Unforgiven [NaruHina]

Bởi Noe_Sweetway

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Todos cometemos errores alguna vez, y Naruto lo hizo en el pasado, claro, teniendo luego tristes consecuencia... Xem Thêm

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV (primera parte)
Capítulo IV (segunda parte)
Capítulo V
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X

Capítulo VI

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Bởi Noe_Sweetway

Disclaimer: Naruto © Masashi Kishimoto.

*~Unforgiven~*

por Noe-chan

Capítulo VI

Una batalla no es la guerra

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Hinata no hubiera sabido cómo reaccionar ante aquella situación, si no fuera porque alguien se le había adelantado y había conseguido apartar completamente a Naruto de sus labios con un certero puñetazo justo a la altura de la nariz y la boca.

Pensó que quizá habría sido Kiba, pues hubiese sido lo más lógico; y temió por un momento no saber cómo explicar toda aquella bochornosa situación en la que no había sido para nada grato el encuentro entre dos hombres que tanto habían marcado su vida en todo ese tiempo.

Pero se llevó una gran sorpresa cuando vio a Naruto tirado en el piso y a una mujer de imponente presencia, parada frente a él.

—¡¿Te volviste loco, idiota?!

El grito de la peli rosa resonó en todo el local de celebración, llamando la atención de la mayor parte de los invitados, incluyendo a la novia, quien rondaba por allí en esos momentos.

—Sakura—

—¿¡Qué mierda intentabas hacer!?— el intento de Sasuke por calmar a su mujer fue en vano. Estaba demasiado alterada como para darse cuenta de que todos los ojos en esos momentos estaban sobre ellos.

—Yo...

Naruto llevó la mano hacia la zona de dolor y en seguida notó el líquido rojo que le manchó casi toda la palma. El sabor metálico en su boca era cada vez más fuerte.

Observó a través de la ojijade —quien seguía sermoneándolo frente a todos— y pudo notar que, un poco más atrás y al costado, se encontraba Hinata, con la expresión desconcertada, aparentemente, intentado ser calmada por un moreno que se había agachado junto a ella.

—Hinata...

La aludida lo observó y, de repente, Naruto sintió su mundo desvanecerse. Ella nunca lo había observado de manera más molesta y despectiva. Era casi imposible de creer.

—¿De verdad eres tú, Naruto? ¿Qué demonios te pasa?

Los ojos del rubio se desviaron hacia la voz masculina que había pronunciado su nombre y, por fin, pudo divisar el rostro de quien había sido acompañante de la ojiperla durante toda la noche.

—¿Kiba?

—¡No me ignoren!

—Sakura, cálmate.

Los ojos de Naruto volvieron, de la pareja, a Hinata nuevamente y notó que la misma había fruncido los labios y también el ceño. Era todo tan... raro.

—¿Qué sucedió aquí?— Tenten acudió al lugar de los hechos y, con una expresión de nerviosismo intercaló las miradas entre todos los allí encontrados—. ¿Naruto?— observó a éste sorprendida, pues aún yacía casi desparramado en el piso.

—No sucedió nada.

Todas las miradas pasaron ahora a una extremadamente seria y casi ausente Hinata.

—Hinata, ¿qué estás diciendo?— Kiba la observó visiblemente molesto. Ella no tenía por qué cubrir a Naruto después de lo que había hecho. De hecho, ¿qué mierdas pasaba en ese lugar? Kiba no lo entendía. De verdad que no entendía nada—. ¿Pueden explicarme qué significa todo esto?— se puso de pie—. Naruto— le lanzó una mirada entre enfadado y confundido, mientras el aludido se ponía de pie con ayuda de Sasuke—, ¿se puede saber por qué be-

—¡Kiba-kun, basta!

La ojiperla volvió a llamar la atención de todos los invitados. Naruto paró las ojeras. Hacía tiempo, ahora que lo notaba, que ella había dejado de llamarlo a él con ese sufijo. Se sentía un poco... muy mal.

—Ya dije que no pasó nada. Todo esto fue un error. Jamás debió suceder, y jamás volverá a suceder.

Un silencio sepulcral se abrió paso entre la gente y Hinata, dirigiéndose a Tenten, le sonrió tímidamente, en un gesto que decía que la fiesta podía continuar y, al mismo tiempo, pedía disculpas. Sin siquiera observar de nuevo a Naruto, pronunció un casi inaudible "Mis disculpas, con permiso", y se marchó del lugar en dirección al tocador.

Sakura tardó unos minutos en procesar todo. En realidad Hinata se había sentido bastante ofendida con aquella acción de rubio, pero extrañamente de igual manera había evitado mancharlo. Quizá, en parte, simplemente no había querido armar alboroto en aquel evento tan importante para su primo, y por ello se había guardado lo de reclamar. Pero igual no todo le cabía.

