujo a primera hora, sin embargo ahí está de nueva cuenta, una hoja doblada en cuatro partes.

Es un cráneo hecho a base de flores y pintado en acuarela; me gusta tanto que en seguida creo que ha sido un pecado que lo hubiese doblado, sobre todo tomando en cuenta que es un papel tan delicado. Vuelvo a sonreír y levanto la mirada por si me está observando; no, no la veo por ningún lado.

Doblo pues mi papel y camino hacia su locker.

Pasamos quince días haciendo esto y, aunque coincidimos en Física, sólo nos dedicamos a mirarnos de vez en cuando. Quiero acercarme a ella, creo que ya es tiempo, pero y si no, temo que la aleje y entonces, ya ni siquiera tenga la emoción de ver qué dibujo me espera en mi locker.

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Es difícil tener a una madre que es médico y pasa mil horas en el hospital. Pero también es difícil tenerla en casa porque, como pasamos tanto tiempo lejos de la otra, cuando compartimos el mismo espacio, no estamos acostumbradas al ruido de la otra. Hoy no es la excepción, no hay nadie.

Dejo la mochila al pie de las escaleras y subo con desgano hasta mi habitación. Me dejo caer sobre el colchón y cierro los ojos, tal vez si me tomo una pequeña siesta tenga ánimos de hacer tarea al despertar. Estoy quedándome dormida y siento frío, así que estiro la mano y me acurruco bajo la cobija de felpa que tengo a los pies de mi cama.

Despierto sobresaltada cuando alguien toca fuertemente a la puerta, cuando abro veo a Lexa con los ojos bien abiertos y rojos, pareciera que ha estado llorando pero también está asustada.

Es la primera vez que la veo con la cabeza descubierta, trae el cabello despeinado por el viento y algunas gotitas de lluvia brillan.

-¿Qué pasa?-.
-Es... es un mal día- Me hago a un lado y ella entra.

No sé qué decir, preguntarle si está bien es estúpido porque es obvio que no lo está...

-Sube a mi habitación, haré café ¿Ok?- Asiente –Segunda puerta a la izquierda.

Regreso con una taza para mí y otra para ella y me siento a su lado a la orilla de la cama.

-¿Quieres contarme qué pasó?- Niega con la cabeza.

Descubro entonces que tiene líneas rojas en los brazos, ahora entiendo por qué siempre usa suéter o sudaderas o chamarras.

-¿Me dejas al menos curarte eso?- Le señalo con el dedo y ella lo esconde.

Voy hacia el baño de mi habitación y saco el alcohol y el algodón. No se queja una sola vez mientras le limpio las heridas, que, aunque poco profundas, definitivamente dejarán una cicatriz visible.

-¿Tienes mucho haciéndolo?-.
-No-.
-¿Tus padres lo saben?-.
-Creo que sí-.
-¿Sabes Lexa? No voy a decirte que está bien o está mal, no voy a pedirte que pares, porque es algo que deberás decidir tú, cuando estés lista y cuando quieras. Pero... ya no estás sola ¿ok?-.

No dice nada, sólo me mira y yo me levanto para dejar las cosas de nuevo en el baño.

-¿Quieres que veamos una película?-.
-Ok-.

Se queda dormida a la mitad del film, y la dejo quedarse así, cuando llegó se veía agitada, pero conforme pasó el tiempo noté cómo rápidamente se quedaba sin energía. Creo que tuvo una discusión fuerte con sus papás... pero preferí no preguntar.

Su respiración me arrulla, de modo que yo también cierro los ojos y duermo.

Sigue conmigo cuando despierto, está sentada ante el escritorio y me observa.

