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*¿Qué sucede cuando una persona no quiere ser salvada?*

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Primer día del último año de preparatoria; primer día del final de un ciclo, de una etapa. Trescientos sesenta y cinco días restantes para cerrar la puerta de la adolescencia y dar el paso definitivo a mi adultez.

Estoy nerviosa, claro. Tener que preocuparme por la universidad, vivir sola, hacerme cargo enteramente de mí y mis cosas. No puedo decir que estoy lista, pero sí puedo decir que estoy emocionada.

Nunca esperas que el primer día sea interesante, en realidad lo que tienes en mente es que será la presentación de las materias con sus respectivos profesores, quienes como siempre, y sin faltar una sola vez con esa costumbre que parece ritual, te piden que te levantes de tu asiento, digas tu nombre y algo que te gusta hacer.

Es clásico.

-Soy Clarke Griffin y me gusta pintar-.

Todos en el salón lo saben, estoy segura que hemos compartido otras materias y nos hemos visto el rostro al menos una vez.

La chica que sigue de mí se levanta. Sé que se llama Harper McIntyre y le gusta el tiro con arco.

-Me llamo Harper McIntyre y disfruto del tiro con arco-.

Volteo los ojos mentalmente, pongo mi barbilla sobre la palma de mi mano y me recargo en el pupitre. Aburrido, tonto, absurdo. Qué pérdida de tiempo son los primeros días de clase, insisto.

-Soy Finn Collins- Comienza a decir, es de verdad mala suerte que tomáramos juntos física avanzada –Y me gusta Clarke- Me tapo la cara con las manos y niego con la cabeza. Qué bochornoso.

Entre el alboroto me destapo la cara y subo la mirada a la esquina del salón, el último pupitre de la última fila. No la había visto antes, de modo que creo que es nueva en el instituto, o, quizás, sólo es de esas personas de bajo perfil que van por los pasillos deseando ser invisibles. Lleva puesta una sudadera negra con gorro, el gorro se lo ha puesto en la cabeza y algunos mechones de cabello (negro también) sobresalen y le tapan medio rostro, sin embargo, fuera de la oscuridad que despide su vestimenta y su aura, lo que veo que brilla como nada en la habitación, son sus ojos verdes, profundos, clavados en los míos.

No puedo describir lo que siento cuando no parpadeamos en segundos. Algo en la boca del estómago, una emoción que no puedo identificar.

Entonces agacha la mirada y vuelve a hacer garabatos en su cuaderno, tan cliché del desadaptado social de preparatoria que casi me dan ganas de sonreír.

Mi status es normal, no soy la chica popular, pero tengo bastantes amigos y muchos me conocen y me saludan. Me llevo bien con la mayoría porque mis prejuicios son pocos y no me interesa mucho lo que puedan decir de mí si un día le saludo al gordito del club de teatro o al nerd del club de matemáticas.

Vuelvo mi mirada a Finn. No es precisamente guapo o interesante, creo que cuando nos conocimos estaba en un momento de mi vida donde me sentía sola y él llegó con las palabras correctas para hacerme sentir menos ignorada.

Sin embargo, tras las infidelidad, me di cuenta que estaba con él por mera costumbre y por ese miedo de volver a sentirme sola. No voy a mentir cuando digo que me costó trabajo terminar con él tras mes y medio de vacaciones de verano, pensaba que me iba a sentir vacía, que no sabría qué hacer con mi tiempo, que no encontraría alguna forma de sobreponerme. Pese a todo, tenía el valor suficiente como para saber que perdonarlo sería traicionarme a mí. Y hacerme eso simplemente era inconcebible.

Pronto me di cuenta que estaba mejor sin él y respiré tranquila cuando me descubrí incluso más feliz sin su compañía.

Volteo a verlo sólo por recordarlo cómo era cuando comenzamos a salir, lo que me gustaba entonces de él y que definitivamente ya no me gusta. Me guiña un ojo y sonríe, seguro de sí, con la idea loca de que podrá recuperarme.

Realidades AlternasWhere stories live. Discover now