—¿Ahora me van a explicar?— cuestionó un furioso Kiba en dirección al hijo de su jefe.

Naruto, aún dolido por la mirada de la Hyuga, rechistó e ignoró radicalmente al Inuzuka, intentando también marcharse del lugar. ¿Era Hinata la novia de la cual Kiba le había hablado? ¿Acaso Kiba había conseguido conquistarla estando en el extranjero? ¿Era a Londres adonde ella había ido sin él poderla encontrar por más de cinco años?

Realmente creyó que ella al menos le daría una cachetada. Pero no. Le había hecho sentir que no existía para ella. Que no significaba nada el que la haya besado. Rechistó otra vez.

Todo, absolutamente todo, lo cabreaba en esos momentos.

El moreno, totalmente ofendido por ello, avanzó con efusividad hasta él y lo jaló de la camisa, haciendo que volteara a observarlo nuevamente. Con la mirada le exigió explicaciones por enésima vez, siendo (por enésima vez) ignorado.

El puñetazo que Kiba lanzó, con intención de alcanzar a Naruto, quedó al aire al ser detenido por la fuerte mano de Sasuke. Este último suspiró y observó de mala gana a ambos.

—Bueno, ya me cansé de toda esta estupidez— mencionó en tono tosco—. Tú, idiota, no irás a ningún lado...— Naruto suspiró y quedó estático en su posición—. Y tú...— Kiba se soltó de su agarre con brusquedad—. Tranquilízate, te lo explicaré de la forma más sencilla.

Tenten, preocupada, observó interrogante a Sakura, quien trató de calmarla con una sonrisa dulce. Ésta la tomó de la mano, y la sacó a bailar con suma diversión, llamando asimismo la atención del resto de los invitados que de pronto estuvieron a su alrededor.

La aglutinación de gente comprendió que eran problemas personales entre aquellos invitados tan peculiares, y decidió esparcirse nuevamente por el local. Todo fuera por el bien de la novia.

—Naruto, imbécil, le faltaste el respeto a Hinata con esa acción— el sermón del hombre Uchiha no se hizo esperar— ¿En qué carajos estabas pensando? Ella ya está comprometida... ¿No te lo dije?

—Lo sé, teme, no sé en qué estaba pensando...— el rubio apretaba los puños, aguantando el dolor que aún sentía en la nariz—. Sólo la vi y...

—Naruto-san, no sabía que besaba sin permiso a las novias de los empleados de la empresa. Debe ser genial ser usted.

El rubio fulminó con la mirada al joven Inuzuka, pero Sasuke se encargó de contestar por él.

—Tú no te preocupes, Hinata no querrá verlo por un buen tiempo, lo sé.

Kiba gruñó sin ocultar su irritación: —¿Pero cómo carajos se conocieron?

Uzumaki-hijo, de pronto, llevaba una rabia tan grande en su interior, que no pudo contenerse y, antes de que el azabache contestara, soltó una risa irónica.

—Obviamente conoces a Menma, ¿no, Kiba?— comenzó con su sonrisa sardónica—. Estás hablando con el padre de ese niño.

Miles de cosas pasaron por la mente del Inuzuka en ese momento. Cómo Hinata había ido a parar a Londres (anteriormente creyó que fue para trabajar), cómo podía ser que Menma no supiera de la existencia de su padre, cómo Naruto había podido ser capaz de abandonar a alguien como Hinata... una infinidad de situaciones.

Lo que no llegaba a caber en su cabeza era el hecho de que, aun después de lo sucedido entre ambos —de lo cual no tenía idea, a decir verdad—, cómo Hinata era capaz de reaccionar con tanta calma ante un atrevimiento, en su opinión, tan atroz como lo fue el que le robara un beso. Su interior ardía en ira y no se creía capaz de observar a Naruto con tranquilidad nunca más.

—Este hijo de...— realmente quería, desesperadamente, golpearlo. Estuvo a punto de hacerlo.

—Cuida tus palabras Kiba— el rubio, en cambio, ya no iba a dejar que siguiera insultándolo como si nada.

—Tienes que estar bromeando...

—No, es la verdad— intervino Sasuke, intentando calmar las aguas—, pero ya te lo dije. Ellos no tienen nada más ahora, ¿no es así, Dobe?

Naruto suspiró y finalmente asintió. Quería decirle al moreno un par de cosas más. Dejarle bien en claro que estaba lejos de sus posibilidades dejar ir a la mujer a la que amaba. Sin embargo, decidió parar por esta vez. Era la boda del prodigioso Neji Hyuga, que ya lo odiaba lo suficiente como para volver a encender esas viejas riñas. Además, Tenten era su amiga, y ya se sentía lo suficientemente idiota por casi arruinar su fiesta, como para estropearlo aún más.

Kiba había ganado esa batalla por el momento.