-Me asustaste- Me tallo los ojos e intento despabilarme.
-Perdón, es sólo que... no sabía si despertarte o no, debo irme a casa y...-.
-¿Qué hora es?-.
-Las siete-.
-¿Aún no quieres hablar al respecto?- Niega con la cabeza, se pasa un mechón de cabello tras la oreja y se agacha.
-Está bien si tú no quieres hablar más conmigo, es decir... lo que viste y...-.
-Quiero seguir hablando contigo ¿Puedo abrazarte?- Me mira como si le hubiese dicho que quiero golpearla en la cara; yo me echo a reír –Es sólo un abrazo-.
-No... no sé cómo... me parecen... extraños- Me levanto de la cama y voy hacia ella.
-Es por cómo te hacen sentir, pero mejor que te acostumbres porque luego ya no pediré permiso, sólo llegarán porque sí-.

Ahora que se le ha secado el cabello me doy cuenta que lo tiene casi tan largo como en aquellos mundos, aquellas vidas, aunque, es más flaca, tímida, insegura.

Está rígida durante el abrazo, pero luego poco a poco cede y la siento poner sus manos en mi espalda. Huele bien, huele a shampoo y creo que desodorante.

Nos separamos y ella camina a la salida de la habitación, pero la detengo de la mano.

-Quédate-.
-No puedo-.
-¿Por qué no?- No sé de dónde surge esta necesidad de tenerla conmigo. La quiero tan cerca como cuando la abracé apenas hace unos minutos -¿Te regañarán tus padres? Llámalos, quizás estén contentos de que te quedes conmigo, una amiga- Me mira y me sonríe.
-Vivo con mi hermana y su esposo-.
-Supongo que tampoco habrá problemas con ellos-.
-Pero sí los habrá, lo sé... mejor... ¿vengo mañana?-.
-¿Después de clases?- Asiente –Ok, hasta mañana entonces-.
-Bye- Me suelta y sale, la escucho bajar las escaleras y cerrar la puerta, yo voy hacia la habitación de mi madre para poder verla alejarse.

Está parada en la acera y se mira los brazos, levanta la mirada y sonríe. Yo junto con ella.

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-Faltan tres meses para graduarnos- Me dice.
-¿Qué vamos a hacer en la universidad?-.
-Cuenta la leyenda que a ese lugar se va a estudiar- Me echo a reír fuerte.

Estamos las dos sobre mi cama viendo hacia el techo. Deberán saber que fue un proceso lento, pero finalmente pudimos ser amigas.

De cuando en cuando llega al instituto de mal humor, o con el humor por los suelos, sé que ahora se lastima menos, y que pueden pasar semanas sin que lo haga. Pero comprendamos que es un tipo de adicción y que le tomará tiempo dejarlo por completo.

La razón por la que no vive con sus padres es porque no existen. Bueno, sí existen, pero nadie sabe dónde están. Anya se emancipó a los 18 y se llevó consigo a Lexa. Creo que tengo la idea de que eran o son drogadictos y que lo más probable es que anden por las calles de Seattle, sin embargo, no sé más; Lexa no quiere contarme y lo respeto, por ello no insisto.

Dejo que ella, a su paso me diga las cosas.

-¿Estás emocionada porque iremos a la misma universidad?-.
-Sí, aunque espero que no nos toque en el mismo dormitorio- Vuelve a bromear. Me gusta esta fase suya. Mucho en verdad, cuando está de buen humor es increíble.
-Yo sé que quieres que pasemos mucho tiempo juntas-.
-Ya pasamos mucho tiempo juntas-.
-Más tiempo- Me siento en la cama mientras ella sigue acostada, me mira y yo empiezo a brincar y ella rebota.
-Basta-.
-Sólo admite que me amas y quieres pasar el resto de tus días conmigo-.
-Deja de brincar-.
-Di que me amas-.
-Clarke...-.
-Di que soy la mejor de las amigas y por eso me amas-.
-Clarke dije que basta-.
-No escucho que me digas que me amas-.

De pronto hay otro cambio de humor, de esos que tiene muy seguido, un rato está bien, al otro quiere aventarse de las escaleras, otro me abraza y luego me grita.

En esta ocasión se levanta de la cama, toma sus cosas y se marcha, me quedo tan confundida y caigo en cuenta sólo cuando veo que han pasado diez minutos en el reloj y ella no toca a la puerta para disculparse, que es en serio que se ha ido.

