No te olvides de Angélica.

By FlorenciaTom

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Cada día que pasa para Angélica se vuelve más extraño. Su familia ya no la tiene en cuenta para nada, ni siqu... More

Sinopsis
BOOKTRAILER
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
TRAILER II
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
#Wattys
Capítulo 19.
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 31
Capítulo 32
FINAL.
Próximos proyectos.
Trailer II
HISTORIA COMPLETA
Blenti ¿eres tú?

Capítulo 13

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By FlorenciaTom


Mi respiración, agitada.

Mi pulso, acelerado.

Mis piernas, temblaban.

Mi boca, reseca.

Mi mente, paralizada.

Blenti estaba llorando.

Era su llanto, era su mirada entristecida.

Eran sus ojos humedecidos, eran sus manos y pies frágiles.

Era la mirada de Olivia, era la mirada de Dylan, era mi mirada.

La mirada de mi padre, la mirada de mi madre.

Era mi hermano.

¿Cómo era posible? El accidente.

El accidente de hace dos años.

Todos salimos lastimados por un ciervo que se atravesó en el camino.

Todos salimos destrozados por la muerte de Blenti.

Todos...lloramos sin consuelo por la muerte de Blenti.

Me llevé las manos a la boca, sintiendo un horrible malestar.

Dios, lo había olvidado.

En mi mente pasaban imágenes del accidente, la recuperación y el entierro de mi hermano.

Era como si estuviera despertando en la realidad que no recordaba. En la realidad que se había ido sin motivos.

Caminé hacía él, y en cuanto vio que me acercaba, se bajó de la silla y corrió hacia mí, con desesperación, como si lo necesitara.

Cómo si lo hubiera querido hacer hace años.

Lo alcé en mis brazos y lo abracé con fuerza.

No podía dejar de llorar.

Estaba frío, y no respiraba.

Su rostro pálido se acunó en el hueco de mi cuello, helándome la piel y sus piernas se aferraron a mi cintura, como un koala bebé.

No sabía que decirle. No tenía palabras.

Simplemente el llanto entre los dos lo decía todo.

—¡Angélica, ya estoy en casa!

El grito de mi madre no nos separó.

Me aferré con más fuerza a él, con miedo a que se fuera. Con miedo a que no volviera jamás, con miedo a perderlo una vez más.

La puerta de mi habitación se abrió y me volteé, aturdida.

—¿Se puede saber ahora por qué lloras? —preguntó mamá, cruzándose de brazos.

Blenti la miró entre lágrimas y rompió en llanto una vez más.

—No me ve. —me susurró al oido.

—¿Lo ves conmigo? —le pregunté a ella, con un hilo de voz.

Mi madre abrió los ojos de par en par, recorriendo la habitación con la mirada.

—¿De qué hablas?¿Otra vez viste algún fantasma o algo parecido? No tienes que comentarme ese tipo de cosas a mí, sino al psicólogo Duran.

Cerré los ojos con fuerza, destrozada por el llanto de Blenti.

—Tengo a Blenti en brazos, mamá. Te acuerdas de él ¿verdad? ¿Te acuerdas del accidente de hace dos años? Está aquí, conmigo.

Tragó con fuerza y me miró como si estuviera loca.

—Angélica me estás asustando. —su voz se volvió temblorosa.

Su mano estaba aferrado al picaporte y sus ojos se llenaron de lágrimas automáticamente.

Sus palabras me atravesaron como un cuchillo en el pecho.

Di un paso hacia adelante y ella retrocedió, asustada.

—¡Mamá, te estoy hablando en serio! —insistí, abrazando con fuerza a mi hermano—¡Blenti es el hermano mellizo de Olivia!¿Cómo es posible qué no te acuerdes de él y...?

Me cerró la puerta en la cara.

Caminé con desesperación hacia la puerta en cuanto escuché la llave ingresar por la cerradura.

—¡Mamá! —grité agitando el picaporte—¡¿Por qué me encierras?!¡¿Por qué llevas la llave de mi habitación?!

El pánico me invadió y los gritos de Blenti no ayudaban en absoluto.

—¡Cuando regrese tu padre hablaremos!

Estaba llorando.

—¡No me encierres, mamá!

Bajó las escaleras y mis gritos de suplica fueron en vano.


Habían pasado ya dos horas desde que estaba encerrada en mi habitación, y la única luz que ingresaba era la de la ventana que solo iluminaba la biblioteca y la puerta del baño, luego, todo era oscuridad absoluta.