—Bien, entonces, asunto cerrado— declaró el Uchiha con voz demandante—. Kiba, él es Naruto— dijo, como si estuviera presentándolo—, y es el padre de Menma — ambos se fulminaron con las miradas—. Naruto, él es Kiba. Y, no lo olvides, es el actual novio de Hinata.

Ellos no pensaban estrecharse las manos y Sasuke lo sabía muy bien. El único propósito de todo aquello era dejarles muy bien en claro algo:

—Cada uno sabe su lugar y no pueden hacer más que contentarse con ello. Respeten los sentimientos de Hinata, es ella quien elegirá a quién quiere. Y es todo lo que diré.

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"Y luego Naruto-san me alzó sobre sus hombros y la tontita de Uzu-chan se puso celosa. ¡Fue tan divertido! ¡Él es el mejor!"

Hinata estuvo a punto de quedarse dormida, cuando esa frase azotó su mente otra vez. Cerró los ojos con inquietud y se mordió el labio inferior con duda. ¿Por qué tenía que sucederle algo así a ella?

Estaba tan encabronada, principalmente, consigo misma por todo lo sucedido esa noche.

Naruto la había besado frente a todos, incluido su novio. Le había faltado el respeto con aquella indiscreción. Fue algo inconcebible. Aun así, si no hubiese sido por Sakura, Naruto no habría recibido su merecido.

Es decir, ella no había reaccionado más que con aquel intento de indiferencia. Le había resultado, puesto que notó la mirada dolida del hombre, pero aun así sentía que le había hecho algo muy malo a Kiba.

Ni siquiera le había dado explicaciones.

Todo el camino a casa había transcurrido en silencio y no fue hasta ese momento, cuando el moreno salió del tocador sólo en bóxers, que posó su mirada fría en ella. Debía sentirse engañado y ella no se perdonaría a sí misma nunca por ello.

—Kiba-kun.

—¿Hm?— ella pudo notar cómo de su espalda aún caían gotas de agua, pues acababa de darse un baño, cuando él la observaba a través del espejo.

—Lo siento— dijo con voz profunda y se cubrió los ojos, cuando caprichosas lágrimas ya amenazaban con brotar de ellos—. Lo siento. Lo siento.

A Kiba aquello lo derrumbó. A decir verdad, desde que la conocía, ella nunca había sido demasiado expresiva, ni mucho menos, con él, y verla de pronto tan arrepentida lo caló tan hondo, que no aguantó y se metió de lleno a la cama con ella.

—Hinata...— pegó su frío cuerpo al cálido de ella. La sintió estremecerse levemente—. Confieso que estoy todavía algo dolido, pero... Ya pasó, ¿está bien?

Ella negó sin retirar los brazos de su rostro.

—No, no está bien, Kiba-kun— juraba que intentaba por todos los medios que la voz no le saliera tan temblorosa—. Yo te oculté algo demasiado grande, lo sé. Debí decírtelo aquella vez que me comentaste acerca de la empresa Uzumaki... Yo... lo siento.

—¿Por qué te disculpas tanto?

Kiba la sorprendió tomando sus brazos delicadamente y retirándolos de su rostro, de modo que pudo notar la única lágrima que había escapado de sus hermosos orbes perlados. Le besó la mejilla con suavidad y lamió el rastro de la lágrima, apenas rozando su lengua por su níveo rostro de porcelana.

Ella suspiró en respuesta y una tenue sonrisa surcó sus labios.

—No lo sé.

Él procedió a besar su cuello y acariciarle la cintura. Ella, gustosa, se dejó hacer inclinando la cabeza para darle una superficie mayor, y abriendo las piernas una vez que él se colocó encima de ella, para que se acomodasen mejor.

—Hinata...— susurró el hombre con voz rasposa y mirada intensa—, Mañana hablaremos de esto, pero ahora déjame hacerte saber que lo de hoy no modifica lo que siento por ti.

—Kiba-kun...— ella sonrió, comenzando a acariciar su enmarcado torso desnudo—. Gracias... Eres... De verdad, eres magnífico.

—Eres todo lo que quiero...— y atrapó sus labios con ferocidad.

Acto seguido, ambos decidieron olvidar por un momento todas las inquietudes vividas esa noche y darse el lujo de disfrutar el uno del otro.

El Inuzuka era todo un salvaje, si así podía decirse, y siempre hacía que Hinata lo pasara de maravillas. Por su parte, Hinata era un asunto especial. Era toda una doncella siempre, pero cuando se trataba de dejarse llevar por su ello, podía ser muy apasionada y extremadamente buena en la cama. Kiba terminaba por volverse loco cada vez que sucedía.

Él disfrutaba cada pedazo de ella y lo hacía con convicción.

Esa noche dejaría a su mente disfrutar el imaginarse verdaderamente amado y deseado por Hinata, aun cuando en el fondo le dolía esa enorme duda que no lo dejaba dormir tranquilo.

