Fingiendo Amor © Nueva Versi...

By KarenMataGzz

55.1M 3.7M 6.9M

Ellie Russell es la admiración de muchas chicas. Hija de padres millonarios, capitana del equipo de animadora... More

Antes de leer...
Sinopsis
Prólogo | El origen de todos mis problemas
Capítulo 1 | Un trato con Hunter Cross
Capítulo 2 | Comienzan los rumores
Capítulo 3 | La nueva reina del instituto
Capítulo 4 | El club de los marginados
Capítulo 5 | Visitas inesperadas
Capítulo 7 | La gota que derramó el vaso
Capítulo 8 | Pequeños secretos
Capítulo 9 | Cometiendo ilegalidades
Capítulo 10 | Primera vez en detención
Capítulo 11 | El lado oscuro de Hunter Cross
Capítulo 12 | Sentimientos encontrados
Capítulo 13 | Es hora de soltar y dejar ir
Capítulo 14 | Cita clandestina
Capítulo 15 | Nueva condición
Capítulo 16 | Nido de pájaros y el ataque de un vampiro
Capítulo 17 | Un sueño demasiado real
Capítulo 18 | Carne de res y pollo agridulce
Capítulo 19 | La dura y cruel realidad
Capítulo 20 | Clases de defensa personal
Capítulo 21 | Red Velvet
Capítulo 22 | Música, juegos y alcohol
Capítulo 23 | Hunter Cross, tu niñera de confianza
Capítulo 24 | Compartiendo información
Capítulo 25 | Primogénito no nacido
Capítulo 26 | Silencio en la biblioteca
Capítulo 27 | Nos vamos de campamento
Capítulo 28 | Primer día en el campamento
Capítulo 29 | Segundo día en el campamento
Capítulo 30 | Bad boys bring heaven to you
Capítulo 31 | Flores favoritas
Capítulo 32 | Pequeños imprevistos
Capítulo 33 | Ataques de ira
Capítulo 34 | Más y nuevos imprevistos
Capítulo 35 | Cena familiar
Capítulo 36 | El trato se termina
Capítulo 37 | No todo es color de rosa
Capítulo 38 | Buenas calificaciones y rodajas de pepinillos
Capítulo 39 | Gustos musicales
Capítulo 40 | Reunión familiar
Capítulo 41 | Fiesta de cumpleaños
Capítulo 42 | Sólo el principio
Capítulo 43 | Planes a futuro
Capítulo 44 | Cita doble
Capítulo 45 | Ropa negra y funerales
Capítulo 46 | Confesión y separación
Capítulo 47 | Una mejor versión de sí mismo
Capítulo 48 | Punto de quiebre
Capítulo 49 | Noticia inesperada
Capítulo 50 | Algo que sólo yo puedo ver
Capítulo 51 | Latidos
Capítulo 52 | Vamos a casa
Capítulo 53 | Dame una oportunidad
Capítulo 54 | Manzanas caramelizadas
Capítulo 55 | Había una vez, hace mucho, mucho tiempo
Capítulo 56 | No puedes huir y tampoco esconderte
Capítulo 57 | Pérdida
Capítulo 58 | Aún no

Capítulo 6 | Burritos congelados

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By KarenMataGzz

Lo primero que vi al abrir la puerta, fue la espalda de una chica de largo cabello oscuro, meneándose una y otra vez encima de Hunter. Él estaba acostado de espaldas sobre la cama, sujetándola de las caderas con las dos manos. La escena en sí no era tan perturbadora, lo que lo hacía así eran los escandalosos sonidos que hacía la chica cada vez que él la presionaba contra su cuerpo, y el hecho de que ambos estaban completamente desnudos.

Con los ojos muy abiertos, me tapé la boca y di un paso atrás.

Decidida a no interrumpirlos, traté de irme de ahí en silencio, pero en cuanto solté el pomo de la puerta, este hizo un ruido tan fuerte que terminó por llamar la atención de ambos individuos. Cuando Hunter y la chica echaron un vistazo en mi dirección, me miraron como si yo fuera alguien cuyo pasatiempo era espiar a otras personas teniendo sexo. Abrí la boca para disculparme, pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta.

