Los sueños secretos de Sophie

By Hitto_

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Sophie siempre busca ser la mejor en todo. Sin embargo detrás de esa fachada esconde muchos secretos y sueños... More

1. Sophie Cohen
2. Ian Key
3. El pastel de cumpleaños
4. La esperada fiesta
5. Cómo deshacerse de Ian Key
6. Una cita casi perfecta
7. Paranoia y vida Zen
8. Al diablo con el zen
9. Un largo día
10. El intruso
11. Amor licano
12. La excursión
13. Olvidados perdidos y en problemas.
14. ¡Vamos a morir!
15. Nueva oportunidad
16. Persecuciones
17. Sangrienta venganza
18. Empieza el juego
19 ¡Yo quiero una invitación!
20. Todo por un vestido
21. La busqueda del tesoro
22. Él no me gusta ¿o sí?
23. De nuevo a escapar
24. ¡Yo no la choqué!
25. La casa de los decapitados
26. Hora de revelar sentimientos
27. Te diré mil veces que te amo
Regalos y multimedia (cap. especial)
28. Una promesa
29. Algo de descontrol
30. ¿ Y a Sophie quién la cuida?
La oscuridad nos persigue
32. pTres mil litros de puddin de chocolate
33. Educación sexual
34. Quiero ser mejor
35. Tarde de chicos
36. La rebelión de Claudia
37. Nuevo semestre, nuevos problemas
38. Té con los Roach
39. El muro cae
40. Cambiar de sueños
41. Un voto de confianza
42. Bienvenida a Saint Abel
43. Desenmascarando a la princesa
44. La casamentera
Cantar o perder
46. Sombras del pasado
47. La decisión más difícil
49. Igual a las novelas
51. Verdades que duelen
51. Buscando vías de escape
52. Un final y el inicio de algo nuevo
Epílogo

48. El costo de los secretos

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By Hitto_


Una promesa era una promesa. Evan se alistaba y le había pedido a Claudia que lo esperañse. La chica era un meollo de nervios. Sophie había corrido a casa para contarle a su madre las novedades, olvidando por completo que debía acompañarla a su cita con Evan.

—Ya está, vamos —dijo el muchacho terminado de guardar su guitarra, su hermana pequeña corrió a tomarlo de la mano—. No puedo dejarla, espero que no te moleste que la lleve con nosotros.

— ¡No para nada! —Se alegró, tener a la pequeña niña con ellos la aliviaba, al menos no iba sola—. Debo volver temprano, mis padres no saben de esto, van a castigarme —explicaba nerviosa, no solo el chico le causaba cierto temor, si su madre se enteraba que salía a una cita con un chico en lugar de quedarse a dormir en casa de Sophie como le había dicho, la iba a castigar de por vida.

—Bien, volveremos temprano. —Evan volcó los ojos y comenzó a caminar esperando que Claudia lo siguiera.

La chica caminaba silenciosa a su lado. Grecia brincaba y tarareaba una canción, guidándolos hacia una pizzería.

Al ingresar al local, Grecia corrió a la piscina de pelotas. Evan buscó una mesa y se sentó.

Con timidez, Claudia se sentó lo más alejada posible.

— ¿Qué pasa? —le preguntó serio.

La chica se veía incómoda, Evan casi no hablaba, de hecho casi no lo conocía, no podía creer que al final hubiese accedido a una cita.

Ordenaron una pizza y hasta el momento en que les llevaron las bebidas permanecieron en completo silencio. Ambos se daban cuenta que no tenían un tema de conversación y posiblemente nada en común.

Si había alguien dispuesto a sacrificar todo por amor, esa era Sophie. No pensaba separase de él, tampoco tenía idea de sus motivos ¿era impulsiva, tonta tal vez? qué importaba, ya había desconfiado de él una vez y no lo haría de nuevo. Pensar en separarse y no verlo era una tortura parecida a que el destino jugase al vudú atravesando alfiles en su corazón.

No era permanente, eso la alentaba, volvería a reunirse con su familia y sus amigos, mientras durase, sería una romántica aventura. Dejó de pensar en aquello, no le dio una respuesta directa.