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El día siguiente de la boda, el domingo, había sido de lo más tranquilo. El resto de la semana transcurrió de la misma manera. Sin embargo, cuando Hinata se despertó con una sensación de temor ese jueves, supo que los problemas pronto volverían a taladrarle la cabeza.

El inicio de la semana le había parecido tenso al recordar que existía la posibilidad de encontrarse con Naruto a la entrada o salida de la escuela de sus hijos, por lo que maniobró los horarios para no topárselo por nada del mundo.

Esa misma tarde, Sasuke la llamó, y pudo respirar tranquila cuando el mismo le informó que el rubio se encontraba de viaje a una ciudad vecina y no volvería hasta el jueves.

Jueves. Primer día en que Naruto visitaría a Menma.

No sabía por qué, pero sentía que se metería en problemas si no lo evitaba también ese día, así que dio riendas sueltas al asunto y dejó a Hanabi como encargada de la casa mientras ella "iba de compras con Tenten".

De hecho, sí que iría con la castaña —recién llegada se su luna de miel— a dar un pequeño paseo por los shoppings, con el fin de conseguir bonitas prendas de embarazada. Pero también estaba huyendo y lo sabía muy bien.

Le había dicho a Hanabi —no sabía desde cuándo se había vuelto así de orgullosa— que no podía permitir que Tenten fuera sola por allí, cuando su tierno vientre iba creciendo de a poco. Pero lo cierto era que ella no quería ver a Naruto.

Había arreglado absolutamente todo con Kiba y no estaba dispuesta a hacerle daño de nuevo. Sabía que cualquier cosa podía suceder estando cerca de Naruto y sus estúpidos impulsos peores que los de un adolescente. ¿Qué demonios pasaba con él?

Aun después de todo lo que había sucedido en el pasado, él simplemente venía y la besaba, como si no hubiera ocurrido nada, como si siempre hubieran estado juntos, como si... la quisiera.

Sacudió la cabeza.

Por supuesto que no. No había forma de que él la quisiese de verdad. Era sólo un inmaduro joven de 22 años que no sabía controlarse. Siempre había sido así y ella sólo no había podido verlo antes, ¿verdad?

Debía ser eso.

Caminaba de prisa por las calles de Tokio, discutiendo con sus propios pensamientos, reprochando a su mente semejantes cavilaciones estúpidas y totalmente carentes de sentido, cuando sintió que chocó hombros con alguien que se le había cruzado en la acera.

Se sonrojó apenada y volteó para pedir disculpas, sorprendiéndose de no poder distinguir a aquella persona entre la multitud de peatones que azotaban las calles de la concurrida ciudad.

Le restó importancia al asunto, y siguió su camino.

—Interesante...— aquella pelirroja se quitó los lentes de sol, con el objetivo de observar mejor a la mujer que se alejaba de ella casi danzando en aquella apresurada marcha—. Así que la princesita Hyuga volvió.

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Sus tacones resonaron con fuerza al ingresar a aquella oficina, exaltando a quien reposaba sobre el escritorio.

Carraspeó nerviosamente al darse cuenta de que lo había despertado y se maldijo mentalmente por haber hecho semejante alboroto al entrar. De haberlo evitado, se hubiera ahorrado otra situación incómoda... Como las que había vivido cada día, desde que su familia se alió con las empresas Nara.

—Aquí está el papeleo de hoy— dijo tratando de sonar serena, como si aquellos gestos genuinos del joven (que la remontaban a cierto tiempo atrás) no la alteraran en lo más mínimo—. ¿Te importaría sellarlos? Gaara dijo que sólo falta eso.

Él posó su penetrante mirada en toda la presencia femenina, emitiendo un pequeño bostezo, para luego sonreír quedamente, con aparente aburrimiento.

—Claro, Temari.

Ella asintió agradecida y le tendió la pila de papeles con desesperante vacilación. ¡Dios! ¿Qué sucedía con ella? ¿Podía ser que aún la inquietara el que él pronunciara su nombre de aquella manera tan... rara?

Algo debía andar mal con ella. Eso seguro.

—Temari...

Se mordió el labio inferior con duda. Aquel trato tan profesional que tenía él con ella no le gustaba para nada, y no sabía por qué.

—Temari— reiteró él, al no recibir respuesta.

Ella lo observó interrogante, estaba muerta de la vergüenza por dentro, pero lo disimuló bastante bien.

—Te estoy escuchando.

—Bueno...— él no dejaba de verla directamente a los ojos, lo cual le era desesperante... ¿Desde cuándo se había vuelto el triple de guapo? Espera, ¿qué?—. Estos documentos están bastante desordenados... No puedo sellarlos así.

—Oh— ella tragó grueso. Eso de tener que verlo todos los días como si nada, estaba logrando colocarla al borde del colapso—. Yo... los ordenaré y... volveré en seguida.