—Siento cosquillas en la espalda. —se quejó Blenti en un susurro, acunado en mi pecho y jugueteando con mi collar.

—A mi me duele.

Era verdad. El dolor había aumentado y mis pastillas habían quedado en el botiquín familiar, ya que últimamente no las había tomado porque el dolor no era tan fuerte como ahora.

Las lágrimas habían cesado, era culpa del estado de shock y todo lo que pasaba.

Ya había dejado de luchar para que mi madre me abriera la puerta y en la planta baja sólo se escuchaba el ruido del televisor prendido.

Me estaba dando por vencida, no porque fuera una cobarde, sino porque era en vano que les dijera que pasaba conmigo y sobre lo que veía, ya que de todos modos nunca me creerían.

¿Para qué insistir con algo que sólo yo podía tratar?¿Para que insistir con algo que no tenía sentido y me dejaba como una loca?

Me dolía que mi madre no me creyera, me dolía que no tuviera paciencia conmigo.

Ella me prometió no dejarme jamás sola, y mírenme ahora: estaba sola acunando el alma de mi hermano, encerrada en mi habitación hasta que regresara mi padre y los dos decidieran qué hacer conmigo.

A veces las promesas sólo se dicen para complacer al otro, olvidándose del verdadero valor que se aferra a la otra persona.

Blenti se sentía igual de pesado desde la ultima vez que lo vi.

Tenía su camisa blanca y los mismos pantalones que cuando partió.

¿Cómo pude olvidarme de él?

Apenas formulé esa pregunta en mi cabeza, las palabras de Robert resonaron en ella:

Disfruta del tiempo que tienes con tu familia y con los seres que amas. Un día tienes su mirada...y al otro día...luchas para obtener tan solo sus ojos posados en ti.

Tomé mi teléfono que estaba encima de la mesa de noche y me puse en linea en Facebook.

Ethan no estaba conectado, así que le dejé un mensaje, rogando que lo viera lo antes posible.

El reloj marcó las ocho de la noche y papá había llegado a casa. Lo había oído entrar, y Blenti me miró con tristeza.

Pensé con angustia: ¿Su sonrisa se había esfumado para siempre?

Escuché como la llave de la puerta era ingresada en el cerradura y pegué un respingo.

La luz se prendió y vi a mi padre ingresar con la peor cara de depresión del mundo.

Detrás de él estaba mi madre, quien no hizo contacto visual conmigo.

Eso me lastimó.

—Hola cariño. —saludó papá, como si tuviera un nudo en la garganta.

—Hola.

Ellos cruzaron miradas.

Papá se sentó con pesadez en la cama, hundiendo el colchón a la altura de los pies. Mamá tenía la vista en el suelo y se abrazaba así misma.

—Tu madre me comentó lo que te ocurrió...¿Quieres explicarme a mí con más detalles?

Apreté los labios y miré de reojo a mi hermano, quien yacía atento a cada movimiento de mis padres.

Algo no estaba bien, y Blenti parecía tener miedo ¿pero de qué exactamente?

—¿Para qué contarlo? —dije, a la defensiva—¿Te pondrás así cómo mamá, que no para de temblar y me encerraras en la habitación sin saber que hacer conmigo?¡Puedo luchar contra mis propios demonios papá, pero me encantaría que me apoyaran en esto!

Mi padre tenía sus ojos posados en mí y sus cejas se arquearon ante mis palabras que realmente me pesaban, creándome un horrible malestar en mi pecho.

—¡Somos tus padres y estaremos aquí para lo que sea!

—¡Genial!—solté irónica—¡Ahora explícame por qué no recuerdan que, en el accidente que tuvimos hace dos años, Blenti murió!

Sus ojos se abrieron, horrorizados. Miró a mi madre y ésta no supo que decir. Volvió a posar su atención en mí, anonadado.

—Hija...¿quién es Blenti? —preguntó con su voz apenas audible.

Miré a mi hermano en brazos y este se acurrucó en mi pecho, comenzando a llorar a gritos. Odiaba que tuviera que presenciar todo aquello, él no se lo merecía.

Cerré los ojos con fuerza y contuve las lágrimas.

Ellos no lo recordaban y eso me partía el alma. Era una situación desesperante.

—Blenti es el hermano mellizo de Olivia —expliqué con lentitud y midiendo lo que diría—.Murió en el accidente que tuvimos. Él estaba en mis brazos, mirando por la ventanilla,—por favor, no quería llorar—apoyando su manita en el vidrio empañado...hasta que él salió disparado. Ya no lo sentí junto a mí, ya lo había perdido—me quebré—¡Dios, si tan sólo hubiera llevado el cinturón de seguridad eso no hubiera ocurrido y él estaría aquí con nosotros en carne y hueso!

