Léiriú I: La rebelión

By LuxMatnfica

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La alocada Madelaine desea venganza. Para ello se unirá a un grupo muy peculiar de rebeldes liderados por una... More

Prólogo
Operación Desembarco: 1ª parte
Operación Desembarco: 2ª parte
1.Idril I: Cómo ser invencible
1.Idril I: La Promesa
2.Madelaine I: La niña que creyó en los cuentos de hadas
3.Rosalie I: La princesa colibrí
3.Rosalie I: Un superhéroe
3.Rosalie I *última parte*
4.Gelsey I: Comienzan los preparativos
5.Idril II: El despertar del ensueño
6.Grisel I: La reunión
7.Adrián I: Destino irónico(Reescrito)
Adelanto especial
7.Adrián I: Churri
8.Elijah I: El Amo del Bosque
8.Elijah I: Huida magnabulosa
-SEGUNDA PARTE: La rebelión-
9.Madelaine II: El reencuentro
10.Rosalie II: El primer beso
11.Nissa I: El origen de los feéricos
12.Gelsey II: Tres mujeres
13.Elijah II: Enfrentamiento
14.Adrián II: Caos
15.Idril III: El salto del elfo
16.Grisel II: Tuli
17. Nissa II: El Hada Maravilla
ESPECIAL HALLOWEEN: Primera Parte
ESPECIAL HALLOWEEN. Segunda Parte (ARREGLADO)
18.Gelsey III: Limonada rosa
Entrevista de 100 preguntas a Idril
19.Idril IV: 57
20.Joker I: Una batalla muy peculiar (1ª Parte)
Joker I: Una batalla peculiar (Segunda Parte)
Epílogo
Índice de relatos
Información sobre la segunda parte
Entrevista al más magnabuloso
¡Entrevista intensa a Adri!
Adelanto Léiriú II
Nuevo adelanto: capi de Adrián (disponible temporalmente)
Adelanto: Capi de Idril
¡Tachán!
Una importante aclaración y una disculpa
¡La ilusión de Fehlion (#Léiriú 2) ya disponible!

3.Rosalie I: De acampada en la zona maldita

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By LuxMatnfica

—¡Apártate de ella, malditoooo!

Nos sobresaltamos los dos. Yo estaba aturdida, pero Idril se apartó un poco de mí. Venía corriendo hacia nosotros a toda velocidad una mujer que se me hacía extremadamente familiar. Antes de que pudiéramos reaccionar, Madelaine se había arrojado encima de Idril, cayendo los dos al suelo. Maddie había caído encima y zarandeaba a Idril contra el fangoso suelo, sin dejarle hablar.             

—¡Sinvergüenza! ¿Cómo te atreves a aprovecharte de ella? Se nota que eres hijo de Gelsey, ¡sois igual de putos!

—¡Auxilio! ¡Una humana loca me está violando!

No podía dar crédito a lo que presenciaban mis ojos.

—¿Maddie? —La llamé para asegurarme que se trataba de ella.

—¡Rosalie! —exclamó mientras asfixiaba a Idril— ¿Estás bien?

—Yo… sí —mentí. Después de todas las cosas malas que me habían pasado, decir que estaba bien era exagerar.

Madelaine se levantó al fin de encima de Idril y corrió a abrazarme.

—¡Estás viva! Menos mal… Ya pensaba que te habíamos perdido —sollozó.

—¿Qué estás haciendo aquí, Maddie?

—No he venido sola, el puto de Adri me acompaña —contó señalando al íncubo, que acababa de llegar junto a nosotros.

Adrián también había venido, eso confirmaba mis sospechas de que había sido él quien había escrito la nota misteriosa.

—Llevamos buscándote por este lugar infernal todo el día, al final seguimos el rastro que dejó una araña despavorida.

—Es que me dormí je, je… —confesé el motivo por el que se había hecho tan tarde.

