Escamas

By RocioRosado

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Capítulo 1: Fran
Capítulo 2: Descubrimientos
Capítulo 3: En la oscuridad.
Capítulo 4: Tragedia
Capítulo 5: Montaña rusa de ánimos
Capítulo 6: Raro
Capítulo 7: El cometa Kjebe
Capítulo 8: Trasero congelado
Capítulo 9: ¿Encajando?
Capítulo 10: Dolorosa sorpresa.
Capítulo 11: Con uñas y dientes
Capítulo 12: Cosas inesperadas
Capítulo 13: En sus manos
Capítulo 14: Color y aventura
Capítulo 15: Kadal
Capítulo 16: El motivo de Kadal
Capítulo 17: Explicaciones
Capítulo 18: Hipnótico acantilado
Capítulo 19: Fiebre peligrosa.
Capítulo 20: Una vieja historia de amor
Capítulo 21: Mejor.
Capítulo 22: Plan místico
Capítulo 23: Inesperado plan
Capítulo 24: El viaje.
Capítulo 25: Blanca arena
Capítulo 26: Maquillaje Corrido
Capítulo 27: Subasta
Capítulo 28: Momentos
Capítulo 29: Destrozo
Capítulo 31: Final
Epílogo
Extra: Caluroso regreso...
Concurso

Capítulo 30: Decisión

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By RocioRosado

Abrí los ojos y vi que Kalissa ya estaba soltándome. Pensé que iba a matarme o algo, tal vez hipnotizarme igual que la otra e inducirme a saltar por el acantilado, o contar hasta mil debajo del agua. La miré extrañada, aunque todavía aterrorizada por tenerla frente a mí. Me sentía minúscula, ordinaria, inferior. Ladeé la cabeza e intenté preguntarle qué iba a hacer, pero la puerta de entrada, que estaba a espaldas de la reina, se abrió con violencia. Me sobresalté, pero ella siquiera se sorprendió. Vi detrás de su hombro y ahogué un grito de desesperación. Traté de correr, pero ella me agarró sin problemas del cuello y me mantuvo inmóvil. Caminó, arrastrándome, hacia el exterior de mi casa. Azul, Billy, Cassian y Theodore estaban siendo sostenidos por sirenas. Azul lloraba y miraba todo con terror, Billy intentaba acercarse a ella a toda costa, pero las sirenas los separaban cada vez que trataban de juntarse, Cassian rugía y gritaba con odio, mirando asesinamente a Kalissa y a las que lo sostenían, Theodore pataleaba en el aire, ya que la misma sirena que me había hipnotizado antes, estaba agarrándolo y levantándolo del suelo.

— ¡Suéltenlos! —chillé con horror. Kalissa me miraba con una expresión inescrutable—. ¡Por favor! ¡Déjenlos ir! ¡Por favor! —grité.

— Empiecen —dictó ella. La sirena que sostenía a Azul, agarró su cabeza y la dobló en un ángulo extraño, haciendo un "crack" rompiera el silencio que había formado su orden.

— ¡NO! —sollocé. Dejó caer a Azul. No se movía.

— ¡¡Azul!! —aulló Bill. Lo soltaron y cayó de rodillas al lado de la figura inerte de mi amiga. La tocó, buscó su pulso y gimió de dolor, desconsolado. Sostuvo la cabeza de su amada en sus brazos y lloró. Intenté ir con ellos, pero Kalissa presionó más mi garganta, prohibiéndome avanzar. La golpeé, pero ni se inmutó.

— ¡Por favor! No más —rogué, llorando con dolor. La reina miró fijamente a quien había estado sosteniendo a Billy. Cassian se removía y luchaba cada vez con más fuerza, pero no podía deshacerse de las fortísimas criaturas. Theodore miraba todo con terror. Yo no podía creerlo. Habían asesinado a Azul sin compasión. El gritó sofocado de Billy me hizo volver a chillar de desesperación. Un metálico y gigantesco cuchillo acababa de atravesarle el corazón desde la espalda. La sirena había aprovechado que él lloraba a Azul de espaldas, para clavarle el punzante objeto sin miramientos.

