princesa de slytherin ¹ ━━ ha...

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⟮ las crónicas de alaska ryddle: libro 1 ⟯ siguientes libros disponibles en mi perfil. Con sólo once años, su... المزيد

𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄𝐒𝐀 𝐃𝐄 𝐒𝐋𝐘𝐓𝐇𝐄𝐑𝐈𝐍
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
𝒐𝒏𝒆
𝒕𝒘𝒐
𝒕𝒉𝒓𝒆𝒆
𝒇𝒐𝒖𝒓
𝒇𝒊𝒗𝒆
𝒔𝒊𝒙
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕
𝒏𝒊𝒏𝒆
𝒕𝒆𝒏
𝒆𝒍𝒆𝒗𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆
𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒏𝒊𝒏𝒆𝒕𝒆𝒆𝒏
𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚
𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏

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بواسطة hhoneyplnet

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝐼𝐹𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜 𝚙𝚛𝚘𝚏𝚞𝚗𝚍𝚒𝚍𝚊𝚍𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚋𝚘𝚜𝚚𝚞𝚎.

Tal como habían supuesto, el discurso que el profesor Snape les dio a ambos luego de enterarse de su "Paseo nocturno", cómo él lo había llamado, fue bastante tedioso. En un breve resumen les habló de lo decepcionado que estaba de ambos y que esperaba mucho más de dos alumnos tan inteligentes como ellos, también les comentó que habían deshonrado a su casa y que de alguna manera tendrían que recuperar los 20 puntos perdidos.

Para Draco y Alaska no fue tan difícil lograrlo, en su siguiente clase de Pociones lograron recuperar los puntos y el problema había quedado resuelto.

A diferencia de ellos, las cosas para Potter, Granger y Longbottom no habían resultado tan fáciles. La historia de los puntos que perdieron esa noche se propagó con rapidez por todos los estudiantes y al día siguiente ya todos estaban al tanto de que Harry Potter; el famoso Harry Potter, el héroe de dos partidos de quidditch, les había hecho perder 150 puntos, él y otros dos estúpidos de primer año. Y el rumor había sido propagado por nadie menos que Draco Malfoy.

De ser una de las personas más populares y admiradas del colegio, Harry Potter súbitamente era el más detestado, aunque no superó a Alaska, el miedo siempre sería superior al enojo. Hasta los de Ravenclaws y Hufflepuffs le giraban la cara, porque todos habían deseado ver a la casa de Slytherin perdiendo la copa por primera vez en años.

Para Alaska aquel tema pronto pasó a segundo plano, los exámenes se aproximaban y al ser su primer año en Hogwarts y ser una total inexperta en los exámenes, debía concentrarse en sus estudios para obtener los resultados que deseaba.

Todos los alumnos se quedaban trabajando hasta altas horas de la noche, intentando recordar los ingredientes de complicadas pociones, aprendiendo de memoria hechizos y encantamientos y repitiendo las fechas de descubrimientos mágicos y rebeliones de los gnomos.

Y cuando lo único que pasaba por sus mentes era cumplir con los deberes y no dormirse durante las clases, un recordatorio le llegó a Alaska y a Draco durante el desayuno.

"Su castigo tendrá lugar a las once de la noche. El señor Filch los estará esperando en el vestíbulo de entrada".

-Prof M. McGonagall.

Eso era lo que decía la nota, recordándoles el castigo que aún debían cumplir.

—No debiste romper las reglas, Alaska. —Le reprochó Daphne luego de que la chica soltara un fuerte quejido—. Sólo quedan pocos días para los exámenes y tu te perderás toda una noche de estudios por el castigada.

—Cuando lo hice no tenía planeado ser castigada Daphne, no fue algo intencional.

—Pues para la próxima ni siquiera pienses en hacer algo indebido —Le aconsejó la chica mientras se levantaba y agarraba sus libros—. Las clases están por comenzar, será mejor que nos vayamos.

A las once de aquella noche Alaska y Draco subieron juntos hacia el vestíbulo principal, donde Filch ya estaba esperándolos. Los demás llegaron minutos después.

—Síganme —Dijo Filch, encendiendo un farol que tenía en su mano y los conducía hacia fuera—. Seguro que se lo pensaran dos veces antes de faltar a otra regla de la escuela, ¿verdad? —Dijo, mirándolos con aire burlón—. Oh, sí... trabajo duro y dolor son los mejores maestros, si quieren mi opinión... es una lástima que hayan abandonado los viejos castigos... colgarlos de las muñecas, del techo, unos pocos días. Yo todavía tengo las cadenas en mi oficina, las mantengo engrasadas por si alguna vez se necesitan... Bien, allá vamos, y no piensen en escapar, porque será peor para ustedes si lo hacen.