—¿Te ha tratado bien este idiota? —preguntó Maddie pateando al príncipe, que todavía no se había incorporado del todo. Los ojos de la humana se abrieron repentinamente como platos. Debía de haber recaído en ese momento en que Idril iba desnudo—. ¿Pero qué…? —Miraba confusa a uno y a otro, seguramente que imaginándose cosas perturbadoras.

—Hasta Rosalie es una ninfómana, sabía que todas erais unas putitas —proclamó Adrián.

—¡No hemos hecho nada de eso! Se ha desnudado él solo porque quería… —traté de explicar otra vez.

—¡Y yo he estado encima de él!

—Sí, putita, efectivamente. Desde lejos parecía que le estabas violando…

—Desde lejos y desde cerca —masculló Idril, ya de pie y recompuesto—. ¿De dónde han salido estos dos?

—Son amigos míos… Maddie vende ingredientes para pócimas…

—¿Te juntas con humanas  e… y un íncubo? Jamás lo habría imaginado de ti…

—Adri es un íncubo bueno, tú eres mucho más depravado que él.

—La humana después de haber pasado por las manos de mis estilistas podría unirse a mis concubinas. El fervor con el que se me ha arrojado encima… Oh, ya entiendo.

El tono que adoptó al final me dio mala espina, iba a soltar alguna de las suyas. Quise advertir a Maddie, pero ya era demasiado tarde. Idril acorraló a la humana contra un árbol sin cesar de lanzarle largas miradas insinuadoras.

—Ya sé dónde te había visto antes —proseguía.

—¿Eh? —Maddie no comprendía nada.

—No finjas, ya nos conocemos de antes.

—¡Te acuerdas! —exclamó ella.

—¿Y cómo olvidarlo? Al fin y al cabo de pequeña soñabas conmigo todas las noches.

—¿Qué estás diciendo? ¿Has tomado setas alucinógenas?

—Por si no te habías dado cuenta, soy el príncipe de ese cuento que tu madre te contaba todas las noches.

—No puede ser… ¡no te creo, maldito! ¿Qué sabes tú de eso?

Con la lluvia no podía oír bien lo que Idril le estaba diciendo a Maddie, pero ella parecía muy afectada. Tenía que devolverla el favor.

—¡¡¡Déjala!!! —le exigí.

—Pero si sólo estamos recordando viejos tiempos, ¿no me digas que estás celosa?

—Estoy hasta las narices de que siempre molestes a mis amigas.

—Lo sabía: estás celosa.

—Nadie se muere por tus besos, a ver si lo asumes de una vez.

—¿Y esa Nadie quién es? ¿Está buena? —se hizo el idiota— Oye, pero si es amiga tuya, ¿por qué no me la has presentado antes? A juzgar por el vestido tan lleno de remiendos que lleva no pasa de campesina.

—¡Ey! ¿Qué le pasa a mi vestido?

—¡Que es horrible! Será mejor que te lo quites, como yo. Así iremos a juego, como las parejas de verdad.

—No somos pareja, imbécil. —Le apartó bruscamente de ella.

—¿Qué modales son esos? ¡Soy un príncipe!

—Idril, te lo digo en serio. Maddie ha sufrido mucho por amor, así que ni se te ocurra hacerla daño.

—Qué suerte la mía, estoy en la Zona Maldita bajo una tormenta rodeado de tres putitas y el loco del Joker, que a propósito, ¿dónde está? —intervino Adrián.

—¿Ves como él sí que es el joker de las cartas? —me vanaglorié yo por una vez en mi vida.

—Nos dejó solos para que disfrutáramos de un momento de intimidad —respondió Idril—, momento que vosotros estropeasteis.

—Se fue a inspeccionar la cueva para tener un refugio donde pasar la noche —tuve que explicar yo.

—Rose, qué tonta eres. ¿No te diste cuenta de que era una excusa para dejarnos solos? Por cierto, ¿Dónde está la tercera chica? Yo solo veo a la prima de Cenicienta y a la niñata de Rosalie.