— ¡Billy! ¡¡No!! —chillé, sacudiéndome y causándome dolor en la garganta. Él me miró boquiabierto desde su posición, justo antes de dejarse caer sobre el cuerpo de Azul, inanimado—. No, no, no, no —susurré, soltando más y más lágrimas. Un terror aún mayor me invadió cuando acercaron a Cassian y a Theodore hasta un par de metros de distancia de mí. Theo lloraba y gritaba de miedo, Cassian no dejaba de luchar por soltarse— ¡¡NO!! —grité con espanto al ver que ponían a Cassian de rodillas y con los brazos extendidos.

Sus músculos estaban tensos y rojos, tenía heridas leves en varias partes del cuerpo. Lo que me había hecho gritar de espanto en realidad, no había sido el hecho de ponerlo de rodillas, sino que, al hacerlo, un tridente se dejó ver en las manos de la sirena de atrás.

Sollocé descontrolada, sintiendo que mi estómago amenazaba con hacerme vomitar mis tripas. Mi corazón dolía, mucho. Kalissa me soltó el cuello y yo me precipité al suelo. Pero no me dejó ir con ellos. No. Me agarró del cabello y me mantuvo con la mirada fija en los ojos asustados de Cassian, que estaba casi a la misma altura que yo al estar los dos en la misma posición. Quise llegar a él con mis manos, pero no pude. Tres puntas se dejaron ver en su pecho, junto con una leve inclinación hacia adelante y un suave suspiro. Grité y grité más desesperanzada, viendo la forma en la que su sangre bajaba desde esos tres orificios hasta manchar su blancuzco y fino pantalón. Sus ojos estaban más abiertos que de costumbre. Las tres puntas se retiraron duramente de su pecho y él cayó frente a mí. Su espalda mostraba la misma intrusión que su pecho. Él, débil, intentó arrastrarse hasta donde estaba, pero no logró adelantarse ni treinta centímetros. Dejó caer su cabeza a la arena, con la misma inmovilidad que mis amigos. Dejé salir un aullido de dolor, un dolor que sentía en lo más profundo de mi corazón. Ahora Cassian también estaba muerto. Habían ido matándolos uno a uno. Sólo quedaba...

— ¡NO! ¡NO! ¡NO ÉL! ¡NO! —Luché con todas mis fuerzas, viendo que depositaban a mi hermano en el suelo y lo arrodillaban de la misma forma que a Cassian, sólo que con los brazos en la espalda. Sentí que mi cuero cabelludo se desprendía un poco de mi cráneo, pero no me detuve a quejarme. Seguí pechando, peleando, gritando— ¡NO THEODORE! ¡NO! ¡SE LOS RUEGO! ¡LES SUPLICO QUE LO DEJEN IR! ¡NO!

— Hazlo, Xiana —ordenó la fría voz de Kalissa. Un cuchillo igual al que había aparecido en nuestras camas apareció de la nada en la mano de la que sostenía a Theo. Él lloraba con los ojos cerrados y con el pánico empapando su rostro. Kalissa me agarró con la otra mano el mentón y me obligó a quedarme quiera, mirando a mi hermano detrás del cadáver de Cassian.

— ¡¡NO LO HAGAN!! —imploré, sollozando y gimiendo, desesperada.

Pero nada de lo que tenía para decir iba a detenerlas. Había provocado a la reina. Grité más, todo lo que pude, sentí que me sangraba la garganta, me dolía. Todo me dolía. El corazón, los ojos, la cabeza, el cuello, los brazos y las piernas. No aguantaba tanto malestar. La arena a mi alrededor volaba para todos lados. Buscaba pelear con uñas y dientes, pero mi fuerza era inútil. Yo era inútil. No había podido cuidar de mi hermano. Les había fallado a todos. Había dejado que mis seres queridos murieran.