Además, ¿qué se supone que iba a decirles? ¿Algo como: «No se detengan, sigan en lo suyo»?

—¡¿Qué está haciendo ella aquí?! —gritó la morena, poniéndose histérica.

—Zoe... —suspiró Hunter con cansancio, pasándose una mano por el cabello.

Desesperada por salir de esa embarazosa situación, me di la vuelta y salí corriendo de la habitación. Pensé que eso sería lo más vergonzoso de todo, pero justo cuando me encontraba cruzando de nuevo la sala de estar, escuché pasos apresurados detrás de mí, seguido de un fuerte, realmente fuerte, tirón de cabello. La chica que hace unos segundos había estado meneándose encima de Hunter, estaba ahora frente a mí, vestida únicamente con una camiseta negra que apenas cubría su desnudez, tirando de mi coleta como si quisiera arrancármela.

—¡Auch! —me quejé, siendo arrastrada por la morena hacia el centro de la sala.

—¡Eres una desvergonzada zorra! —chilló ella, dándome un bofetón.

Me llevé una mano a la mejilla y la miré horrorizada. Esa era la primera vez que alguien me golpeaba.

—¡Zoella! —la llamó Hunter, apartándola de mí.

Él iba casi desnudo, solo se había puesto un par de calzoncillos tipo bóxer en color negro.

—¿Te vas a poner de su lado? —le preguntó Zoella, furiosa. Aunque Hunter no respondió, se puso delante mí para protegerme con su cuerpo—. ¡Dijiste que no tenías nada con ella! ¡Dijiste que solo era una mentira!

—Zoe...

—¡Maldito imbécil! —siguió gritando ella, dándole de puñetazos sin sentido—. ¡Eres un hijo de puta!

Sorprendida por la agresividad de la chica, di un paso atrás para no verme implicada de nuevo. A decir verdad, nunca había visto a una mujer comportándose de esa manera. Era como si hubiese perdido la cabeza. Por otro lado, Hunter se mantuvo quieto en su lugar, aceptando los golpes de Zoella con una mueca de fastidio.

—¿Ya terminaste? —le preguntó él cuando Zoella hizo una pausa para clavar sus ojos oscuros en los míos.

Asustada de ella, me escondí detrás de Hunter al igual que una niña pequeña.

—¿Cómo demonios entraste? —gruñó, mostrándome los colmillos como una leona.

Hunter me echó un vistazo por encima del hombro como si se preguntara exactamente lo mismo.

—Pues yo... —comencé, pero Zoella no me dio tiempo de terminar lo que iba a decir.

—¡¿Te dio una copia de sus llaves a ti, cuando a mí jamás quiso dármelas?! —exclamó ahora con rabia, dando un paso al frente para abalanzarse sobre mí—. ¡Voy a matarla, Cross! ¡Te juro que voy a matarla! —rugió.

—Joder, ¿quieres calmarte de una puta vez? —espetó él, sujetándola de los brazos.

—¡Vete a la mierda! —gritó ella, soltándose de su agarre para darle un puñetazo en la cara.

Me quedé con la boca abierta.

Después de eso, Zoella se dio la vuelta y salió del departamento dando un portazo. Un momento, ¿de verdad acababa de irse vestida únicamente con la camiseta de Hunter? ¿Sin bragas? ¿Qué es lo que le pasa?

—Lo siento —balbuceé, avergonzada por todo lo que mi visita había provocado—. No sabía que...

—¿Cómo demonios entraste a mi departamento? —exigió él con lentitud, girándose hacia mí para enfrentarme.

Oh, no. Él también estaba furioso conmigo.

—Bueno, yo... uh....

Se acercó a mí despacio, obligándome a retroceder hasta que mi espalda topó con la pared del pasillo. Me miró con unos ojos tan sombríos que un escalofrío se propagó por mi cuerpo, dejándome sin respiración.

—¿Y bien?

—L-la chica de la recepción —logré decir, con el corazón martilleándome en las costillas.

—Mónica —siseó él, entornando los ojos—. Así que ella te dio las llaves...