—¿A quién crees tú que se refería Adri? —inquirió Maddie de forma maliciosa.

—¿Él es una mujer? —preguntó muy sorprendido, examinando más detenidamente a Adri—. Esa perilla parece muy real. ¿Tomas hormonas?

—¡Niños, ya está todo listo! —nos llamó de pronto el Joker. Por primera vez me alegré de verle de vuelta—. ¡Oh, pero si es mi querido Adrián! Qué sexy te queda esa camisa tan pegada al cuerpo, tan mojado…

Todos enarcamos una ceja.

—Vaya, eso no me lo esperaba, pero bueno, así son las dos mujeres para mí —comentó Idril—. Si hay que pasar la noche aquí, no puedo permitir que pasen frío.

Tanta amabilidad por su parte me conmovía, nótese la ironía.

—¿Y quién va a dormir con Chocolate? —preguntó el Joker.

—¿Chocolate? —nos extrañamos todos.

—Dentro me he llevado la agradable sorpresa de que vivía un oso, lo he domesticado.

—Entremos dentro de una maldita vez —nos urgió Adrián.

—Yo dormiré con Rosalie, que es mi querida amiga del alma y somos inseparables, ¿verdad Rosalie? —anunció Maddie, fingiendo emoción.

—Eh… —No sabía que éramos tan amigas, pero no me atrevía a llevarla la contraria.

—Así que te ha tocado a ti, idiota, dormir con el oso.

—¡No pienso dormir con un oso!

—Claro que lo harás.

Mientras Maddie e Idril discutían, algo había captado mi atención en el suelo, pero no alcanzaba a distinguir bien si sólo había sido mi imaginación. Como si el cielo hubiera escuchado mis pensamientos, justo un relámpago iluminó todo el bosque por unos instantes con su luz cegadora y alcancé lo que estaba buscando: una insignia bañada en oro con el escudo de la Familia Real grabado en el centro; era la insignia del uniforme de Elijah.

—¡Rosalie! —me llamaban para que entrara dentro, pero estaba demasiado en shock como para prestarles atención.

Elijah estaba aquí, ya no eran meras suposiciones y yo tenía que encontrarlo. Algo me levantó por los aires: se trataba de Adrián llevándome en brazos hasta el interior de la cueva.

—Vas a coger una pulmonía, todo por ir tan fresca. Si es que os gusta ir provocando a todas.

Una vez dentro, quedé impresionada por lo decorado que se encontraba el interior: toda la estancia, que era bastante amplia, estaba iluminada por diversos farolillos que contenían luciérnagas de diversos colores en su interior. El suelo estaba increíblemente limpio y alguien había extendido una alfombra que se veía bastante antigua, con grabados exóticos que nunca había visto fuera de los libros. Las paredes habían sido decoradas con cuadros abstractos con mucho colorido y había en el centro una mesa de té con cinco sillas.

—¿Os gusta? Lo he decorado yo, tenía el presentimiento de que Adri y Maddie acabarían apareciendo, por eso puse las cinco sillas.

Seguía tan afectada por el descubrimiento de la insignia, que no había recaído en que acurrucado en una esquina temblando de miedo se encontraba un enorme oso de mullido pelaje marrón oscuro. Me dio tanta pena, que me entraron unas ganas tremendas de achucharlo.

—¿Puedo tocarlo?

—Claro, lo he domesticado yo.

—¿Qué te parece tu compañera de cama? —le preguntaba Maddie a Idril— Qué suerte que no vas a pasar frío.

—La elección del nombre fue una difícil decisión. He estado a punto de llamarlo Peludito, pero el chocolate me apasiona y como su pelaje era marrón…

Extendí las manos para acariciarlo, pero Chocolate debió malinterpretar mis intenciones y me propinó un zarpazo que me desgarró la mano.

Maddie y Adrián corrieron a socorrerme. Adri tuvo que sostener al oso para que no me devorara.

