Los sueños secretos de Sophie

Od Hitto_

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Sophie siempre busca ser la mejor en todo. Sin embargo detrás de esa fachada esconde muchos secretos y sueños... Více

1. Sophie Cohen
2. Ian Key
3. El pastel de cumpleaños
4. La esperada fiesta
5. Cómo deshacerse de Ian Key
6. Una cita casi perfecta
7. Paranoia y vida Zen
8. Al diablo con el zen
9. Un largo día
10. El intruso
11. Amor licano
12. La excursión
13. Olvidados perdidos y en problemas.
14. ¡Vamos a morir!
15. Nueva oportunidad
16. Persecuciones
17. Sangrienta venganza
18. Empieza el juego
19 ¡Yo quiero una invitación!
20. Todo por un vestido
21. La busqueda del tesoro
22. Él no me gusta ¿o sí?
23. De nuevo a escapar
24. ¡Yo no la choqué!
25. La casa de los decapitados
26. Hora de revelar sentimientos
27. Te diré mil veces que te amo
Regalos y multimedia (cap. especial)
28. Una promesa
29. Algo de descontrol
La oscuridad nos persigue
32. pTres mil litros de puddin de chocolate
33. Educación sexual
34. Quiero ser mejor
35. Tarde de chicos
36. La rebelión de Claudia
37. Nuevo semestre, nuevos problemas
38. Té con los Roach
39. El muro cae
40. Cambiar de sueños
41. Un voto de confianza
42. Bienvenida a Saint Abel
43. Desenmascarando a la princesa
44. La casamentera
Cantar o perder
46. Sombras del pasado
47. La decisión más difícil
48. El costo de los secretos
49. Igual a las novelas
51. Verdades que duelen
51. Buscando vías de escape
52. Un final y el inicio de algo nuevo
Epílogo

30. ¿ Y a Sophie quién la cuida?

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Od Hitto_

A Sophie la carcomían los nervios al llegar al hospital. Ya imaginaba toda una película en su mente. El hecho de que no le dijesen nada durante el camino y que su padre no contestase al teléfono, la tenían aún más alterada.

—Sophie tranquila, seguro se adelantó el parto, es todo —le decía Ian, quien se ponía mal al ver a la muchacha alistándose para romper a llorar.

En la sala de espera se encontraban su tío Alan y su hermano menor, quien como ella, mostraba señales de querer llorar; el orgullo que corría por sus venas al igual que en el resto de su familia, hacía que se soplase las lágrimas en un burdo intento por mostrarse despreocupado.

— ¿Qué le pasó? —sollozó la chica corriendo al encuentro de su tío.

—No lo sé, estaba bien, pero empezó a sangrar en la madrugada, tu padre la trajo y cuando yo llegué con tu hermano ya estaban en el quirófano. —El adulto intentó explicarse con calma, tratando de tranquilizar a sus sobrinos.

Mientras Tiago y Sophie lo ametrallaban con preguntas, su padre salió a su encuentro. Para desgracia de Ian se encontraba cubierto en sangre y le fue inevitable voltear indiscretamente para no ver al director de su colegio.

Los dos hermanos corrieron a interrogar a su padre y exigirle explicaciones.

— ¡Tranquilos, basta! —los calló, puesto que con tantas preguntas histéricas no lo dejaban hablar—. Su madre tuvo placenta previa, tuvieron que sacar a los bebés antes de tiempo, pero están bien.

Sin darle tiempo a más, sus hijos lo empujaron a un lado y corrieron a la habitación de la cual su padre había salido.

Ian los siguió mirando a piso, rogando que los bebés ya estuviesen presentables y no luciesen como dos pequeños aliens cubiertos de sangre, aparentando haber atravesado el abdomen de su víctima.

Calmaron el alboroto al entrar y ver a su madre aún dormida por efectos de la anestesia.

Sophie la contempló con cierta pena y embeleso. Se veía muy pálida y débil, pero su cabello largo esparcido por la almohada, hacía que para Sophie, Thaly luciese como una hermosa princesa dormida víctima de un hechizo.

