Capítulo 11: Con uñas y dientes

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Y el resto de esa maldita tarde, estuve llorando. ¿Cómo podía rebajarme a eso? ¿Quién se creía él para hacerme sentir así de mal? ¡Y es que no tenía corazón! ¿Quién en su sano juicio diría cosas así de destructivas? ¿Por qué tenía tanto ácido en su tono? ¿Qué le había hecho yo como para que me odiara de esa forma?

Escuché que Theo entraba a casa, así que me encerré en mi baño para que él no notara que mis ojos estaban hinchados. Tenía que tranquilizarme y enfriarlos para poder bajar y enfrentar todo con una sonrisa. Me di una ducha fría y tomé aire muchas veces. Era difícil superar los malos momentos cuando había personas que llegaban para tirar todo por la borda.

Cuando salí, bajé para ver a Theo. Él estaba dándome la espalda, sentado en el sofá. La televisión estaba en el canal de dibujos animados, cosa que me extrañó. Este niño no veía dibujos animados, veía el noticiero o National Geographic.

— ¿Theo? —lo hablé. Él se tensó, pero no se volteó. Fruncí el ceño, rodeé el sillón y quedé frente a él—. ¡Por dios, Theodore! ¿Qué te pasó? —me angustié. Me tiré de rodillas a sus pies y agarré su pequeña cara. Tenía uno de sus pómulos hinchado, cortado y muy morado. Al demonio con no llorar, ¿cómo iba a evitarlo si encontraba a mi hermanito herido?— Theo... —susurré. Él no me miraba, trataba a toda costa de evitar mis ojos. Podía ver que luchaba por no llorar—. Theo, mírame. —Él luchó unos segundos más, pero derramó sus lágrimas sobre mis dedos y me miró a los ojos.

— Lo siento...

— Dime qué pasó —le rogué con mil nudos en la garganta. Solté su cara y me senté a su lado. Él me abrazó y se escondió entre mis brazos.

— Estaba... Estaba volviendo a casa y... vi que Jonah golpeaba a uno de los perros de la casa de la señora Farrell. Me enojé y lo empujé para que no siguiera. Él me golpeó y me insultó. Me abracé las piernas y escondí la cabeza para que no siguiera, pero continuó pateándome. El perro que defendí volvió y lo mordió en la pierna, pero no paró sino hasta que salió la tía de Irina y me lo quitó de encima. Corrí hasta aquí apenas me liberó...

— Ay, Theo... —Temblé del enojo y la angustia. Ese maldito Jonah tenía veintidós años, y era un sucio delincuente. No le importaba si lo que golpeaba era un animal, un niño o una mujer. Era violento e idiota. Un asqueroso drogadicto.

— Perdón.

— No te disculpes, no fue tu culpa... —le susurré y acaricié su cabello. Tenía restos de tierra y pasto en él—. Creo que deberías ir a bañarte, ¿sí?

— Sí...

— ¿Por qué no viniste a mí? —pregunté. Él se levantó y me miró, luego desvió la mirada.

— Tenía miedo de que te enojaras conmigo.

— Jamás, Theo.

— Te quiero mucho. —Volvió a abrazarme. Me soltó, se limpió las lágrimas y caminó rumbo a su habitación.

Yo me sequé mis propias lágrimas y tomé aire.

No hagas locuras, Fran...

¡Al diablo! ¡Voy a matar a ese estúpido!

Me fui a paso rápido hacia la puerta y salí de mi casa. Esto no quedaría así. Nadie tocaba a la única familia que me quedaba y salía ileso. Iba a sacarle cada uno de los dientes. No tenía idea de cómo, pero lo haría sin dudas. Jamás había golpeado a alguien en serio, nunca me había metido en ninguna pelea. Pero defendería con uñas y dientes a mi hermano sin pensarlo dos veces. Ese infeliz de Jonah no iba a salirse con la suya. Las denuncias le daban igual, y los golpes también, pero no me importaba. Tenía demasiado odio encima como para detenerme a reflexionarlo.

EscamasHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin