Alma Envenenada

By A_M117

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Un mundo pudriéndose rápidamente, un decreto casi olvidado, una chica con un pasado incierto y una vida destr... More

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< Aviso >
Introducción
Sinopsis
El pasado 1
El pasado 2
El pasado 3
El pasado 4
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By A_M117





El silencio se extendía por el solitario lugar que hacían llamar "recibidor" los pueblerinos, y la noche comenzaba a caer tomada de la mano con las bajas temperaturas.

Los tres jóvenes descansaban sobre los asientos de la sala de espera, rígidos y mudos. No querían dirigirse la palabra más que para lo estrictamente necesario, se encontraban exhaustos después de haber discutido en el transcurso del viaje.

Un día completo había sido suficiente.

Ailana se había tenido que tragar los regaños gracias a la droga que le habían estado administrando en la comida. Ella no lo sabía al principio, pero no se sorprendió. Y tampoco pudo negarse a comer para evitarlo, sabía muy bien que matarse de hambre no funcionaba. El hambre se manifestaba de una forma más atroz.

Gracias a todo eso se encontraba con un humor aún más agrio y áspero de lo habitual, al igual que sus compañeros, – ahora cuidadores – que buscaban la paciencia para no alegar de nuevo. La poca importancia de ella hacia su cuerpo delgado y lacerado, les resultaba desesperante.

La discusión no había sido por enojo, sino por preocupación y tristeza.

— Deja de moverte tanto, puedes abrir alguna sutura.— demandó Circe.

El movimiento por parte de la castaña no paró, lo cual hizo rechinar los dientes a Circe y componer una mueca a Jesper.

— Ailana. — Advirtió.

—Estoy intentando producir calor, los huesos se me hielan.—  gruño la chica.

Todo su cuerpo tiritaba, el algodonoso abrigo no parecía surtir efecto contra el clima del lugar, tan frío que una estela de humo brotaba de su boca al abrirla. Tan frío, pero sus compañeros no estaban de la misma forma, casi como si solo le afectara tanto a ella, como si la atacara, aunque pensar de esa forma era absurdo. Todo era por el estado en el que se encontraba. Drogada y débil.

Aquel lugar donde habían llegado, estaba bastante retirado y se podría decir que oculto en el bosque, no había otra persona en el recibidor, por lo cual dedujo que quizás muy pocas personas salían y entraban de ahí.

Nos han refundido en el final del mundo. Pensó amargamente.

Incluso el dichoso recibidor era un cabaña de tamaño mediano con muebles un tanto antiguos y una chimenea encendida pero al parecer inútil. El lugar no era feo, pero si extraño. Las dos personas que encontraban atendiendo el lugar, una mujer alta y un hombre más bajo pero musculoso. Les habían revisado las maletas, incluso habían intentado examinarla, tocarla con una especie de pétalo, algo que impidió Circe al comunicar su estado de salud. Aunque eso era una pequeña mentira, la verdadera razón por la que impidió que fuera tocada era por su carácter.

Un dedo encima suyo significaba una mano menos.

Después de ese extraño comportamiento, aún los dos individuos los miraban fijamente, serios e incluso parecía que examinaban cada movimiento que hacía.

¿Qué demonios le sucede a esta gente? Se preguntó mentalmente.

Nunca la habían tratado así. Bueno, no tenía más que un par de experiencias de viaje, pero incluso Jasper y Circe se percibían extrañados.

En un intento por encontrar calor para así poder procesar todo lo que sucedía, llevó sus piernas contra su pecho sin darle ni un gramo de importancia al dolor físico que le causó la acción. Físicamente estaba bastante delicada, pero sabía amedrentar más eso que su propia mente, la cual la mantenía nerviosa y alterada. Y aunque no estaba dispuesta a decírselos, ellos lo sabían. Viajar y conocer lugares era algo normal, pero por ese lado lograban comprenderla un poco; no había salido de ese castillo desde los 8 años. La sobre estimulación visual y sensorial la estaba comiendo viva, además tenía que meterse en la cabeza la idea de su nueva vida de una vez por todas. Algo nada fácil, la oleada helada no la dejaba ni desviar su atención por mucho.

— Este lugar es una maldita porquería, me voy a congelar viva. — se quejó temblorosamente, la barbilla le temblaba por la temperatura.

