No te olvides de Angélica.

By FlorenciaTom

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Cada día que pasa para Angélica se vuelve más extraño. Su familia ya no la tiene en cuenta para nada, ni siqu... More

Sinopsis
BOOKTRAILER
Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
TRAILER II
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
#Wattys
Capítulo 19.
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 31
Capítulo 32
FINAL.
Próximos proyectos.
Trailer II
HISTORIA COMPLETA
Blenti ¿eres tú?

Capítulo 5

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By FlorenciaTom

Me humedecí los labios resecos.

Me había quedado en silencio, mirando pasmada aquella nota.

—Debe de ser una broma, una estúpida e inútil broma. —me aseguré a mi misma en un intento de abrazarme.

Fui hacia la ventana y corrí sólo unos centímetros la cortina para echar un vistazo afuera.

La soledad consumía el vecindario por el frió que azotaba la acera y ni un suspiro se asomaba en la calle.

Colgué mi mochila sobre mi hombro y subí las escaleras.

Me encerré en mi habitación y me dejé caer sentada en el cama, colocando la cajita negra frente a mí.

Releí la nota más de diez veces, y esta no contenía nada más que aquel papel grueso.

—¿Cielo o infierno, tú ya estás en esto? —repetí en voz alta, pensativa.

Tenía que admitir que me encontraba aturdida.

¿Qué clase de nota era esa?

Sonaba a una amenaza, o quizá advertencia, ¿pero de qué?

O tal vez, esa nota no era para mí. Quizá, era para alguien de mi familia.

Oh mierda.

Me puse de pie rápidamente y fui a la habitación de mi hermano que quedaba al final del pasillo.

Golpeé de forma frenética, ya que de seguro se encontraba con los audífonos a todo volumen.

—¡Maldición Angélica, ya voy! —gritó al otro lado.

Aun así, seguí golpeando.

La puerta se abrió con brusquedad y Dylan parecía completamente frustrado.

Llevaba colgando en su cuello los cascos y la música que salían de ellos. Estaba al máximo.

Se había puesto ropa cómoda: remera negra gigantesca de Nirvana y gastada por los años, y unos pantalones de algodón grises que combinaban con sus medias.

—¿Qué sucede? —masculló.

Le tendí la cajita, como forma de respuesta.

—Han tocado el timbre, que por lo que sé no lo has escuchado y me he encontrado esto en la entrada.

Dylan tomó la cajita con desconfianza y leyó la nota, con el entrecejo fruncido.

Acto seguido, volvió a posar la cajita en la palma de mi mano, con gesto desinteresado.

—De seguro es una broma, no te pongas paranoica.

Antes de que pudiera decir algo al respecto o por lo menos, contradecirlo, me cerró la puerta en la cara.

—¡Dylan! —grité, enfadada.

El muy inmaduro me ignoró.

Volví a mi habitación y me encerré en ella.

Guardé la cajita en el cajón de la mesita de noche y me obligué a olvidarme de aquella cosa, que sólo me traería preocupaciones.


Eran las ocho de la noche, y supuse que mamá ya estaría apunto de llamarme para la cena, asi que decidí bajar a la primera planta.

Para mi sorpresa, ya estaban todos sentados devorando el pastel de carne, y nadie me había avisado que la comida estaba lista.

—Gracias por avisarme. —solté en voz alta, molesta.

Me quedé frente a ellos viendo como charlaban de forma animada y mamá fue la primera en mirarme.

—Oh, Angélica. ¿Por qué no has venido a cenar con nosotros? —preguntó, dándose vuelta en la silla.

El resto dejó de conversar para prestarme atención.

—¿Me están tomando el pelo? ¡No me avisaron que ya estaba lista! —miré en dirección a la mesa y me percaté que faltaba mi plato. —¡Y ni siquiera pusieron mi plato!

Los cuatro se dieron cuenta al instante, y parecieron realmente sorprendidos.

—Lo siento hija, es que, no sé, se nos olvido. —dijo rápidamente papá, poniéndose de pie.

¿Sé les olvido?¿Qué?

Apoyé mi mano sobre su hombro, pidiéndole que se volviera a sentar.

— Olvídalo, ya no tengo hambre —me volví hacia Dylan, obligándome a deshacer el inmenso nudo en la garganta que tenía—. Cloe y Taylor pasaran a buscarnos para ir a San Diego a las nueve y media.