—Tengo dinero y joyas en mi cajón, guárdalas mientras me visto —le dijo abriendo el armario y buscando un atuendo cómodo.

Ian sonrió con alivio, por un momento le había parecido ver un atisbo de duda en los ojos azules de la muchacha.

Rápida y sigilosamente guardaron lo necesario, y de la misma forma salieron por la ventana al techo. Ian había subido por una escalera.

Una vez en el jardín, Gatorade comenzó a ladrar, como si comprendiese las intenciones de los adolescentes y alertase a todos en la casa.

— ¡No, Gatorade, no ladres! —susurró Sophie, atisbando con miedo hacia la casa—. Por favor, debo irme. —Se puso de rodillas y lo abrazó.

—Sophie, vamos, tus padres pueden darse cuenta —la apuró Ian.

La motocicleta del muchacho esperaba junto a la vereda, montaron e Ian partió a toda velocidad. Alejandro, quien acababa de llegar, intentó llamar su atención. Era extraño que Nicolás le diese permiso a su hija de salir a tan altas horas de la noche.

Thaly se había encerrado en el baño, del enfado había pasado a la tristeza y lloraba amargamente en soledad. No estaba lista, no podía siquiera pensarlo ¿cómo podría contárselo a Nicolás? Era más de lo que podía manejar, los fantasmas del pasado asechaban de nuevo. Un manto negro cubría nuevamente su vida. Hacía mucho que no sentía tanta desesperación. Su padre no se daría por vencido. Aquello sólo había sido una advertencia; temía demasiado por sus hijos, por Tiago sobre todo; y Sophie... ella era quien más pena le causaba, había entregado su corazón a un muchacho que la había utilizado desde el principio, tal como a ella le había pasado en su adolescencia.

Nicolás se cansó de tocar la puerta. Thaly no iba a abrir. De seguro pasaría la noche encerrada. Algo pasaba y había alguien, además de su esposa, que estaba enterado de todo. Sacarle información a Daniel era un trabajo difícil, cuando su hijo se empeñaba en guardar un secreto, no había forma de hacer que hablase. Recurrir a métodos poco ortodoxos era necesario en esa ocasión.

Abrió la puerta de la habitación del niño y lo despertó. Daniel se negaba a levantarse, con la cobija se cubrió la cara y se encogió en posición fetal.

—Daniel, despierta, debo hablar contigo —le dijo su padre.

—No, es domingo, no molestes —balbuceó entre sueños.

Sin ver más remedio resopló y lo levantó de la cama, llevándoselo a la cocina.

Su hijo abría los ojos con pereza. No recordaba cómo había llegado allí, pero de seguro era un sueño alucínate.

Sus ojos se abrieron dejando de lado cualquier rastro de sueño al ver una enorme copa de helado, con tres bolas de diferentes sabores, crema batida, cherrys e hilos gruesos de chocolate y jalea de fresa.

Instintivamente tomó la cuchara y antes poder clavarla en aquel dulce manjar, la copa se alejó de su alcance.

— ¿Qué pasó con tu madre? —lo interrogó Nicolás, tomando custodia del helado.

—No diré nada. —Se cruzó de brazos hablando con seguridad—. No me comprarás con un helado, no acepto sobornos —añadió.

—No es para ti, yo me lo tomaré y tú mirarás hasta que decidas hablar. —Su padre agarró la cucharilla y probó el primer bocado, saboreándolo mientras lo deshacía en su boca.

A Daniel la boca se le hacía agua al ver como su padre tomaba el helado con una lentitud tortuosa.

— ¿Y bien? Nos quedaremos aquí toda la noche, hay helado, pizza y puddin de chocolate.

— ¡No! —Se espabiló y regresó a su terca actitud—. Mamá me dijo que no cuente y no lo haré.

—Daniel. —Su padre se puso serio, el chantaje no había funcionado, pero iba a sacarle información aun por las malas—. Tu madre está muy mal, no quiere hablarme, se encerró en el baño y está llorando.

El niño se preocupó, su madre no lloraba, nunca lo hacía ¿tan malo había sido lo sucedido?