La expresión de mis padres no cambió en absoluto: era de puro horror.

—No sé que decirte —musitó papá, con los ojos llenos de lágrimas. Parecia preocupado, no por lo de Blenti, sino por mí—.Tengo que ser sincero contigo cielo, no es que no quiera creerte pero...es imposible que lo que digas es cierto. Eso jamás pasó. Las únicas personas que estaban en el auto eramos nosotros cinco: Tu madre, Dylan, Olivia, tú y yo. Salimos ilesos, sólo con cicatrices y recuerdos de un mal momentos. Nada más.

—Créeme que eso mismo pensaba yo hasta el día de hoy —dije con franqueza—. Por favor, ahora déjenme sola.

Era inútil seguir insistiendo.

Papá abrió la boca para decir algo, pero prefirió abandonar la habitación con mamá en silencio.

—¡Mamá y papá no me quieren! —gritaba Blenti.

Sus palabras me mataban.

—Ahora yo estoy aquí.

La ventana de mi habitación se abrió y me pegué un susto de muerte al ver que ingresaban dos sujetos encapuchados.

En cuanto uno de estos dejó su rostro al descubierto, solté el aliento, aliviada.

Ethan y Robert estaban en mi habitación.

—¿No tienen otra manera de ingresar sin provocarme un paro cardíaco? —solté, furiosa.

Ethan se encogió de hombros, libre de culpas, y Robert se ruborizó.

Los dos caminaron hacia la cama y sonrieron al ver a Blenti en mis brazos.

—¿Y este pequeñin? Hola campeón.—saludó Ethan, acariciándole la mejilla humedecida.

Blenti lo miró con el entrecejo fruncido, confundido.

—Es mi hermano fallecido.

Los dos pestañearon, perplejos.

No me sorprendía en absoluto que pudieran verlo. Ya no me sorprendía en ABSOLUTO todo lo que me estaba pasando.

—¿Qué?

—Se terminó todo el misterio. Ahora explíquenme qué pasa antes de que enloquezca. ¿Un Ángel?¿En serio? Entonces ¿Dónde están mis alas y mi arpa?¿Dónde está mi túnica y mi cabello dorado lleno de tirabuzones perfectos?

Ethan y su amigo se miraron una vez más, y ya estaba odiando que me dejaran hablando sola.

—Oye...eso no existe. Las alas crecerán el primero de Diciembre así que...

—Entonces es verdad...—interrumpí, con la voz apagada.

Así que era eso lo que pasaría el primero de Diciembre.

Miré a mi hermano que se encontraba en silencio, como si estuviera asimilando aún lo que había pasado con papá y mamá.

Tardé tanto en comprender que estaba pasando a mi alrededor, me sentía como si estuviera en un libro.

Maldición, tenia que dejar de comparar mis problemas con los libros. Todo aquello era tan confuso.

Ethan se sentó en la cama, soltando el aliento con pesadez.

—Cuando nacen mellizos y gemelos, estos no vienen en vano al mundo. Uno pertenece a la tierra y el otro a la Guardia Celestial. El mellizo o gemelo nace y se queda teniendo una vida normal, mientras que el otro nace para ser ángel guardián de alguna persona desgraciada y que lo salve para la nueva generación. Hay algunos que se vuelven arcángeles.

—¡¿Que tu guardia qué?!

—La Guardia Celestial son un conjunto de personas que nacieron solo para ese propósito. Todos los que tienen a un gemelo son los encargados de proteger la vida de alguien para la nueva generación.

—¿Qué es la nueva generación?

—Esa es la parte más triste de la historia, Angélica —se lamentó—. ¿Alguna vez escuchaste hablar del fin del mundo? Bueno, ahora quiero que sepas que eso no es una estupidez.

Se me hizo un enorme en la garganta.

—¿El fin del mundo?

—No naciste para ser humana Angélica. Ni yo, ni Robert, sino, para pertenecer a nosotros. Estos días serán muy duros para ti...ya que tus...

Sus palabras se interrumpieron con brusquedad, y miró con detenimiento una fotografía familiar de marco de madera.

Me llevé una mano a la boca al ver que mi imagen, comenzaba a desvanecerse frente a mis ojos, hasta ya no quedar nada de mí en la fotografía.

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