IV

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'Te vemos a las ocho'. Sebastian.

Miro el reloj, son las seis y media y apenas estoy metiendo la llave en la perilla de la puerta del departamento donde vivo, por cierto, sola.

Sebastian es mi hermano, tan rubio como yo, sólo que con ojos verdes, que heredó de mi padre. Siempre me han gustado sus manos y su mirada bondadosa. Podrían pensar que tuvimos la infancia que todos los hermanos comparten: llena de peleas y diferencias, de celos sobre la atención de nuestros padres. La realidad es que siempre ha sido mi mejor amigo.

Es más viejo que yo por un año, "viejo" porque ambos estamos en el final de nuestros veintes. Y, en esta época con todo el asunto de los Millenials, créanme que los treinta sí pueden ser los nuevos veinte. Y mucho mejores, a pesar de las responsabilidades adultas; tienes dinero para ir a donde quieres ir, puedes comprarte lo que se te antoja y pese a la edad, aún puedes darte el lujo de un fin de semana de desvelo y mucho alcohol. El cuerpo, aunque se cansa más que hace ocho años, aún soporta el uso rudo.

Sí, las resacas son de ley ¿pero quién nos quita las experiencias vividas?

Lo amo, no sabría qué hacer sin él, no todos tenemos la fortuna de tener a nuestro mejor amigo en nuestro hermano, es difícil. Incluso lo creo más guapo que yo, con su barba perfecta y el hoyuelo que tiene en el medio. A veces temía que mis novias bisexuales fuesen a cambiarme por él. Y suena estúpido, pero aparte es mucho más carismático.

Creo que siento eso porque mis padres siempre lo elevaron más que a mí. Ya sé ya sé, no debo culpar a mis padres pos mis inseguridades... pero... bueno...

Conoció a alguien (vive en Chicago) y viene a presentárnosla; para nosotros es todo un cotilleo porque nunca quiso mandarnos fotografías ni hablarnos mucho de ella, no sabemos su nombre, su edad, el color de su cabello, nada. Decía que hasta que estuviera seguro la traería.

Y es que a él (como a mí) le encanta, o para el caso, encantaba, ir de mujer en mujer sin compromisos. Hasta que la conoció.

Así que, a pesar de mi cansancio, de las ganas de meterme a la ducha y luego a la cama, debo más bien, hacer lo primero y luego ponerme ropa más adecuada para el asunto. Por fin hemos de saber quién es aquella que ha logrado aplacar a Sebastian.

Iremos a cenar a casa de mis padres y, conociendo a Abby, la mesa estará repleta de platillos elaborados que seguro le han tomado todo el día.

Sé que debo ir formal, pero tampoco quiero verme exagerada, así que dejo los vestidos a un lado y me visto con una blusa azul, unos jeans ajustados y zapatillas de tacón –no tan alto-. Me dejo el cabello suelto, ondulándolo, me pongo un poco de sombras y un labial claro con gloss.

'Más vale que te apures, estamos por llegar y no quiero estar solo con ellos'-. Sebastian.

Sonrío, claro, comenzarán con el bombardeo de preguntas que se ponen a cada paso más incómodas para ambos, ella será interrogada sobre su familia, lo que estudia, sus planes a futuro y quizás, sobre su adolescencia. Mi padre dice que cómo la has llevado habla mucho de una persona. Yo digo que esa época es la que menos lo hace, pues estás en un momento gris, ni tú mismo te reconoces.

Estoy curiosa, no puedo negarlo, me comen las ansias de verla por fin y saber cómo es su rostro, si es tan guapa como dice él que es, si es más alta que yo, o el color de su piel, su voz, si me caerá bien. Tengo miedo de no aprobarla, de mirarla como intrusa.

Suspiro cuando llego al descansillo de la casa, adentro escucho risas y me gusta reconocer que están contentos. Timbro, tengo llaves, pero las he dejado en el departamento, así que espero a que alguno de ellos me abra y me pregunte dónde me he dejado las llaves y si no las he perdido de nuevo.

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