La sirena acercó el cuchillo a la garganta expuesta de Theo, lo que aumentó mi desgarrador grito y sus incontrolables sollozos. Rozó el costado del delgado cuello de mi hermano y vi una gota de sangre. Rápida y violentamente, sosteniendo bien el cuchillo, agitó su brazo para el otro costado, mutilando su garganta en el acto.

— ¡¡NOOOO!!

Caí en el duro y frío piso del pasillo, respirando agitadamente y sintiendo que mi corazón iba a salírseme del pecho. Ya no sentía el dolor en mi garganta, ni en mi cuero cabelludo, todos los dolores físicos que había experimentado segundos atrás, habían desaparecido. Sólo quedó el increíble malestar en mi pecho. El dolor y la angustia de presenciar aquello.

Yo estaba en el suelo, tendida, lánguida, sollozante, con la cabeza entre los brazos. Vi por debajo de éstos los perfectos pies descalzos de Kalissa que se movían en dirección a la puerta. Sin saber cómo reaccionar, levanté la mirada. Me miraba desde arriba con desprecio, asco, superioridad, maldad.

— Tienes hasta la medianoche para ir por tus propios medios a aquella isla donde todo comenzó. Si no lo haces, lo que experimentaste hace un momento no será absolutamente nada en comparación a lo que te haré padecer —pronunció. El filo de sus palabras me cortó la respiración, mi corazón parecía haber dejado de latir.

— ¿Eso...?

— No fue real, niña. Sólo fue una probada de lo que sucederá realmente si no me obedeces hoy. —Llegó hasta donde se encontraba Kadal y lo cargó como si fuese un bebé, volviendo a demostrarme la fuerza inhumana que poseía— Como incentivo para que vayas hasta allá, tengo a tu amado Cassian. Será el primero en morir si no te veo allí. Un segundo tarde, y él perecerá. —Me miró fijamente— Recuerda algo. Yo no ando con amenazas. Esto que estoy diciéndote ahora, es una promesa.

Y salió, cargando a su hijo. Afuera pude observar que la sirena morena, Xiana, alzaba a Katharia con la misma facilidad. Yo me llevé la mano al pecho, tratando de calmar esa horrible dolencia, y apoyé la cabeza en el piso. El aire no me entraba bien, y sentía que en cualquier momento desfallecía. Todo daba vueltas.

Esperé unos minutos en el suelo, pensando en lo que había pasado. En gran alivio que sentí al saber que aquellas espantosas muertes que había presenciado no fueron reales, fue indescriptible. Ver esa fría crueldad en los ojos de aquellas criaturas me hizo pensar en lo contradictorio de sus acciones. Se suponía que eran pacíficos, que se escondían de nosotros, pero eran igual de malvados que un humano. Tal vez era porque nos consideraban una peste, como cucarachas que debían pisar si los molestaban. Dijeron que los humanos asesinábamos a lo que creíamos un peligro, a lo desconocido, lo extraño, ¿acaso Kalissa no estaba haciendo lo mismo?

Me levanté del suelo y sentí que toda mi comida pretendía salirse, las náuseas me llegaron de golpe. Corrí lo más rápido posible al baño y solté todo lo que había ingerido en el avión y en el camino a casa. Pasé por lo menos diez minutos con la cabeza dentro del inodoro hasta que hube terminado de soltar todo. Me fui a lavar los dientes pasa quitarme el horrible sabor, sintiéndome levemente mareada y con toda la sangre en la frente. Aproveché y me mojé la cara. Mi cabeza no dejaba de reproducir esos momentos de horrible desesperación al ver la matanza de mis seres queridos. Sangre, expresiones de dolor, la culpa que experimenté fue arrolladora.

