Juego Sucio

By SvanireAngel

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A Dean Winchester le gusta Castiel Novak. Sólo hay un problema: es novio de su hermano, Sam. Por supuesto, no... More

Capítulo 1 -El novio de Sam-
Capítulo 2 -Gabriel debe morir-
Capítulo 3 -La cruda verdad-
Capítulo 4 -Animadora honoraria-
Capítulo 5 -Tengo un mal presentimiento sobre esto-
Capítulo 7 -El tercero en hablar-
Capítulo 8 -El último partido de la temporada-
Capítulo 9 -Enfermera a domicilio-
Capítulo 10 -Navidad mágica-
Capítulo 11 -Benny-
Capítulo 12 -Azul y aterrador-
Capítulo 13 -El rey está enamorado-
Capítulo 14 -A un año de distancia-
Capítulo 15 -Noche de graduación-
Capítulo 16 -El perdedor-
Capítulo 17 -Recompensa y castigo-
Capítulo 18 -Un último juego-

Capítulo 6 -Halloween-

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By SvanireAngel

Sam trató de explicarme la manera en que Castiel y él se reconciliaron, pero no quise saberlo. No quería justificaciones, ni siquiera tenía derecho a ellas, porque esa siempre fue su relación, no la mía. Si Castiel había decidido volver con él, estaba bien. Después de todo, Castiel bien podía ser cosa de un momento o de un año, a lo mucho. Mi hermano, en cambio, sería parte de mi vida para siempre. No quería pelear con él, no quería fracturar nuestra relación por nada ni por nadie. Él me abrazó fraternalmente y volvimos a ser los mismos.

O al menos eso intentaba...

En fin, volviendo a las cosas en el punto en que las dejamos, Gabriel recibió una buena golpiza que no llegó a consecuencias mayores gracias al entrenador. La mayoría de los jugadores estaban metidos en un lío con el director e incluso quisieron hacerme responsable, pero no pudieron probar nada, además de que el entrenador llegó cuando yo me había ido.

Y Castiel... Bueno, él trató de quedar bien conmigo por ridículo que eso suene. Me buscó después de la práctica para poder hablar conmigo, a lo cual me negué en un principio, pero insistió tanto que accedí de mala gana.

-Dean, quiero disculparme contigo.

-¿Por qué? -pregunté secamente.

-Por no haberte dicho que había vuelto con Sam.

-¿Qué?

-Escucha, sé que... la semana pasada pudieron haber ocurrido cosas que tal vez te hicieron pensar que...

-¿De qué hablas? -lo interrumpí, muy molesto.

-Sólo espero que no me hayas malinterpretado -se apresuró a decir, muy nervioso- Me gustaría que fuéramos amigos.

Solté una carcajada que lo dejó helado, la cara que hizo no tenía precio. Crucé los brazos, me puse serio y le dije:

-Escúchame bien: yo no tengo por qué malinterpretar nada. Me gustan las cosas claras, directas y sinceras, así que no sé a qué te refieras al decirme eso. En cuanto a tus disculpas, no las acepto porque no tienes que disculparte conmigo. Más bien espero que las disculpas que te ofreció mi hermano hayan sido sinceras y esta vez se porte bien contigo. Afortunadamente, ese hermanito tuyo ha recibido su merecido. Mis condolencias por él.

Me di la vuelta pero aún había algo que se me olvidaba, así que volví a ponerme de frente con él y le dije:

-Ah, en cuanto a eso de ser amigos, lo siento, pero no puedo aceptar. Voy a jugar limpio a partir de ahora, te sugiero que hagas lo mismo.

Y me fui para reanudar mi vida justo desde donde la dejé cuando Castiel apareció para arruinarlo todo. Volví a enfocar todas mis energías en el fútbol, era capitán del equipo, teníamos torneos en puerta y mucho por practicar. Además, tras lo ocurrido con Gabriel, el respeto hacia mí por parte de los chicos había vuelto, por raro que suene. Incluso hice las pases con el grandulón que me golpeó por defender a Castiel. No se si era auténtico respeto o simplemente decidieron olvidar todo. Tal vez sólo era porque Castiel había vuelto a ser novio del capitán del equipo de baloncesto, lo cual me dejaba muy mal a mí. Mas no me importaba, tenía a mis amigos de vuelta, fueran idiotas o no, fuera por conveniencia o no.