—Es que no puedo, me hizo jurarlo —ablandó su tono.

—No le diré que me dijiste, pero necesito saber, así puedo ayudarla. Dime qué pasó, ¿por qué no quiere tu madre que Sophie vuelva a ver a Ian?

Daniel lo meditó, se sentía traidor, pero no quería sentirse peor a sabiendas que su madre sufría.

—No lo sé, no sé por qué Ian. Bueno... hoy al volver, vino un hombre y creo que le hizo daño.

— ¿Qué hombre? —demandó saber comenzando a enfadarse.

—No sé, no entendí, creo que era el papá de Ian. Luego no escuché bien, ya iba a ir a buscarte, pero le dijo que alguien quería verla y que debía ir, mi mamá me dijo que venga y te diga que olvidó algo en la tienda, creo que fue a hablar con el tutor de Ian.

Nicolás se desesperaba, todo sonaba enredado y no encontraba la conexión.

— ¿Para qué tenía que ver al tutor de Ian?... mejor dime cómo era ese sujeto, pensé que el tutor de Ian estaba de viaje o se había mudado, hay algo raro con él... —hablaba y cavilaba al mismo tiempo, intentando atar cabos—. Mejor dime todo lo que te acuerdas, aunque sean frases sueltas, o palabras.

—No sé. —Se angustió—. No vi bien al hombre, era, no sé, alto. Y dijo el nombre del tutor de Ian.

— ¿Anthony? —recordó el nombre que tantas veces había visto en papeles, el hombre a quien solo una vez había visto en persona.

—No, no es ese, es algo con "F", Anthony es el nombre de su mayordomo.

— ¿Cómo sabes eso? —se sorprendió.

—Sophie y yo fuimos a comer a casa de Ian cuando estuvimos solos, cenamos con el tutor de Ian, y su mayordomo estaba ahí, el hombre ese lo llamaba Anthony, y el tutor de Ian era... —hizo un esfuerzo por pensar—. ¡Franz! —recordó.

— ¿Estás seguro? —le preguntó, las cosas se volvían más extrañas y ese nombre le causó un ligero escalofrío, pero debía ser una coincidencia.

—Sí, hablé con él y todo. Solo me preguntaba de Tiago.

—Bien... vamos por partes, necesito saber si hablamos de la misma persona ¿Cómo es el hombre con el que hablaste? —Decidió tomar las cosas con calma, pese a que el estrés lo consumía.

—Era... grande y aterrador. Pero lo conozco, no sé de dónde.

Nicolás se acomodó contra el respaldar, ya tenía una hipótesis, una horrible posibilidad y esperaba que no fuese cierta.

—Hola, ¿qué hacen tan tarde? —Alejandro entró interrumpiendo los pensamientos de su cuñado.

—Algo le pasó a Thaly, intento averiguar qué —respondió atando cabos, sintiendo nauseas al llegar a la conclusión más obvia.

— ¿Y qué hay de Sophie? Ya es media noche ¿por qué la dejaste salir tan tarde?

Nicolás salió de su estado de abstracción.

— ¡Yo no la dejé salir, está en su cuarto!

—Acabo de verla irse en la moto de su novio. —Tras esas palabras Nicolás salió disparado escaleras arriba.

Sin anunciar su llegada abrió la puerta de la habitación de su hija y encendió la luz. Ella no estaba ahí. Con un repaso a la habitación se percató que se había llevado sus cosas.

Ya era demasiado, algo realmente malo sucedía, y Sophie podía encontrarse en peligro.

— ¡Natalia ya abre la maldita puerta! —le gritó a su esposa golpeado la madera con rudeza—. Sophie no está, se llevó Ian —añadió, sabiendo que esa era la frase correcta para que su esposa saliese y le confirmase su sospecha.

Después de un viaje hacia una zona desconocida para Sophie, Ian paró frente a un taller mecánico que no daba buena espina.

— ¿Nos ocultaremos aquí? —preguntó Sophie.

—No, debemos ir a otra ciudad, pero necesitaremos dinero antes.

— ¿Y me dirás qué pasa? —Lo había seguido a ciegas, pero no pensaba mantenerse en la ignorancia y dejarse arrastrar por él en desconocimiento de los hechos.

