princesa de slytherin ¹ ━━ ha...

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⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 1 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil. Con sólo once años, su... More

𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄𝐒𝐀 𝐃𝐄 𝐒𝐋𝐘𝐓𝐇𝐄𝐑𝐈𝐍
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒔𝒊𝒙
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝒏𝒊𝒏𝒆
𝒕𝒆𝒏
𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆
𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒏𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏

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By hhoneyplnet

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑆𝐼𝑋𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚕𝚊 𝚋𝚎𝚜𝚝𝚒𝚊 𝚎𝚗𝚌𝚊𝚙𝚞𝚌𝚑𝚊𝚍𝚊.

La extraña figura no se detuvo hasta llegar junto al unicornio, donde bajó la cabeza sobre la herida del animal y comenzó a beber su sangre. Alaska sintió un frío recorrer su espalda baja.

—¡AAAAAAH!

Draco dejó escapar un terrible grito y sin pensarlo dos veces huyó del lugar siendo seguido por Fang. Ante el nuevo ruido, la figura encapuchada levantó la cabeza y miró directamente a Alaska y Harry, los únicos que se habían quedado inmóviles. La sangre del unicornio le chorreaba por el pecho. Se puso de pie y se acercó rápidamente hacia ellos... Alaska levantó su varuita con la mano temblorosa pero ningún hechizo que pudiera salvarlos de esa situación se le vino en mente, estaban paralizados por el miedo.

Casi sin poder ver, y siendo lo único que lograron hacer, retrocedieron poco a poco y se detuvieron al escuchar cascos galopando a sus espaldas, algo saltó limpiamente sobre ellos y atacó a la figura.

Alaska estaba observando como la figura era espantado por un hombre mitad caballo, Harry a su lado cayó de rodillas al suelo mientras se tocaba la cicatriz y se quejaba por un dolor que había comenzado a sentir. Pasaron unos minutos antes de que se calmara y pudiera concentrarse en lo que pasaba. La figura ya se había ido y el centauro estaba delante de ellos, parecía joven, tenía cabello rubio muy claro, cuerpo pardo y una cola blanca.

—¿Están bien? —Les preguntó el centauro mientras ayudaba A Harry a ponerse de pie.

—Sí... gracias... ¿qué ha sido eso?

El centauro no contestó. Tenía ojos asombrosamente azules, como pálidos zafiros. Primero observó a Alaska con cuidado y luego a Harry, fijando la mirada en la cicatriz que se veía amoratada en su frente.

—Será mejor que regresen con Hagrid, ambos deben regresar. El bosque no es seguro en esta época, en especial para ti Potter. ¿Pueden cabalgar? Así será más rápido... Mi nombre es Firenze. —Añadió, mientras bajaba sus patas delanteras, para que Harry y Alaska pudieran montar en su lomo.

Del otro lado del claro llegó un súbito ruido de cascos al galope. Otros dos centauros aparecieron velozmente entre los árboles, resoplando y con los flancos sudados.

—¡Firenze! —Rugió uno de los centauros—. ¿Qué estás haciendo? ¡Tienes a dos humanos sobre el lomo! ¿No te da vergüenza? ¿Es que eres una mula ordinaria?

—¿Te das cuenta de quién es uno de los humanos? —Dijo Firenze señalando con la cabeza al chico—. Es Potter. Mientras más rápido se vaya del bosque, mejor.

—¿Qué le has estado diciendo? —Gruñó nuevamente—. Recuerda, Firenze, juramos no oponernos a los cielos. ¿No has leído en el movimiento de los planetas lo que sucederá? —El otro centauro dio una patada en el suelo con nerviosismo.

—Estoy seguro de que Firenze pensó que estaba obrando lo mejor posible. —Dijo, con voz sombría el centauro que no habia hablado, provocando que el centauro que ha estado recriminando a Firenze diera una patada, enfadado.

—¡¿Lo mejor posible?! ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? ¡Los centauros debemos ocuparnos de lo que está vaticinado! ¡No es asunto nuestro el andar como burros buscando humanos extraviados en nuestro bosque!

De pronto, Firenze levantó las patas con furia y Alaska tuvo que aferrarse de Harry para no caer.

—¿No has visto ese unicornio? —Preguntó Firenze a Bane—. ¿No comprendes por qué lo mataron? ¿o los planetas no te han dejado saber ese secreto? Yo me lanzaré contra el que está al acecho en este bosque, con humanos sobre mi lomo si tengo que hacerlo.

Y Firenze partió rápidamente, con Harry sujetándose lo mejor que podía y Alaska sin soltarse de él, dejando atrás a los otros centauros, que se internaron entre los árboles.

—¿Por qué Bane está tan enfadado? —Le preguntó Harry al centauro—. Y a propósito, ¿qué era esa cosa de la que nos salvaste?