Dicho aquello, volví a subir a mi habitación, hecha una furia.

Me derrumbé en mi cama y tomé mi teléfono.

Simón cumplió con su palabra y tenía un nuevo mensaje de él.

Sin vida (20:13 p.m)

-Buenas noches diablilla. ¿me has "deducido"?

Mi mal humor, se había esfumado un poquito.

Angélica Williams (20:13 p.m)

-No, aún no, lo siento :(

Sin vida (20:14 p.m)

-Usted es malévola. Déjeme decirle que yo si la he deducido, y fue la mejor deducción de mi vida.

Angélica Williams (20:15 p.m)

-¿No crees que exageras un poco?

Sin vida (20:15 p.m)

-Nunca exagero, Angélica.

Angélica Williams (20:16 p.m)

-Ahora seré yo quien pondrá fin a esta conversación. Debo ir a ducharme y luego a alistarme, hoy saldré con mis amigos. Buenas noches, Simón.

Sin vida (20:17 p.m)

-Abrígate bien, hace frío.

Angélica Williams (20:18 p.m)

-Sí, gracias por el dato.

Me desconecté y fui directo a la ducha, soportando el horrible ruido de mi estomago hambriento.


—...te juro que mi corazón se detuvo en cuanto lo vi, es que Ethan, es muy atractivo. De verdad, lo vi y dije: este chico es para Angélica. —dijo Cleo de forma animada y un poquito exagerada, mientras se apartaba sus mechones negros de la frente y sus ojos azules parecían ilusionados, como si esperara algun tipo de comentario aceptable que viniera de mi parte.

Nos encontrábamos en el Pool-Bar San Diego. Cleo y yo estábamos ubicadas en la mesa en la siempre solíamos sentarnos, mientras que Dylan y Taylor habían ido a buscar tres latas de cerveza y un agua mineral.

Sip, la del agua mineral era yo, y una conductora designada como en todas las salidas.

Claro, aunque corría el riesgo de que la policía me arrestara por no tener mi licencia de conducir.

El lugar estaba repleto de gente, y gracias al hermano de Taylor que era dueño del lugar, siempre teníamos la mesa reservada.

En el techo podía verse el humo debido al cigarro que la mayoría consumía, incluyéndome a mí, y nadie respetaba el cartel llamativo en una de las paredes que decía claramente NO fumar.

Me sentía malvada.

—Ya estoy conociendo a alguien, no molestes, Cleo. —repetí por quintesima ves— Es más, quedatelo tú si tan lindo crees que es.

—Sabes que le pertenezco a alguien más. —dijo ella, mirado a mi hermano a la distancia, quien se encontraba demasiado ocupado charlando con Taylor sobre la barra esperando a que los atendieran.

Apreté los labios, apenada.

Cleo estaba perdidamente enamorada de Dylan, y no se animaba a decirle lo que sentía porque no quería arruinar la amistad que tenía con él. Así que prefería mantenerlo oculto, ya que tenía ilusiones de que si Dylan sentía algo por ella se lo demostraría con facilidad.

No comprendía por qué mi hermano no se fijaba en ella, por todos los cielos, Cleo era preciosa.

Su sencillez, su inocencia y su carácter de chica fuerte, era lo que la hacia destacar, dejando en segunda base su cuerpo de modelo.

No quería decirle que él ya estaba conociendo a otra chica, eso le partiría el corazón.

—Y dime, ¿cómo conociste a ese tal Simón? —quiso saber ella, embozando una sonrisa, intentando cambiar de tema.

—Es un viejo amigo de Dylan y ya nos veníamos viendo hace bastante tiempo. —mentí.

Si le decía que lo había conocido hoy mismo por un plan que había hecho mi hermano para conocer también a otra chica, destrozaría a Cleo.

—¿Y cuando pensabas contármelo? —preguntó, ofendida.

—Ya te lo he dicho ahora, no te enojes. —braveé, dándole una calada al cigarrillo.

Los chicos llegaron poniéndole fin al asunto, y Dylan me colocó el agua embotellada más una bolsa con maní tostado.

Lo miré, confusa.

—No has cenado, por lo menos aliméntate con esto. —dijo, sentándose junto a mí.

