Realidades Alternas

By AidanCero

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AU Clexa. Inspirado por 'The Wish' Capítulo de Buffy la cazavampiros. Ha pasado un año de la muerte de Lexa y... More

Capítulo 1
II
III
V
VI
VII
NOTA DEL AUTOR

IV

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By AidanCero


'Te vemos a las ocho'. Sebastian.

Miro el reloj, son las seis y media y apenas estoy metiendo la llave en la perilla de la puerta del departamento donde vivo, por cierto, sola.

Sebastian es mi hermano, tan rubio como yo, sólo que con ojos verdes, que heredó de mi padre. Siempre me han gustado sus manos y su mirada bondadosa. Podrían pensar que tuvimos la infancia que todos los hermanos comparten: llena de peleas y diferencias, de celos sobre la atención de nuestros padres. La realidad es que siempre ha sido mi mejor amigo.

Es más viejo que yo por un año, "viejo" porque ambos estamos en el final de nuestros veintes. Y, en esta época con todo el asunto de los Millenials, créanme que los treinta sí pueden ser los nuevos veinte. Y mucho mejores, a pesar de las responsabilidades adultas; tienes dinero para ir a donde quieres ir, puedes comprarte lo que se te antoja y pese a la edad, aún puedes darte el lujo de un fin de semana de desvelo y mucho alcohol. El cuerpo, aunque se cansa más que hace ocho años, aún soporta el uso rudo.

Sí, las resacas son de ley ¿pero quién nos quita las experiencias vividas?

Lo amo, no sabría qué hacer sin él, no todos tenemos la fortuna de tener a nuestro mejor amigo en nuestro hermano, es difícil. Incluso lo creo más guapo que yo, con su barba perfecta y el hoyuelo que tiene en el medio. A veces temía que mis novias bisexuales fuesen a cambiarme por él. Y suena estúpido, pero aparte es mucho más carismático.

Creo que siento eso porque mis padres siempre lo elevaron más que a mí. Ya sé ya sé, no debo culpar a mis padres pos mis inseguridades... pero... bueno...

Conoció a alguien (vive en Chicago) y viene a presentárnosla; para nosotros es todo un cotilleo porque nunca quiso mandarnos fotografías ni hablarnos mucho de ella, no sabemos su nombre, su edad, el color de su cabello, nada. Decía que hasta que estuviera seguro la traería.

Y es que a él (como a mí) le encanta, o para el caso, encantaba, ir de mujer en mujer sin compromisos. Hasta que la conoció.

Así que, a pesar de mi cansancio, de las ganas de meterme a la ducha y luego a la cama, debo más bien, hacer lo primero y luego ponerme ropa más adecuada para el asunto. Por fin hemos de saber quién es aquella que ha logrado aplacar a Sebastian.

Iremos a cenar a casa de mis padres y, conociendo a Abby, la mesa estará repleta de platillos elaborados que seguro le han tomado todo el día.

Sé que debo ir formal, pero tampoco quiero verme exagerada, así que dejo los vestidos a un lado y me visto con una blusa azul, unos jeans ajustados y zapatillas de tacón –no tan alto-. Me dejo el cabello suelto, ondulándolo, me pongo un poco de sombras y un labial claro con gloss.

'Más vale que te apures, estamos por llegar y no quiero estar solo con ellos'-. Sebastian.

Sonrío, claro, comenzarán con el bombardeo de preguntas que se ponen a cada paso más incómodas para ambos, ella será interrogada sobre su familia, lo que estudia, sus planes a futuro y quizás, sobre su adolescencia. Mi padre dice que cómo la has llevado habla mucho de una persona. Yo digo que esa época es la que menos lo hace, pues estás en un momento gris, ni tú mismo te reconoces.

Estoy curiosa, no puedo negarlo, me comen las ansias de verla por fin y saber cómo es su rostro, si es tan guapa como dice él que es, si es más alta que yo, o el color de su piel, su voz, si me caerá bien. Tengo miedo de no aprobarla, de mirarla como intrusa.