Esa impresión cambió a una de fascinación cuando miró junto a su madre y vio a sus dos diminutos hermanos siendo atendidos por un médico.

— ¿Qué hacen aquí? Salgan —les dijo el doctor, pero Sophie hizo caso omiso.

Como su fuesen dos muñecas en una juguetería, corrió a alzar uno y abrasarlo aguantándose las ganas de gritar.

— ¡Qué bonitos! ¡Son tan pequeñitos! —exclamó en susurros. Su padre se acercó para arrebatarle al bebé antes de que su primogénita apretara tanto su hijo más pequeño que éste terminase rompiéndose en sus brazos.

—Sí, son muy pequeños, es que son dos, y prematuros, es normal. Pero increíblemente Sophie era aún más chiquitita cuando nació —recordó colocando al pequeño junto a su gemelo.

Sophie sintió a Ian reprimir una risa a sus espaldas y le dirigió una mirada asesina.

—No te atrevas a decir nada al respecto —masculló evitando que el muchacho hiciese uno de sus comentarios sobre lo pequeña y baja que era ella.

—El del brazalete azul es Max y el del brazalete rojo es Sebastián... o al revés... no importa, a esta edad ni se dan cuenta —explicó Nicolás señalando las cintas distintivas de cada niño.

—Son preciosos, me encantan los bebés. —A Sophie le brillaban los ojos e Ian la contemplaba enternecido, la muchacha se veía más dulce y entusiasta que nunca—. ¡Quisiera tener uno así algún día!

El rostro de Ian cambió por el nuevo comentario, Sophie hablaba con tanta emoción y sinceridad que asustaba.

—Espero que no hables de un futuro cercano, pero si quieres podemos empezar a practicar, yo te enseño cómo se fabrican —le susurró evitando que Nicolás lo escuchase. Consciente de las consecuencias de su comentario, hábilmente esquivó el golpe de Sophie y por fortuna sintió la vibración de su celular, así que escapó al pasillo para hablar con calma.

—Tiago ¿puedes ir con tu hermana a recoger algo de ropa? —Nicolás se aproximó a su hijo, quien a diferencia de Sophie, se encontraba más preocupado contemplando a su madre que prestándoles atención a los bebés—. Con el apuro no saqué nada; hay un bolso listo en el armario y a mí también tráeme algo de ropa, tu madre y los bebés se quedarán tres días, me quedaré con ellos.

Tiago asintió con poca convicción, no quería apartarse de su madre.

Daniel permaneció en la habitación mirando a los bebés desde lejos con cierta desconfianza, pensando que aquellos pequeños podían ser sus mejores aliados o sus peores enemigos: o acapararían toda la atención dejándolo de lado, o por fin sería el hermano mayor de alguien y podría hacerles todo lo que Sophie, y especialmente Tiago, le hacían.

Al salir se encontraron con Ian, quien se veía algo serio y preocupado.

— ¿Vamos a ir a casa, vienes? —le preguntó Sophie tomándolo de la mano, él contestó al agarre por inercia, demostrando distracción—. ¿Qué sucede?

—Nada. —Volvió en sí—. Era mi tutor, llegó de su viaje y los sirvientes le dijeron que no dormí en casa, quiere saber en qué ando perdiendo el tiempo —ironizó comenzando el camino a la salida.

Ambos hermanos guardaron lo necesario y regresaron al hospital. Algunos familiares ya se encontraban presentes y Sophie volvió animada a la habitación en cuanto le informaron que su madre acababa de despertar.

Tiago permaneció en la sala conversando con Alan y Daniel, aunque no lo admitía, sentía cierta neurosis y por todos los medios quería evitar importunar a su madre. Sophie por el contrario, deseaba abrazarla y asegurarse personalmente que estuviese bien.

Llevando el bolso más grande, Sophie empujó un poco la puerta, pero el tono al parecer molesto en que su padre hablaba la detuvo. Curiosa como siempre se quedó inmóvil escuchando como su padre y su tía Micaela, la hermana mayor de Nicolás, discutían mientras Thaly se encontraba en su burbuja aparte dándoles pecho a sus bebés.