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No estamos en el mismo dormitorio pero sí en el mismo edificio aunque ella un piso más arriba.

Es el primer día, mis cosas ya están instaladas pero las suyas no. Para mi sorpresa y su alivio, le ha tocado una habitación mucho más pequeña, pero en solitario, de modo que no tendrá roomie. Eso me preocupa porque, si estamos las dos en diferente carrera, tendremos diferentes deberes/ocupaciones. Quizás nos podremos ver poco y, sin nadie que habite su mismo espacio... bueno, sólo incrementará su personalidad antisocial.

Hemos terminado de desempacar y ella se recarga en el escritorio. Saco una taza de su envoltura de periódico y la observo.

-No sabía que tenías esta taza-.

Cuando no me contesta levanto la mirada y la descubro con sus ojos fijos en mí, se muerde el interior de la mejilla y parece que quisiera contarme los secretos del universo.

-¿Qué pasa?-.
-Sí te amo- Se acerca a mí y me quita la taza de las manos –Hace tres meses... ¿recuerdas ese día en el que me fui de tu casa y sin decir por qué?- Asiento –Pues... fue porque, yo no sabía que tú sí y... tenía miedo de quedar en ridículo, es decir... sabes que me cuesta mucho expresar lo que siento, si es que siento algo... y esa tarde sentí la presión de decírtelo-.
-Creo que desde que te vi en el salón...-. Te amo en todos los mundos, quiero decirle –...Voy a besarte ¿De acuerdo?-.

Su beso es diferente del último que recuerdo, esta Lexa no ha besado nunca en la vida, y aunque quisiera decirles que ha sido maravilloso y de ensueño, decirles que parece una experta y es una maestra en el movimiento de lengua, no, no lo es.

Es un beso tímido, nervioso, atropellado y con cero sincronización. Pero yo lo siento genial porque he estado deseando hacerlo por el último año.

Meto mi lengua en su boca y la pego a mi cuerpo, no tenía idea de lo mucho que la deseo hasta ahora, que la escucho respirar rápido y fuerte. Meto mis manos bajo su playera y le toco la espalda, es entonces cuando me detiene y me quita, casi brusca.

Me siento herida.

-¿Qué hice?-.
-Nada- está turbada y no me mira a la cara.
-¿Entonces?- Estiro mi mano para tomar la suya pero se quita. Me siento aún más herida.

Camino por la chamarra que cuelga del respaldo de su silla.

-No te vayas-.
-¿Y a qué me quedo? Un segundo me quieres y al otro me alejas como si te diera asco-. Creo que jamás le había dicho las cosas tan molesta.
-No entiendes... es que no eres tú-.
-Dime algo menos trillado por favor; estoy harta de ese cambio de humor, me dices que me amas y... ¿Sabes qué? No haré esto hoy-.

Camino a la puerta y me detiene de la mano.

-Es...- Suspira y se moja los labios –Nunca he estado con nadie- Me da ternura al instante, quiero abrazarla y decirle que no es nada del otro mundo, excepto que parece que sí es cuando no lo has hecho –De forma consensual- Todo hace sentido en ese momento, pero estoy en shock y me quedo callada.

Ella está atenta a mi reacción, así que intento no tener ninguna. Se le mojan los ojos.

-Desde los trece el esposo de Anya...- No puede continuar, pero siento que ella cree que me debe una explicación, así que sólo la abrazo y le acaricio el cabello.

Me siento enojada, muy enojada, frustrada. No, no tengo palabras para describir cómo me siento, todo lo que pienso.

Dejamos de empacar, la llevo a la cama y nos acostamos, ella con la cabeza sobre mi pecho, sigo acariciándole el cabello y le beso las mejillas, la nariz, la frente, la beso y le digo que la sigo amando tanto o más que antes de que me dijera lo que sucedió.