Suspiro cuando llego al descansillo de la casa, adentro escucho risas y me gusta reconocer que están contentos. Timbro, tengo llaves, pero las he dejado en el departamento, así que espero a que alguno de ellos me abra y me pregunte dónde me he dejado las llaves y si no las he perdido de nuevo.

Abre mi padre y me sonríe al verme, me acerco a él, nos abrazamos y me besa la coronilla.

-¿Llegué muy tarde?- le pregunto con un tono de voz más bajo.
-Apenas por unos minutos, no te preocupes-.
-El tráfico fue una pesadilla-.
-Dije que no te preocupes-. Nos miramos a los ojos y nos sonreímos de nuevo. Esperando que mi madre no salga con algo nuevo para criticarme.

Los escucho charlar en la sala, ella ríe junto con mi hermano y me pongo nerviosa, ni siquiera sé por qué, quiero dar una buena impresión, quiero llevarme bien con la mujer que lo más probable es que termine siendo parte de la familia. Supongo que si ha dado el paso de presentarla, es porque en poco tiempo se comprometerán. Si lo conozco bien, puede ser que ya hasta hubiese comprado anillo de compromiso.

Está de espaldas a mí y en cuanto me escuchan entrar mi hermano voltea y se levanta para abrazarme fuerte y levantarme del suelo para darme un par de vueltas.

-Mírate, ya te ves vieja- Se ríe de mí.
-Qué puedo decir de ti, que tienes un año más-.

Entonces se hace a un lado y detrás de él aparece su novia. Poco más alta que yo, de cabello castaño, ondulado natural, ojos verdes y piel... podría decirse que trigueña. Labios carnosos, manos largas, flaca pero de caderas interesantes. Trago saliva y palidezco.

-Clarke, te presento a Lexa- Ella me sonríe y me estira la mano para estrecharla, pero estoy tan impresionada que moverme me parece imposible. No he podido ni parpadear. En un segundo las palmas de las manos me están sudando y el corazón me martillea con fuerza.
-¿Clarke?- Pregunta mi madre, de modo que su voz me saca del trance y me obligo a cambiar de cara y recuperar el color para que nadie se dé cuenta de lo extraña que estoy siendo.

En seguida pienso en el hombre de la magia. No sé si lo odio más que las últimas dos vidas.

Vuelvo a tragar saliva.

-Lexa, hola, al fin te conozco- Me sonríe con alivio.
-Igualmente; Sebastian habla de ti todo el tiempo- Agacho la mirada y me limpio las manos en los jeans.
-Bueno, es porque me admira- Bromeo, intentando romper la tensión que siento en cada músculo de mi cuerpo.

Durante la cena, que consistió en pato, puré de papá, ensalada, espárragos y elote dulce, mis padres se comportaron por primera vez en la vida. No hicieron preguntas que les resultaran incómodas a Sebastian y a Lexa y por supuesto no empezaron a decirme que si seguía soltera era porque no había encontrado aún a un buen hombre. Si bien saben que no busco a un hombre, sino a una mujer.

Lo único que pude conocer de ella, de esta versión de Lexa es que estudió economía, que tiene veintisiete, dos hermanos mayores, sus padres están divorciados y es alérgica al maíz. Jamás en la vida había conocido a alguien que fuese alérgico al maíz, al chocolate sí, a los mariscos, las nueces o cacahuates ¿Pero algo como eso? Nunca.

Les juro que no podía ni mirarla, que... cuando era mi turno de hablar y sentía su mirada sobre mí, lo primero que quería hacer era subir corriendo las escaleras y esconderme bajo mi cama y no salir de ahí. He estado tan incómoda que no pude comer tanto como quería (pues moría de hambre).

Lo que estoy haciendo sin pensármelo dos veces es beber y beber, y el tinto va en bajada más por mí que por nadie más.