Ella estaba realmente abochornada por su error. ¿O el error de Gaara? No importaba. Estaba quedando sin palabras y era el momento perfecto para escapar.

—No— él la sorprendió, sin embargo, sonriendo con tranquilidad y amabilidad a la vez—, quédate aquí y ayúdame a ordenarlos...

—Er... ¿seguro?— de verdad esperaba que él se retractara y la dejara ir.

¡Oh, maldita incomodidad!

—Sí, claro. No es como si tuviera algo más que hacer, de todos modos.

Ella asintió y tomó una silla para sentarse frente a él y comenzar a trabajar.

Por fin, después de charlas sobre los nuevos productos y un cómodo silencio posterior, Temari pudo respirar con tranquilidad.

Minutos después, cuando él pidió a su secretaria dos tazas de café y le ofreció amablemente acompañarlo un poco más, al fin pudo la mayor de los hermanos Sabaku responderse la pregunta que tantas veces se planteó...

¿Shikamaru la seguiría odiando?

—Hemos terminado— habló el pelinegro con quietud—. ¿Me acompañas a tomar este café...— agregó a esto último su sonrisa ladina característica—, mujer problemática?

Al parecer, ya no.

—Claro que sí, bebé llorón— contestó ella, por primera vez en la semana, divertida.

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Hanabi Hyuga desde un principio se había planteado la enorme posibilidad de que existiera una amplia semejanza entre padre e hijo. Sonaba de lo más lógico y coherente, después de todo.

Pero realmente no imaginó que Menma llegara a ser tan... Naruto. Es decir, desde que volvió a ver a su sobrino, no le llevó demasiado tiempo notar lo parecido que era a su padre, o al menos a la forma en que ella lo recordaba. Mas, teniéndolos allí, el uno al lado del otro, era lo más próximo a la imagen de un gran personaje y su réplica exacta en miniatura, siendo el color de sus cabellos, la única diferencia notable a simple vista. Bueno, de hecho, la piel de Menma era un poco más blanca que la de su padre, pero ello se tornaba un detalle mínimo.

La niña rubia que estaba junto a ellos también era bastante parecida al progenitor, pero en menor medida.

Ese día, apenas hubo amanecido, Hanabi hizo un pacto consigo misma en lo que respectaba a aquella visita, y era el de mantenerse siempre a la defensiva. Sin embargo, ¿quién podría no derretirse de ternura al contemplar aquella vista?

Le fue imposible no preguntarse cómo podían esos tres estar separados siempre, o al menos uno de ellos separados de los demás, siendo que la compenetración que denotaban era tan perfecta y fraternal, que sería capaz de emocionar a cualquiera.

Naruto descansaba plácidamente en el sofá de aquel bonito departamento, en compañía de sus dos hijos —mientras miraban Buscando a Nemo— dedicándose a responder con paciencia y diversión a cuanta pregunta curiosa e inocente formulara Menma y, al mismo tiempo, proveer los más tiernos mimos a Naruko, de modo que ambos pudieran sentirse igualmente importantes.

Hanabi los observaba exageradamente enternecida, desde el contiguo sillón, mientras se debatía mentalmente lo mucho que aquellos infantes apreciaban al hombre y terminaba de preguntarse por qué demonios habrían elegido una película tan aburrida, gastada y pasada de moda, como la que estaban viendo.

Chasqueando la lengua, le restó importancia al asunto y en seguida guió su aperlada mirada al sublime ramo de rosas rojas que reposaba sobre la pequeña mesa junto a ella. Con esto, envió al carajo todas sus nobles intenciones de no interferir, y finalmente habló:

—Naruto— el aludido levantó la mirada en su dirección, con leve sorpresa—. ¿Puedo preguntarte algo?

El rubio asintió con tranquilidad. Se levantó de en medio de sus hijos, los cuales ya habían comenzado entre sí un debate muy interesante con la película como argumento.

—¿Qué sucede?— el rubio llegó hasta el sillón junto al de ella y tomó siento.

Ella lo observó sin parpadear unos segundos y se atrevió a señalar con el dedo el arreglo floral tan llamativo que allí se encontraba.

—Eso era lo que iba a preguntarte.

Él se tensó una milésima de segundos.

—Yo...— la observó con duda, ella le ofrecía un gesto retador—. Bueno..., le debo una disculpa a Hinata— declaró, de pronto, algo ensimismado—, me comporté como un auténtico idiota la noche de la boda y... ella no se merecía pasar por una situación tan... incómoda.

—Cierto. Fuiste un reverendo idiota sin causa, una vez más— recalcó ella, sin una pizca de tacto—, pero déjame decirte algo... Creo que así sólo la cagarás más— lo notó algo confundido. Vaciló un poco—. Quiero decir, Hinata es de las mujeres discretas, lo sabes, y creo que un gesto tan... raro, sólo hará que se moleste aún más.