La mandíbula de la rubia se apretó guardándose las palabras, pero el chico de pelo chocolate no pudo. De los dos posiblemente era quien más se había preocupado.

— Es la consecuencia de lo que has echo. —

Lo hubiera golpeado pero apenas y podía moverse, su cuerpo comenzaba a sentirse entumido.

— Vete a la mierda. — vociferó. — Denme algo para calentarme, a este paso me va a dar hipotermia y va a ser su maldita responsabilidad. —

Ahí fue cuando por primera vez en todo el rato, le dirigieron la mirada, solo para terminar componiendo una mueca de confusión. Era normal que sintiera frío, su cuerpo estaba demasiado débil como para producir calor y permanecer en una temperatura estable al igual que ellos. Pero el abrigo que tenía encima era tan pomposo como para hacerlos sudar y aun así se veía tiritar, aún más pálida y lo más extraño; un pequeño hilo de sangre baja por su oído.

Rápidamente el cuerpo masculino la atrajo sobre si y la envolvió con su propio abrigo, escondiendo su rostro en su pecho, evitando que mirase los puntos brillantes entre los árboles y plantas, los cuales había estado mirando curiosa a través de la ventana desde que llegó. En cuestión de segundos empezó a elevar su temperatura corporal, como un vampiro sin el castigo, el color del sol aún lo acompaña.

Circe por su parte, tomó su celular corriendo a llamar a Wyatt, el encargado de llevarlos a su nueva casa, para apurarle. No podía permitir que los otros la vieran y no podía dejar que perdiera la conciencia.

¿Qué pasaría si la parte consciente de ella se perdía? Claramente algo dentro se sentía amenazado.

Ailana de pronto estaba demasiado cansada para moverse, ni siquiera hizo el intento de salir de los brazos de Jasper. Es como si le hubieran picado el botón de apagado. El frío seguía presente, pero lo demás comenzaba a dormirse. Los ojos le pesaban, pero no estaba relajada para nada. No quería perder la conciencia pero se le dificultaba luchar contra ello.


Una media hora después apareció Wyatt, quien agitado bajo del vehículo y prácticamente corrió a comprobar el estado de la princesa, quien se encontraba entremedio de Jasper y Circe, un poco mejor después de que los dos cuerpos la cubrían y compartían su calor.

— Perdonen la tardanza, ¿Cómo se encuentra Ailana? — preguntó bajo mientras se sacaba su saco y la cubría. Aún no había visto su rostro, Ailana tenía la cabeza gacha con el pelo castaño cubriéndole el rostro.

— Un poco mejor, pero parece ser que por el momento no podemos permite que tenga mucho contacto con el exterior. Ni siquiera la luz de este. — Le respondió Circe de la misma forma.  No querían que ella escuchara.

Ailana por su lado, se encontraba como en un trance. Atontada e incapaz. Un estado influido oportunamente por Circe para poder manejar la situación. El cual solamente había tenido efecto por su debilidad.

Respirar

Exhalar

Respirar

Exhalar

Lastimosamente no iba a durar mucho, sus poderes de bruja – aunque sumamente poderosos–comenzaban a producir menos efecto en ella.

Wyatt no perdió tiempo, la tomó en brazos. Ailana había perdido la movilidad, la leve dosis de droga se comenzaba a sentir demasiado fuerte.

— Déjame caminar a mi. — aún así; con las extremidades sin fuerza y flácidas, su mente era más poderosa. El problema es  que no era de buena forma.

Ni siquiera puedes lograrte poner de pie por un simple cesante.

Las voces se escuchaban débiles, pero seguían ahí. Este estado de debilidad es una vergüenza para ellas, un estado humillante, digno de más que una simple cachetada. ¿Tan débil era? ¿Qué no se le había enseñado a resistir más allá de sus límites? ¿No lo supero antes? Fue un mes entero lo que permaneció ahí, esa versión de ella estaría asqueada. ¿Se había debilitado? ¿Lo necesitaba a él de nuevo?

— He dicho que me dejes caminar. — Está vez su voz no se escucha como una petición, sino como una orden directa y tajante. Intimidante, similar a su madre. O quizás más feroz que eso.

El tono hizo efecto en las tres personas, en un segundo el paso de todos se detuvo. Justo después de salir de la cabaña. Lo han reconocido y no pueden negarse, simplemente el puro instinto no se los permite completamente. Por lo menos en dos de ellos.