-¿Estás bien?- me susurra mi hermano al oído mientras estamos sentados en la sala escuchando a mi padre sobre sus aventuras en Brasil.
-Sí- Finjo lo mejor que puedo, pero él sabe que nunca he sido demasiado buena en esconder mis emociones. Éstas insisten en ser más que transparentes en mi rostro, es para mí, casi imposible fingir que no estoy enojada, preocupada o abochornada.

Y en este momento no sé ni siquiera cómo es mi cara pero debe de ser más que obvio que algo me pasa.

-¿Tienes que estar en otro lado?-.
-¿Mmm?
-Estás moviendo la pierna como desesperada ¿Es el tiempo lo que te preocupa?- Le sonrío.
-No, claro que no; no sé... no te preocupes-.

Al pasar la noche pretendo estar lo más lejos de ella, verla lo menos posible, sin embargo lo que me es imposible es no oler su perfume pues éste ha impregnado toda la sala y si no es que la casa entera. No estoy a salvo de ella.

El reloj de cuerda que cuelga de la pared anuncia las doce con ese característico sonido lúgubre que al menos a mí, me gusta tanto.

Me descubro con sueño, la excusa perfecta para irme de ahí. Mañana tengo que ir un par de horas a la oficina y si no quiero ir cual zombi, lo mejor es que me vaya ya a la cama. Se hace un silencio, sabiendo que estamos cansados y que es mejor que dejemos la velada. Su viaje de cuatro horas los habrá cansado, eso es seguro.

-Bien...- digo mientras me voy levantando y buscando mis cosas, la bolsa y las llaves del auto –Es hora de irme, mañana debo ir a la oficina-.
-Pero es sábado- La escucho decirme, ¡cuánto me gusta su voz!. Y aunque quiero ignorarla por completo, me giro hacia ella y le sonrío mientras suspiro.
-Lo sé, pero sólo será por un par de horas-.
-Ah menos mal, podrás volver y tomar una siesta-.
-Sí, eso espero-.
-Bueno, las camas ya están preparadas- Dice mi madre y mi hermano me mira con cara de ayuda.
-Clarke y yo quedamos que lo pasaríamos con ella- Oh no.
-¿Ah sí?- Mi madre me mira.
-Eh...-.
-Lo acordamos esta tarde...-.
-Sí- Respondo sin más.

Es porque yo tengo un departamento con dos habitaciones (donde dormirán ellos) y esta casa tiene seis, donde tendrían que dormir separados.

Pensarlo me pone la piel de gallina y me amarga la boca. Pienso en ella, en ese día en el que sucedió lo que estábamos las dos ansiando con fuerzas... recuerdo su respiración, su forma de gemir, de tocar, de besar...

Y pensar que eso pueda suceder en mi departamento pero ella haciéndolo con mi hermano es... más que incómodo, no hay palabras.

Permanezco en silencio el resto de la despedida, lamiéndome los labios de cuando en cuando.

-Nos iremos en ambos coches, te sigo- Me dice Sebastian cuando estamos en la acera. Trae un Spark rentado color negro.

Me subo y enciendo el coche y me sobresalto cuando escucho que abren la puerta, volteo y la veo, se agacha y tiene la mano derecha sostenida en la puerta.

-Me mandó para hacerte compañía; dice que no debes viajar sola-.
-Lo he hecho por mucho tiempo- No se le borra la sonrisa.
-Bueno, hoy no- Se sube, cierra la puerta y se pone el cinturón.

Perfecto, media hora de viaje con ella a mi lado y sin poder hacer nada. No sé ni siquiera qué platicarle. Pongo música, Of Monster and Men suena y la escucho cantarla por lo bajo.

-¿Sabías que amo esa banda?- Me dice
-Es mi favorita- decimos al mismo tiempo y volteamos a vernos.