—No creo que sea una buena idea, Sophie no lo aceptará y estoy casi seguro que Daniel tampoco —dijo su padre.

—No debe importarte lo que quieran o no, sino lo que es mejor para ustedes. —Su tía hablaba seria, pero con una calma muy característica en ella—. No puedes con cinco hijos, menos con dos tan pequeños, eso sin mencionar que Alan y Samy prácticamente también viven ahí. No es algo permanente, solo quiero ayudarte.

Sophie se tensó más, deseando entender a lo que su tía se refería respecto a ella y Daniel.

— ¿Ayudar en qué? puedo con todos —fue la respuesta de Nicolás.

—Tener dos bebés al mismo tiempo no es fácil, más teniendo otros niños de los cuales encargarte. Tiago es más independiente y causa menos problemas, al menos no depende tanto de ustedes, en cambio Sophie necesita mucha atención y Daniel también, puedo hacerme cargo de ellos hasta fin de año, o un par de meses más, hasta que Thaly se encuentre del todo bien y los bebés ya no requieran tanto cuidado.

Sophie bajó la mirada con tristeza, de eso hablaba su tía, los consideraba a ella y Daniel un estorbo, un par de niños que necesitaban atención. Ella no era una niña, al menos no quería creer que sí.

—Mira no sé, nunca necesite ayuda, ni cuando los otros tres eran pequeños. Además Thaly no volverá a trabajar hasta que los gemelos cumplan al menos un año, tendrá mucho tiempo para encargarse de Sophie y los otros.

—De todas formas piénsalo, verás que Thaly no se dará abasto una vez que empiece el colegio.

—Bien —resopló—. Yo me quedaré aquí tres días, Tiago debe viajar temprano mañana para el nacional de básquet, Sophie y Daniel se quedarán contigo, intenta convencerlos, ponles una máquina de algodón de azúcar en la sala.

A la chica se le partió el alma, su padre también la consideraba una niña, más que a su hija mayor con quien podía contar siempre. Tampoco lo culpaba, ya semanas antes había notado que no hacía nada por su familia, en realidad no hacía nada por nadie, era lógico que quisiesen deshacerse de ella un tiempo.

Thaly no podía ser más feliz. Adoraba a los bebés, sobre todo aquellos que eran suyos y de Nicolás; casi sentía ganas de llorar al contemplar a sus niños: sus pequeñas manos y su piel de terciopelo; más de nueve años habían pasado desde que el último de sus hijos había sido un bebé y no sabía cómo había permanecido tanto tiempo sin uno de esos pequeños seres alegrándole la vida.

Compenetrada en la imagen de sus nuevos hijos, no prestó demasiada atención cuando su esposo le avisó que iba a casa de su hermana para darse un baño.

Sophie y Daniel entraron, Daniel ocultando su entusiasmo y Sophie se mostraba algo melancólica, como si algo la molestara. Tiago se había negado a entrar, Thaly no entendía los motivos de su hijo y se sentía afligida por ello.

Sus hijos la abrazaron con cuidado y Sophie volvió a acomodar a los bebés en su cuna.

– ¿Qué te sucede? —le preguntó a su hija, sabiendo que su cabeza tenía algún tema que la dejaba intranquila.

—Yo... —suspiró—. Quiero que sepas que cuentas conmigo, para ayudarte con los gemelos, o Daniel, o lo que sea, y no tienes que preocuparte, apenas vas a sentir que existo, no causaré más problemas en el colegio, ni en casa... —trataba de convencer a su madre y esta la interrumpió.

— ¿A qué viene todo esto? ¿Escuchaste lo que tu padre y tu tía hablaban, no? Debes quitare esa manía de espiar conversaciones, yo no voy a permitir que tú o Daniel se vayan, ni siquiera por unas semanas.

— ¿Qué? ¡Irnos dónde! —reaccionó Daniel escuchando que hablaban de él y algo de alejarse.