—Sí, es largo de explicar, cuando estemos lejos y tranquilos te contaré absolutamente todo —le prometió acariciándola. Debía tranquilizarla, aquello no sería fácil. Su plan era demasiado arriesgado y debía tomarlo con pinzas, un error y Sophie no sería capaz de perdonarlo, la perdería para siempre y no podría vivir con ello.

— ¿Es ésta? —un gordo hombre con atuendo de mecánico, se aproximó limpiándose la grasa de las manos.

—Sí, está en perfectas condiciones —Ian le extendió las llaves.

El hombre examinó la motocicleta minuciosamente.

— ¿Vas a venderla? —preguntó Sophie con cierto espanto, sabía cuánto amaba Ian a su moto.

—Sí, es más fácil que nos encuentren con ella, y si nos vamos mucho tiempo necesitaremos más dinero.

Pese a no demostrarlo, Sophie sabía que a Ian le costaba deshacerse de su objeto más preciado.

Tras una apresurada revisión, el mecánico dio el visto bueno y le extendió a Ian un fajo de billetes, seguramente, mucho menos dinero del costo real de la moto.

Una pelota, que llegó a la nuca de Evan, rompió la tensión. El chico se dio vuelta, su hermanita lo miraba con burla. Sonrió y se aproximó a lanzarle la pelota con fuerza. Grecia la esquivó y cayó a la piscina revolcándose de risa, tomando otra pelota para contraatacar.

—No hagas eso, sabes que vas a perder —Evan le habló a través de la malla.

—Yo tengo más municiones. —Le sacó la lengua lanzándole otra pelota. Los meseros se aproximaban a pedirles que no causasen alboroto, pero Evan y su hermana los ignoraron, parecían acostumbrados a ese tipo de juegos.

Claudia los contempló largo rato, reía también. Ese chico se veía serio y frío la mayor parte del tiempo, pero con Grecia era una persona totalmente diferente. Su hermanita era a quien más quería y se ocupaba de ella la mayor parte del tiempo.

—Es muy dulce, se ve que se llevan muy bien. —Claudia se acercó a hablarle, le costaba, pero si ya había salido con él, al menos podían hablar un poco para que esa cita no fuese un completo fracaso.

—Sí y es algo traviesa, uno nunca la pasa mal con ella —manifestó con ternura en sus palabras.

—Si no dejan de lanzar pelotas voy sacarlos de aquí. —El administrador apareció y Evan respondió con un respingo, dirigiéndose a la mesa junto a Claudia—. ¿Te puedo preguntar algo? —Se dirigió a la muchacha.

—Sí, claro —reaccionó hablando con torpeza.

— ¿Te llamas Claudia verdad?

—Sí —bajó la vista con sufrimiento. ¿Por qué a la gente le costaba tanto recordar su nombre?

—Quería estar seguro —dijo llevándose la gaseosa a la boca.

— ¿Yo te puedo preguntar algo? —preguntó la muchacha, y Evan respondió con un gesto de indiferencia—. ¿Por qué me pediste salir? —susurró muriéndose de la vergüenza.

—Eres pelirroja y me gustan las chicas pelirrojas —explicó con desinterés—. ¿Y tú por qué aceptaste?

—No lo sé, bueno... nada, Sophie me convenció, la verdad, nunca había salido con nadie, bueno una vez, en realidad no salí, me invitaron, pero fue para hacerse la burla. Así que si me estás jugando una broma, sabes, no importa, estoy acostumbrada —en seguida habló, se arrepintió. De nuevo hacía el ridículo hablando de más; esa tarde, había pasado el peor momento de su vida al declarársele a Alan y ahora, le contaba su patética vida a un chico casi desconocido.

Evan bufó tras escucharla.

—Apenas y te conozco, ¿para qué te jugaría una broma?, prefiero guardar mis ideas para gente que se lo merezca. Eres rara.

—Sí, ya sé... —manifestó con sufrimiento, poniéndose tan roja como su cabello.

—Eres graciosa, creo que va a funcionar. —Evan realizó una mueca, lo más similar a una sonrisa que lograba esbozar cuando hablaba con alguien que no fuese su hermana.

