Fleur: Mi desesperada decisió...

By Ariana_Godoy

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[COMPLETADA] Una noche fue suficiente para cambiarlo todo, para destruirlo todo. Él acabó con mi familia, con... More

Prólogo
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
Capítulo V
Capitulo VI
Capitulo VII
Capitulo VIII
Capítulo IX
Capitulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capitulo XIII
Capítulo XIV
Capitulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capitulo XX
Capitulo XXI
Capítulo XXII
Capitulo XXIII
Capitulo XXIV
Capitulo XXV
Capítulo XXVI
Capitulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capitulo XXIX
Capítulo XXX
Capitulo XXXI
Capítulo XXXII
Capitulo XXXIII
Capitulo XXXIV
Capitulo XXXV
Capitulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XL (Especial I)
Capítulo XLI
Capítulo XLII
Capitulo XLIII
Capítulo XLIV
Capítulo XLV
Capítulo Final
Epílogo
¡Fleur: Mi desesperada decisión ya en librerías!

CAPÍTULO I

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By Ariana_Godoy

El sol reinaba dominante en el cielo.

Observé como una suave brisa rozaba las ramas de un alto árbol, sus hojas caían y luego volaban con el viento, deseé ser como esas hojas. A pesar de que había una ventana que me separaba del exterior, casi podía oler la naturaleza y sentir el viento sobre mi piel. Suspiré, descansando la barbilla en mis dos manos mientras seguía mirando por la ventana.

—Señorita Dupont.

La mención de mi apellido me llamó la atención y en ese momento me di cuenta de que la profesora Harris estaba de pie a mi lado, muy cerca de mi silla, con los brazos cruzados sobre el pecho. Una cola alta perfecta sostenía su cabello castaño; ella era una mujer muy elegante. Sus ojos color avellana destilaban molestia, no lucia contenta. Ella levantó una de sus cejas y preguntó:

—¿Le parece que ese árbol es más interesante que mi clase? —En realidad sí, pero nunca lo diría en voz alta, no quería problemas.

—Pido disculpas, señora Harris. No fue mi intención irrespetarla de ninguna manera —contesté educadamente.

La señora Harris regresó a su escritorio, murmurando algo de mala gana. A simple vista, este lugar se veía como un internado común y corriente pero no lo era. El instituto Marshall era un psiquiátrico experimental que tenía en su mayoría pacientes jóvenes que sufrían algún tipo de trastorno, los pisos estaban categorizados por niveles desde trastorno ligeros, medios hasta severos.

Los pacientes del primer piso podían a asistir a unas cuantas clases regulares y generales en un intento de evitar que nos atrasáramos académicamente y de brindarnos la idea de que éramos normales. También nos daba algo que hacer, algo en que entretenernos en este solitario y aislado lugar. Yo ni siquiera sabía que existían lugares así hasta que mis abuelos me lo propusieron hace tres semanas.

¿Por qué? Porque mis padres ya no están, ellos y mi hermana menor fueron asesinados a sangre fría hace dos meses. No podía recordar esa terrible noche, todo era borroso y confuso cuando trataba de recordar. El asesino me drogó, volviéndome una testigo inútil sin recuerdos. No recordar no lo hacia menos doloroso o más fácil de superar.

Una semana después de aquella terrible noche, mis abuelos decidieron enviarme aquí. Creo que no estaban preparados para lidiar conmigo, una joven adulta de 18 años diagnosticada con trastorno por estrés postraumático, depresión clínica con ataques de pánico y con tendencias suicidas, temían por mi vida. Además, estaba segura de que les recordaba a mis padres, comprendía su dolor.

—Flor —susurró una voz suave detrás de mí. Giré la mitad de mi cuerpo hacia ella.

—Te dije que mi nombre es 'Fleur' ​​no Flor —le dije a Dana, la única amiga que había hecho hasta ahora.

—Pero Fleur significa Flor en español, ¿verdad? —Pronunció Fleur mal.

—Sí, pero... —suspiré—. Olvídalo, ¿qué quieres?

