*Lauren no es famosa aquí*
Imagina que Lauren y tú tienen una relación a distancia. Por alguna razón ella radicaba en Colombia, aunque hablaba perfectamente inglés. Lo mismo de tu lado, solo que tú estabas en México.
Hoy decidías sorprenderla. Tenían poco más de 4 meses hablando y sin embargo las cosas se dieron sin notarlo... cuando te diste cuenta, ya estabas más que enamorada de ella.
¿Cómo se conocieron? Wattpad. Así es: a ella le encantaba leer tus historias. Tú eras escritora y un día ella te mandó un mensaje. Curiosa, lo abriste y decidiste entablar una conversación con ella. Tiempo después comenzaron a hablar por Whatsapp hasta que una cosa llevó a la otra.
—
4 horas de vuelo. Casi 5. Estabas completamente agotada, pero, ¿adivina qué? Llegaste a Bogotá y ella estaba en otro lado. Hiciste más horas hasta que finalmente llegaste a tu destino. Estabas en una estación de autobuses. Llevabas solo una mochila pequeña: estarías dos días ahí.
Tú teléfono comenzó a vibrar y notaste que Lauren estaba llamándote.
«Mierda», pensaste. No podías contestarle o se daría cuenta de que estabas allá: el acento de las personas y el ruido de tu alrededor te delataría.
Ubicaste el baño más cercano y corriste hacia allí. Para tu buena suerte el baño estaba vacío, así que lo cerraste por dentro, así tendrías más privacidad.
___ POV
—¿Hola? —contesté rápidamente, casi sin aire.
—¿Amor? ¿Estás bien? —preguntó Lauren preocupada.
—Eh... sí. Solo tuve que correr al baño —contesté suspirando.
«Bien hecho, acabas de implicarle que tienes problemas estomacales», pensé. Maldita excusa barata.
Ella rió por un largo tiempo hasta logró tranquilizarse.
—¿Qué tal todo por allá? —preguntó.
—¡Bien! —contesté—. ¿Irás a la universidad?
—Sí. De 6 a 9 —dijo.
—¿69? —pregunté inocente.
—¡Amor! —contestó riéndose.
—No pude evitarlo —dije riendo fuerte.
Algo que ella hacía mucho es sonrojarse. Pensar que pronto vería esa sonrisa y sus mejillas sonrosadas me hacía demasiado feliz. Platicamos un poco más. Eran casi las 6. Y yo seguía encerrada en el baño.
—Tengo que irme —dijo mi chica triste.
—Está bien. Pon atención en tus clases —dije.
Duramos un rato más hablando hasta que ella terminó la llamada.
Una que otra vez mencionó el nombre de la universidad a la que iba, así que me dirigí hacia allí. En el camino compré un par de rosas. Sí, lo sé: demasiado cliché.
Llegué a su universidad y era la escuela más grande que había visto. El reto sería encontrarla entre tantos edificios y tanta gente. Pregunté por la ubicación del área que estudiaba mi chica. Tuve que ir de un extremo a otro prácticamente.
Llegué a su salón. Estuve diez minutos decidiendo si debía interrumpir su clase o no, pero me armé de valor y toqué la puerta. No esperé respuesta y me metí a la clase. Todos estaban concentrados. Nadie había siquiera volteado a verme.
—¿Qué necesitas? —preguntó el maestro un poco molesto.
Alcé mis cejas en sorpresa.
—Estoy buscando a Lauren —contesté—. Lauren Jáuregui.
—¿_____? —preguntó una voz.
Ésa voz.
Voltee hacia la fuente del sonido y ahí estaba ella. Tan hermosa como en las fotografías. Su voz y su acento eran más hermosos escuchándolos de frente.
Y luego todo pasó tan rápido: cuando me di cuenta, tenía sus labios sobre los míos. Se movían despacio. Ni siquiera era un beso apresurado a pesar de todo el tiempo que no nos habíamos visto. Era un beso tranquilo; asegurándose de que nos transmitíamos todo mutuamente.
Alguien carraspeó su garganta así que nos separamos.
—Este no es lugar para sus muestras de cariño —dijo el maestro enojado.
—Una disculpa —dije sonriendo ligeramente.
Él solamente volteó los ojos. Miró su reloj y luego a la clase.
—Pueden retirarse. De todas formas ya vimos todo el tema de hoy —dijo él.
—Éstas son para ti —dije tendiéndole las rosas a mi chica.
—Están bonitas —expresó.
—Como tú —respondí.
Y... se sonrojó. La amo tanto.
Lauren tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos. Podía sentir las miradas de todos sobre nosotras... sobre mí. Fuimos a su lugar. Recogió sus cosas y salimos de su salón en dirección a la entrada de la universidad.
—Entonces... ¿qué tal la clase? —le pregunté a Lauren.
Habíamos salido prácticamente corriendo y ella estaba siendo peculiarmente callada.
—Todo bien —dijo sonriendo.
—¿Estás bien? —pregunté cautelosa.
