Capítulo 8: Trasero congelado

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A éste lo sé, a éste lo sé...

Resoplé y cerré los ojos para buscar la respuesta en mi cabeza. El último examen estaba dificilísimo, y yo había tenido dificultades para estudiar. Si no tenía que atender a Theo, tenía que hacer otras cosas respecto a las legalidades luego de la muerte de papá. Mi hermano trató de no exigirme demasiado, ya que sabía que yo tenía que estudiar, pero no podía dejar sus necesidades de lado. Él propuso volver solo de la escuela, a lo que me negué rotundamente. No iba a dejar de llevarlo, traerlo y cocinarle. Era ahora mi responsabilidad cuidarlo, y lo haría. Si tenía que reprobar y trabajar de camarera, lo haría, no iba a abandonarlo. Aunque sería una completa estupidez perder años de estudio por un examen...

Cuando regresé de Zima, luego del cometa, me dediqué a estudiar y a cuidar de mi hermano. Había llegado a estudiar la mayoría de los temas que me tomarían, pero Cassian no salía de mi cabeza. No era de mucha ayuda estar estudiando y que en el medio de mi concentración aparecieran sus ojos en mi mente. Que me desconcentrara al pensar en sus acercamientos, en su extraña manera de actuar, en su altura, en su nariz rozando mi cuello, en su sien apoyada en la mía cuando terminó de decirme que olía bien, en su voz grave e hipnotizadora...

Ya, Franchesca, vuelve a concentrarte en el maldito examen, vas a llenarlo de saliva.

— Franchesca, ¿puedo hablar contigo un segundo? —preguntó la profesora Higgins, quien estaba a cargo del examen. Miré mi reloj y fruncí el ceño. Me faltaba una sola respuesta para terminar, pero era la más importante y sólo quedaban cinco minutos.

— El tiempo está por terminarse... —murmuré.

— No te hagas problemas, Fran. Será sólo un minuto. —¿"Fran"? ¿Desde cuándo me llamaba así? Esta profesora era la más exigente, estricta y poco amable de todas, jamás me había llamado con un apodo cariñoso.

— Está bien... —Me levanté y salí del salón con ella. Los otros profesores que estaban allí nos miraron de manera extraña— ¿Sucede algo, profesora?

— No es nada malo, tranquila... —Me tocó el hombro y me miró con... ¿cariño? ¿Qué demonios se fumó esta mañana?— Veo que está costándote contestar la última pregunta. —¿Me sacó sólo para remarcarme lo obvio?

— Ehm, sí —contesté y me rasqué la cabeza.

— Mira, Fran... Sé que estás pasando por un momento difícil —Desvié la mirada cuando dijo eso—, y que se te está haciendo complicado el concentrarte en tus estudios. He visto lo aplicada que eres en mis materias y en las de todos los profesores. Eres una de las mejores alumnas que he tenido jamás en mis veinte años de trabajo como profesora en esta universidad —Santa madre de Hércules... ¿Me está halagando?—. Tus trabajos entregados en todo el año son impecables, no tengo dudas de que eres muy capaz.

— ¿Por qué está diciéndome todo esto? —pregunté.

— Porque voy a aprobarte aunque no recuerdes ese tema. Ya me lo has dado en trabajos y noté que lo sabes. Entiendo que tengas complicaciones en repasar, pero aquí lo único que cuenta es mi criterio y el de los demás docentes. Y por eso te digo que estés tranquila. Además, es un solo punto. Estoy segura de que aprobarás sin mi ayuda.

Recalculé y digerí lo que acababa de decirme. Ella quería aprobarme aunque mi examen no lo ganara, cosa que me molestó un poco.

— Con todo respeto, profesora, pero no quiero que me apruebe por compasión. Volveré allá y terminaré con el examen... O al menos lo intentaré con el poco tiempo que me queda.

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