Marcharon cruzando los oscuros jardines de Hogwarts. Longbottom a un lado comenzó a respirar con dificultad. La luna brillaba, pero las nubes la tapaban, dejándolos en la completa oscuridad. Delante, se pudieron ver las ventanas iluminadas de la cabaña de Hagrid, entonces se oyó un grito lejano.

—¿Eres tú, Filch? —Dijo el guardabosques—. Date prisa, quiero empezar de una vez.

—Supongo que crees que vas a divertirte con ese papanatas, ¿no? —Le dijo Filch a Harry, quién parecía haberse aliviado al escuchar a su amigo— Bueno, piénsalo mejor, muchacho... es al bosque adonde irán y mucho me habré equivocado si vuelven todos enteros.

Al oír aquello, Neville dejó escapar un gemido y Draco se detuvo de golpe.

—¿El bosque? —Repitió Draco con un leve temblor en la voz—. Hay toda clase de cosas allí... dicen que hay hombres lobo.

—Eso es problema de ustedes, ¿no? —Comentó Filch con voz radiante—. Tendrían que haber pensado en los hombres lobo antes de meterse en líos.

Hagrid se acercó a ellos con Fang pegado a los talones, llevaba una gran ballesta y un carcaj con flechas en la espalda.

—Menos mal que llegan —Dijo—. Estoy esperando hace media hora. ¿Todo bien chicos?

—Yo no sería tan amistoso con ellos, Hagrid —Dijo con frialdad Filch—. Después de todo, están aquí por un castigo.

—Por eso llegan tarde, ¿no? —Dijo Hagrid, mirando con rostro ceñudo a Filch—. ¿Has estado dándoles sermones? Eso no es lo que tienes que hacer. A partir de ahora, me hago cargo yo.

—Volveré al amanecer —Anunció el conserje—. Para recoger lo que quede de ellos. —Añadió con maldad

Se dio la vuelta y se encaminó hacia el castillo, agitando el farol en la oscuridad.

—No iré a ese bosque. —Dijo Draco con un dejé de miedo en su voz.

—Lo harás, si quieres quedarte en Hogwarts —Dijo Hagrid con severidad—. Hicieron algo mal y ahora lo van a pagar.

—Pero eso es para los empleados, no para los alumnos. Yo pensé que nos harían escribir unas líneas, o algo así. Si mi padre supiera que hago esto, él...

—Te dirá que es así como se hace en Hogwarts —Gruñó Hagrid—. ¡Escribir unas líneas! ¿Y a quién le serviría eso?

—¿Tienes miedo, Draco? —Le murmuró Alaska de manera burlona.

—Claro que no, yo nunca tengo miedo. —Le dijo.

—Harán algo que sea útil, o si no se irán —Continuó hablando Hagrid—. Si crees que tu padre prefiere que te expulsen, entonces vuelve al castillo y recoge tus cosas. ¡Vete!

Por supuesto que Draco no se movió. Miró con molestia a Hagrid, pero luego bajó la mirada.

—Bien, entonces —Continuó—. Escuchen con cuidado, porque lo que vamos a hacer esta noche es peligroso y no quiero que ninguno se arriesgue. Síganme por aquí, un momento.

Condujo a los chicos hasta el límite del bosque, levantando su farol señaló hacia un estrecho sendero de tierra, que desaparecía entre los espesos árboles negros. Una suave brisa les levantó el cabello, mientras miraban en dirección al bosque.

—Miren allí —Dijo Hagrid—. ¿Ven eso que brilla en la tierra? ¿eso plateado? Es sangre de unicornio. Hay por aquí un unicornio que ha sido malherido por alguien.

—¿Hay unicornios en el bosque? —Preguntó Alaska con interés.

—Los hay, y es la segunda vez en una semana que pasa esto. Encontré uno muerto el último miércoles. Vamos a tratar de encontrar a ese pobrecito herido, tal vez tengamos que evitar que siga sufriendo.

—¿Y qué sucede si el que hirió al unicornio nos encuentra a nosotros primero? —Preguntó Draco, incapaz de ocultar el miedo de su voz.

—No hay ningún ser en el bosque que los pueda herir si están conmigo o con Fang —Dijo Hagrid—. Y sigan el sendero. Ahora vamos a dividirnos en dos equipos y seguiremos la huella en distintas direcciones. Hay sangre por todo el lugar, debieron herirlo ayer por la noche, por lo menos.

—Yo quiero ir con Fang. —Dijo rápidamente Draco, mirando los largos colmillos del perro.

—Muy bien, pero te informo de que es un cobarde —Le explicó Hagrid—. Entonces yo, Harry y Hermione iremos por un lado y Draco, Neville, Alaska y Fang por el otro. Si alguno encuentra al unicornio, debe enviar chispas verdes ¿de acuerdo? Saquen sus varitas y practiquen ahora...

Alaska sacó su varita y tal como Hagrid le había pedido conjuro unas chispas verdes, al igual que ella, todos lograron hacerlo.

—Y no se separen por ningún motivo, si alguno tiene problemas, las chispas serán rojas y nos reuniremos todos... así que tengan cuidado... en marcha.

Alaska junto a su grupo se sdentratlb en el oscuro y silencioso bosque, después de andar un poco el sendero comenzaba a hacerse más estrecho, dificultando el camino. La rubia iba a admitir que la actividad que estaban realizando no la hacía sentir bien, sentía algo de miedo y la compañía de Fang no lograba tranquilizarla del todo.

Anduvieron en silencio, con la vista clavada en frente, muy pendientes por si alguna criatura se acercaba. De vez en cuando, un rayo de luna a través de las ramas iluminaba una mancha de sangre azul plateada entre las hojas caídas.

—¿Podría ser un hombre lobo hambriento el que esta matando a los unicornios? —Preguntó Neville muy preocupado y apegado a Fang.

—Deja de decir estupideces, Longbottom. —Lo calló Alaska, creyendo que mantenerse en silencio era lo mejor para ellos.

Todavía había manchas de sangre de unicornio en el serpenteante sendero, y cada vez se adentraban cada vez mas en el bosque donde  los árboles estaban más juntos y apenas se veía el cielo, sólo de ves en cuando se veían rayos de luna. Draco conjuro un hechizo para que su varita emitiera una luz, Alaska y Neville lo imitaron mientras la chica sentía al rubio caminar bastante apegado a ella.

De pronto se escuchó un extraño sonido, como si alguien estuviera deslizándose sobre las hojas secas. Parecía como una capa que se arrastrara por el suelo. Cuando el ruido cesó Draco se había escondido detrás de Neville y, en broma, lo había asustado. Neville soltó un agudo gritito y nublado por el terror envió las chispas rojas que subieron en el aire y luego, poco a poco, se fueron apagando, dejándonos casi en ls oscuridad.

A lo lejos se escucharon ruidos de cascos y bramidos y sin esperar por la ayuda de Hagrid, Neville soltó un grito más y salió corriendo, pero no fue lo único, ya que Draco también había echado a correr.

—¡Esperen chicos! ¿A dónde van? —Les grito Alaska perdiendolos de vista, sus gritos habían sido inútiles.

Encontrándose sola, Alaska iluminó el camino con su varita y recorrió el sendero que recordaba para volver con los demás, había lanzado las chispas una vez más y siguió caminando por el bosque, hasta que al fin los demás la encontraron.

Repentinamente una pequeña luz había aparecido a lo lejos y sólo momentos después Hagrid apareció frente a ella, los demás estaban detrás de él.

—Alaska ¿estas bien?

—Si, lo estoy.

—Eso es bueno, ahora... —Hagrid de volteó para mirar a todos—. Vamos a necesitar mucha suerte para encontrar algo después del alboroto que han hecho. Creo que lo mejor será cambiar los grupos... Neville, tú te quedas conmigo y Hermione. Harry, tú vas con Fang, Alaska y este idiota.

Así que los cuatro, contando a Fang, se internaron una vez más en el corazón del bosque. Caminaron cerca de media hora, internándose cada vez más profundamente, hasta que el sendero se volvió casi imposible de seguir, porque los árboles eran muy gruesos.

Había manchas de sangre en las raíces de los árboles, como si la pobre criatura se hubiera arrastrado en su dolor. Más allá pudieron ver un claro, más adelante, a través de las enmarañadas ramas de un viejo roble.

—Miren... —Murmuró Alaska, levantando un brazo para detener a los chicos.

Algo de un blanco brillante relucía en la tierra así que sin dudarlo se acercaron más. Era el unicornio y ya estaba muerto. Era hermoso y a la vez tan triste. Sus largas patas delgadas estaban dobladas en ángulos extraños por su caída y su melena color blanco perla se desparramaba sobre las hojas oscuras.

Harry había dado un paso hacia el unicornio, cuando el mismo sonido que Alaska y Draco habían escuchado hace un rato volvió a aparecer, como si algo se deslizara. El sonido lo hizo congelarse en donde estaba. Un arbusto que estaba en el borde del claro se agitó... Entonces, de entre las sombras, una figura encapuchada se acercó gateando, como una bestia al acecho.

Alaska, Draco, Harry y Fang permanecieron inmóviles ante el nuevo peligro.

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