Después de haber salido con Lisa el fin de semana, comenzamos a aparecer juntos en público, por lo que muchos empezaron a especular que era mi novia. En realidad no lo era, pero hacíamos todo lo que una pareja haría en la preparatoria, como almorzar juntos en la cafetería, reunirnos tras las prácticas, ir juntos a casa y salir los fines de semana. Ella era preciosa y sumamente sexy, además de que era una animadora, así que yo era la envidia de los chicos y, a la vez, resultaba más deseable para otras chicas. Sí, todo por el simple hecho de estar saliendo con la chica más bella y popular de la escuela.

Disfruté de varias semanas de ésta agradable rutina que me daba tanta seguridad y comodidad. Salvo por las clases y las tareas, se podría decir que me encontraba muy feliz y tranquilo. Incluso mi relación con Sam había mejorado mucho, ya podía verlo sin tener que relacionarlo inmediatamente con Castiel. Él ayudaba mucho, pues tampoco mencionaba el tema y evitaba llevarlo a él o a Gabriel a la casa. Por cierto, a Gabriel volví a verlo algunos días después, sin collarín ni vendaje alguno y tuvo el descaro de sonreír y guiñar un ojo. No pude evitar devolverle la sonrisa, casi me dio gusto que el muy cabrón estuviera vivo.

Sin embargo, un día noté algo bastante curioso y extraño, algo que vino a interrumpir mi maravillosa rutina. Estaba en la práctica de fútbol, dando instrucciones a mis compañeros que estaban hasta el otro lado del campo, cuando una figura conocida llamó mi atención. Estaba en las gradas, tenía rebelde cabello negro y una bufanda que parecía las que usaban en Hogwarts. Me detuve un momento, entorné los ojos y me pareció que era él, Castiel, observandome desde las gradas. Sólo una cosa pudo traerme a la realidad, y fue un balonazo que recibí por estar tan distraído. Tuve que ir a la enfermería a que me revisaran, así que ya no pude comprobar si efectivamente se trataba de él.

En los días siguientes, me lo encontré un par de veces en la biblioteca y en un pasillo, pero hizo todo lo posible por evitarme, así que dudé que fuera él quien me había estado mirando ese día en la práctica, pero entonces volvió a ocurrir. Faltaba poco para terminar y distinguí nuevamente esa extraña figura en las gradas, sólo que algo lo delató: una bufanda que mi hermano le había regalado. Sin duda era él pero antes que preguntarme por qué me observaba, decidí hacerle una pequeña maldad, y en cuanto me pasaron el balón, le di una fuerte patada que lanzó el esférico hasta las gradas, dando justo en el blanco. Los chicos rieron, no se dieron cuenta de quién se trataba, pero yo reía con ganas porque sabía que había atinado justo en su cabezota.

Al día siguiente, me encontré de frente a Castiel y a Sam. Cass tenía un enorme chichón en la cabeza, tuve que aguantarme la risa cuando fui a saludarlos con las peores intenciones:

-¡Qué hay! -saludé.

-Nada, salvo un chichón en la cabeza de Castiel -respondió Sam- No me ha querido decir cómo se lo hizo, parece obra de un balón o algo así, ¿no?

-Tal vez fue a verte a la práctica y se te escapó el balón, hermano -le dije, sonriendo con algo de maldad.

Castiel alzó la vista y me clavó sus ojos que tan hermosamente me acusaban. Disimuló una sonrisa y se llevó la mano a la cabeza.

-¿En la práctica? -dijo Sam, pensativo- Pero si nunca va a verme practicar.

Disfracé mi carcajada con una sonrisa amigable y le di una palmada en la espalda. Luego miré a Castiel y... eso fue un golpe bajo. Podría jurar que sus ojos me miraban con algo de flirteo, no era la típica mirada asustada que me lanzaba siempre. Y bueno, él podía tener un chichón en la cabeza gracias a mi balonazo, pero con esa mirada me sentí noqueado. No era justo, ¡no lo era! ¿Qué pretendía ese enano, jugando conmigo de esa manera?

Rompí la conexión con su mirada de inmediato, me despedí de Sam y me alejé de ellos. No iba a caer en cualquier clase de juego que estuviera maquinando ese ojiazul. Era raro, él no me parecía esa clase de chico, aunque pensándolo bien, no lo conocía lo suficiente como para saberlo. Afortunadamente, después del incidente con el balón, no volvió a aparecerse por ahí y aunque en un principio no pude evitar sentirme decepcionado, poco a poco lo fui olvidando.

