No te olvides de Angélica.

By FlorenciaTom

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Cada día que pasa para Angélica se vuelve más extraño. Su familia ya no la tiene en cuenta para nada, ni siqu... More

Sinopsis
BOOKTRAILER
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
TRAILER II
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
#Wattys
Capítulo 19.
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 31
Capítulo 32
FINAL.
Próximos proyectos.
Trailer II
HISTORIA COMPLETA
Blenti ¿eres tú?

Capítulo 22

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By FlorenciaTom


 Regresó a su casa e ingresó por la ventana abierta de su vieja habitación trepando el árbol y así poder subir al tejado.

En cuanto colocó sus pies en aquella madera agrietada, se desplomó en el suelo con las manos tapando su rostro.

Dejó que las lágrimas salieran. Estaba destrozada.

¿Cómo pudo hacerles algo así después de todo el amor que le brindaban?¿Acaso no le bastó aquello para que fuera feliz que tuvo que buscarlo fuera?

Se negó completamente contárselo a Blenti, lo lastimaría y era demasiado pequeño para que sufriera así.

Ahora resultaba que tenía otro hermano por parte de la amante de su padre. Y para empeorar era idéntico a ella y a su mellizo.

Tomando una bocanada de aire, se levantó como pudo y se encaminó hacía la puerta. Tomó el pomo frío entre sus manos y la abrió con cuidado. Tenía suerte de que no rechinara por falta de aceite.

Al escuchar las risas de Olivia y su madre en la planta baja, le volvió el alma al cuerpo.

A pesar de que se sentía una completa desconocida ingresando nuevamente a la sala, aquellas risas podían hacerla sentir bien. Bajó por las escaleras y allí estaban ellos.

Dylan manchaba a Olivia con harina en la cara y ella gritaba pidiendo ayuda entre risas. Su madre contemplaba aquella escena con una sonrisa en el rostro, mientras amasaba con paciencia la mesa.

Los echaba tanto de menos, quería abrazarlos y lo hizo.

Fue hacia Dylan y le susurró al oído que lo amaba y que siempre estaría en su corazón, que algún día se atrevería y lo visitaría en algún sueño.

Luego fue hacía la pequeña Olivia. Le acarició el cabello y le plantó un casto beso en la mejilla, susurrando el sincero de los te amo.

Y por ultimo fue hasta su madre.

Antes de darle afecto, se la quedó mirando con dolor en sus ojos.

—Por favor mamá, abre tus ojos y date cuenta pronto de lo mierda que es papá. —suplicó en un murmuro.

Se acercó a ella y le besó la mejilla, manchándola así con sus lágrimas. A pesar de que no sintiese su contacto, la mujer se quedó tiesa y a Angélica se le paralizó el corazón.

Su madre se tocó la mejilla sin importar que ésta este manchada de harina.

A la mujer se le llenaron los ojos de lágrimas y sonrió.

Dylan y Olivia se percataron de su estado y se la quedaron mirando, confundidos.

—¿Ocurre algo, mamá?—le preguntó Dylan.

La mujer apretó los labios y negó con la cabeza, mirándolo de forma dulce.

—Simplemente los quiero.—susurró, melancólica.

—¡Oh mamá! —Angélica la embistió con un abrazo apenas la escuchó y sonrió contra su cuello, ahogada entre sus lagrimas—Yo también te quiero.

Angélica volvió al parque con gran pesar y se encontró con la imagen de Ethan y Blenti jugando a la distancia, mientras que Robert trenzaba el cabello de Iss sentados en el césped.

En cuanto se percataron de su presencia, los dos se levantaron rápidamente y corrieron hacía ella con preocupación.

—Oye...¿estás bien?—le preguntó Robert, recorriendo su rostro.

Ella lo miró y asintió, a pesar de que sentía su cuerpo acabado, destruido.

Tenía el peso del dolor de su espalda, la traición de su padre y la despedida de sus hermanos y su amada madre.

Angélica rompió en llanto una vez más, ya no pudiendo soportarlo más.