—¿Cómo un elefante?

—Como un elefante. —afirmó, sonriente.

De fondo se escuchaba uno de los temas de Avicii, pero no pude adivinar cómo se llamaba la canción.

Los cuatro brindamos como de costumbre y luego llevamos nuestras bebidas a los labios.

—¡Dios, cómo extrañaba esto! —exclamó Taylor, deslizándose la gorra al revés y mirando de forma enamorada la lata de cerveza.

—Nos merecíamos esto. —agregó Cleo, dándole otro trago a su bebida.

—Me siento una chica muy sana ¿mirenme? ¡Estoy tomando agua y comiendo maní mientras todos se alcoholizan!—dije, mirando a mi alrededor.

—¿Sana? ¡Fumas! —soltó entre risas Taylor.

—¡Pero no soy viciosa, una caja completa me dura uno o dos meses! —les aseguré.

—Pasame un cigarro, Ángel. —me pidió Dylan.

Saqué la cajita azulada de mi bolsillo y le tendí uno y también el encendedor.

—Moriremos juntos gracias a esto, no lo olvides. —me recordó, mirando su cigarro.

Sonreí.

Dylan y yo comenzamos a fumar juntos, hace ya tres meses, y cuando encendimos el primer cigarro cada uno, mi hermano, algo nervioso, me dijo ese llamativo "juramento": Moriremos juntos gracias a esto.

Pero, en el fondo, sabíamos que tarde o temprano dejaríamos aquel visio tan estúpido en el que nos metimos.

¿Se podría decir que era una especie de pasatiempos? Mmm, tampoco lo justificaba, después de todo, fumar mataba.

Fruncí el entrecejo, mirando aquella cosa larga y pequeña que era consumida por el fuego.

¿Por qué estaba haciendo algo que me dañaría?¿Tan poco valía cómo para ingerir el humo que torturaba lentamente a mis pulmones?

Rápidamente acerqué el cenicero y lo apagué apretándolo contra él.

—Lo siento Dylan, ya no puedo fumar más. —dije, soltando el aliento y realmente decidida con lo que estaba haciendo.

Miré al resto y estos me miraron, casi asombrados.

—Vaya, eso no me lo esperaba en absoluto. —Taylor fue el primero en hablar.

—Entonces...— dijo Dylan, aplastando su cigarro contra el cenicero— yo también dejaré de...¡No maldita sea, yo no puedo!—se contradijo a los gritos.

Dylan me arrebató la caja de cigarros que estaba encima de la mesa. Acto seguido, sacó todos los cigarros y comenzó a frotárselos por el rostro.

No pude contenerme y estallé de risa al igual que Taylor y Cleo.

—Esto se siente delicioso —decía Dylan, cerrando los ojos mientras se masajeaba las mejillas con los cigarros.

—¿Eres idiota o comes papel de baño? —soltó Taylor entre risas.

Dylan guardó nuevamente los cigarros en la cajilla, mientras reía.

—Yo continuaré fumando por un tiempo, me hace ver como un chico malo y rebelde —declaró mi hermano, guardándose la caja en el bolsillo de su chaqueta—. Cada vez que fumo frente a Lily, se le iluminan los ojos, se los juro.

Tragué con fuerza y dirigí la mirada hacia Cleo con disimulo, quien se encontraba algo aturdida por su comentario.

Quise decir algo para cambiar de tema, pero ella fue mucho más rápido.

—¿Quién es Lily? —preguntó con un hilo de voz, y percibí aquel nudo en la garganta.

—Es una chica que pienso darle lo mejor de mí. Veras Cleo, ella es...¿cómo decirlo?Es excelente y muy guapa, tiene toda las cualidades que me atraen. Seguro cuando la conozcas, se llevaran muy bien —dijo mi hermano, esperanzado.

Vi el rostro de mi amiga y se encontraba sin habla, y lo único que pudo hacer ante las palabras de Dylan, fue asentir, fingiendo ansiedad por conocerla.

El corazón de Cleo, se había derrumbado por completo.

—Te deseo lo mejor, Dylan. —le contestó ella, casi con una voz inaudible.

—Gracias Cleo.

Mi hermano frunció el entrecejo, por su descompostura y el ambiente entre los cuatro se volvió tenso.