—Sí, ella —repliqué—. Ahora si no te importa, me gustaría que dejaras de invadir mi espacio personal.

Una sonrisa tiró de sus labios, pero no se movió de su lugar. En vez de eso, plantó las manos en la pared a mis espaldas y se inclinó sobre mí, como si estuviera a punto de compartir un peligroso secreto conmigo.

—No me conoces, Ellie. Podría ser todo lo que los rumores dicen sobre mí. Un ladrón, un drogadicto o incluso un asesino —acercó su rostro al mío, sonriendo con intenciones perversas—. Ahora mismo eres una chica indefensa —continuó, desanudándome la corbata del uniforme—. Cometiste un error al venir aquí sola.

Sabía lo que estaba haciendo, trataba de asustarme.

—Tú no vas a hacerme daño —dije muy tranquila, orgullosa de que mi voz no temblara.

Hunter ladeó la cabeza hacia un lado, estudiándome con sus afilados ojos verdes.

—¿Por qué estás tan segura de que no lo haré? —me preguntó, deslizando un dedo por mi cuello.

—Porque puedo verlo en tu mirada —le dije—. No eres una mala persona.

Algo extraño pasó por su cara, algo que parecía rabia contenida. Con una inesperada rapidez, rodeó mi cintura con uno de sus poderosos brazos y tiró de mí hacia él, presionándome contra su duro pecho.

—¿Quieres que te muestre de lo que soy capaz? —susurró, con una voz cargada de amenaza.

Mi pulso se aceleró, pero no me importó. No iba a dejar que me venciera.

—Haz lo que quieras —respondí, sosteniéndole la mirada—. No te tengo miedo, Hunter.

Quizás era cierto que su apariencia intimidaba muchísimo. Sin embargo, había algo dentro de mí me decía que él no era capaz de hacerle daño a una chica. De ser así, todo el mundo ya estaría hablando sobre eso.

Hasta ahora, los únicos rumores que había sobre él eran ese en el que supuestamente se dedicaba a vender y distribuir drogas en el instituto, ese otro en el que decían que le había tirado los dientes a un oficial policía de un solo puñetazo, o incluso aquel en el que aseguraban que Hunter era el hijo de un miembro importante de la mafia rusa, y que algún día iniciaría una guerra para tomar el control de Seattle con sus puños.

Bien, la persona que inició ese último rumor tenía demasiada imaginación o demasiado tiempo libre.

—Mmm... —dijo después de un rato, apartándose de mí—. Que chica tan interesante.

Aun en contra de mi voluntad, mis ojos descendieran un poco por su cuerpo.

Hunter tenía una espalda ancha y el torso hermosamente trabajado, además de unos abdominales perfectamente esculpidos que lo hacían parecer una escultura de un templo. ¿Cómo era posible que tuviera esa clase de cuerpo? La mayoría de los chicos de nuestra edad no tenían tantos músculos, ni siquiera los del equipo de fútbol. Lo que más me sorprendió de él, fue que sus brazos estaban completamente cubiertos por una serie de extraños tatuajes en tinta negra, que comenzaban en sus pálidos hombros y se extendían hasta las muñecas.

¿Por qué parecía que se los había hecho al azar?

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, burlándose de mí al notar la manera en la que miraba su cuerpo.

Mis mejillas se calentaron.

—Ve a ponerte algo de ropa —espeté, apartando la mirada.

—¿Debería hacerlo a pesar de que pareces estar disfrutando de la vista?

—Vístete.

—Tienes un poco de saliva en...

—¡Hunter!

Esbozó una sonrisa traviesa.

—Vale, vuelvo enseguida.

Mientras esperaba a que Hunter regresara con algo de ropa puesta, me senté en uno de los sofás de la sala y alisé las arrugas de mi falda del uniforme para calmar los latidos de mi corazón. ¿Por qué estaba tan nerviosa? No era la primera vez que veía a un chico sin camiseta. Quiero decir, ya había visto a Christopher con el pecho desnudo antes, pero... bueno, si me ponía a compararlos, Hunter definitivamente era más... ¿duro y moldeado?

¡Basta ya, Ellie, deja de pensar pechos de hombres desnudos!