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Comenzamos pues una relación al poco tiempo de ese día, un mes, quizás mes y medio, se sentó y me contó todo lo que había pasado con ella antes de que yo la conociera e incluso durante, todas las cosas que no me contó por vergüenza y por miedo a que la fuera a dejar de ver como un ser humano.

La cosificaron por tanto tiempo que sentía que podía ser desechada al antojo de cualquiera.

Lloramos juntas, sin comprender cómo alguien puede destruir tanto a otro. Sin comprender cómo quien lo sabe no hace nada para detenerlo.

Pensaba que algo como eso no me iba a tocar a mí y tampoco a mis seres queridos, a los más cercanos, pero me di cuenta que es más común de lo que queremos aceptar, tristemente las violaciones están a la vuelta de la esquina, y peor aún, a cualquiera puede pasarle.

Fue difícil quitarle el miedo. Fue difícil hacerle ver que yo no venía con las intenciones de herirla, que no era un lobo disfrazado de cordero.

Puedo compararla, aunque suene mal, o feo, con un perro de la calle que ha sido maltratado por mucho tiempo y que, cuando alguien con buenas intenciones se le acerca, corre asustado o se queda inmóvil esperando la patada en el hocico o en las costillas.

He tenido que ser paciente, pero sé que vale la pena remendar todas las heridas que tiene Lexa.

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La primera vez que sucede... parece que las dos somos inexpertas.

Ella tiembla tanto como yo.

Tengo su cuerpo desnudo debajo del mío y siento que voy a explotar de tantas emociones y sensaciones, me gusta cómo se retuerce, cómo gime, cómo aprieta sus piernas en mi cintura.

Todo en ella me enamora, aun esta versión oscura y depresiva.

Lo hago con cuidado, suave, porque necesito reemplazar los recuerdos que tiene.

La abrazo, pone su espalda contra mi pecho y la envuelvo en mis brazos, fuerte, tan fuerte que espero que todos lo que está roto se pegue. Así nos quedamos toda la noche y cuando despierto me doy cuenta que los papeles se han intercambiado y ahora es ella quien me abraza.

Vuelvo a dormir.

Los siguientes meses no pueden ser más perfectos; aunque sigue vistiendo de negro se le ve más radiante y contenta; ha dejado de cortarse y de traer el cabello en la cara; las ojeras son normales por las tareas y las presiones, pero, casi puedo apostar por que nunca ha sido más feliz y, yo puedo decir lo mismo.

Estoy enamorada, contenta, contenida.

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Pero, después de nueve meses vuelvo a ver cómo se apaga, cómo algo la consume poco a poco, y contrario a decirme lo que la aflige, me aleja más y más.

Discutimos, vuelve a tener estos cambios de humor que tenía en la preparatoria, así que temo preguntar si acaso está sucediendo de nuevo, aunque, me parece absurdo porque paso la mayor parte del tiempo con ella.

La felicidad nos duró poco.

-Deberías de... no lo sé, podrías ir a terapia-.
-Eso no funciona Clarke, eso no va a ayudarme, y de verdad lo siento pero... no sé por qué no soy feliz, lo era, de verdad lo era... y ahora siento que vuelvo a caer por el mismo agujero del conejo, pero no iré al país de las maravillas, siempre vuelvo al mismo infierno-.
-Tal vez sea algo químico, con las pastillas adecuadas...-.

Y de tan solo escucharlo explota, comienza a gritarme y a aventar cosas contra la pared. Las veo hacerse añicos. Su intención no es agredirme físicamente, pero pierde tanto y tan fuerte los estribos, que dice cosas más que hirientes.

-¡¿Cómo vas a entenderlo? Tú fuiste la niña perfecta, la hija de médicos! Déjame en paz, lárgate-.

En ocasiones le rogaba, le imploraba que arregláramos las cosas, que se calmara y me escuchara.

Esta vez estoy demasiado cansada, ya no tengo fuerzas para mí y para ella.

Xxxxxx

Una mañana de Octubre, cerca de las vacaciones de navidad, me contó que Anya había hablado con ella y le había dicho que estaba embarazada y quería que estuviera presente en la fiesta que le harían por la llegada del nuevo bebé.