—Sí —contestó—. Solo estoy intentando procesar el hecho de que te tengo aquí conmigo.
—Te amo —solté.
Se paró en seco y volteó a verme.
—Y yo a ti —dijo sonriendo.
Se acercó a mí y colocó sus labios sobre mi cuello. Hizo un camino de besos inocentes hasta llegar a mis labios. Me abrazó y luego se inclinó hacia mi oído.
—Te amo demasiado —susurró.
Tragué en seco: a veces ella era demasiado intimidante.
Como si nada se separó de mí y continuamos nuestro camino hasta que llegamos a la calle principal. Pedimos un taxi y nos dirigimos a quién sabe dónde.
—¿A dónde vamos, bonita? —pregunté curiosa.
—Mi departamento —contestó.
—¡Pero tu mamá! —exclamé un poco alterada.
—Está bien. Ella está en casa de mis tíos. Regresa dentro de cuatro días —respondió.
—Oh —comenté.
Ella rió. El resto del camino fue un silencio cómodo. Finalmente después de aproximadamente 10 minutos llegamos a su edificio. Cinco espantosos pisos para llegar hasta su apartamento. Bueno... espantosos para ella ya que es 0% atlética.
Abrió la puerta y dejó que yo pasase primero. Ella entró y cerró la puerta tras de sí. Dejé mi mochila cerca de la puerta principal y ella puso las flores en una mesa cerca de la misma.
—¿Tienes hambre? —preguntó guiándome a la cocina.
—No realmente —contesté sonriendo de lado.
—En ese caso —dijo mientras se acercaba a mí despacio.
—¿Lau-Lauren? —pregunté un poco nerviosa.
—¿Si? —preguntó sobre mis labios.
Se separó un poco y me miró a los ojos. Yo sabía exactamente lo que ella quería.
—Con calma —dije simplemente.
Ella sonrió y comenzó un beso apasionado. Lento, pero profundo. Comenzó a caminar hacia adelante haciendo que yo caminase hacia atrás; yo simplemente me dejé guiar. Abrió una puerta y la cerró tras de sí. Siguió caminando hacia adelante y yo hacia atrás. Topé con algo y ella se inclinó, haciendo que cayera de espaldas contra algo suave: su cama.
En un movimiento rápido nos acomodó en el centro de la misma. Quité con dificultad mis botas y ella se deshizo en un movimiento de mi blusa. Se quedó ahí: sentada sobre mi abdomen viendo cada pequeña parte de mí... bastante intimidante.
—¿Tú y yo? —pregunté viéndola a los ojos.
—Siempre —contestó.
Sujetó con una de sus manos las mías sobre mi cabeza. Se inclinó y comenzó a besar mi cuello intensamente: estoy casi segura de que dejará marcas. Subió hasta mis labios y se quedó ahí.
Intenté liberar mis manos, pero ella apretó el agarre. Mierda. Habíamos tenidos varias conversaciones acerca de quién dominaría una situación como ésta... ella lo haría.
Comenzó a bajar sus besos nuevamente, pero esta vez no se detuvo en mi cuello; siguió bajando hasta llegar a mi abdomen. Soltó mis manos un momento y se deshizo de mi sujetador. Me miró a los ojos como pidiendo permiso. Era la primera vez que yo hacía algo así. Asentí ligeramente y ella rió.
—Adorable —comentó.
Se inclinó y besó la punta de mi nariz. Hice un puchero y fruncí el ceño. Se rió de nuevo y me besó.
Sus manos comenzaron a acariciar mis pechos. Se entretuvo un rato hasta que con su boca tomó uno y entonces no pude evitar gemir.
Eran demasiadas sensaciones abrumadoras al mismo tiempo: ella sobre mi moviéndose provocativamente, ella besando mis pechos... ella amándome físicamente.
Tomé el valor de no sé dónde y me aventuré a quitar su blusa y sus jeans. Ella quitó los míos y mi ropa interior: me encontraba completamente desnuda; a su merced. Y ahí estaba yo: ella podía hacer lo que quisiese conmigo y yo la dejaría. Siempre la he dejado ganar. Hoy no sería la excepción.
Su mano bajó hasta mi centro y comenzó a acariciarlo. Mis manos se hicieron puños, agarrando las sábanas fuertemente.
—Tranquila, no te haré daño —dijo sonriendo de lado.
Fue inevitable no sonreír con ella. Se inclinó a besarme tranquilamente. Sentí uno de sus dedos entrar despacio y sin avisarme. Inspiré hondo, ya que era inevitable que doliera un poco. Quería apartarme y decirle que me disculpara si me quejaba mucho, pero ella no me dejó hacerlo: siguió besándome mientras introducía un segundo dedo. Comenzó a aumentar la velocidad de sus embestidas hasta que perdió el control y comenzó a hacerlo cada vez más rápido.
—
Desperté y me di cuenta de que ella estaba sobre mí. Era una mañana lluviosa y ella dormía abrazada a mi torso.
¿Hay algo mejor que eso?
———