—Quiero maní. —me dijo Taylor, tomando la bolsa plateada y llevándose un puñado de maní a la boca.

No le presté atención a Taylor, ya que mis ojos estaban analizando a Cleo, quien parecía resistirse para no llorar.

De pronto, se levantó y rompió en llanto al salir corriendo en dirección al baño.

Taylor y Dylan se quedaron petrificados, sin comprender por qué estaba así.

Me puse de pie en un salto.

—¡Hey Cleo! —le gritó Dylan, aturdido. Se volvió hacía mí— ¿Pero qué le pasa?

—Está enamorada de ti, idiota.

No me quedé para verle la cara, sino que salí corriendo detras de Cleo, sabiendo que me necesitaría más que nunca.

Pasé por el tumulto de cuerpos bailando y más de uno me hizo tropezar, pero por suerte no había caído al suelo.

Llegué a la puerta del baño sin aliento, y me encontré con ella, mirándose al espejo sucio mientras lloraba. Nuestras miradas se reencontraron en el reflejo y se derrumbó aún más en cuanto me vio.

—¡Salgan todas de aquí! —les grité a todo pulmón a las chicas que estaban allí.

A regañadientes, las cuatro chicas que se encontraban maquillándose y riendo a carcajadas, salieron, dejándome sola con Cleo.

—¡Soy una estúpida! —gritó , sollozando.

Me acerqué a ella, y la abracé con fuerza, sintiendo como sus lágrimas humedecían mi hombro desnudo.

—No, no lo eres —contradije—.Él está ciego por no darse cuenta de la joven bonita e inteligente que tiene cerca.

—Ojala esa tal Lily le de la felicidad que él se merece. Sino... —murmuró, cabreada.

No dije nada al respecto.

—Debes dejarlo ir, se que encontraras a alguien que te corresponda —la aparté un poco para mirarla —.Cleo, sé que lo encontraras, tienes dieciocho años, este año terminaremos la secundaria y comenzaras una nueva vida. ¿Acaso te olvidas de las personas nuevas que ingresaran a tu circulo social el año entrante? Tomate este año para olvidar a Dylan, y cuando te des cuenta, alguien ya te estará amando y tú lo amaras.

Ella me miró por unos instantes, analizando mis palabras, y asintió con lentitud.

Se lavó el rostro y tomó papel de baño para limpiarse el manchon negro de maquillaje que tenía bajo los ojos, mientras intentaba no continuar llorando.

La puerta del baño se abrió bruscamente, y Dylan y Taylor se hicieron visibles frente a nosotras.

El rostro de mi hermano palideció en cuanto miró a Cleo.

—Angélica, déjalos solos. —dijo Taylor, en tono casi suplicante.

Miré a Cleo, y ella se encontraba mirando a Dylan, y presentí que se echaría a llorar de nuevo.

—Chicos, es mejor que vayan a hablar a otro lugar, ya que aquí no es el indicado. —les aconsejé, acercándome a Taylor.

Él pasó su brazos por mis hombros y los dos los dejamos a solas.

Ojala Dylan, a partir de hoy, la viera con otros ojos, como tanto soñaba Cleo.

La música Country era normal allí, y era lo que me gustaba. Con Taylor, decidimos sentarnos en el taburete de la barra, mientras él tomaba cerveza y yo comía maní.

Ya estaba por vaciar la bolsa de tantos que había ingerido por los nervios.

Había pasado bastante tiempo desde que habíamos dejado a solas a Dylan y a Cleo.

Me moría por saber, cómo continuaba su historia.

—¿Desde cuando Cleo está enamorada de tu hermano? —me preguntó Taylor inclinándose hacia mi oído, apoyando sus codos sobre la barra y la mejilla contra sus puños.

—¡Desde siempre! —contesté, a través de la música.

—¿Y por qué nunca se lo dijo?

—¡Por miedo a perderlo!

Taylor asintió, reflexivo.

De pronto, levantó la vista por detrás de mí y sonrió.

—¡Hey, Ethan! ¿Cómo estás? —gritó.

Miré hacía mi costado y mi corazón se aceleró al ver a Simón, tomando asiento a mi lado y saludando a Taylor con una media sonrisa.

Se me secó la boca, y en cuanto se acercó a mí, me plantó un casto beso en la mejilla en forma de saludo.

¿Él era el famoso Ethan?

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