—La tía Micaela quiere que vivamos con ella un tiempo, para no molestar a Thaly.

— ¡Yo no me quiero ir con ella! Es muy seria, no deja que recorra los muebles, ni que pinte en la sala, ni siquiera que pinte las paredes de mi cuarto y me hace tomar té mezclando el azúcar sin hacer sonar la taza ¡Eso es imposible! —protestó exigiéndole explicaciones a su madre.

—Confío en ti Sophie, y bueno... tú, supongo que no causaras tantos problemas —le dijo a su hijo menor, quien consumía más de su tiempo, algo totalmente comprensible considerando que solo tenía diez años y hasta hacía un par de horas antes era el menor de sus hijos.

—Tal vez tú sí, pero papá no, está considerando mandarme con mi tía —habló más decepcionada de ella que de su padre —. A menos... —Su rostro se iluminó con la grandiosa idea que cruzó su mente—.Tú y papá no estarán en casa estos días, Tiago tiene que viajar, ¡Daniel y yo podemos quedarnos solos! ¡Sí! ¡Eso! ¡Yo cuido a Daniel estos días y le demuestro a papá que soy madura y puede contar conmigo! —Su optimismo palpable fue acompañado de frenéticos saltitos.

—Es una buena idea, pero ten en cuenta que te da miedo quedarte sola en casa.

—Pero estaré con Daniel, no estaré sola...

El niño era el único que escuchaba todo con espanto, no entendía cómo a su madre podía siquiera cruzársele por la cabeza el dejarlo al cuidado de Sophie.

— ¡No! ¡No puedes hacerme esto mami! —le suplicó con tono dramático—. Por qué mejor no me dejas en la calle, o solo, hasta Gatorade me cuidaría mejor.

— ¿Al cuidado de quién? —La histeria de Daniel fue interrumpida por el regreso de su padre.

—Estaba pensando que Sophie se encargue de cuidar a Daniel —se adelantó Thaly y su hija reprimió su entusiasmo. Thaly hacía entender que todo era idea suya.

—Claro, Sophie cuida a Daniel ¿Y quién cuida a Sophie? —dijo Nicolás pensando que se trataba de una broma. Su hijo le daba la razón, pero tanto su esposa como su hija mayor lo miraban con reprobación.

— ¡No soy una niña! puedo cuidarme perfectamente sola y hacerme cargo de Daniel también.

—No papi... —Daniel comenzó nuevamente con sus quejas, cuando un brillo en sus ojos anunció que una idea se le había cruzado, no solo eso, en un segundo cambió de opinión. Estar al cuidado de Sophie era como permanecer bajo ningún tipo de autoridad y era la oportunidad perfecta para desarrollar los planes que tenía desde hacía tiempo—. Sabes... Sophie tiene razón, yo tampoco soy un niño, déjanos solos —ocultó su maliciosa sonrisa bajo el manto de un fingida inocencia.

Los otros tres sabían que algo tramaba, pero a Sophie no le importaba, si era necesario lo ataría y amordazaría en la alacena, nada iba a impedir que demostrase que había madurado.

Muy poco convencido Nicolás aceptó, estaba casi seguro que Sophie no aguantaría ni medio día; menos en la noche. En cuanto la oscuridad la atrapase sola en su casa, ella lo llamaría para que le hiciese compañía.

Nicolás dejó a sus tres hijos en la casa, bajo una infinidad de recomendaciones y advertencias.

Esa noche se acostaron temprano puesto que el día anterior a consecuencia de la fiesta y el inesperado nacimiento de los gemelos, no habían pegado los párpados en más de veinticuatro horas.

En la mañana siguiente, a Tiago lo recogieron para su viaje al estado vecino, donde debía competir junto a su equipo.

—Cuídate, no beses muchas chicas —le dijo Sophie como despido—. ¡Y más te vale ganar! no quiero ser la hermana de un perdedor.

—No perderé. Y lo de las chicas... pues ya veremos. —Le dio un abrazo a su hermana, un coscorrón a su hermano y antes de subir al bus Sophie lo detuvo.