—Yo...— él, que estaba lleno de dudas, suspiró—. Sólo no quería venir con las manos vacías.

La joven Hyuga negó con la cabeza, casi como sintiendo que él estaba mintiendo.

—Bueno... trataré de que lo tome de la manera más pacífica posible...— suspiró antes de sonreír mínimamente. Odiaba tener que transmitir tanta seriedad—. Es bueno... saber que has pensado en la estupidez que cometiste y que estás arrepentido, ya que—

—Nada de eso.

Ella se vio sorprendida por la manera tan brusca en que él la interrumpió. Frunció el ceño, en señal de confusión.

—Quiero decir, de verdad me siento horrible por la situación tan penosa que ha pasado Hinata por mi culpa— explicó él, después de unos segundos—. Pero no estoy arrepentido de haberla besado. No hay forma en que lo pudiera estar.

La muchacha carraspeó para ocultar su sorpresa. No esperaba que él fuera a decir algo como eso. Sonaba tan real como cínico, así que le costaba distinguir.

¿En qué pensaba ese sujeto?

—Quiero que me respondas algo...— volvió a su aire sereno, necesitaba saber más—. Escuché a Hinata decir que le pidieron a Kiba que no abandonara el trabajo...— la sangre de Naruto ardió de tanta rabia que le produjo el simple hecho de escuchar ese nombre—, ¿por qué?

—Por qué... ¿qué?

Ella suspiró por enésima vez, y lo observó contrariada.

—¿Por qué no lo echaste de la empresa, sabiendo que puedes hacerlo, que prácticamente eres el dueño?— hizo un ademán con sus dedos—, por lo que vengo escuchando desde la boda de Neji-niisan ustedes dos se odian, o algo así...

Él la observó con detenimiento antes de responderle. ¿Qué pretendía?

—Así es, lo odio...— mostró una pseudo sonrisa, que se vio como algo rencorosa—, pero eso no tiene nada que ver— la mirada de confusión de ella lo hizo suspirar—. Es decir, si Kiba desde un principio estuvo en la empresa fue por su increíble capacidad, eso nadie puede negarlo.

—¿Qué quieres decir?

Ella aún se escudaba en su seriedad. No podía simplemente atribuirle sinceridad a cada locura que soltase.

Sin embargo, él prosiguió:

—Lo de Hinata es un asunto aparte. No sería capaz de hacer algo tan injusto como despedir a alguien que no se lo merece— se cruzó de brazos, como si lo que estaba diciendo de verdad lo fastidiara—, él es uno de los mejores funcionarios, y también sé que necesita trabajar.

Ella detuvo su discurso.

—¿No es eso algo como "por compasión"?

En respuesta, el rubio cerró los ojos y negó con la cabeza.

—De ninguna manera. Si él tuviera que salir de la empresa sería por decisión propia o por incumplimiento laboral. Jamás mezclaría nuestros problemas personales con su capacidad de ser de gran ayuda en la empresa— se encogió de hombros—. Simplemente no podría hacer algo así.

—Wow...—ella lo miró, aún perpleja—, hasta pareces una buena persona.

Él se carcajeó a viva voz al escuchar su sarcasmo, divertido por primera vez desde que inició aquella conversación.

—Aun así, le pedí a papá que cambiara nuestros horarios— aclaró con gracia—. Nos hice un gran favor...

—Sí, sí...— la chica puso los ojos en blanco—. Él ya te odia lo suficiente como para querer toparse contigo todos los días...

—Podría decir lo mismo.

—No, es peor de lo que piensas— hizo algo parecido a un gesto de total repulsión—. Imagínate, no supera lo ocurrido. Ni siquiera puede hablar con tranquilidad con el pequeño terremoto.— señaló, refiriéndose a Menma.

Naruto frunció el ceño a más no poder.

—Qué idiota.

—Da igual, de todos modos, ese tipo nunca me cayó... Me tiene un aire de cizañero que hace que quiera arrojarle algo apenas lo veo...— los ojos del Uzumaki casi destellaron al escucharla decir aquello. Ella exhaló—. Tú igual ni te ilusiones. No pienses que estaré de tu lado tan como si nada después de todo lo que hiciste...— aclaró rápidamente—. Además, primero quiero saber algunas cosillas...

Cuando ella terminó aquella frase observando fugazmente a la hermosa Naruko, el progenitor lo comprendió.

—Yo... no creo...— la duda volvió a él, junto con la leve sensación de verguenza—. O sea, es un asunto muy...

—Naruto— interrumpió ahora ella, enarcando una ceja—, ya no soy ninguna chiquilina, y Hinata siempre me cuenta todo. Eso deberías saberlo ya.— sonrió, transmitiéndole algo de tranquilidad—. No te estoy pidiendo que me lo digas a mí...