Circe, como la única sin una pizca de lobo en su adn, no la regía el instinto. Lo que hizo que se detuviera fue el miedo.

— Ailana, no puedes caminar ahora mismo. Tu estado puede volver a empeorar, será mejor si permites por esta vez que Wyatt te lleve. — La voz de Circe sale precavida, sumisa pero aún así no la convence.

— Bájame ahora mismo. — palabras con una vibra dura que provocan una reacción mecánica en el hibrido de lobo.

Una vez los pies tocan el suelo, todo sale mal. Las piernas tiemblan y cae en el pasto húmedo, su cuerpo duele automáticamente pero eso no es lo que provoca que sus labios tiemblen y sean mordidos hasta que el líquido ferroso bate su lengua.

El sentimiento de asco hacia sí misma llena su interior. Y últimamente es aun más fuerte. Aún cuando a pesar de las heridas que se provoca, su cuerpo no para de volverse más fuerte.

Las tres personas inconscientemente han dado un par de pasos hacia atrás esperando la reacción violente. La cual no llega. Ailana está más concentrada en evitar quebrarse, romperse ante la desdicha de su debilidad, ante lo que le han echo.

Drogada y abandonada como un animal de circo. Y eso es lo que es, un simple show, simples y superficiales imágenes.

El que los demás no se enteren de la desgracia que es. Que su madre pueda seguir manteniendo su imagen perfecta.

— Esto no es tu culpa, ellos no debieron de darte algo así. Esa droga podría acabar conmigo y tú la estás sobrellevando. — el primero en volver  junto a ella a sido Wyatt, ahora con un semblante serio pero una mirada dura.

¿Es que no lo ven?

Las palabras no la ayudan, pero esta demasiado harta. Sin resistencia apoya su rostro en el pecho del hombre joven, la a levantado y continuado su andar, llevándola hacia el auto. Un transcurso corto, pero lo suficiente.

Sus ojos desiguales han captado de nuevo lo que veía por la ventana. Esta vez lo puede ver completamente y ante ello se a desarrollado un sentimiento contradictorio. Atracción y repulsión por partes iguales.

— ¿Ailana? —

Entre los árboles y el pasto, se pueden percibir cientos de unas flores brillantes y cristalinas. Su fulgor ilumina delicadamente la noche y al ponerle mayor atención, su pecho se hincha cálidamente pero el desagrado parece no poder irse. Las conoce.

— Entonces eso hacen. —

— ¿Te gustan? —

— Son preciosas, ¿Quieres plantar más? —

— Sí, ¿pero puedes decirle a alguien que plante muchas en todos lados? Quiero verlas a donde sea que vayamos —

— Claro preciosa, alegraran este amargo mundo —

Un jadeo de sorpresa retumba en la penumbra. Esas dos voces distorsionadas inundan su cerebro en pláticas incomprensibles e imágenes tan rápidas que no capta nada con claridad, produciéndome un dolor punzante y agudo, el cual provoca que sus sienes presionen y el bolo alimenticio suba por su garganta.

— Por favor no llores, todo estará bien. —

— ¿Qué es les pasa? ¡¡No funcionan!! —

— No pasa nada, te lo prometo. —

Ella hace su  mayor esfuerzo por volver a la realidad, de por lo menos lograr entender alguna imagen, pero solo aumenta el dormir  y la invade la sensación de asfixia. Su cuerpo se contrae y sus uñas se encajan en la piel de Wyatt, pero su instinto es tan que puede percibir el miedo fluyendo, el como su agarre disminuye y su respiración se acelera.

— Ayúdame. — siente el fuego comenzar a quemar, el pánico la llena sacudiéndola de arriba abajo sin problema alguno, como si fuera simplemente una frágil y vacía muñeca esperando por ser llenada.

Unas imágenes se repiten con más velocidad y fuerza, hasta que son captadas. Un lago cristalino, un enorme árbol brillante, unas manos sosteniendo un capullo y un par de ojos desesperados.

¿Quienes eran?

¿Quién hizo esas flores?

¿Qué son?

¿Qué le pasa?

¿Qué fue eso?

¿Qué es este lugar?

Esta es su bienvenida a ese pueblo extraño, el lugar libre de bestias.

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