—Creo que no le has caído muy bien —dijo el Joker sin inmutarse—. Es que intentaste quemar el bosque, yo también te odiaría.

Adri le dirigió una mirada amenazadora mientras Maddie me desinfectaba la herida con un botiquín de primeros auxilios que siempre llevaba con ella. La mano me dolía muchísimo, pero fuera lo que fuese la pomada milagrosa que me puso Maddie, el resultado llegó de forma inmediata. Cuando terminó de vendármela, ya apenas sentía una pequeña molestia. Adri por su parte había conseguido tranquilizar al oso, que había regresado a su esquina.

—¿Qué llevas en esa bolsa con provisiones? —preguntó el íncubo.

—Es cierto, ¡la bolsa! —La había protegido inconscientemente todo este tiempo—. No queda mucho… Me lo comí al mediodía, pero tengo una sorpresa para ti —le anuncié feliz de poder agradecerle todo lo que le debía.

—¿Una sorpresa para mí? —Adri parecía sorprendido.

De entre los restos de comida extraje una enorme tableta del mejor chocolate de todos y se la tendí.

—Es toda para ti —le dije, exultante.

—Muchas gracias…

—¿No la vas a compartir, querido Adrián? —preguntó de repente el Joker, asomando la cabeza entre Adri y yo.

Sus ojos contemplaban la tableta como si de un lingote de oro se tratara.

—Claro que sí, es demasiado grande para mí solo.

El íncubo comenzó a desenvolver el papel muy lentamente, dejando que toda la cueva se impregnara del intenso olor a chocolate.

—Un trozo para Rosalie, la putita desnudadora de príncipes.

La tableta se partió limpiamente y lo cierto es que estaba hambrienta de nuevo, pues no había cenado ni merendado, así que acepté el chocolate de muy buen agrado.

—Otro para la putita de Maddie, que está loca.

El Joker se removía impaciente, esperando su turno.

—Y el resto para mí, porque todo el mundo sabe que el príncipe Idril es alérgico.

—Oh vamos, Adri, no seas malvado. Dame ya mi trozo.

—No hay nada para ti, estás castigado.

—Pero…

—Mmm ¡que delicioso está! —exclamó saboreando el chocolate para tortura de su compañero.

—¡Es el chocolate más rico que he probado en mi vida! —le siguió el juego Maddie.

—¡Está tan bueno…! —me uní yo también, era el momento de mi venganza por el tour que me había dado.

—Córtate un poco, esos no son modales para una princesa —se burló Maddie.

Tardé unos segundos en comprender a lo que se refería.

—Lo que yo decía, todas sois unas indecentes.

—¡No! Me refería al chocolate, no a Idril —traté de defenderme, muy azorada.

—Yo pensaba que te referías a mí, putita, no a Idril… —arqueó las cejas Adrián, insinuando algo que no me gustaba.

—La verdad es que está muy callado, ¿qué le ocurre? —preguntó Maddie.

—Estará tramando alguna de las suyas… —aposté.

—O quizás no ha podido esperar a acostarse con el oso —propuso la humana.

Lo cierto es que Idril estaba muy quieto frente a un cuadro, contemplándolo con ojos vidriosos, lleno de conmoción.

—¿Estás bien, Idril? —inquirí, me estaba comenzando a preocupar.

—Estos cuadros… —alcanzó a pronunciar.

—Los adquirí en una subasta —explicó el Joker, quien se había puesto de espaldas a nosotros con los brazos cruzados en señal de su enfado por no darle chocolate.

—Estoy convencido de que los pintó mi madre. Ella solía hacer estos retratos sobre la personalidad de la gente.

Adrián le lanzó otra mirada fulminante al Joker.

—¿Ésos son retratos? —preguntó Maddie sin ninguna clase de tacto.

—Retratos sobre la personalidad de la gente —repitió Idril tensando la voz, ofendido por que Maddie no comprendiera la capacidad artística de su madre.