Robert la abrazó como pudo ya que recordaba la herida que tenía en la espalda. A ellos se unió Issa, quien apoyaba el mentón en el hombro de Angélica.

Los tres estaban allí, consumidos por la tristeza que le deparaba aquel presente horrible, pero no dejaban de mantenerse fuertes y unidos.

Eran las once de la noche y aún continuaban en el parque. Blenti y Angélica se mantenían abrazados sentados en el césped mientras observaban las estrellas.

Ethan estaba a su lado y no dejaba de acariciarle el cabello como si fuese una niña pequeña.

Issa tarareaba una preciosa melodía mientras que Robert estaba tirado en el suelo, con los brazos por detrás de su cabeza y sin despegar la mirada del cielo.

—¿Qué pasó? —le preguntó Ethan en susurro.

Angélica lo miró y parecía realmente preocupado. Era obvio que su estado de animo era el mejor de todos y regresó con la tristeza invadiéndola por completo. Se había mantenido callada y asentía como respuesta a todo lo que le contaba el resto en una charla, pero parecía como si no estuviese allí.

La joven aún tenía la viva imagen en su cabeza de su padre besando a otra mujer.

—No quiero hablar, perdón. —se disculpó ella, enredando sus dedos en el cabello de su hermano que tenía apoyada la cabeza en su regazo.

—Sabes que estoy contigo para lo que sea ¿no?

Angélica asintió mirándolo y sus ojos nuevamente se reencontraron en la oscuridad.

Ethan le acarició la mejilla, y pillándola por sorpresa le plantó un beso en los labios.

No se lo esperaba en absoluto.

Ethan se apartó y se ruborizó por la mirada anonadada de Angélica. De pronto, la chica se puso más roja que un tomate y sonrió avergonzada.

—¿Por qué presiento que eso fue un beso de despedida?—susurró Angélica.

Ethan pareció aliviado porque había pensado que aquel atrevimiento haría que se distanciaran o haría del momento algo incomodo, pero no fue así.

—No me estoy despidiendo.

—De todos modos, yo no me quiero despedir de ti. —dijo, y ahora era ella quien le plantó un beso.

No sabía exactamente qué eran, ya que ella no había besado nunca a alguien tantas veces seguidas. Pero, se sentía bien estar con una persona que trasmitía la tranquilidad que necesitaba.

De pronto, interrumpiendo la calma, Gabriel reapareció en una leve neblina ante los ojos de todos.

—¡Buenas noches mis ángeles!—saludó sin rastros de enfado.

Todos se pusieron de pie, rodeándolo. Les parecía extraño que llegara así como si nada y con un animo mejorado.

—Menos para ti Angélica, sigo muy enfadado contigo. —agregó el arcángel, muy serio.

Ella arqueó una ceja y se encogió de hombros, ya que no le importaba en absoluto.

No le afectaba su enojo, si le hubiese dicho que las sombras podrían llegar a marcarla todo hubiese sido diferente.

—¿Dónde está mi ángel guardan? Se supone que esta cosa ya no me protege ¿no? —soltó a la defensiva, y tomando su collar entre sus dedos.

Gabriel estalló en una carcajada y nadie le encontró el chiste al asunto.

—Pronto lo conocerás y créeme, te caerá muy bien. —le aseguró cuando su risa cesó.

Ahora ella se sentía curiosa por saber de quién podría tratarse.

—Tan sólo queda una hora y aparecerán en los lugares en donde se encuentran las personas que deben proteger hasta el final de los tiempos ¿bien? Ahora se viene una parte muy dolorosa del proceso.

Todos intercambiaron miradas ¿cual seria aquel paso?

—Las alas no saldrán así como si nada señores, dolerá y muchísimo.

Angélica apretó los dientes. ¿Cuanto más dolor debería soportar su espalda?La marca de las sombras, el dolor muscular ¿cuanto más?