—Necesito tu ayuda...—se pasó los dedos por su pelo rojizo—. Con mi francés. Tengo una evaluación mañana —Ella puso una expresión triste, parpadeando, tratando de convencerme.

Dana no me había dicho las razones por las que estaba aquí, no era necesario. Yo había notado su delgada figura y a los guardias en la puerta del baño entrar cuando ella entraba para vigilarla. Aun recordaba como mi corazón se había hundido cuando descubrí que ella sufría de un trastorno alimenticio. Ella estaba en un régimen estricto de alimentación, medicación y psicoterapia. El día que llegué, ella acababa de ser transferida del segundo piso al primero, al parecer estaba mejorando y eso era un comienzo.

—¿Cómo sabes que hablo francés? —pregunté, curiosa. El francés era mi lengua madre; nací en una provincia tranquila en el norte de Francia. Mi familia y yo habíamos vivido allí hasta que mi padre hizo algunos enemigos por su trabajo. Él era abogado y había enviado a algunos delincuentes a la cárcel, que luego decidieron vengarse y comenzar a amenazarlo.

Así que, mi padre decidió que era mejor que nos mudáramos y nos vinimos a Canadá, donde viven mis abuelos. Papá compró una cabaña hermosa en las montañas, pero unos meses más tarde, un asesino se metió y mató a todos menos a mí. La policía descartó que fuera un mercenario, dijeron que se trataba de un asesino en serie que ya había matado a 4 familias antes de la mía y que estaban luchando por encontrarlo, no sabían porque nos había escogido, aún no habían descifrado su patrón. Dijeron que yo tenía suerte de sobrevivir, pero lo menos que me sentía era afortunada.

—¿Flor? —La voz de Dana me sacó de mis pensamientos.

—Lo siento, eh... de nuevo, ¿cómo sabes que hablo francés?

—Bueno, tu nombre es francés y tu acento, creo que es bastante obvio.

—Bien, voy a ver qué puedo hacer. Nos vemos después de la clase —fingí una sonrisa, había olvidado por completo cómo se sentía sonreír de verdad.

—Señorita Dupont —llamó la señora Harris llamó. Inmediatamente, la miré—. ¿Puede decirme cual es la tercera etapa del duelo?

—Fase de Negociación —respondí rápidamente. Sabía que ella se había dado cuenta de que no estaba prestando atención y por eso me preguntó.

—Bien. Bueno, eso es todo por hoy. Tengan un gran día, pueden salir —todo el mundo en el aula comenzó a recoger sus cosas—. Señorita Dupont, acérquese un momento —me sorprendió su petición, así que me limité a asentir, caminando a su escritorio.

—¿Pasa algo, señora Harris?

—No, me han informado que no fuiste a tu cita con el psicólogo ayer ni tampoco a la terapia grupal.

Oh... eso.

—Con el debido respeto, señora Harris, no creo que lo necesite.

—Me temo que esa decisión no es tuya, has pasado por muchas cosas y tenemos que asegurarnos de que estás sobrellevándolo y mejorando.

—Yo no estoy loca.

—Y eso no es lo que estoy diciendo, el psicólogo y la terapia grupal pueden ayudarte.

—Él es un desconocido y ese grupo es deprimente.

—Él es un experto en su área de estudio. Sólo dale una oportunidad, hazlo por tu familia —realmente no quería seguir viendo al psicólogo. No me gustaba hablar de mis padres, era demasiado doloroso.

—No puedo.

—Flor, no soy tu enemiga, pero si sigues faltando, te trasladaran al segundo piso donde no tendrás la libertad que tienes aquí y te llevaran obligada a terapia, ¿quieres eso?

—No, —respondí honestamente—. Ok, señora Harris voy a asistir a mi próxima cita.

No valía la pena discutir, ya no estaría aquí para mi próxima cita. <<Ya me habré ido.>> Pensé con tranquilidad.

—Bien, ya puedes retirarte —dijo ella, mirándome a través de sus gafas.