—Puedes quedártelos… Mi casa es muy pequeña y no hacen más que molestar. De hecho no entiendo cómo es que aún los conservo…

—¿Dónde vives? —le preguntó Idril, ya algo más recuperado.

—En el bolsillo de Adri. Bueno, en realidad en una carta —se apresuró a aclarar ante las caras raras que pusimos Idril y yo, pero eso no arregló nada.

—No le hagáis caso, vive en una guarida secreta, por algo es un superhéroe —intervino Adrián.

—¿Entonces ya le conocíais? —quise saber.

—Se conocieron en un burdel —empezó a contarnos Maddie—. El resto de la historia creo que aún no estáis preparados para escucharla.

Con eso logró persuadirme para no querer escuchar el resto del relato. Las tripas de Idril comenzaron a protestar. El híbrido no pudo evitar mirar el chocolate que nos estábamos comiendo con envidia.

—Lo siento, Idril —me disculpé—. Si hubiese sabido que tú ibas  a venir habría traído más comida.

—En fin, cuando la lluvia amaine ya buscaré algo —trató de restarle importancia.

¿Por qué a veces era tan tratable y la gran mayoría de ocasiones se comportaba como un majadero?

—No me puedo creer que de verdad no me vayáis a dar ni un trozo —seguía lamentándose el Joker.

—Tú no te mereces ni esto.

Adrián le mostró un sombrero de copa rojo con telarañas negras, a juego con el resto del traje del Joker.

—¡Mi sombrero! —Adrián se lo lanzó a desgana y él lo atrapó ágilmente—. Por estas cosas te amo, pero no darme chocolate… te resta muchos puntos. —Fue a colocarse el sombrero, pero en el último momento se detuvo—. Está mojado, encenderé un fuego —anunció al tiempo que introducía una mano en la chaqueta de Adrián y extraía su encendedor metálico. Se puso a juntar leña y hojarasca para prenderla.

—¿No era que el bosque me odiaba por haber hecho fuego?

—Estamos dentro de una cueva, aquí no quemamos ninguna planta.

Unos minutos después nos encontrábamos todos alrededor del fuego, tomando té y calentándonos el cuerpo. Los chicos se habían quedado en pantalones y nosotras, en la ropa interior de la época, para que nuestra ropa se secara. El ridículo de Idril se había envuelto con la alfombra.

 —La verdad es que con la alfombra hasta me puedo creer incluso que eres un hombre —dijo Maddie.

—¿Qué quieres decir? —frunció el ceño Idril.

—Pues que desnudo… pareces una mujer.

—¿Pero tú te has fijado bien?

—¡Claro que sí! Pero no alcancé a ver gran cosa… Quiero decir, era muy pequeño lo que vi —habló con mordacidad.

—Eso es por el frío, preciosa. ¿Quieres vérmelo ahora? —preguntó concentrando su mirada en ella, y para demostrar que la proposición iba en serio, entreabrió un poco el manto.

—¿No me digas que al vernos en ropa interior te has puesto…? ¡Agh! —Maddie puso cara de asco.

—La verdad es que estoy muy emocionado de que pasemos una velada todos juntos —exclamó el Joker.

—Uy, está emocionado, qué suerte tienes —le dijo Idril a Adrián, guiñándole un ojo.

Maldije mentalmente a Idril por provocarme esa clase de imágenes perturbadoras, aunque admito que yo también estaba muy sorprendida, no me esperaba algo así. Ahora todo cobraba sentido: Adrián se guardaba el chocolate para dárselo a su verdadero amado. Los demás rebeldes pagarían muy cara esta información, ¿por qué Adri lo llevaba en secreto? ¿Los íncubos tenían vergüenza? Él tenía que haber escrito la misteriosa nota, la nota  en la que me recomendaba que usara fuego y que probara las frambuesas y por eso estaban aquí Maddie y él, buscándonos. Sin embargo..., había algo siniestro en todo aquello que me inquietaba. Adrián nunca me haría algo así a propósito. Podía ser íncubo y descender de demonios, pero todos los que le conocíamos sabíamos que en el fondo era un buenazo. Junto a la nota había encontrado también una extraña flor y la carta del joker.