Subí de forma ausente las escaleras y mi inconsciente me arrastró hasta el cuarto de papá. La cama estaba como la había dejado Cassian aquella vez que enfermó por el envenenamiento de Kalissa, sus escamas secas estaban en el suelo, unas cuantas quedaron en las sábanas. Me senté y pasé mi mano por la suave tela color gris. Enterré mi cara en la almohada y respiré hondo, volviendo a sentir el aroma de mi padre como si estuviera aquí. No pude soportarlo más y me saltaron las lágrimas de tristeza. Mi pecho convulsionó por el llanto desesperado e histérico. Estaba harta de llorar, era patética, estaba harta de tener que pasar por todo lo que estaba pasando. Había superado muertes inesperadas, tuve que hacerme cargo de un menor, traté de salir adelante, pero el destino parecía haber tenido otros planes para mí. Tal vez Katharia se había equivocado y no era yo parte de esa profecía. Tal vez yo en realidad tenía que morir ahogada en el velero.

Abracé la almohada y traté de guardarme ese perfume que tanto adoraba. Un par de minutos después, cuando ya estuve más calmada, me puse de pie y me dirigí al armario donde mi padre guardaba su ropa, y saqué su camisa roja favorita para ponérmela abierta sobre la musculosa. Al menos me llevaría su esencia conmigo. Bajé las escaleras y busqué mi maleta en la sala, ya que ésta había quedado allí. Saqué el collar de la madre de Cassian y me lo puse. En el bolsillo de mi pantalón metí mi navaja.

Salí de mi casa y no me preocupé siquiera por echarle llave a la puerta. Ningún robo estúpido podía ser peor que lo que estaba por enfrentar. Y estaba un cien por ciento segura de que iba a perder y morir. Era suicida, pero ¿qué más daba? No iba a dejar que nadie más muriera, menos por mi culpa. Prefería a Theodore vivo y con los Lavezzi de Italia, que muerto en manos de despiadadas criaturas marinas. Fui a paso vacilante hacia el muelle y busqué la lancha de Max. Salté hacia el interior de ésta y saqué mi navaja para manipular el contacto del motor y encenderlo sin la llave. Jamás había hecho algo así, pero gracias a papá sabía algo sobre lanchas, botes, yates, veleros y demás. El motor de la lancha de Max no era algo muy difícil de entender, así que logré encenderlo en pocos minutos. Parecía ser que nada iba a impedir que fuera a la isla. Era como una señal.

Quité la soga que la ataba al muelle y arranqué. Tenía que llegar en menos de dos horas, así que aceleré lo máximo posible. El frío se colaba por cada parte de mi piel, el viento me azotaba la cara sin piedad. Pasé cerca de una hora y media, según mi reloj de muñeca, acurrucada en un costado de la lancha, manejándola con una mano.

No paré de pensar en que Theodore iba a quedarse sin mí, solo, con la bruja de Ida a cargo. Fallé en cuidarlo. Le fallé a papá. Yo tenía que verlo crecer, guiarlo como pudiera, criarlo, ayudarlo, protegerlo, enseñarle... Sólo esperaba que en Italia lo supieran apreciar tanto como yo, que supieran ver la capacidad gigantesca que tenía, que vieran lo prodigioso que era, lo sabio y maduro. Pero no sólo resaltaba en él su inteligencia, sino también su rara dulzura, su persistencia, su decisión, su solidaridad, sus desinteresadas ganas de ayudar, su corazón cálido, su carácter fuerte. Era un niño por demás especial. No dejaba que su madurez y avanzada capacidad le prohibiera respetar y disfrutar su infancia. Reía como el niño que era, iluminando el alma de todo aquel que lo oyera.

En medio de más lágrimas, llegué a la orilla de la isla. Me bajé, sin importarme si me mojaba los zapatos, y vi que no había nadie. Según mi reloj, faltaban cinco minutos para las doce. La luna estaba en su punto más alto, observando todo lo que pasaría allí esa noche. Sentía como si se estuviera burlando de mí, de mi vida, de mis problemas. Pero todo iba a solucionarse si moría, ¿no?

Es probable que así sea...