Más tarde, cuando Hunter regresó a la sala usando un par de pantalones deportivos oscuros y una camiseta de licra blanca, fruncí un poco las cejas al ver que llevaba un botiquín de primeros auxilios en las manos.

—¿Qué haces? —le pregunté.

Se agachó frente a mí para mirarme desde abajo, justo como lo había hecho en la enfermería del instituto.

—Zoella te partió el labio cuando te abofeteó.

—¿Qué ella qué? —balbuceé, llevándome una mano a la boca.

Hice una mueca al sentir el ardor del corte que me había hecho Zoella en el labio de abajo. Hunter abrió el pequeño estuche para sacar unas pinzas, un pedazo de algodón y un bote de algo que olía bastante fuerte.

—Esto podría doler —dijo, presionando el algodón contra mi herida.

—¡Ay! —chillé, echándome para atrás en el sofá—. ¡¿Pero qué haces?!

Una sonrisita burlona tiró de sus labios.

—¿Tú qué crees? Te estoy limpiando la herida.

—¡Pues me ha dolido, idiota!

—Vamos, no seas tan dramática.

—¿Qué no sea dramática? —lo miré furiosa—. ¡Tu novia acaba de partirme el labio!

—Exnovia —me corrigió, chasqueando la lengua—. Además, no eres la única a la que le ha partido el labio.

Cuando noté que Hunter tenía el mismo corte que yo, me sentí mal por enfadarme con él.

—Lo siento, no debí haber entrado a tu casa solo porque tenía las llaves —me disculpé, retorciendo las manos sobre mi regazo—. Lo que hice estuvo muy mal.

Se encogió de hombros con desinterés.

—Bueno, lo hecho, hecho está —respondió sin darle demasiada importara.

—¿No quieres saber quién me dio la dirección de tu casa? —le pregunté, dado a que se lo tomó demasiado bien.

—No voy a preguntar algo que puedo adivinar.

—¿Eh?

Me dio un golpecito en el interior de la mano derecha, usando las pinzas.

—Solo él tiene esa letra tan fea.

Traté de esconder las pruebas, pero ya era demasiado tarde.

—Por favor, no le partas el cráneo a la mitad. Aunque habla demasiado, Trevor es un buen chico.

—Lo sé —dijo él—. A veces tengo que ponerle un trozo de cinta en la boca para hacer que se calle.

Eso me hizo reír, pero casi al instante, hice una mueca.

—¿Te duele mucho? —preguntó, examinando mi herida.

—Solo cuando sonrío.

Levantó las pinzas con las que sujetaba el trozo de algodón.

—Seré rápido, así no te dolerá demasiado.

Hunter tenía el cabello tan enmarañado que me dieron ganas de pasar mis dedos entre sus mechones y tirar un poco de él. Después de pensarlo un buen rato, asentí con la cabeza, tragué saliva y cerré los ojos.

—De acuerdo, hazlo —le pedí. Sin embargo, antes de que el algodón tocara mi herida, grité—. ¡Ay, duele!

—Ni siquiera te he tocado.

—Mejor déjalo así, sanará con el tiempo.

—Si lo dejas así, te quedará una marca muy fea —me advirtió.

Me encogí de hombros, como si eso no fuera lo de menos.

—No importa, me hará ver más ruda ¿no? —le dije. Hunter suspiró, me sujetó repentinamente de la barbilla y acercó las pinzas con el trozo de algodón a mis labios—. ¡¿Qué haces?! ¡Te dije que así está bien! ¡Suéltame!

—Solo quédate quieta.

—¡No! ¡Basta! ¡No quiero! —chillé, sacudiendo la cabeza de un lado a otro—. ¡Ayuda! ¡Ayuda!

Pero al ser más fuerte que yo, me inmovilizó con facilidad, me limpió la herida y me puso un poco de crema antiséptica. Hice una mueca de dolor y cerré los ojos con fuerza. Sin embargo, el ardor no duró demasiado y, antes de darme cuenta, podía sonreír todo lo que quisiera sin que me doliera el labio inferior.

—Ya está —anunció él, soltándome.