Me sonrojo en seguida ¿Recuerdan que no puedo ocultar mis emociones? Bien, mi cara de tomate me ha delatado, vuelvo la mirada al frente y me aferro tan fuerte al volante que creo que lo voy a doblar.

-Y entonces... no tienes pareja-.
-No-.
-No te preocupes, yo... o sea tu hermano me ha contado y... no soy de esas personas encerradas en su mente de dos por dos que... ven eso como algo... antinatural- Su voz es nerviosa.

Algo que descubro por fin y por primera vez, sonrío nada más de imaginar a Heda Lexa titubeando frente a su cónclave.

-Ah, gracias a las diosas, me ahorraste el bochorno de lanzarte fuera del coche- La escucho soltar una carcajada. Y nada más de lo que escucho me sonrío de oreja a oreja. Me siento tan natural a su lado. No es mía, pero al menos no estamos en un holocausto zombi y no me ha dejado por Costia.

¿Podría quedarme en esta realidad a pesar de desearla y saber que es quizá, la futura esposa de mi hermano?

-Así como cuenta Sebastian que eres, creo que sí abrirías la puerta y me botarías incluso con el auto en marcha-.
-¿Cómo cuenta Sebastian?-.
-Dice que tienes pantalones, incluso más que él-.
-¿Eso dijo?-.
-Sí, casi creo que eres una amazona- Me encojo de hombros.
-No sé si yo me describiría así-.
-¿Cómo lo harías entonces?- Buena pregunta.
-No lo sé- Realmente no tengo respuesta.

Vuelve el silencio, ahora suena Slow Life y a pesar del sonido de los coches que nos pasan en sentido contrario y la música, comienzo a sentirme nerviosa por quién sabe qué vez en la noche. Suspiro. No puedo tenerla en mi departamento, durmiendo con mi hermano, no quiero.

Aprieto los dientes.

-¿Hace cuánto que estás soltera?-.

¿En esta vida? Hago memoria, dos años. Y, curiosamente fue Octavia quien me dejó.

-Dos años-.
-Fue difícil entonces ¿no?-.
-¿Cómo?-.
-Bueno, hay personas que duran mucho tiempo solteras porque no han superado a su ex, como si de cierto modo pensaran que no habrá alguien mejor y prefieren no perder el tiempo- Hago una mueca.
-Creo que son muchas cosas, no sólo esa, puede ser que te has acostumbrado tanto a tu soledad que ya no sabes cómo funcionar en pareja, quizás no te interesa y sí, también puede ser que muy en el fondo, sigues esperando a esa que decidió irse, o sigues sanando sin que te des cuenta- Callo para poner atención al cambio de carril –Yo no sé en cuál estoy-.

Y es que hasta antes de hacerme la pregunta, no había reconocido que Octavia fue quien me rompió el corazón hace de hecho, más de dos años.

Había reconocido otros aspectos de mi vida, pero esa memoria no me había venido a la cabeza.

¿Importa?

Antes importaba debo admitirlo, e importó por mucho tiempo. Pero ahora se siente distinto, el aspecto de mi vida que me preocupa y me remueve es tener a Lexa, novia de mi hermano, en el asiento del copiloto.

-Supongo que no es algo que deba quitarte el sueño, sólo es y ya; es probable que no haya llegado la correcta aún y bien dicen que es mejor estar solo que mal acompañado- Me quedo callada, pero echo la pregunta menos correcta entonces. Así, sin pensármelo dos veces la vomito.
-¿Y qué si ya la encontré pero no puedo tenerla?- Hace por contestar y luego vuelve a cerrar la boca. Me siento nerviosa, espero que ella no sepa leerme como lo hace mi hermano, que no tenga ese don, que mis emociones 'Transparentes' no me delaten frente a Lexa.
-¿Por qué?-.
-¿Por qué, qué?- Estoy tan nerviosa que no capto su pregunta y prefiero contestarla con otra.
-¿Por qué no puedes tenerla?-.

Vuelvo a guardar silencio para girar a la izquierda.