Caminé rumbo al lugar en donde había liberado a Cassian de aquella red en la noche de luna llena. Parecía como si hubiera pasado años atrás, y no sólo meses. A lo lejos, vi que había fuego en aquel lugar. Una gran fogata hecha con troncos de palmeras secas. Kalissa estaba a un lado, mirando el fuego con paciencia. Habían más sirenas, Katharia estaba siendo sostenida por dos sirenas, Kadal observaba a su madre con precaución, a él no lo estaban agarrando. Cassian también estaba siendo agarrado por otras dos mujeres. Apenas me vieron, él y su prima empezaron a luchar por zafarse, mirándome con alarma. Kadal se puso tenso, pero pude ver que también estaba preocupado.

— Ya empezaba a sentir tu miedo y tu tristeza... Sabía que vendrías —dijo Kalissa, sin voltearse a verme.

— ¡¿Qué estás haciendo aquí?! —gritó Katharia.

— ¡Van a matarte! ¡¿Cómo se te ocurre venir?! —rugió Cassian, agitando sus brazos violentamente para que las sirenas lo soltaran.

— ¡Esto va en contra de nuestras creencias, madre! ¡No lo hagas! ¡Por favor! —rogó Kath. Kalissa se dio vuelta, mirándonos de costado a mí y a ellos respectivamente.

— Ella va en contra de nuestras creencias, Katharia —contestó.

— ¡Se supone que no matamos! ¡No quitamos vidas! —Cassian parecía débil en comparación a la fuerza que poseían sus compañeras. Al parecer, el sexo fuerte en su especie eran las mujeres, aunque su contextura fuese menor que la de los tritones.

— ¡Se supone que nos quedamos en la profundidad para evitar el contacto con estas asquerosas bestias! —El grito ensordecedor de Kalissa quebró el aire de la silenciosa isla— ¿Ustedes cumplieron con eso? —les preguntó con enfado. Ya no parecía tan perfecta con su expresión llena de odio y rechazo. Katharia y Cassian no respondieron—. ¡¿Lo hicieron?! ¡No! ¡Por culpa de esta inmunda humana, los futuros gobernantes de la comunidad corren peligro! ¡Toda la comunidad! ¡Toda la especie!

— Reina... creo que —habló Kadal, pero su madre lo fulminó con la mirada.

— Tú te callas, Kadal. No quiero oírte decir ni una sola palabra en defensa de ésta. —Me miró con asco— Ya hemos hecho un acuerdo —dijo, esta vez con medida y fría serenidad—. Para evitar otras muertes, te entregarás. Tú vas a sacrificarte. ¿No es así?

— ¡Eso no puede ser verdad! —exclamó Katharia. Cassian me miraba con los ojos bien abiertos, esperando que yo me negara. Pero no hubo ninguna negación de mi parte, y pareció verlo en mis ojos, porque frunció el ceño y rugió como un león.

— ¡NO! —gritó después—. ¡No lo hagas! Fran... no... por favor. —suplicó. Oí mi corazón partirse. Las lágrimas volvieron a llenar de a poco mis ojos. Bajé la mirada y suspiré. Amaría poder no hacerlo. Pero ésta sería la última cosa útil que haría para proteger a mi hermano. A Theo y a los demás, por supuesto. Incluido Cassian.

— ¿Puedes...? —Intenté hablar, pero el nudo en mi garganta apenas hizo que soltara un susurro. Tragué saliva y miré a Kalissa— ¿Puedes dejar que al menos lo abrace una última vez? —pedí. Kalissa rodó los ojos.

— Humanos y sus dramáticos sentimentalismos... —murmuró. Se dio vuelta, haciéndole una seña a las que aprisionaban a Cassian. Él se precipitó instantáneamente hacia mí cuando lo soltaron y me abrazó con esos cálidos, suaves y grandes brazos. Solté las lágrimas que se habían acumulado y sentí que bajaban por mi mejilla hasta caer de mi mentón. Lo apreté contra mi cuerpo y él hizo lo mismo.

