Me besas.
Te devulevo el beso con la misma intensidad.
Te aparto de golpe.
Me miras con confusión.
Me miras con amor.
Y es que ese es el problema, soy incapaz de amarte sin más.
¿Qué no comprendes que soy un maniaco?
¿Que no entiendes de que soy un psicópata malhablado?
Lo siento, Harley...
Lo lamento tanto, pastel de calabaza.
Pero te amo. Y tú no mereces a un hombre que mata sin descaro.
Sé que estamos locos, pero en ti aún hay una poca de cordura. Aprovéchala, búscate a un ricachón guapo y con buenos modales que te trate bien.
No te mereces a un payaso sanguinario, mi amor.
Te mereces que te traten como una princesa.
Porque tu eres mi princesa.
-¿Qué ocurre, Puddin'...?
Tu voz. Es hermosa, igual que tú, igual que toda tu existencia.
-Harley, nena, tienes que irte.
-¿Por qué? -tus hermosos ojos azules se llenan de lágrimas-, ¿he hecho algo mal?
No. Por supuesto que no.
-Sí -respondo con pesadez. Odio mentirte.
Es como si me mintiera a mí mismo. Y odio el dolor de las mentiras.
-¿El qué?, dímelo, Puddin'. Puedo cambiar...
No tienes que cambiar, eres perfecta.
-Odio que me llames Puddin'-Miento, otra vez.
Es mentira, amo que me llames así, me haces sentir querido.
-Odio que me abraces.
Mentira.
-Odio tus besos.
Más mentiras.
-Pero sobretodo, te odio a ti.
Mentira. Mentira. MENTIRA.
Me odio. Estás llorando. Harley está llorando. No puedo, no quiero hacerla llorar.
-Pero, Puddin'...
Gruño con molestia. Es lo mejor para los dos. Ella se irá, será feliz, y yo estaré solo. Como me merezco estar.
-Puddin'...yo te quiero.
Y yo a ti mi pastel de calabaza...
-Pero yo a ti no, Harley.
Se levanta.
Me mira.
Nos miramos.
Ruego al cielo que no se vaya.
Pero nadie escucha mis plegarias.
Se va, y vuelvo a estar solo. Vuelvo a desear estar debajo de ella. Encima de ella. Abrazándola, besándola. Pero sé, que alguien mejor la podrá amar...
Solo espero que mi alma descanse en paz.