Cuando comienza a oscurecer decidimos entrar para que se despida de mamá y luego ir a dejarlo a su casa. Al llegar al living no esperaba y creo que él tampoco, ver a mi hermano sentado en el sillón junto con mi papá.
—¡Diego! Que sorpresa —dice mi padre alegremente mientras se levanta para saludarlo.
—Sí, que sorpresa —repite mi hermano, claramente enojado.
—¿Qué? ¿No puedo invitar a un viejo amigo a pasar la tarde conmigo?
—¿Un viejo amigo? —pregunta enarcando una ceja.
—Sí —me paro desafiante y sé lo que eso lo molesta—. ¿Algún problema?
—¿Por qué tendría algún problema con mi mejor amigo?
—¿Te quieres quedar a cenar? —pregunta mi padre, totalmente externo a la tensión que hay en el aire.
—No, gracias. Ya he estado suficiente tiempo aquí y no quiero seguir molestando.
—Sabes que no es ninguna molestia.
Lo veo en apuros, sé que hubiese aceptado cenar sin dudarlo si Adam no estuviera aquí, pero ahora está muy incomodo y como soy un ángel enviado del cielo decido ayudarlo.
—Diego tiene muchas cosas que hacer, será mejor que lo lleve pronto a su casa.
—¿Por qué lo llevas tú?
—Porque su auto está malo, deberías saberlo.
—Claro que lo sé, y no es necesario; vivimos juntos así que yo lo llevaré.
—Pero si acabas de llegar.
—Sí, pero solo venía a saludar. Además le prometía Steph que la pasaría a ver.
—Es una lastima —dice mi padre—, deberían pasarse para cenar otro día.
—Sí, claro. Algún día.
Mi hermano le da una mirada asesina a su amigo antes de dirigirse a la puerta. Diego antes de salir, se depide de mi padre con un apretón de manos y luego deposita un pequeño beso en mi mejilla.
Mentiría si dijera que ese insignificante contacto no provoca nada en mí, porque me quedo de pie mirando hacia la nada, sin reaccionar y creo que papá me habla varias veces para que salga de mi extraño trance.
—¡Lizzie! ¿Estás bien?
—¿Qué? Umm... Sí, yo... subiré un rato.
Me sigue mirando extrañado y yo subo a toda velocidad por la escalera. Escucho las risas de mi hermana y mi hija en mi habitación pero necesito estar sola por lo menos un momento. Llego a la sala de estar del tercer piso y me encierro. Haber aceptado ser su amiga, puede que sea una de las decisiones más estúpidas que he tomado; en vez de alejarme del peligro estoy entrando a la boca del lobo y por voluntad propia.
Me siento en uno de los sillones y saco mi celular, me debato entre hacerlo o no hasta que decido que sí.
«¿Muchos problemas con el señor gruñón, amigo?»
Dudo en si enviarlo o no, pero bueno es solo un mensaje y no dice nada del otro mundo. Su respuesta no tarda en llegar.
«Ja ja, se aburrió de gritarme y ahora no me habla, me ignora, amiga»
«Siento haber provocado una pelea innecesaria entre ustedes. ¡Ah! Y dile a mi hermano que madure, tiene veinticinco como para hacerte la ley del hielo por esta estupidez.»
«No te preocupes, ya le dará hambre en casa y tendrá que hablarme o morirá.»
«La comida mueve montañas, ¿o era la fe? Supongo que en el caso de mi hermano es la primera.»
«¡Cuanta razón! Me despido, amiga. Gracias por mejorar mi día y saludos a Cassia.»
«Le enviaría un saludo a Adam, pero no creo que eso termine bien. Buenas noches, amigo.»
Me envía un «emoji» y guardo el teléfono; soy una idiota y la sonrisa, por más que quiera no se me borra con nada. Releo un par de veces los mensajes y luego lanzo el celular al otro sillón, no tengo ningún cuidado; la pantalla ya está rota y no le pasará nada más.
Me quedo dormida sentada ahí y cuando despierto estoy tapada con una manta, tengo el cuello un poco adolorido por la mala postura y cuando veo la hora me sorprendo al ver que dormí casi tres horas. Bajo a ver a mi hija, quién está profundamente dormida en mi cama con mi madre a su lado.
—No te quise despertar, te veías tan cansada —dice mamá cuando me ve—. Cassia también estaba agotada así que la hice dormir.
—Gracias, mamá.
—¿Cómo estuvieron las cosas con Diego?
—¿Estás intentando insinuar algo? —entrecierro los ojos y ella se ríe.
—¿Yo? —se hace la inocente pero estoy segura de que lo está fingiendo—. No insinúo nada.
—¡Ah! Pues, estuvieron bien las cosas, hablamos un largo rato.
—Me pregunto por qué tu hermano se enoja tanto cuando los ve juntos.
—¿Qué quieres decir ahora?
—Nada, supongo que está celoso.
—¿De qué estaría celoso?
—¿No recuerdas cómo era con Benjamín o con cualquier chico que traías a la casa?
—Sí, pero en eso tal vez tenía razones para ponerse celoso porque yo estaba interesada en ellos o ellos en mí.
—¿Y en Diego no estás interesada? —me mira con una media sonrisa—. ¿Y él no lo está en ti?
—¡Mamá! —exclamo lo más silenciosa que puedo para no despertar a mi hija.
—No es necesario que respondas, soy tu madre —me guiña un ojo y camina hacia la puerta dejándome entre indignada y avergonzada—. ¡Ah! Ahora que lo recuerdo, tu hermana te estaba buscando.
Me quedo de pie en el marco de la puerta un buen rato, intentando hacerme una idea de dónde saca esas ideas mi mamá y en un momento llegó a la conclusión de que tal vez ella sabe que algo hubo entre nosotros; pero descarto esa teoría enseguida ya que eso es algo imposible, debe ser otra de sus bromas y yo estoy preocupándome por tonterías que no tienen pies ni cabeza.
Voy a la habitación de mi hermana para ver que es lo que quiere y la encuentro mirando varios conjuntos de ropa que están encima de su cama. La miro con sospecha, algo se trae entre manos.
—Hola, hermanita —me dice apenas me ve.
—¿Qué quieres? —conozco el truco mejor de lo que cree.
—Que me ayudes a salir sin que mamá y papá se enteren. ¡Vamos! Tú igual salías a escondidas a mi edad, incluso antes y yo nunca dije nada, siempre te cubría aunque tuviera diez años.
—¿A dónde quieres ir?
—A la casa de una compañera. Por favor di que sí, prometo que me portaré bien.
—Te llevaré y estaré a las tres de la mañana fuera de la casa de tu amiga. Ni un minuto más o será la última vez que te cubra.
—Eres la mejor hermana del mundo ¿lo sabías? —pongo los ojos en blanco mientras me abraza—. ¿No tiene ropa de cuando eras joven que me prestes?
—¿Me acabas de decir vieja?
—Síp.
—Cuida tus palabras, recuerda de quién depende que papá no te castigué por escaparte.
—¿Me estás extorsionando?
—Claro, para que estamos las hermanas. Termina de arreglarte pronto antes de que me aburra.
No sé en que momento mi hermana creció tanto y tampoco soy tan ingenua como para pensar que es la primera vez que se escapa, no puedo culparla, comencé a mentirle a mis papás y salir a escondida a los catorce, así que no tengo cara para decirle que eso está mal. Desearía haber tenido una hermana que me cubriera de esta forma, si fuera por Adam me hubiese tenido encerrada por siempre.