Exigió su presencia.

-Eres mi única familia-. Le dijo Anya.

Y entonces Lexa estalló: ¿Dónde estabas cuando sucedió, qué hiciste tú 'mi única familia', para detenerlo?

Sabía que estaba hecha un lío; la abracé fuerte contra mi pecho y ella se dejó que la tuviera así. Esa mañana no fuimos a clases, pasamos las horas en cama, abrazadas, acariciándonos y dándonos besos lindos.

-No quiero verla-.
-No lo hagas-.
-Pero también siento culpa; es mi hermana-.
-La culpa no te llevará a nada bueno, eso es lo que no te deja avanzar; necesitas perdonarla, perdonarte y perdonarlo a él, pero no por ellos, por ti-.

Se quedó en silencio mientras yo me vestía.

-¿Lo pasarás en cama?- Pregunté.
-Sí, un poco más, luego saldré a la biblioteca y me quedaré ahí hasta tarde; hay mucho por estudiar, se vienen los finales-.
-Ok-.

Me tomó de la cintura y me tumbó a su lado. Me besó como no me había besado en mucho tiempo. Desabrochó mi pantalón, me acarició, me dijo que me amaba y que era lo mejor que le había pasado en la vida. Que estaba segura que yo le había dado muchas más alegrías de las que ella me había dado a mí y que estaba increíblemente agradecida de haberme encontrado.

-Todo ha sido mejor contigo, todo-.

No la noté particularmente triste, pero sí pensativa cuando me vio volverme a vestir.

-¿Te dejaré estudiar, pero nos vemos mañana a las tres en el 'Blue Room'?- Un bar al que nos gustaba ir.
-De acuerdo; te amo, te amo más que a nada ni nadie-.
-Mientras no me ames más que a ti- Sonrió.
-Te amo, no lo olvides ¿ok?-.
-Ok, yo también te amo, siempre-.

¿Qué sucede pues cuando una persona no quiere ser salvada?

No importa lo que hagas, cuánto des, lo que le digas, lo que intentes ayudar, lo que estés ahí, lo que te desgastes a su lado, lo que des o lo que no des....

Si no quiere ser salvada, no hay poder en la vida que la saque del abismo donde está.

En su carta explicó que estaba cansada de no poder deshacerse de esos demonios que la seguían desde hace tantos años, y que al verme, sentía que lo único que haría conmigo sería destruirme, acabarse lo que soy, todo lo que tengo.

Dijo que nunca había amado en la vida y que estaba contenta de que hubiese sucedido conmigo.

...Es quizás que algunos no estamos hechos para vivir. Y no es que no hubieses sido suficiente porque lo fuiste, la cuestión es que nunca me iba a poder amar como te amaba a ti, y entre no amarme... ¿Te das cuenta que tampoco iba a amarte como merecías? Porque, tenía que empezar por mí... pero no pude...

Xxxxxx

Estoy en su dormitorio, me sentaré aquí los cinco minutos que me concedió el prefecto.

¿Es que de verdad no habrá una sola realidad donde podamos ser felices?

Lloro, la extraño tanto, me pesa en el alma que fuese tan miserable.

-¿Te quedas o te vas?- Enfurezco y me levanto, tomándolo del cuello de su desgastada playera.
-¡Tú, desgraciado, eres un maldito! ¿Es que debo sufrir en cada realidad? ¿Es que debo perderla siempre?! Me duele, cada realidad duele más y más. Regrésame a Arkadia, regrésame a esa realidad-.
-No puedo; Así que ya tú decides, si te quedas en esta realidad o te vas a otra que podría ser peor... o mejor... quién sabe-.
-¡Regrésame a Arkadia!-.
-Ya te dije que no puedo-.

Voltea al escritorio de Lexa.

-Hay un cajón disfrazado, ahí hay unas pastillas que me podrían servir para llevarte a otra realidad-.

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