—Llama a Thaly, ayer se puso triste porque no entraste a verla.

—Sí, le traeré algo de regalo —continuó su subida al bus y se despidió vagamente con la mano.

Distante e ignorando a sus compañeros, se sentó en uno de los asientos más cercanos a la puerta, sin esperar compañía apoyó el codo en el marco de la ventana y contempló el paisaje. Pensaba en el día anterior. Cuando su tía le había informado que algo malo había pasado con su madre, había sido peor que si el mundo acabara.

Normalmente pretendía no mostrarse sentimental, pero a su madre le tenía un afecto más especial que a nadie en el mundo, inclusive más que a Sophie; y la sola idea de verla en una cama de hospital le revolvía el estómago, a pesar de que Thaly sólo había tenido una cesárea, no tenía el valor suficiente para afrontar verla débil y tendida en una cama.

Brincando como siempre, Sophie abrió la puerta. Era quien esperaba; a sabiendas que resultaba ridículo, soltó un suspiro al ver a Ian, esperando que él no lo hubiese notado.

—Al fin llegas, Samuel debe estar esperado, luego dicen que las mujeres somos tardonas —dijo con un cambio de actitud, mostrando desinterés como siempre.

Ian la siguió sin decir nada, con las manos en los bolsillos, preguntándose cuándo Sophie dejaría de hacerlo sufrir y comenzaría a comportarse más cariñosa, al menos reconocerlo abiertamente como a su novio.

Sophie abrió sin tocar la puerta del cuarto de Daniel. El niño al sentir el inesperado ruido, rápidamente cerró la ventana que tenía abierta en la pantalla de la computadora.

— ¿No sabes tocar? —reclamó enojado.

—La privacidad es un derecho que obtienes en la adolescencia, ¿qué veías?

—Seguro veía porno —acotó Ian.

— ¡No! Solo jugaba, no te importa...

—Acepta que veías niñas desnudas —sonrió apagando la computadora para acelerar su salida.

Daniel no sabía a dónde iban, pero se resignaba, sus padres le habían dado la estricta orden de obedecer a Sophie, y su madre le había comentado en murmullos que si Sophie demostraba poder hacerse cargo de él, su padre olvidaría por completo la idea de dejarlos al cuidado de su tía.

Ian se sentó junto a la ventana y Sophie y Daniel a su lado, compartiendo un asiento.

Mientras el bus avanzaba, Ian tomó a Sophie de la mano, ella lo miró sonriendo y Daniel puso una mueca.

— ¿Qué pasa? —preguntó Ian, divirtiéndose al recordar como a los diez años esas muestras de cariño con una persona del sexo opuesto le causaban repulsión.

—Nada —respondió cruzándose de brazos y bajando la cabeza—. Solo no se empiecen a besuquear.

Sophie e Ian rieron y pensaron lo mismo. Solo por fastidiar al pequeño comenzaron a besarse con frenesí, abriendo la boca y jugando con sus lenguas.

— ¡Qué asco! Ya basta, búsquense un cuarto. —Daniel los miraba con asco y cierto morbo, era una de esas escenas desagradables que uno no puede dejar de ver—. Mejor escúpele en la boca, le pasaras menos saliva y te ahorras el tocarla.

—Seguro no pensarás así cuando beses a Samy. —Sophie se separó de los labios de Ian y le habló burlándose.

—Yo no le paso saliva —volvió a su tono molesto.

— ¿Entonces sí la besaste? —Sophie se entusiasmó con las palabras de su hermanito. Para ella, Daniel y Samy eran la historia de amor viviente más romántica que existía.

—Eso no te importa. —Desvió la vista sonrojándose y se arrepintió de haber abierto la boca.

Sophie, entusiasmada como estaba, lo abrazó diciéndole lo feliz que se encontraba por él y le daba mil consejos sobre flores, peluches y chocolates que podía regalarle a su novia.