En las semanas siguientes apenas tuve tiempo de pensar en él, ya que llegaron los primeros partidos de la temporada contra otras preparatorias. Debía enfocarme en ganar, ya que, si no generaba resultados, me quitarían el puesto de capitán. Era mucho lo que habíamos practicado, no iba a echar todo ese trabajo por la borda, así que di lo mejor de mí. Durante el primer juego, mi hermano fue a verme y llevó a Castiel y a Gabriel. La fortuna me sonrió, ya que ganamos de manera aplastante y mi hermano me evitó la pena de ver a Castiel y a Gabriel, pues para cuando me reuní con él, ellos ya se habían marchado.

Tras un par de partidos más, con su correspondiente victoria, tuvimos algo de tiempo para pensar en una festividad muy popular: Halloween. Ese año se había organizado una fiesta en el gimnasio y un recorrido de terror en el resto del edificio. Por supuesto, como todo en la preparatoria, teníamos que ir bien acompañados, aunque durante la fiesta nos informaron que, para el recorrido aterrador, se había hecho un sorteo para formar parejas. La idea, como bien nos dijeron los organizadores, era divertirse y socializar. Para mí, la idea apestaba, ¿por qué no simplemente me había quedado en casa o había llevado a Lisa a un lugar más privado?

Por supuesto, tras el sorteo, todos tenían pareja diferente a la que habían elegido para llegar al baile. A Lisa, por ejemplo, le tocó por pareja un chico del equipo de hockey, el cual la miraba como si quisiera devorarla. Tuve que aguantarme el malestar al verlos entrar por el oscuro pasillo y perderse tras una cortina de papel morado. Ignoro quién fue la pareja de Sam o la del mismo Gabriel, lo único que sé es que mi pareja era la mayor incomodidad que hubiera podido desear en ese momento.

Sí, sí, obviamente era Castiel. Se veía diferente, no sabía por qué, pero había algo extraño en él.

-Diviértanse -nos dijo la chica que retiró la cortina de papel para que entraramos.

Rodé los ojos con fastidio y pasé al oscuro pasillo, donde sabía que me esperaban sustos menores, algunos esqueletos colgados del techo, sangre falsa y risas macabras salidas de grabaciones mal hechas. Caminé un buen rato sin que nada ocurriera, hasta que a mis espaldas escuché justamente una de esas risas macabras, seguida de otra risa que era auténtica. Cuando me di la vuelta, vi a Castiel riendo como idiota a causa del susto que le había dado un esqueleto de plástico. Dio dos pasos y estuvo a punto de caerse, pero logré evitarlo justo a tiempo. Al ayudarle a incorporarse, su risa volvió a aflorar y supe que no estaba en sus cinco sentidos.

-¿Estás... ebrio? -pregunté.

-¡No! -negó enérgicamente; trató de estar de pie, se balanceó un poco y volvió a tropezar, pero se detuvo de la pared. Añadió- Sí, lo estoy. Un poco.

-¿Por qué? -pregunté con cierta preocupación.

-¡Oh, no lo sé! -exclamó sarcásticamente, avanzando mientras se detenía de la pared- Tal vez porque bebí alcohol... no lo sé... quizá. ¿Quieres apurarte? De verdad me gustaría terminar con esto.

"A mí igual", pensé. Tomé la delantera, deseoso de acabar con ese aburrido recorrido lleno de chicos con disfraces en cada esquina que sólo brincaban y gritaban cuando pasabas. Fue curioso que Castiel me pidiera que me diera prisa, cuando él iba tan lento y retrasado. Después de unos 10 minutos estaba realmente aburrido y harto, así que esperé a Castiel en una esquina y cuando pasó lo hice desviarse del recorrido para que buscáramos alguna salida. Apenas y le toqué las manos, pero él me las arrebató, prácticamente empujándome en el proceso. No entendí bien a qué se debía su reacción pero traté de tomarla con calma, lo que realmente quería era salir de ahí. Llegamos a una salida de emergencia, pero para nuestra desgracia estaba cerrada, por lo que tuve que dar la vuelta y choqué accidentalmente con él. Castiel hizo un gesto despectivo, me empujó y murmuró: "Quítate, no me toques", arrastrando las palabras a causa del alcohol en su sistema.

"Muy bien, ya basta".

Cerré la puerta del salón donde nos encontrábamos y lo hice retroceder a fuerza de empellones.

