Cuento Hasta Tres ©

By Paulaaa_02

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Esther Howard, una joven de 15 años, devastada por la muerte de su abuela, ya no valora nada. Ni siquiera val... More

Dedicación
Capítulo 1: La pérdida de mi abuela
Capítulo 2: Ven a buscarme
Capítulo 3: Funeral
Capítulo 4: Nuevo curso
Capítulo 5: 20 preguntas
Capítulo 6: Quiero venganza
Capítulo 7: Guerra de comida
Capítulo 8: Mi peor castigo
Capítulo 9: Creo que me muero
Capítulo 10: Esto se merece una venganza
Capítulo 11: Coche a juego con tu cara
Capítulo 12: Esta me la pagarás
Capítulo 13: Últimas palabras
Capítulo 14: No eres mi Romeo
Capítulo 15: Hablando con Sam
Capítulo 16: Estás jodido
Capítulo 17: Ella me odia
Capítulo 18: Todo fue un sueño
Capítulo 19: Nerd animadora
Capítulo 20: No debiste hacer eso
Capítulo 21: ¿Si te gusta por qué la tratas así?
Capítulo 22: Parque de atracciones
Capítulo 23: Perdidos
Capítulo 24: Siete minutos
Capítulo 25: Brittany infiltrada
Capítulo 26: Fuente de los deseos
Capítulo 27: Lo siento
Capítulo 28: Bésame
Capítulo 29: Cuarto aviso
Capítulo 30: Mi falsa madrastra
Capítulo 31: El mejor amigo de mi hermanastra
Capítulo 32: Confesión
Capítulo 34: ¿Se supone que estamos saliendo?
Capítulo 35: No te vayas
Capítulo 36: Mil mundos hasta el infinito
Capítulo 37: Solo por unos segundos más
Capítulo 38: No, no estoy bien
Capítulo 39: Déjame hablar
Capítulo 40: Noah me ha cambiado
Capítulo 41: Madison Howard
Capítulo 42: No quiero verle
Capítulo 43: Momento incómodo
Capítulo 44: Quiero prenderme fuego
Capítulo 45: No hace falta contar (FINAL)
Epílogo (CORTO)
"Caminos opuestos"

Capítulo 33: Pov Noah

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By Paulaaa_02

Tanto ella como yo no nos creíamos que esas palabras hubieran salido de los labios de Esther. Ella me quería, no me odiaba.

La besé lentamente y ella me lo devolvió, pero el beso no duró más de cinco segundos. Esther puso las manos en mi pecho y me apartó yendo hacia el salón. ¿Qué diablos le pasaba? Acababa de confesar que yo le gustaba y ahora se apartaba de mí.

-Nunca imaginé que llegara a decir eso. -Susurró dejándose caer en el sofá.

Sonreí ante su comportamiento. Era por eso, por que no quería admitir que yo le gustaba. ¿Pero por qué no?

-¿Te sientes culpable de querer a un chico tan sexy como yo? -Dije con una sonrisa pervertida mientras me sentaba a su lado pasando mi brazo por su hombro.

Esther rodó los ojos suspirando. Me encantaba cuando hacia eso. Por eso me gustaba provocarla.

-¿Por qué me evitas? -Susurré en su oído y ella se estremeció nerviosa.

-Justo por esto. Por no querer admitir que me gustas. Por que no quería verte y pensar que me vuelvo loca por dentro. -Hizo una pausa levantándose y cogiendo un tarro que había en la mesa para ponerlo de nuevo en la cocina.

Me levanté siguiéndola hasta la cocina, ella puso el tarro en el lavaplatos y se giró quedando frente a mí.

-Por que eres el único chico que me gusta de verdad y quizás no quiero que me hagas daño. -Dijo finalmente y yo me quedé helado.

Pero... ¿Como era posible? Yo había dicho esas mismas palabras en mi cabeza una y otra vez. No exactamente, pero tenían el mismo significado.

Me quedé mirándola, y ella a mí con una pizca de arrepentimiento en las palabras que acaba de decir. Oh, mierda... Soy muy lento.

Corrí hacia ella acortando la distancia entre nosotros y esta vez sí que la besé como si fuera el fin del mundo.

Mis manos fueron a parar a su cintura clavando mis dedos y Esther soltó un jadeo mientras ella colocaba las manos alrededor de mi cuello y cogía algunos mechones de mi pelo jugando con ellos.

La rodeé abrazándola para que no hubiera nada de espacio entre nosotros. Levanté un poco su sudadera para poner las manos debajo y hacerle masajes en la espalda.

Poco a poco, mi mano se mueve hasta su muslo para levantarla y ella se impulsa siguiendo mi ejemplo. Camino hasta el pasillo y la apoyo contra una pared para que así sea más fácil sujetarla en mis brazos.