-Ah... pues... digamos que... es feliz con alguien más-.
-¿Le atraes aunque sea un poco?- Sonrío, más de nervios que cualquier otra cosa.
-No creo-.
-No crees, pero no lo has comprobado ¿Cierto?- No quiero seguir hablando del tema, pero no sé cómo cortar la conversación sin hacerla sentir mal, sin hacerle pensar que me está incomodando.

Y bueno, sí me está incomodando, pero es toda esta situación.

Comienzo a desear que esto termine.

Pero una vez más, ella es feliz, está viva y mi vida, aunque un tanto desastre, otro tanto de soledad, mucho de altibajo... bueno, como dije, es por mucho, la mejor realidad de las tres.

-No puedo comprobarlo porque no debo ni quiero entrometerme en relaciones cimentadas, si es, será, y si no, pues... ni hablar-.
-¿Crees que las cosas llegarán a tocar a tu puerta? Clarke, tienes que ir a por ellas-. Escucharla decir mi nombre de esta manera, con su acento de Illinois, tan extraño, marcado, quién sabe si a ratos molesto; no para mí, que tenga el acento que tenga seguirá siendo perfecta.
-Por el momento debo decir que no haré nada para obtenerlo; quizás después...- Claro que ese quizás después es una mentira. Quiero que deje el tema para no seguir con eso cuando bajemos del coche, estamos a punto de llegar al edificio y no quiero que Sebastian lo sepa.

Mi hermano baja ambas maletas y yo los guío al número 17, segundo piso.

Vuelvo a tomar valor antes de abrirles la puerta, los estoy llevando a mi hogar, mi santuario. Y, por muchos deseos que tenga de que la situación fuese diferente y Lexa esté conmigo en mi habitación, la realidad será otra.

Les acomodo pues la cama, que tenía sin sábanas, y saco del armario un par de almohadas, considerando en mi mente, imaginando, que sólo usarán una.

Comienzo a sentir cosas que me incomodan, que no quiero sentir y no me hacen bien.

-Ve a dormir- Me dice Sebastian –Mañana te levantas temprano; nosotros veremos la televisión un rato-.

Los tengo sentados en el sillón de la sala, la televisión a mi espalda. Él le pasa el brazo por los hombros y ella se acurruca en su pecho.

-Sí... claro, me voy; no hagan mucho ruido- Y lo digo en serio. Doy un paso hacia mi habitación cuando lo escucho decirme:
-Mi beso de buenas noches, hermanita- Se hace el chistoso, pero es verdad, lo besaba en la mejilla a él y a mis padres cada noche antes de irme a la cama.

Me regreso a regañadientes, sabiendo que no será un beso sólo para él, sino también para Lexa.

Su barba me pica, pero sentir la mejilla de ella es... trago saliva, conteniendo estas ansias de cambiar la condenada historia.

-Buenas noches- Digo sin girarme a verlos, no puedo más con sus cuerpos tan cerca.

Sobra decir que tardé horas en dormir.

xxxxxx

Por la mañana al irme, la casa está tranquila y silencia; a las siete por supuesto que no esperaba verlos levantados preparando el desayuno, y yo prefiero hacerlo fuera a tener que topármelos.

De hecho, espero que para cuando regrese, se hayan ido de paseo, a visitar a cualquier familiar, que se hayan largado a cualquier lugar.

Necesito un respiro de todo esto, y eso que no ha pasado ni un día... no puedo imaginarme en una realidad donde Lexa es mi cuñada y el amor de mi vida a la vez.

Me paso por la cafetería para ordenarme un capuccino mediano y comprarme un panecillo de canela. Espero poder relajarme y distraerme en el par de horas de trabajo.

Tengo las manos ocupadas, de modo que no puedo abrir la puerta con ellas, así que me giro y la empujo con la cadera, al volverme de frente choco con alguien, nada más y nada menos que Octavia.