— Por favor... No lo hagas, Fran. No... —susurró. Sentí debajo de mi oreja que su corazón, antes imperturbable, latía a velocidades alarmantes. Lo sentí temblar casi imperceptiblemente bajo mis manos. Ese último abrazo estaba llenando de calor mi corazón, por lo menos así soportaría lo que vendría. Él sabía que no podía simplemente agarrarme y huir, porque las sirenas que estaban allí tenían más habilidad que él y nos atraparían enseguida.

— Lo siento, Cassian —contesté, llorando en silencio. Ya no me sentía tan tensa como antes. Ya no tenía nada que perder.

— Debe haber alguna otra forma —dijo, alejándose parcialmente de mí y mirando a Kalissa—. No la mates, por favor. Yo... si es tu voluntad, voy a exiliarme. Voy a... a... —Tragó saliva, sospesando las posibilidades— No lo sé... Castígame en el centro de la comunidad de nuevo, méteme en una cueva...

— Cassian, no... —dije, preocupada. Kalissa lo miraba con una ceja arqueada y con más molestia pintada en su rostro.

— Mátame a mí.

— ¿Qué? ¡No! —Lo obligué a mirarme— ¿Estás loco?

— El problema no eres tú, Cassian —contestó la reina, les dio una mirada a las sirenas y éstas volvieron a agarrar a su sobrino, alejándolo de mí—. Si ella sigue viva, el problema continuará. Ha empezado a contaminar a mis hijos, no lo permitiré. El problema es ella.

— ¿Por qué siempre me odiaste? —preguntó él con rencor—. Mi hermano salió al exterior, pero a él no lo tratabas tan mal como a mí. ¿Es por el color de mis escamas? ¿Es eso?

— Sí, la verdad que sí es eso...

— Madre... —pronunció Katharia, escandalizada.

— Lo que no quita que esta humana sea un inconveniente —dijo. Cassian estaba de rodillas ahora, ya que había perdido el equilibrio tratando de librarse—. Y por supuesto que voy a exiliarte luego, Cassian. Ya has roto demasiadas reglas.

Caminé dudosa hacia Cassian y lo volví a abrazar. Esta vez no pude ser correspondida, ya que seguían agarrándolo. Respiraba agitado, desesperado. Agarré su cabeza y lo besé por última vez. Lo solté y lo miré a los ojos (que ahora se veían negros).

Anda... dilo ya...

— Te amo...

Retrocedí sobre mis pasos, viendo que había logrado dejarlo mudo y sorprendido, y miré a Kalissa, resignada. Ella me señaló la arena que estaba a su izquierda.

— Arrodíllate —dijo, mostrando uno de esos cuchillos transparentes, similares al vidrio. Estaba en su mano como si no fuese en realidad un objeto para matar, como si fuese un hermoso adorno. Éste tenía un tono ennegrecido, pero la parte del filo era visiblemente más transparente. El brillo de esa cosa bajo la luna era tenebroso.

Ya es hora.




Ámenme, les traje otro capítulo y no tuvieron que esperar un mes, jajaja. Voy avisándoles que este CREO que es el PENÚLTIMO CAPÍTULO. No sé si notaron que ya estamos en ambiente pre-final, jaja, si no lo notaron, bueno, háganlo. Por cierto, si tienen más dibujitos que mandarme, háblenme y mándenlo. El otro día recibí uno que... *.* adfsadfasdfs.
Aclaración: Cuando Cassian habla sobre el color de sus escamas, se refiere al negro. Katharia había hablado sobre los "oscuros". Esos asesinos que tenían las escamas negras. El único que conserva ese color de aleta es Cassian. Kalissa no lo quiere por ese motivo.

Para compensar las emociones de este capítulo, voy a dejarle una fotos que me recordaron a nuestro Cassian... que, por cierto, todavía no me decido por qué actor/modelo/extraterrestre va a ser Cassian.







Besooooos, mis escamositaas <3

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