Nos separamos unos centímetros, mirándonos fijamente a los ojos. Esther está jadeando del cansancio, igual que yo. Ella está nerviosa y tiene los labios hinchados, igual que yo. Y ella es preciosa.

Junto nuestras frentes y la beso suavemente. Nuestros movimientos pasaron de bruscos a suaves.

Aún sujetándola y sin dejar separación entre nosotros, se escucha un ruido al otro lado de la puerta de la entrada. Esther se separa de mi rápidamente y yo asustado la dejo ir. Tan sólo estamos a unos centímetros los dos mirando la puerta para ver quién diablos aparecía por ella.

Luego, una voz de señora mayor inunda la casa a gritos. Era la madre de Brittany. Mierda. Estábamos perdidos.

Nos miramos aterrados y Esther rápidamente me cogió del brazo y me llevó hasta su habitación en el piso de arriba.

Una vez estuvimos allí cerró la puerta detrás de ella asustada.

-Desaparece. -Gritó en un susurro y yo reí. Pero entonces fue cuando me envió una mirada asesina y abrí el armario para esconderme dentro de él. Ahora yo también estaba asustado.

-¿¡Esther!? -Gritó Vero y subió las escaleras rápidamente con Brittany al lado maldiciendo por lo bajo. En este armario se oía todo.

Mi respiración estaba entrecortada y jadeaba recuperando oxígeno que había perdido besando a Esther.

-¿Qué demonios haces aquí, Esther? ¿Por qué no estás en el instituto? -Exigió saber su madrastra.

Y como siempre, me encantaba la forma en la que ella mentía haciéndose la inocente.

-Me encuentro mal y tengo ganas de vomitar. Sam me ha dejado quedarme en casa. -Y luego disimuló tosiendo.

-Vale, pero al menos podrías peinarte un poco.

No pude evitar reír en ese instante. Esther había estado besándose conmigo y por eso estaba despeinada. La habitación de quedó en completo silencio hasta que Vero habló de nuevo.

-¿Oíste algo?

-¿Qué? Es obvio que no. -Pero esta voz no era la de Esther. Esa era la de Brittany defendiendo a su hermana. Mierda. Brittany sabía que estaba en el armario.

Escuché varias discusiones pero al final Verónica se acabó yendo de la habitación y nos dejó solos a Esther, Brittany y a mí.

-Ya puedes salir de ese armario, caraculo. -Me dijo de mala manera Britt sabiendo que estaba en el armario y yo lo abrí y salí de él.

Brittany me miró enfadada y cerró la puerta detrás de ella.

-Esther, tú pasas, pero este tiene menos cerebro que no se puede callar ni bajo el agua. -Dijo finalmente y me fulminó con la mirada.

-¿Como sabías...? -Empezó Esther pero fue interrumpida.

-Oh, por favor. Labios hinchados, pelo revuelto, shorts mal puestos y mejillas rojas. Está claro que aquí ha habido algo.

Me había olvidado completamente que Brittany era una experta en temas de estos y se daba cuenta de todo.

Fijé mi vista en los pantalones cortos de Esther. Los tenía subidos hasta el ombligo e iba enseñando medio culo. Me mordí el labio inconscientemente.

Dios...

Ella me fulminó con la mirada en cuanto me pilló mirándola y se puso los pantalones bien.

-Hay que sacarlo de aquí. -Afirmó Esther dirigiéndose hacia Brittany dándome la espalda.

-No, no. Si queréis podéis seguir con vuestra sesión de besos. Yo os cubro. -Respondió Britt sarcástica y Esther la miró enfadada.

Me junté con ellas para verles la cara a las dos y Britt me fulminó con la mirada.

-¿Qué? -Dije hacia ella no entendiendo por qué me estaba mirando así.

Ella no respondió y miró hacia la ventana asomándose.

-Esto está un poco alto. -Murmuró y luego volvió hacia nosotros.

-¿Y entonces qué hacemos?

-Habrá que... Sacarlo por la entrada. -Dijo Brittany nerviosa.

Eso sonaba un poco... Arriesgado, contando que la puerta de la entrada estaba al principio de todo junto con la cocina y Verónica estaba en ella.

-Tiene que quedarse aquí hasta la noche, cuando nuestros padres se hayan dormido. Entonces, en ese momento, lo sacaremos.

Suspiré pasándome una mano por el pelo. Yo tampoco me había dado cuenta qué aspecto tenía hasta que me miré por el espejo de Esther.

Estaba igual que ella. Con la camiseta arrugada, el pelo revuelto y los labios hinchados.

-¿Y qué hago yo con él? -Dijo indignada Esther mientras Brittany abría la puerta para irse.

-Seguid besandoos. -Sugirió y cerró la puerta de golpe. Algo en ella había cambiado, parecía enfadada.

Esther se giró para mirarme a los ojos.

Ni loco me iba a besar con ella mientras su padre estaba aquí.

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