-Hola- dice cuando no me muevo.
-Hola- Respondo; identificando que ya no me tiemblan las piernas ni quiero hincarme para que regrese conmigo.
-¿Cómo estás?-.
-Bien... ¿Y tú?-.
-Bien...- me mira sin parpadear, puedo sentir su mirada atravesándome por completo –Escucha... yo... te he extra...-.
-Voy tarde para trabajar...- La interrumpo sin saber bien por qué, no quiero escucharla decir algo que deseé por tanto y que ahora ya no importa; nada importa excepto quien seguro sigue durmiendo sobre la cama de la habitación de invitados... con Sebastian.

Me hago a un lado y emprendo la caminata, pasos rápidos; llevo las llaves en uno de los dedos de mi mano izquierda y sólo es cuestión de apretar un botón para abrir la puerta, pero fallo, apenas me están temblando las manos.

-Te ayudo- Es ella. Quisiera decirle que no, pero es muy tarde, lo ha hecho.
-Gracias- Evito verla a la cara.
-¿Puedo llamarte más tarde? ¿Ir a verte?-.
-Octavia, mi hermano está en la ciudad y, está quedándose conmigo, no tengo tiempo de...-.
-A las dos se verá con Lincoln... ¿Crees que puedas... recibirme a esa hora?-.
-No sé... no lo sé- Sigo sin verla, tengo la mirada al frente.
-Por favor-.
-¿Te llamo? Ahorita no puedo pensar en esto... esto ya es demasiado, me abrumaría más...- Tiene la cara consternada, sé que no entiende nada, pero no me importa. No voy a explicárselo. Hago por cerrar la puerta y no me deja.
-Por favor- Suplica.
-Octavia, se me hace tarde-.

Suspira y suelta la puerta, dejando que me marche.

Xxxxxxx

Lo que parecía una visita de fin de semana se extiende a dos semanas, es decir que he tenido que verlos derramando miel nueve días (sí, aún les quedan vacaciones).

Podrían pensar que he aprovechado el tiempo para conocer más a Lexa, permitirle conocerme. Sinceramente los he evitado la mayor parte del tiempo.

-¿Qué te pasa? ¿No te gusta Lexa?- Me interroga Sebastian. ¿No gustarme? Ojalá.
-¿Por qué lo dices?- Discutimos en voz baja mientras ella se encuentra en la ducha.
-No has estado con nosotros, casi no conversas con ella, ni la miras... me ha preguntado si te cae mal-.
-No me cae mal, Sebastian- Abro el refrigerador y saco una cerveza.
-¿Entonces?-.
-¿Entonces qué?-.
-¿Qué carajos te pasa?- Comienzo a ver que se molesta.
-No es nada, he tenido días difíciles y Octavia me buscó...- Bueno, no es que le esté mintiendo por completo.
-No...- Me señala con el dedo, advirtiéndome de no regresar, de no hacer nada que incluya a Octavia. El 'no' me lo di a mí misma desde el día que me la encontré en la cafetería.
-No te preocupes...-.

Xxxxxx

Regreso de mi caminata por el parque; son las cinco de la tarde y Sebastian me había dicho que saldría con Murphy a las cuatro, así que espero encontrar un poco de paz en el departamento, de soledad, espero distraerme con cualquier cosa, una de mis películas favoritas, un disco que no escucho desde hace muchos años, lo que sea.

Sí, hay silencio, así que asumo que se han ido los dos. Me dejo caer sobre el sofá y cierro los ojos, pongo el dorso de mi mano sobre mi frente y siento el sudor.