Uzumaki la observó indeciso, antes de sonreír casi nostálgicamente.

—Hanabi, ¿crees que no le he intentado ya?— apretó los labios y luego exhaló sonoramente—. Ella no quiere mis explicaciones...

—Querrás decir "aún no"— corrigió la chica, casi ofendida—. Deja de ser tan cabeza hueca. Conozco a Hinata y sé que va a terminar escuchando lo que tienes que decirle. Ella es así. Es amable y muy considerada, aun cuando no debería ser así con alguien que la lastimó tanto...

Los ojos azules reflejaron verdadera tristeza. El rubio bajó la mirada, haciendo que ella se sintiera algo culpable.

—Lo sé— su rostro melancólico no expresó lo agradecido que estaba en realidad con su ex cuñada por ser tan franca. Lo hacía pisar tierra.

Ella, por su parte, se puso a analizarlo completamente.

Ahora que lo observaba bien, podía notar lo verdaderamente guapo que era. Atractivo por dondequiera que se lo mirase. Esos preciosos ojos azules, ese alborotado y sexy cabello rubio, esos labios finos y perfectos, ese trabajado y esbelto físico, lo bien que le sentaba aquel uniforme de oficina todo desaliñado... Cielos.

¿De qué demonios se estaba perdiendo su adorada hermana mayor?

—Igual, por lo menos tienes a tu favor el hecho de que odie a Kiba— Hanabi no sabía si había soltado aquello para animarlo, o para qué. Sólo lo había dicho.

Lo vio volver la mirada a ella, sonriente.

—Suena bien.

—Pero no olvides que empiezas este juego con menos mil puntos, por haber cometido tantas estupideces...— pensó un momento—. Y seguirlas cometiendo, por cierto.

Él, para sorpresa de ella, rió sonoramente.

—Tienes razón. Sólo espero que ella esté aquí la próxima vez que venga. Tengo muchos cumplidos que quiero dedicarle...— ella frunció el ceño, divirtiéndolo—. Además, quiero pasar cada minuto que pueda con ella y con Menma, el tiempo perdido es imposible de recuperar, ¿sabes?

Hanabi negó con la cabeza y sonrió un poco.

—Suenas como realmente decidido, pero me temo que así sólo te odiará mas.— iba a empezar a probarlo—. La confundirás terriblemente, ¿es eso lo que quieres?

—Sí.

Rió. Retrocedió y habló con cierto deje de ironía:

—¿Qué? ¿Y dónde quedó eso de dejarla rehacer su vida y ser feliz?

Él se encogió de hombros. Mostró su mejor sonrisa.

—Eso no va conmigo. Yo nunca me retracto de mis palabras— ensanchó su alegre gesto—. Quiero confundirla totalmente... Hasta que recuerde lo que sentía por mí, hasta que descubra que realmente todo en mí pudo cambiar, menos mis sentimientos... Hasta que vuelva a enamorarla completamente, otra vez, y así, poco a poco, recuperarla.

La ojiperla entornó los ojos, aunque por dentro estaba realmente conmovida.

—¿No es eso un poco egoísta de tu parte?— cuestionó, retóricamente.

—Sí lo es.

—Recuerda que Kiba la tiene ahora.

—Eso no podría importarme en lo más mínimo.

—¿Sabes que corres el riesgo de que ella te odie más?— dijo medio en serio y a la vez en broma.

Él cerró los ojos. Exhaló. La miró. Sonrió.

—Lo único que sé es que la quiero de vuelta— sus ojos transmitieron súplica—. Quiero ser el único dueño de todo lo que tenga que ver con ella. Poder arreglar el pasado, haciéndola feliz en el presente y en un futuro no lejano.

—Qué cursi... Casi hasta se oye como si estuvieras paranoico.

—Estoy loco— se levantó del sillón y se encaminó nuevamente hacia sus hijos—. Loco por ella.

—Veremos si ella puede creer todo esto— él se detuvo a medio camino—. Suena muy real si lo dices así.

—Es real— volvió sólo el rostro unos segundos, y entonces ella presenció la sonrisa más cálida y sincera que pudo haber visto jamás—. Aún la amo.

Hanabi sonrió ampliamente y se levantó del sillón.

Aquello no era todo lo que había ansiado escuchar, pero pertenecía a gran parte de ello. Ahora le costaría menos decidir de qué lado estaría, si así podía decirse.

—Traeré más palomitas.

Los niños exclamaron felices al tener de vuelta a Naruto en medio de ambos. Eso era todo. Sólo eso, y Naruto podía ser casi completamente feliz.

Miró a Hanabi.

—Claro, cuñada— le guiñó el ojo, haciéndola reír—. ¡Ah! Ahora que lo recuerdo... Konohamaru me dijo que te saludara de su parte— la observó con duda y vacilación—. No sabía que se conocían...