Salí de esa clase y volteé a la derecha para caminar por el largo pasillo. Una multitud de mujeres estaba invadiendo el lugar; esta parte de la escuela era para las mujeres. Los hombres estaban en la otra ala, para evitar que nos mezcláramos. Ya era lo suficientemente complicado tener una institución llena de jóvenes, imaginen, jóvenes recuperándose de su salud mental.

Nuestro uniforme consistía en unos pantalones azules de tela, y una camisa del mismo color con una etiqueta en la parte izquierda de nuestro pecho con nuestro nombre y numero de paciente. Sí, nuestro uniforme no era sexy o bonito, ¿qué puedo decir? Era un psiquiátrico. A veces, me sentía como si estuviera en prisión. Sostuve mis libros contra mi pecho mientras me dirigía a mi habitación. Cuando llegué a mi puerta, entré, y la cerré detrás de mí. Descansé mi cuerpo sobre ella y di unos pasos hasta enfrentar el espejo.

La chica en la reflexión parecía un zombi. Tenía ojeras bajo sus ojos y su piel carecía de brillo o suavidad. Su cabello rubio caía en cascadas hacia abajo de sus hombros; sus ojos azules oscuros me devolvieron la mirada con tanta tristeza.

<<¿Dónde está la chica alegre que una vez fui? Se ha ido>>, suspiré.

El día había llegado. Giré sobre mis pies y me dirigí a mi cama, sentándome, solo tenía que esperar la noche.

#

Después de unas horas, la oscuridad comenzó a fluir a través de mi habitación y mire el reloj: 7:10 pm. Salí con cuidado, mirando en ambas direcciones en el pasillo. Caminé lentamente hacia las escaleras; sabía que la guardia del ala de las chicas no estaba allí porque había memorizado su rutina. Esa era la hora de cambio de guardia, tenía 5 minutos antes de que llegara la guardia de la noche. El primer piso no tenía tanta seguridad como el segundo y el tercero. Las escaleras regulares estaban altamente custodiadas a partir del segundo y tercer piso. Pero las escaleras de emergencia exteriores no podían ser bloqueadas por ley y mientras cambiaban de guardia, contaba con algunos segundos para llegar a ellas y subir hasta el techo. Tan pronto como llegue a la azotea, el viento golpeó mi pelo hacia atrás violentamente. La noche estaba mortalmente fría como de costumbre. Me ajusté la chaqueta al cuerpo, tratando de protegerme de la brisa que enfriaba mi piel.

La vista del bosque oscuro que rodeaba el edificio del psiquiátrico daba un poco de miedo, junto con la luz de la ciudad, que parecía estar muy lejos. Tomé una respiración profunda, llenando mis pulmones, y luego exhalé lentamente.El momento había llegado.

En una noche fría de abril, decidí terminar con mi existencia.

Muchos iban a juzgarme por lo que iba a hacer, pero no podrían entender lo que yo había pasado. La vida ya no tenía sentido para mí; no tenía motivo o razón para seguir adelante. Sí, me llamaran cobarde, estaba eligiendo el camino más fácil. Había tomado la decisión el día que me desperté sabiendo que mi familia se había ido. Sin embargo, había intentado durante tres semanas encontrar una razón para continuar, y lamentablemente, nada había funcionado.

¿Cómo podía vivir? Cuando sabía que mi familia había sido asesinada a sangre fría, y aunque no pudiera recordar esa noche trágica, cada vez que cerraba los ojos todo lo que veía era sangre, cada vez que veía una pareja recordaba a mis padres. Cada vez que escuchaba una risa infantil, recordaba a mi hermana pequeña. Ah... y las pesadillas... eran horribles. Nadie podía culparme por rendirme. Era mi única opción.

Mi  desesperada decisión.

Me subí en la barandilla temblorosamente y miré hacia abajo. La sensación del vacío frente a mí me hizo morderme los labios nerviosamente.

<<Es tan alto>>.

Por un momento sentí miedo, pero esa sensación fue reemplazada por el alivio de que ya todo fuera acabar. El mundo se había vuelto asfixiante para mí, tan sin sentido, mis ojos llenos de lágrimas miraron al cielo. Me gustaba pensar que mi familia estaba allá arriba, y que estaban esperando por mí, ese era mi único consuelo.