Abrí los ojos y pestañeé en su dirección, sorprendida.

—¿Ya está? ¿Eso fue todo?

Lo escuché soltar un bufido.

—No ha sido para tanto, ¿eh?

—Bueno...

—¿Siempre eres tan dramática? —se quejó de forma burlona.

—Yo no soy dramática —me defendí—. Es solo que... bueno, es la primera vez que alguien me golpea.

Hunter suspiró mientras guardaba todo dentro del botiquín.

—Siento eso —murmuró, haciendo una cara muy seria—. Zoe tiene la mano bastante pesada.

Sacudí la cabeza.

—Está bien, supongo que me lo merecía —dije, tomando el estuche blanco de sus manos. Volví a sacar las pinzas, un nuevo trozo de algodón y también el bote con el que me había limpiado la herida—. Por cierto, siento que Zoella te haya dado un puñetazo en la cara —añadí, acercándome a él para tratarlo—. ¿Te dolió mucho?

Un lado de su boca se arqueó en una media sonrisa.

—No, ya estoy acostumbrado.

Fruncí el ceño mientras tocaba su rostro.

—¿Acostumbrado? —repetí—. ¿O sea que no es la primera vez que se comporta de esa manera?

—Zoe es como yo, tiene muchos problemas —dijo, justificándola.

Tras asegurarme de limpiarle bien la herida, le puse también un poco de crema antiséptica.

—¿Eso qué significa? —quise saber.

—Significa que cuando se enfada, se desquita con los demás usando los puños.

—¿Tú también te desquitas con los demás usando los puños cuando te enfadas? —le pregunté, interesándome más en él.

En lugar de responder, me agarró la mano con la que estaba curándole la herida y se levantó del suelo.

—Hoy estás haciendo demasiadas preguntas —se quejó, mostrando una actitud de fastidio.

—¿Te molesta que lo haga?

—Sí.

—Pues no debería —dije, guardando todo dentro del botiquín de primeros auxilios—. Se supone que somos una pareja, ¿lo recuerdas? Deberíamos empezar a conocernos mejor haciéndonos preguntas el uno al otro.

—No creo que sea necesario —me aseguró, sentándose en el sofá frente a mí.

—¿Por qué no?

—Porque solo voy a fingir ser tu novio durante tres meses, ¿qué sentido tiene?

—Tres meses es mucho tiempo.

Se pasó una mano por el pelo enmarañado y chasqueó la lengua.

—No quiero que te ofendas, pero la verdad es que no me interesa conocerte mejor.

Supuse que lo había dicho para hacerme enfadar, pero no me sentí ofendida.

—¿Siempre eres tan sincero? —dije, mirándolo con una sonrisita.

Resopló.

—Pensé que escuchar eso te molestaría —admitió, enfadado por no tener éxito.

—Me gusta la sinceridad —suspiré, jugando con un hilo de mi falda—. Además, ya me han mentido demasiado.

Guardé silencio al pensar en Christopher y en Lexie. No podía evitarlo. Sin importar lo mucho que me esforzara por no hacerlo, de alguna manera, siempre terminaba recordando lo sucedido en la fiesta del viernes.

Desde su lugar, noté que Hunter me estaba mirando con el dedo índice sobre sus labios.

—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara? —le pregunté.

Negó con la cabeza y dijo:

—Se te está hinchando la mejilla.

—¡¿Qué?! —solté, llevándome una mano a la mejilla izquierda—. ¡No puede ser!

Sonriendo, Hunter se levantó del sofá y fue a la cocina. Cuando regresó, tenía algo en las manos.

—Ten, es lo único que tengo en el refrigerador —dijo, entregándome un paquete de burritos congelados.

—Vaya, gracias —murmuré, puesto que eso era peor que nada. Presioné el paquete de burritos congelados contra mi mejilla izquierda y luego dejé escapar un nuevo suspiro—. ¿Te gustan los burritos congelados?

—¿Vas a decirme ya por qué razón viniste a buscarme? —inquirió, ignorando mi pregunta.