— ¡Samy no es mi novia! ¡Es mi mejor amiga! ¡Nunca vamos a ser novios! —reaccionó haciendo fuerza para soltarse del abrazo de su hermana.

— ¿Entonces no te molestaría que estuviese de novia con otro niño? —con malicia, Ian decidió torturar también al pequeño.

Daniel abrió los ojos molesto y con espanto antes de responder.

— ¡Samy no estará de novia con nadie nunca! ¡Vamos a casarnos cuando seamos grandes!

Sophie lanzó un grito que atrajo la atención de todo el autobús.

— ¡Yo lo sabía, sí es tu novia y estarán juntos para la eternidad! —Suspiró mirando al vacío mientras la película se formaba en su mente.

— ¡Que no! ¡¿Qué no entiendes?! ¡Es mi mejor amiga, no mi novia, que me case con ella no significa que tenga que ser mi novia! —se exasperó levantándose con la intención de preguntarle al chofer si habían llegado a su destino o le abría la puerta para saltar del bus en movimiento, lejos de su hermana, su amigo, novio, o lo que fuese Ian y sus inoportunas preguntas.

—La rareza es de familia, lo que me hace suponer que Tiago es adoptado —dijo Ian.

Sophie le dio un golpe, el cual, como casi todos, fue esquivado cuando Ian se levantó a jalar a Daniel y evitar que saltase del bus.

Esa mañana tenían pensado reemplazar los días que por diferentes motivos no habían podido ir con Samuel ni al orfanato.

El niño enfermo se encontraba nuevamente con su tía, quien vio con espanto como ya no solo eran Ian y Sophie quienes visitaban a Samuel, sino también un niño más pequeño que se veía algo inquieto.

—No vayan a incomodar a Samuel —les reclamó poniendo su peor cara.

—Tal vez él sí quiere ser incomodado o ya está muerto de aburrimiento —dijo Sophie llevando de la mano a su hermano para que conociera a Samuel y se quedase jugando con él mientras ella e Ian continuaban con su trabajo.

Samuel se divertía mucho con Daniel, había pasado bastante tiempo desde la última vez que había jugado con otro niño. Desde que había caído presa de su enfermedad, que prácticamente no salía de su pequeña vivienda y solo era visitado por Ian y su tía.

— ¿Crees que terminemos esto para antes de la vacación? —preguntó Ian con un tono que demostraba todo menos preocupación.

—Claro que sí, lo haremos rápido; además yo gano siempre, aun si hiciera el trabajo cinco minutos antes de entregarlo estaría segura de ganar —habló confiada y orgullosa.

Ian volcó los ojos y cerró la laptop en cuanto escuchó la puerta abrirse, lo que indicaba que Marcelo, el padre de Samuel, había regresado y era hora de ir al orfanato para las tutorías.

—Gracias por traerle compañía a Samuel —les dijo Marcelo antes de irse.

Sophie lo miró con algo de pena e Ian se dio cuenta que el hombre se encontraba más demacrado y triste que de costumbre.

—Marcelo, si necesitas que venga más días o que te reemplace en otro trabajo... —comenzó el muchacho antes de ser interrumpido.

—No, tú tienes una vida de la cual ocuparte, Samuel y yo no somos nada tuyo, no somos tu responsabilidad. Además que... ya estoy perdiendo las esperanzas, ya son dos años que espero que alguien done por la operación de Samuel, y él solo se pone peor...

— ¡No pierda la esperanza! Samuel estará bien, le aseguro que alguien pagará por él antes de fin de año, sino que un rayo parta a Ian —habló la alegre muchacha despidiéndose de él con un beso en la mejilla.

Daniel protestaba mientras hacía los deberes en el orfanato; se encontraba en una sala llena de niños, con un parque a su lado, en vacaciones y debía atender a Ian y a su hermana mientras les daban clases.

La idea de poder hacer lo que quisiera e ir donde quisiera mientras Sophie leía sus novelas o se besaba con Ian, se desvanecía. No la pasaba del todo mal, pero odiaba estudiar; esa mañana se sentía igual que en una escuela, con la loca de su hermana como maestra, y como todo había sido imprevisto, no había tenido ni tiempo de prepararle alguna broma.