—Solo les deseo lo mejor en este viaje, y quiero que se cuiden ustedes también. Nunca dejen de cuidarse—continuó Gabriel— y tú—se volvió hacia Angélica—cuídate mucho y no te metas en líos.

Angélica le sonrió con gran pesar.

—Me voy a llevar a mis dulces fantasmas ahora —dijo para finalizar—Blenti e Iss vengan conmigo.

Angélica apretó la mano de Blenti y él la miró con terror en sus ojos. Se puso a su altura y le sonrió con el corazón encogido.

No quería soltarlo, pero debía hacerlo.

—Todo está bien ¿sí? Te amo con mi vida —lo abrazó con fuerza y contuvo las lágrimas—.No te olvides de mí, pequeño.

Blenti lloró contra su hombro y aquello la destrozó, haciendo que fuese aún más difícil decir adiós.

—Te quiero, idiota.

Angélica rió entre lágrimas. Él siempre tan dulce con ella.

Blenti le dio un beso en la mejilla apretándole ambas con las manos y salió corriendo para ponerse a la par de Gabriel.

Angélica se acercó a Iss y la abrazó.

—Te voy a echar de menos, hermana trenza. —le dijo ella con tristeza.

—Y yo a ti, linda.

Las dos chicas se sonrieron a la vez e Iss también se juntó con ellos. Tomó la mano de Blenti y estos dos se sonrieron.

Angélica se abrazó así misma al verlos, tuvo la sensación de que Issa lo cuidaría si les tocaba proteger a la misma persona.

Él estaba tan bello como siempre y a pesar de que no se quitaban los ojos de encima, Angélica no dejaba de lanzarles besos como toda hermana protectora.

—¿A dónde irán, Gabriel?—preguntó Robert.

—Serán asignados a personas de su edad o quizás, mayores que ellos. No lo sé con claridad. Como son prácticamente fantasmas y personas de bien, ya tienen sus alas y no hace falta que los tenga que esperar para llevármelos.

—¿Vendrás por nosotros también? —quiso saber Angélica.

—Ñe. Ustedes ya se trasladaran solitos. Digan adiós mis ángeles.

Los tres saludaron con entusiasmo y vieron como desaparecieron frente a ellos, siendo consumidos por la misma niebla que siempre arrastraba a Gabriel.

Angélica se llevó una mano al pecho y respiró hondo.

—Él estará bien.

Las palabras de Ethan le sirvieron muchísimo, así que asintió y los abrazó a él y Robert.

—A ustedes también los echaré de menos—les dijo ella cuando se apartó.

—Sólo espero volverlos a ver pronto—deseó Robert, manteniendo aquella postura despreocupada.

Ethan le dio un leve puñetazo en el brazo en forma de broma.

—Somos ángeles, de seguro nos veremos seguidos, y tú—se volvió hacía angélica—cuida tu espalda y esas alas que te sentaran muy bien.

—Tú también, Simón. —le lanzó un guiño de ojo y sonrió.

En cuanto Ethan estuvo apunto de responderle, este se interrumpió y apoyó su mano en su espalda y de lo más profundo de su garganta salió el peor grito desgarrador.

—¡Ethan! —se aterró ella.

Quiso levantarlo pero el dolor de su espalda se lo impedido a ella también y cayó al suelo.

Aquel ardor horrible se había extendido, como si estuviese recibiendo una serie de puñetazos.

Aferraba sus manos contra el césped, arrancando la mayoría de ellos y sus ojos estaban en el cielo. Estaba agonizando, apretando los dientes con fuerza. Su espalda se arqueó involuntariamente y escuchó el desgarro de su remera blanca.

Escuchaba los gritos y alaridos de Ethan y Robert al igual que el sonido de sus prendas al romperse.

De pronto, sintió como algo comenzaba a salir de ella, una especie de aguja gigante por detrás. Gritó entre lágrimas.

Sin poder aguantarlo más, se desmayó.

En cuanto abrió los ojos se encontró con un techo blanco.

Aunque estaba algo mareada, lo primero que detecto fue que su espalda ya no dolía, ya no ardía...sintió el peso de algo que estaba incrustado en ella.