—Lo siento, mamá y papá —mi voz falló—. Lo intenté, de verdad lo intenté —dije al aire. Lágrimas rodaron por mis mejillas. Sólo tenía que dejarme caer y todo habría terminado. Tomé una respiración profunda y cerré los ojos.

—Salta —dejé de respirar cuando oí una voz masculina a mi lado—. ¿Qué estás esperando? —Abrí los ojos y giré la cabeza hacia un lado para buscar a la fuente de esa voz.

Había un chico con una sudadera negra apoyado en la barandilla. No podía ver su rostro porque tenía la capucha de su sudadera sobre su cabeza, pero noté un cigarrillo en su mano derecha y vi como se lo llevaba a la boca y le daba una calada.

—Nadie va a venir a detenerte si eso es lo que estás esperando —su voz sonaba tan fría y calculadora que me pregunté si era humano. Él exhaló el humo dejándome ver sus labios por un segundo, pero inmediatamente su rostro volvió a las sombras de la capucha.

<<¿Y quién eres tú?>>

—No quiero ser detenida —dije mientras miraba al frente, tratando de ignorarlo.

—Tic tac, tic tac, date prisa y salta —le eché un vistazo, él todavía estaba fumando.

—¿Podrías irte? —Pregunté, molesta.

—No.

—Me gustaría tener un poco de privacidad el día de mi muerte —lo miré una vez más, pero permaneció quieto, sin ni siquiera mirarme.

—Imagina que no estoy aquí —exhaló el humo lentamente.

—No tendría que imaginar nada si me dejaras en paz.

—Te lo dije, no quiero —tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó, aplastándolo—. Deberías darte prisa.

—Vete.

—No —Dios, este chico era molesto.

—¿Por qué no?

—Porque no quiero —suspiré con frustración—. ¿Quieres que te dé un empujón?

—No, quiero que te vayas.

—Date prisa.

—¡Voy a morir cuando yo lo decida, no cuando tú digas!

—Claro —él giró su rostro en mi dirección y por un segundo me las arreglé para ver un par de ojos grises fascinantes través de la oscuridad de la capucha—. Los cobardes no entrarán en el reino de los cielos, ¿no has oído eso? —Él apartó la mirada, dejándome intrigada—. Salta —La ira me recorrió el cuerpo.

<<¡Este chico va a escucharme!>> Me bajé de la barandilla y me volví hacia donde se suponía que estaba, pero se había ido. Busqué a mi alrededor tratando de encontrarlo y no había señales de él.

—¿Señorita? —Me encontré con el guardia en la distancia, mirándome con desaprobación—. Aléjate de la barandilla, ¡Ahora!

—Oh, yo—

—No puedes estar aquí, está absolutamente prohibido, especialmente para ti —Sabía que se refería a mi diagnóstico, era hora de hacerme la tonta.

—Oh, no tenía ni idea, de verdad lo siento, sólo quería un poco de aire fresco.

—Como si fuera a creerte, ve a tu habitación, ahora.

Asentí y corrí hacia las escaleras rápidamente. Tuve la suerte de que la guardia estaba de buen humor esa noche, de lo contrario podría haberme reportado a la directora del psiquiátrico y estaría en problemas. Lo menos que quería eran reportes que hicieran que me trasladaran al segundo piso.

Mientras caminaba por el pasillo a mi habitación, recordé el chico molesto en la azotea, ¿quién era él? Y ¿qué estaba haciendo en el techo del ala de las chicas? Lo más sorprendente era su actitud, él no trató de detenerme como la gente normal lo haría. De hecho, ¡Él me había incitado a saltar! Mi curiosidad no dejaba de formar preguntas en mi cabeza.

Entré en mi habitación y cerré la puerta detrás de mí. Mi plan había fracasado, la frustración de no ser libre y estar con mis padres me hizo lanzar mis almohadas por todo mi cuarto. Recordé al chico que me detuvo y una mezcla de rabia y curiosidad me invadió.

¿Quién eres tú, encapuchado?

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