-¿Qué te pasa? -inquirió sumamente molesto (y ebrio).

-Ahora mismo me vas a decir cuál es tu problema conmigo.

El salón estaba en penumbra, apenas y se distinguía lo que había a nuestro alrededor, así que para Castiel fue aún más difícil moverse. Chocó con varias sillas y mesas, hasta que terminó acorralado. Yo realmente estaba furioso con él, no entendía por qué se estaba portando así conmigo; me sentía harto de él.

-Dean... -me empujó, pero no retrocedí ni un centímetro- Déjame en paz, quiero salir de aquí, no quiero estar contigo.

-Eso ya lo sé -respondí furioso- Mi pregunta es por qué. ¿Qué demonios pasa contigo? Primero no te gusto; luego te portas amable conmigo; luego vuelves con mi hermano, quien (te recuerdo), te engañó con tu propio hermano; después me vigilas durante las prácticas... Y hoy, apareces ebrio y me odias más que nunca.

-Bebí de más en caso de que tuviera que verte. De otra manera, no podría soportar tu presencia, Winchester.

-¿Qué es lo que tengo? ¿Por qué no te gusto?

Ambas preguntas salieron de mi boca cual vómito, sin que pudiera controlarlas. Supongo que estuvieron mucho tiempo en mi subconsciente, esperando encontrar respuesta y tuvo que ser precisamente en ese momento.

-¿Quién ha dicho que no me gustas? -preguntó, a su vez.

Lo que hizo a continuación no debió hacerlo jamás. Hay quienes dicen que un beso puede ser la entrada al paraíso o al infierno y yo sentí que bajaba al ardiente abismo con sólo ese roce de labios que me dio. Estaba a punto de unir mi lengua al endemoniado festín cuando recordé con dolor que él estaba ebrio y molesto, por lo cual ni sus palabras ni su beso valían algo. Lo separé de mí con cierta brusquedad, lo empujé incluso hacia una mesa, donde se recargó con ambos brazos.

-Deja de jugar conmigo, Castiel -le dije con dificultad, a causa del nudo que se había formado en mi garganta -Basta de espiarme durante las prácticas, a escondidas de Sam. Basta de acercarte a mí con otras intenciones. Creí que eras más sincero, pero me doy cuenta de que no te conozco. Comienzo a pensar que no eres más que el reflejo de Gabriel.

Caminé hacia la puerta de salida, con el nudo de mi garganta a punto de asfixiarme. Castiel me habló, con su voz maravillosa y su torpe lenguaje, a causa del alcohol.

-Dean, no te vayas.

¿Acaso tenía poder sobrenatural sobre mí? Apenas dijo eso, me fue imposible girar el picaporte de la puerta e irme de ahí. Sentí sus manos sobre mi espalda, luego sobre mi brazo, del cual tiraban para llevarme hacia una silla, en la cual me senté. Castiel se sentó en una mesa que estaba justo enfrente.

-¿Sabes por qué estoy ebrio? -preguntó; yo negué con la cabeza- Hoy discutí con Sam, durante la fiesta, así que salí con Gabriel y compramos algunas cervezas. Él se adelantó y volvió a la fiesta, yo me quedé afuera, bebiendo un poco más. Para cuando volví, ellos estaban juntos, a punto de besarse de nuevo. Comienzo a pensar que, el que ha estado jugando sucio desde el principio, ha sido mi hermano y lo odio por eso.

-¿Apenas te diste cuenta? -o era muy inocente o muy tonto.

-Dean, sólo hay una razón por la cual volví con Sam.

-¿Cuál es?

Se sentó a horcajadas encima de mí y me besó apasionadamente. Me tomó por sorpresa, no tuve tiempo de pensar o de aceptar, siquiera. Sólo me besó y fue glorioso. Sus labios, a los que siempre imaginé tímidos y recatados, se movían con la destreza de un excelente besador. Y justo cuando mi lengua rozó la suya, la puerta del salón se abrió de golpe y encendieron la luz.

El beso terminó abruptamente. Miré hacia la puerta y vi a Sam y a Gabriel ahí de pie.

-Llegas justo a tiempo, Sam -dijo Castiel, con más maldad que alcohol en su voz- He notado que te encanta besar a mi hermano, así que me dio curiosidad y decidí intentarlo con el tuyo. Ahora te entiendo perfectamente, es delicioso.

"No otra vez... No... Por favor..."

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