Se sentó en lo que parecía ser suelo de madera y con ella vino aquel peso que era soportable.

Ya imaginó lo que podía a llegar a ser.

Estaba en lo que parecía una habitación varonil. Había una cama con sabanas azules y edredones a la altura de los pies. Las paredes eran celestes y tenía colgadas algunas fotografías en grande de lo que parecían cantantes de rock en pleno escenario. Continuó mirando y había también un espejo de cuerpo completo colgado en la puerta.

Había un mueble de madera negra contra una esquina y un escritorio repleto de dibujos.

Se puso de pie como pudo.

La luz del día ingresaba por el enorme ventanal que estaba por detrás de la cama.

La habitación era gigantesca y en ella también había una puerta blanca que quizás daba al baño o algún armario.

Angélica camino con lentitud hasta que posó sus pies sobre la alfombra verde que adornaba el suelo. Hundió sus dedos en ella, pero no sintió cosquillas. No sintió nada. Era como si no estuviese tocando nada.

Supuso que los ángeles no sentían el tacto con las cosas.

Continuó caminando y cuando se situó frente al espejo ahogó un grito y abrió los ojos de par en par ante su reflejo.

¡Estaba desnuda y tenía alas gigantescas en su espalda!

Como si estas hubieran sentido lo horrorizada que estaba, cubrieron inmediatamente sus partes.

Las plumas le hacían cosquillas en la piel y estaba roja como un tomate ante su desnudes.

¡Ni siquiera estaba rasurada allí abajo!

Pasó sus dedos por las plumas blancas. Eran bellísimas y suaves. Miró nuevamente su reflejo en el espejo y tenía el cabello prolijamente peinado. Lo llevaba trenzado gracias a Iss.

La echaba de menos al igual que el resto. Hizo una mueca. Extrañaba a Blenti con locura.

De pronto, sus pensamientos fueron esfumados ya que alguien abrió la puerta de forma brusca.

Como si no estuviese acostumbra aún, buscó algún lugar donde esconderse pero recordó tarde que ella ya no era visible para los ojos humanos.

Entró un chico que tenía colocada la capucha de la campera, y en cuanto se la sacó dejó a Angélica pasmada.

Era el hijo que su padre tenía con su amante.

Parpadeó varias veces y sintió ganas de echarse a llorar porque aún seguía dolida con aquel tema.

El chico pelirrojo tenía pecas en todo el rostro y unos ojos verdes alucinantes. Su cabello rizado tapaba sus orejas y era mucho más alto que ella.

Ahora que lo veía mucho mejor, descartaba la idea de que se pareciera a ella y a Dylan.

Agradeció que no la viese desnuda, seria algo demasiado humillante.

El chico parecía estar buscando algo en el cajón de su mesa de noche y finalmente sacó unos audífonos que conectó a tu teléfono.

Soltó el aliento, se los colocó con el volumen al maximo y se desplomó en la cama.

—¿A está persona tienes que cuidar?

Angélica levantó la vista al sobresaltarse por aquella voz masculina, envolviendo más su cuerpo con sus alas.

Le miró la cabeza y fue descenciendo:

Cabello color castaño, ojos café, y un físico increíblemente fuerte. Brazos ensanchados que estaban cruzados contra su pecho y con muy buena musculatura. Alas abiertas y plumas absolutamente blancas.

Bajó la mirada un poco más y se encontró con su abdomen marcado y su torso desnudo.

Angélica apartó la vista rápidamente por haberse quedado mirando al ángel de aquella forma y que tenía una mirada desafiante y un aire arrogante.

—¿Me has oído? —le preguntó insistente, con voz grave.

Ella asintió frenética, sin ni siquiera poder articular alguna palabra. Estaba muda y mantenía la vista en la ventana.

—La señorita prefiere mantenerse callada. —espetó, algo frustrado— De todas formas me voy a presentar: Soy Ethan Vinny, tu jodido ángel guardián.

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