Claudia se sorprendió. ¿Acaso ese chico quería salir de nuevo con ella? no se conocían, pero era agradable, tal vez, al igual que Sophie, comenzaba a vivir su propio cuanto de hadas. A lo mejor lograba descubrir lo que se ocultaba tras la dura coraza de Evan.

Sonrió con timidez y el sonido de su celular la distrajo. Torpemente buscó en su bolso. Lo hizo caer desparramando todo el contenido por el suelo.

Evan enarcó una ceja y evitó reír al ver que la muchacha se ponía aún más roja, lo cual parecía imposible, y se agachaba a recoger su celular. Sin duda era extraña y divertida, algo nuevo para variar de las superficiales chicas con quienes salía.

—Hola, ¿Tiago? —Cuando por fin logró agarrar el teléfono, contestó—. No, no están con nosotros, ¿Alan?, creo que se fue con Camila —respondió a las preguntas que le realizaban del otro lado del teléfono—. ¡¿Qué?! ¡¿Está loca?! Bueno, sí es algo que Sophie haría, seguro le pareció romántico. Tranquilo, conozco a Ian, no la pondrá en peligro.

Evan escuchaba lo que Claudia decía. ¿Y ahora que líos causaba Sophie? Se alegró de no haber intentado nada con esa problemática muchacha, realmente Ian le tenía demasiada paciencia.

—Ian y Sophie se escaparon, hay que buscarlos. —Claudia colgó y le habló a Evan.

El muchacho resopló y se metió a los juegos para niños a sacar a su hermanita, su cita recién comenzaba y ya se suspendía por las tonterías de sus "amigos".

Mientras Tiago se encargaba de las llamadas, Nicolás esperaba a la policía.

—Demonios, debí vigilarla. —Thaly arrullaba a uno de sus bebés y trataba de pensar.

—Ni tú ni yo imaginamos que esto sucedería. Es ese niño maldito, la engañó para llevársela. —Nicolás se impacientaba, presa de la impotencia. No podía hacer nada, su hija corría peligro y no había forma de encontrarla. Sophie había dejado el celular en casa y cualquier otro medio que la volviese rastreable.

—Cómo no me di cuenta, mi padre estuvo viviendo cerca todo este tiempo, e Ian... Dios, es idéntico a Bruno, ni mi hermano ni yo sabíamos que Bruno había tenido un hijo, no sé cómo mi padre consiguió su custodia.

—Bien, fuimos confiado y estúpidos, sabes que tu padre tiene formas. Lo que no puedo creer es que te hayas arriesgado a verlo a solas ¿por qué no me dijiste nada? —le reprochó, como había venido haciendo desde que su esposa le había contado la verdad con todos los detalles.

—Porque apenas podía digerirlo, lo siento... yo, no quiero saber nada de él, quería pensar que no había ocurrido, además eres demasiado impulsivo, hubieses empeorado las cosas, la última vez casi lo hiciste —le reprochó de vuelta—. Pero no entiendo, mi padre quiere a Tiago, ¿por qué Ian se llevó a Sophie?

—Tal vez sí la quiere de verdad —intervino Alejandro.

—Claro que no, Ian vino acá a espiarnos, debe haber algo que Bruno quiera —contestó Thaly.

Nicolás permaneció callado, él sí sabía qué era exactamente lo que Bruno quería. No había tomado en consideración que lo soltarían tan pronto, tampoco le prestaban atención. Bruno le había hecho mucho daño a Thaly. Ella no lo sabía, pero hacía años que aquel hombre había estado a punto de librarse de prisión exento de toda culpa por falta de pruebas. Sin embargo, Nicolás se había encargado de imputarlo, tendiéndole una trampa. Ese era el secreto que había guardado por años, y había mantenido la confianza en que su esposa jamás iba a enterarse.

Hola! ya son los últimos capítulos! solo quedan 3. Espero que la hayan disfrutado.

Nos seguimos leyendo!!! ni bien acabe este novela quitaré Mi vida Un show y la editaré para irla subiendo como este libro. Besos!!!

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