-Carajo- digo en voz alta –Maldita sea-.
-¿Todo bien?- Me sobresalto, abro los ojos y me siento en un segundo. Lexa –Perdóname, te asusté, no era... no era mi intención ¿Estás bien?-.
-Sí- Digo apenas. Me levanto, quitándome la abrazadera donde llevo el iPod y queriendo ir al baño a darme una ducha.
-¿Clarke?- Cierro los ojos y me detengo, pero no volteo. Odio la forma como dice mi nombre, la odio por todo lo que me hace sentir -¿Hice o dije algo que te molestara?- Aprieto fuerte los párpados y tomo el valor para girarme.
-No- Respondo cuando estamos frente a frente, a una distancia más que considerable, por supuesto.
-Conversamos muy bien camino al departamento, aquella noche cuando veníamos de casa de tus padres... y, no sé, temo que mi conversación te fastidió-.
-La conversación estuvo bien, como dices-.

Me acerco un poco, sólo para darle la confianza y el mensaje de: no pasa nada.

Pero entonces ella se acerca más.

-No me quieres con Sebastian ¿No es así?- Le sonrío...
-No...- Se me atoran las palabras ahí y ella sube la mirada a la mía, pensando que me detendría ahí, en ese 'no' –No seas ridícula, si hay alguien con quien quiero que estés es con él, lo conozco, sé lo que es, cómo es, te preferiría con él antes que con nadie-.

Y dicho esto, no hay forma de convencerla de que lo piense de otra forma, tiene el ceño fruncido, las interrogantes formándose de a veinte por segundo en su cabeza.

Ya no puedo hablar más, ni quiero. Estoy cagándola en grande.

-No entiendo...- Se acerca más.
-Me refiero a que... los dos son perfectos juntos, me gustas para él-.
-Oh- Responde y agacha de nuevo la mirada –por un momento pensé que...- Y ahí se detiene. Hacemos silencio.
-¿Que, qué?-.
-Nada, no es nada- Se echa el cabello tras la oreja.

Estamos incómodas.

-Me daré un baño ¿Ok? Todo está bien- Nada en realidad, pero eso es cosa mía. Doy media vuelta.
-¿Clarke?- Vuelvo a detenerme en seco.

Me volteo cuando no dice más.

Y al voltearme se acerca y me besa.

Me quedó en shock al principio y no correspondo, de modo que se aleja apenada y se cubre la cara. Y sin saber de dónde tomo el descaro para hacerlo, le quito las manos del rostro y la beso de vuelta. Me toma de la espalda y me acerca tanto a su cuerpo que siento que me ha deseado tanto como yo a ella desde el día que nos vimos en casa de mis padres.

El beso se vuelve intenso, pero recuerdo la realidad de la situación y me quito.

-No puedo Lexa, sé cómo te quiere, sé a dónde van... no soportaría hacerle esto, lo siento-.

Me encierro en el baño y luego en mi habitación y no salgo de ahí hasta que llega Sebastian.

xxxxxx

Los violines suenan en el recinto, la gente espera con una sonrisa en el rostro.

Mi hermano no puede verse más feliz y yo no puedo evitar sentirme todo lo contrario, quiero desaparecer.

Han pasado cinco meses desde entonces, y esta es la primera vez que veo a Lexa desde el beso.

Antes de llegar al altar me da una mirada y sé que ninguna de las dos podrá con la situación. Sé lo que haremos. Y no quiero.

La ceremonia termina, son marido y mujer. Yo siento que me asfixio.

Desde su mesa vuelve a mirarme, la noto infeliz.

Entonces me levanto de mi mesa y camino al baño, el corazón como loco.

Me echo agua en la nuca y me miro al espejo. Deseando que el condenado mago aparezca de un vez por todas.

No lo hace.

Cierro los ojos y me sostengo del lavamanos.

-¿Tienes un encendedor?- Suspiro de alivio, nunca creí estar tan contenta de verlo.
-¿Con qué propósito?-.
-Tan de vida o muerte como encender una fogata para no morir de hipotermia-.

No sé qué tratos haga con otra gente en otros mundos. No es momento de preguntarle.

Dame un par de minutos. Salgo de ahí y voy hacia Lincoln. Sé que él fuma.

Me vuelvo al sanitario en un santiamén.

No hace falta que diga más, se lo entrego y cierro los ojos.


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