Pensaba improvisar, pero el resto de niños la contemplaban con tanta ilusión y atención que era imposible conseguir algún cómplice.

"Grupo de ñoños" pensó frustrado.

Finalizada la tutoría, pasaron un rato en el parque. Ian quería aprovechar de alejarse un momento con Sophie, todo el día se había encontrado bajo la mirada de Daniel y deseaba preguntarle a Sophie cuántos puntos le faltaban, y aprovechar de robarle un beso, uno real y no un por fastidiar al hermano pequeño de esta.

—Oye Sophie... ¿cuántos puntos me faltan? —le preguntó abrazándola y susurrándole al oído, sabiendo que eso le provocaba un estremecimiento.

—Pues... —comenzó a sentir que se desvanecía mientras él la acariciaba con su aliento y comenzaba a besarla delicadamente debajo del pómulo. De pronto abrió los ojos y se emocionó—. ¡Columpios! Te apuesto a que voy más alto que tú. —Corrió hacia el parque dejando al muchacho estático. Sophie se quejaba de que él no era romántico, sin embargo, era una experta arruinando momentos.

— ¿¡Quién va más alto!? —le gritó a su hermano cuando ya sentía que el columpio se sacudía por la altura y fuerza con que se balanceaba.

—Ian —le respondió desde abajo, mirando de costado para comprobar mientas que el resto de niños y la directora contemplaban con horror, pensando que en cualquier momento las cadenas se soltarían o los chicos darían una vuelta en el columpio.

— ¡Perdedora! —gritó Ian logrando sacarle una mueca de furia a la chica—. A que no te animas a saltar —la retó y la directora miró con aún más horror.

— ¡No chicos, no hagan eso! Van a lastimarse —intentó detenerlos la mujer, mas fue inútil, Sophie e Ian saltaron al mismo tiempo cayendo de forma estrepitosa sobre la dura tierra.

— ¿Estás bien? —Ian se aproximó a rastras hacia ella, Sophie permanecía echada de espaldas.

—Por supuesto, solo dame un momento, o una hora hasta que mis órganos internos vuelvan a su lugar —habló apenas, procurando no reír porque eso la lastimaba.

—Debilucha. —Ian se paró y la levantó bruscamente jalándola de los brazos—. Llegué más lejos que tú en el salto —le dijo después de abrazarla.

— ¿Sabes que con esos comentarios pierdes puntos no?

—Qué más da, ya no puedes resistirte a mis encantos, igual eres mi novia aunque no lo admitas frente al mundo. Prueba de ello es que quisiste aprovecharte de mí, casi me quitas la inocencia. —Sonrió y Sophie comenzó a ponerse colorada, recordando la escena que había intentado borrar de su mente—. En el fondo eres una pervertida princesa mariposa.

— ¡No es cierto! —se quejó como una niña pequeña, casi sudando por el calor de su rostro.

—Claro que sí: "Quiero que Ian me quite la virginidad ahora". Eso dijiste.

— ¡No dije eso! —volvió aponerse roja y buscó la oportunidad de huir. Agradecía que nadie los estuviese escuchando; Daniel distraía a los niños jugando a lanzarse balones torpemente, en tanto que la directora los disuadía del juego violento.

— ¿Entonces qué dijiste? —aprovechó de sonrojarla y molestarla como hacía antes.

—Dije que... —titubeó, no había dicho exactamente lo que Ian decía, pero si algo muy parecido—. Ya es tarde, vámonos —dijo corriendo a quitarle el balón a su hermano pequeño y despidiéndose con un grito salió hacia la parada de buses, olvidando todo detrás.

Ian riendo a sus expensas, recogió las mochilas y la siguió. Durante el regreso le lanzaba miradas indirectas, Sophie se escudaba con Daniel, aprovechando la presencia del niño para que Ian no le hiciese preguntas indecorosas.

Gracias por leer, votar y comentar!

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