El Joker, el mismo que me había estado lanzando miradas asesinas todo el tiempo, que había intentado apartarme constantemente de Idril y que por su culpa me habían pasado todas las cosas malas. No eran sólo imaginaciones mías, ese tipo tenía algo contra mí.

Mientras reflexionaba sobre todo esto, no podía dejar de jugar nerviosamente con la insignia entre los dedos. No podía evitar pensar que si le daba calor, de alguna forma éste se transmitiría hasta el verdadero Elijah donde quiera que estuviese. Un pensamiento bastante idiota, pero era lo único que me consolaba un poco. Junto a la cálida luz del fuego la insignia destellaba reflejos dorados. La apreté con fuerza, acercándola a mi corazón. La herida de la mano me dolió un poco, pero Elijah debía de estar sufriendo mucho más.

Las luciérnagas, atraídas por las brillantes llamas, intentaban, sin éxito, acercarse a ellas, chocándose contra el cristal de los faroles. Afuera la tormenta seguía sin apaciguarse, afortunadamente el lento crepitar del fuego reconfortaba un poco. El olor a humedad aquí dentro era intenso, sin embargo me gustaba, la naturaleza siempre me hacía sentir bien, así que no me molestaba. Idril había parado de tontear con Maddie y se había quedado inmerso contemplando la hoguera, parecía hipnotizado.

—No puedo creer que no hayan venido a buscarnos —musitó. Los ronquidos de Chocolate ahogaron la fuerza de sus palabras.

—Parece ser que nadie se atreve a adentrarse en la Zona Maldita, ni siquiera por Elijah, ni siquiera por nosotros. —Apreté aún más fuertemente la insignia.

—No es por nada, pero vuestros padres pasan bastante de vosotros —alegó Maddie.

—Cuando están juntos se olvidan de todo lo demás —le contestó Idril.

Ella le miró con odio.

—Puto…

—¿Qué he dicho ahora? —protestó Idril.

—Tú no, Gelsey. Bueno, la verdad es que tú también.

—No he sido yo el que se me ha abalanzado encima estando desnudo, ¿eh, Madalena?

—La verdad es que parece que van en serio, ¿no? —intervine antes de que se enzarzaran de nuevo en otra pelea idiota. Me estaba comenzando a doler la cabeza.

—Eso parecía también con mi madre y ya ni siquiera se acuerda de ella.

—Ése va de reina en reina, pero no debería sorprendernos, a fin de cuentas es un silfo —seguía malmetiendo Maddie.

—¿Qué quieres decir con que es un silfo? —se ofendió Idril.

—¡Oh, vamos! Tu raza se dedica a aprovecharse de la mía sólo porque os creéis superiores con vuestro maldito encanto.

Justo en ese momento el Joker, quien había estado increíblemente silencioso fingiendo que no prestaba demasiada atención, pero tenía que haber estado escuchando atentamente, se levantó y empezó a martillear la pared para colocar un espejo.

—¿Sabes el significado de la palabra depredador? Así es la naturaleza, además también os hemos protegido muchas veces, no somos nosotros los que vamos quemando bosques y talando árboles ni contaminando ríos. Nos gustan los humanos así que os protegemos, pero a veces os lo buscáis, sois muy idiotas.

—¿Sería posible que a la reina Helena le afecte el encanto de Gelsey? —apuntó Adrián ante la vista de que Madelaine parecía a punto de estallar de ira.

Yo me puse tensa, crispando los puños que reposaban sobre mis rodillas. No me gustaba que se pusieran a hablar tan a la ligera sobre mi madre, ignorando que yo era la hija de la Reina, aunque tras haber asistido a varias reuniones de los rebeldes ya me había acostumbrado un poco.