Firenze redujo el paso y previno a los chicos de que mantuvieran la cabeza agachada, a causa de las ramas, pero no contestó. Siguió andando entre los árboles y en silencio, durante tanto tiempo que creyeron que Firenze no volvería a hablar. Sin embargo, cuando llegaron a un lugar particularmente tupido, Firenze se detuvo.

—Harry Potter, Alaska Ryddle, ¿saben para qué se utiliza la sangre de unicornio?

—No —Negaron ambos a la vez, asombrados por la extraña pregunta.

—En la clase de Pociones solamente utilizamos los cuernos y el pelo de la cola de unicornio. —Añadió Alaska.

—Eso es porque matar un unicornio es algo monstruoso —Les informó Firenze—. Sólo alguien que no tenga nada que perder y todo para ganar puede cometer semejante crimen. La sangre de unicornio te mantiene con vida, incluso si estás al borde de la muerte, pero a un precio terrible. Si uno mata algo puro e indefenso para salvarse a sí mismo, conseguirá media vida, una vida maldita, desde el momento en que la sangre toque sus labios.

—Pero ¿quién estaría tan desesperado? —Preguntó Harry en voz alta—. Si te van a maldecir para siempre, la muerte es mejor, ¿no?

—Es así —Dijo Firenze—. A menos que lo único que necesites sea mantenerte vivo el tiempo suficiente para beber algo más, algo que te devuelva toda tu fuerza y poder, algo que haga que nunca mueras. ¿Jóvenes, saben qué está escondido en el colegio en este preciso momento?

—¡La Piedra Filosofal! —Dijo Harry de inmediato.

Alaska no tardó en unir los cabos sueltos, el cancerbero que se encontraba en el pasillo prohibido del tercer piso debía estar protegiendo aquella piedra

—¡Por supuesto... el Elixir de Vida! Pero no entiendo quién... —Dijo Harry.

—¿No puedes pensar en nadie que haya esperado muchos años para regresar al poder, que esté aferrado a la vida, esperando su oportunidad?

—Voldemort —Pronunció Alaska en voz alta—. Esa criatura que vimos, era Voldemort ¿no es así?

Pero la confirmación, aunque era innecesaria, nunca llegó. Hermione corría hacía ellos por el sendero con Hagrid resplando por detrás.

—¡Harry! ¿Estás bien? —Le preguntaba Hermione, acercándose.

—Estamos bien —Respondió Harry—. El unicornio está muerto, Hagrid, está en ese claro de atrás.

—Aquí es donde los dejo —Murmuró Firenze, mientras Hagrid corría a examinar al unicornio—. Ya están a salvo.

Alaska se deslizó por el lomo del centauro y quedó en pie.

—Buena suerte, Harry Potter y Alaska Ryddle —Les dijo Firenze—. Los planetas ya se han leído antes equivocadamente, hasta por centauros. Espero que ésta sea una de esas veces.

Y sin explicar sus palabras se volvió y se internó en lo más profundo del bosque, dejándolos solos. Hagrid terminó de revisar al difunto unicornio y por fin, luego de muchos percances, pudieron volver al Castillo.

Alaska caminó junto a Draco, quién parecía estar avergonzado y caminaba con la cabeza gacha. El camino fue silencioso y la chica estaba admirando los hermosos colores del cielo, que comenzaban a teñirse de naranja pues el sol estaba comenzando a salir.

Filch ya estaba esperándolos cuando llegaron al borde del bosque y no dejó de maldecir y hablar de lo decepcionado que estaba al ver que todos y cada uno de ellos habían vuelto con sus cuerpos completos.

Cuando entraron al Castillo Alaska y Draco tomaron un camino diferente a los demás, bajaron las escaleras que llevaban a las mazmorras en completo silencio.

—Draco...

—No digas nada. —Le cortó el chico.

—Eres un miedoso —Le dijo Alaska de todas formas—. ¡Huiste! ¡Dos veces! —Le recalcó la chica.

Draco tenía las mejillas sonrosadas por la vergüenza que sentía.

—¿Puedes prometer no decir nada de lo que pasó hoy? —Le pidió el chico sin mirarla directamente—. No quiero que los demás se enteren.

—No pensaba comentarlo de todas formas, somos amigos —Le comentó Alaska con una sonrisa—. Y ahora me debes un favor. —Añadió guiñandole un ojo.

Alaska se acercó a Draco y sin pedir permiso entrelazo sus brazos, demostrándole de esa manera que sus palabras eran ciertas al igual que su amistad. El rubio colocó una extraña expresión ante la acción pero después soltó una sonrisa, casi imperceptible.

—Gracias Al. —Le agradeció Draco de manera sincera.

La sonrisa de Alaska se hizo más grande y sintió una calidez al escuchar el apodo, nunca había tenido uno y que Draco fuera el primero en dárselo se sentía especial. Se sentía bien tener amigos al fin.

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