—Quería saber si estabas bien, pensé que te había sucedido algo —le dije, cerrando los ojos para disfrutar de lo bien que se sentían los burritos congelados contra mi mejilla—. Pero ahora sé que ese "asunto importante" del que hablabas, era encontrarte con tu ex, a pesar de la condición que establecí previamente en nuestro trato.

—¿Qué puedo decir? Cuando se trata de Zoella, una cosa siempre lleva a la otra.

Levanté una mano para indicarle que se callara.

—No necesito conocer los detalles, gracias.

—De acuerdo —sonrió.

Lo miré, entornando los ojos.

—De cualquier forma, tú y yo hicimos un trato —le recordé—. Prometiste que...

—Que yo recuerde, jamás te prometí nada —me cortó, arqueando una ceja.

Sentí que se me calentaban las mejillas.

—Bueno, quizás no me prometiste nada, pero tú... —tragué saliva—. Dijiste que me fingirías ser mi novio.

Una expresión de aburrimiento cruzó por las atractivas facciones de su rostro.

—Cambié de parecer.

Sentí que el suelo bajo mis pies se tambaleaba.

—¿Entonces... no vas a ayudarme?

No respondió, y eso fue suficiente para hacerme sentir como grandísima una idiota. Si Hunter no pensaba ayudarme, entonces yo no tenía nada que hacer en ese lugar. Dejando el paquete de burritos congelados sobre la mesita del centro, me levanté del sofá e hice mi camino a la puerta. Sin embargo, antes de que consiguiera girar el pomo de la cerradora para marcharme de ahí, una cálida respiración en mi nuca hizo que me congelara.

—Solo bromeaba —susurró una voz grave cerca de mi oído, burlándose—. Dije que te ayudaría, ¿no?

Respiré profundamente, tratando de calmar el latido frenético de mi corazón.

—¿Sabías que a veces eres un completo imbécil? —le dije mientras me giraba para mirarlo.

Una sonrisa arrogante se extendió por sus labios.

—No puedo evitarlo, es uno de mis encantos.

Acercó su boca a la mía como si fuera a besarme, pero yo planté las manos sobre su pecho y lo empujé.

—Ya basta, deja de actuar como un imbécil.

Se echó a reír de forma áspera y profunda, cosa que me hizo enfadar todavía más.

—¿Qué es lo que quieres que haga entonces? —me preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho.

Me aclaré la garganta.

—Primero que nada, quiero que dejes de saltarte las clases. Hay demasiados rumores sobre ti, incluso ahora hay personas que aseguran que la razón por la que sueles desaparecerte es porque eres hijo de un miembro importante de la mafia rusa y que estás preparándote para iniciar una guerra para tomar el control de Seattle.

—¿Qué soy el qué de quién? —se echó a reír de nuevo—. Vaya, cada día me sorprenden más esos imbéciles.

Una sonrisa tiró de mis labios y, antes de darme cuenta, yo también me eché a reír.

—El viernes hay partido de fútbol —le hice saber, después de reírnos como bobos—. Y como estoy segura de que Christopher y Lexie van a tratar de restregarme su relación en la cara, quiero que estés ahí.

—Entendido —me abrió la puerta de su departamento—. Te veo mañana, entonces.

Lo miré un tanto sorprendida.

—¿Estás corriéndome?

—Ya te ibas.

—Pero aún no hemos terminado de hablar...

—Quieres que deje de saltarme las clases y el viernes tengo que verte en el estúpido partido de fútbol —hizo un saludo de boy scouts, como diciendo: «recibido»—. Creo que ya hemos terminado de hablar.

Puse mala cara, pero no insistí. Yo tampoco quería quedarme más tiempo en ese lugar.

—Bien, pero toma esto antes de irme —murmuré, recordando los apuntes que venía a entregarle.

Hunter miró la libreta rosada que saqué ingeniosamente de mi mochila y frunció las cejas.

—¿Y esto qué se supone que es? —me preguntó, todavía sin entender.

—Mis apuntes —le dije—. Ya es hora de que te pongas al corriente con las tareas.

—¿Es una broma?

Su reacción fue tan divertida que me hizo sonreír.

—Nop, hablo en serio.

—Ellie...

—Te veo mañana.

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