—Mi madre era la reina de los Feéricos de Luz, obvio que no usó el encanto en ella porque con nuestra propia raza no funciona y sinceramente, Gelsey podrá ser muchas cosas, pero no creo que necesite usarlo con nadie.

—No conscientemente, pero quizás inconscientemente sí le está afectando. Conocí un hada que tenía ese problema con los hombres: todos acababan enloqueciendo, aunque ella no quisiera. Era inevitable, es algo en vuestro aroma, como una flor.

—¿Y si todos los hombres enloquecían por ella y tú la conocías como es que no enloqueciste también? ¿Porque eres gay?

—No saques conclusiones de las idioteces de ese ridículo. Soy un íncubo y por lo general, somos omnívoros, así que esos términos no tienen sentido para nosotros. El caso es que a los íncubos no nos afecta vuestro encanto ni nosotros podemos alimentarnos de un feérico.

Idril asintió en silencio, dando a entender que comprendía todo lo que Adrián estaba dando a entender implícitamente.

—Y al final las víctimas perfectas somos los humanos —farfulló Maddie.

—Vamos putita, admite que en el fondo os encanta ser víctimas.

Estuve a punto de contarles la verdad: que mi madre se tomaba una pócima especial a modo de prevención contra el encanto de Gelsey, pero a ellos no les incumbía eso e Idril y Maddie desviaron la conversación al enzarzarse en otro duelo verbal.

—Todo esto es muy interesante. Me gustaría conocer a un súcubo y a una vampira para poder resolver todas las dudas que tengo —dijo Idril, rompiendo su récord de pasar más tiempo sin hacer algún comentario idiota.

—A mí también me gustaría que conocieras a una vampira, así experimentarías lo que es ser la comida de alguien más —alegó Maddie.

—Pues seguro que mi sangre sabe especial y les encanta.

—Especialmente mal.

—¿Sabes? Nunca he usado en serio mi encanto, sé que estás deseando que lo pruebe en ti, Mari.

—Vamos, adelante —le provocó—. Al fin perderás tu virginidad feérica gracias a mí, me debes una.

—¿Virginidad feérica? Ridícula, ¿de dónde sacas esas ideas?

Un sonido extraño retumbó en toda la cueva, el Joker se había puesto a hacer gárgaras mientras se cepillaba los dientes frente al espejo…

—¿Cuánto dices que tarda en hacer efecto? Porque yo no siento nada. Quizás deberías primero aprenderte bien mi nombre, idiota —prosiguió Maddie.

Idril hundió sus ojos en los de ella, que le sostuvo la mirada sin borrar la sonrisa taimada de su cara. De pronto, Idril me pareció más hermoso de lo ya habitual. Sus iris habían adquirido un azul indescriptible, sus pupilas brillaban de forma particular y su aura transmitía un magnetismo vibrante. Hasta su cabello parecía tener vida propia y su piel emitía una luz especial. Transcurrió en silencio un largo instante. Yo intercambiaba miradas de inquietud con Adrián que se había encendido un cigarrillo, no me gustaba que Maddie cayera en el juego de Idril, mas el íncubo no parecía preocupado en absoluto disfrutando del tabaco consumiéndose en sus labios. Afuera otro relámpago hizo estremecer la tierra y el hechizo de  Idril se rompió abruptamente, toda la seguridad del príncipe se había esfumado y parecía desconcertado.

—¿Qué pasa? Quizás se debe a que como eres híbrido, tu encanto da pena. Al final has resultado un ser defectuoso.

—Soy único y perfecto.

—¿Eso es lo que te ha hecho creer Gelsey?

Por una vez en su vida, Idril no replicó. Su mirada se había vuelto frágil, a punto de desquebrajarse. Sus músculos estaban rígidos y apretaba los puños fuertemente. Toda su aura de magnificencia se había diluido, por primera vez parecía alguien normal y corriente. Idril tenía un punto vulnerable y Maddie había acertado de lleno golpeando con una maza.

—No me extraña que ellos sean homosexuales con dos mujeres como vosotras —espetó finalmente, recuperando la altivez gélida—. Me voy a dormir, con suerte todo habrá sido una pesadilla.

¿Y por qué se metía conmigo también si yo no había hecho nada?

—Uy, qué mal perder tiene el nene —se burló Maddie, exultante por su victoria—. Se lo merece, no me da la más mínima pena —me dijo, volviéndose hacia mí.

La verdad era que Idril me había tratado muy mal, pero también había sido inusualmente amable, el momento bajo la lluvia seguía flotando en mi mente acelerándome el pulso de vez en cuando... Le recordaba llorando, oculto en su habitación,  y le veía ahora arrebujándose en una esquina, tratando de buscar refugio en la oscuridad. Abrió el farol más cercano y liberó a las luciérnagas que se marcharon, llevándose su resplandor azul como diminutos fuegos fatuos.

—Quizás te pasaste un poco… —señalé.

—Es una nena consentida. Seguro que incluso gritó más que tú. No sé cómo se atrevió a decir que él era el príncipe del cuento, si es un fraude.

—¿A qué cuento te refieres? —me aventuré.

—No tiene importancia… —vaciló Maddie—. Se da la casualidad que de pequeña, mi madre me contaba muchos cuentos y a mí me encantaban, y al muy idiota se le ocurrió inventarse que él era el príncipe de los cuentos que me contaba mi madre. Pura casualidad, pero qué más quisiera.

Mientras hablaba, no podía ocultar la indignación que la concernía. Sus movimientos con los brazos eran más enérgicos y sus ojos habían adquirido la humedad melancólica del pasado, pero destellaban invisibles chispas aceradas.

—Estamos sentados alrededor de una hoguera, podrías contárnoslo. Después de la pesadilla vivida, me vendría bien escuchar una historia dulce —propuse.

—No es nada del otro mundo, en serio. Es sólo la típica historia sobre un príncipe que cumplía una profecía y salvaba el mundo, ¡pero él era tan guay…! —Suspiró— Era galante, inteligente, valiente, educado, atractivo de verdad… ¡Un auténtico héroe! Cualidades que más quisiera tener nuestro principito llorón.

—¿Estáis contando historias? —preguntó de pronto el Joker, que apareció de quién sabía dónde.

Arrimó una silla a nosotras y se sentó. Llevaba puesto un camisón largo hasta los pies, con volantes en los puños y estampados de Hellow Puffy, el perro alienígena que estaba tan de moda entre los niños. Al verle, Adrián comenzó a toser y Maddie empezó a destellarse de risa. Yo prefería contenerme, no quería que me odiara más aún.

—Uy, qué sexy estás —le piropeó Maddie.

—Siempre, estimada Madelaine. Yo conozco muchas historias, es más, sé de una que os va a interesar, aunque es de terror. ¿A que queréis que os la cuente?

Maddie y yo le miramos con desconfianza, algo tramaba.

—Espero que esa historia no contenga princesas que acaban trabajando en un burdel —le advirtió Adrián.

—¿Cómo podría? Me hiere que seas tan mal pensado; he dicho que iba a contar una historia de terror, no una comedia.

—Anda, empieza ya, pesado, a ver con qué nos sales —le instó Maddie.

—Idril, voy a contar una historia, ¿no te unes? —le llamó.

—Es tardísimo y mañana tengo una audiencia importante con una princesa exótica, me tengo que ver radiante —contestó desde su rincón, dándonos la espalda y cubriéndose la cabeza con una almohada que tampoco entendía de dónde la había sacado, creo que se la había dado el propio Joker.

¿Eran imaginaciones mías o ese tipo estaba demasiado atento con él? Ahora por culpa de Idril se me ocurrían cosas perturbadoras. Tenía que sacármelas de la cabeza, por lo que decidí escuchar la historia de terror, aunque no eran mis historias preferidas.

—Total, luego nunca recuerdas mis historias… —masculló el Joker para sí mismo.

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