A Hanabi le temblaron las piernas. Se sintió desfallecer.

—C-como sea. ¡Gracias!

Aprovechó que los niños se colgaran, de pronto, al cuello de su padre, para huir lo más rápido que pudo a la cocina.

¿Acaso aquello sólo era un broma de mal gusto?

Si era así, lástima. Su corazón ya había sido tocado.

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—Uno, dos, tres, cuatro...

Naruko Uzumaki se exasperó en cuanto su compañero empezó —con el rostro apoyado a un árbol— aquel lento conteo, pues ello indicaba que debía esconderse en el más cercano y discreto lugar posible, cuanto antes. A menos que quisiera ser la siguiente en quedarse a contar.

Corrió a lo largo del patio, imitando a la mayoría de sus iguales, hasta llegar cerca del baño de niñas.

Halló perfecto ese lugar y se apresuró en ocultarse detrás de la pared, consiguiendo una vista que le permitiera captar el momento en que su amiguito descuidara su trono y pudiera llegar hasta él, logrando salvarse.

—¡Listos o no, allá voy!

Sus alaridos se entremezclaban con los igualmente escandalosos de toda la multitud de alumnos que disfrutaban de su receso esa calurosa mañana, en la pequeña escuela de enseñanza primaria.

—Pss. Niña.

La niña escuchó una voz a sus espaldas y se giró sobre sus talones. Temía poder ser descubierta a causa de la voz que se dirigía a ella.

Pero aquel sujeto no era un compañero suyo, como primero pensó.

—¿Quién es usted?

La vocecita cargada de curiosidad y el gesto tan angelical de aquella divina niña dejó tan pasmado al moreno, que casi se arrepintió de sus intenciones iniciales. Carraspeó provocando que ella lo callara colocando su pequeño dedo índice delante de sus labios.

—Shh. Me van a encontrar— susurró indignada.

—Escucha, Naruko— él se vio obligado a susurrar también—, tengo algo que quiero decirte. Ven un momento...

Ella hizo un gesto de suma duda.

—Mm... Creo que no— dio unos pasitos atrás—. Papi dice que no debo hablar con extraños.

Kiba suspiró.

Sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero sentía que debía vengarse de Naruto de alguna manera. Lo había irritado tanto encontrar aquel ramo de rosas para su mujer ¡y en su propio apartamento!

No iba a darle tregua, hasta que dejara a Hinata en paz.

—Oh, no soy ningún extraño, pequeña. Soy el amigo de tu papá, Naruto, y de tu abuelo, Minato.

—¿En serio~?— la pequeña se balanceó, alargando exageradamente el sonido de la última vocal.

El sujeto no se veía malo. Aparentaba ser aún muy joven, además de que conocía a su padre y su abuelo. ¡Incluso se sabía su nombre!

—Sí, princesa. Sólo quiero hablarte un momento.

El moreno le sonrió entre dientes, transmitiéndole mucha confianza. La niña también sonrió y asintió enérgicamente.

—Está bien.

Él ganaría, también esta vez.

.

.

.

.

.

Naruto había extrañado de más aquella noche del jueves a su hija.

Después de la visita a Menma, la había llevado a casa de sus padres, pues Kushina había insistido fervientemente en que la niña durmiera con ellos esa noche.

Se había sentido increíblemente irritado por no haber encontrado a Hinata esa tarde, que no lo sintió por un momento. Pero, caída la noche, fresca y lluviosa, recordó que su hija en ocasiones como esa, ya hubiera corrido a acurrucarse con él bajo las sábanas. Se sintió realmente solitario.

Su padre se había encargado de llevarla a la escuela esa mañana, por lo que tampoco fue capaz de verla a esas horas, como de costumbre.

Finalmente, la tenía con él.

Sin embargo, el camino a casa se había tornado más silencioso que de costumbre. Naruko no había pronunciado palabra alguna desde que abordó el auto, y aquello se le hacía de lo más extraño.

Aparcó frente a su esbelta residencia y le sonrió.

—Llegamos, mi princesa.

Naruko observó fijamente a los ojos a su padre, y el mismo notó en los orbes perlados de su primogénita, cierto rastro de tristeza y duda.

Casi sintió que ella lo miraba con decepción.

Quizá era el asunto de Shion de nuevo.

—Pa...

—¿Qué pasa, mi amor?

La niña desabrochó el cinturón de seguridad y se lanzó junto a su padre en un furtivo abrazo. Naruto la vio suspirar cabizbaja y aquello lo atravesó.

—¿De verdad...— hizo una pausa. El rubio sintió, sin saber bien por qué, inmensas ganas de dejar escapar unas cuantas lágrimas, pero se contuvo—, Men-kun... es mi hermanito?

La respiración se le fue por unos segundos, y estuvo tan sorprendido, que ni siquiera se preguntó cómo podía ella saber aquello. No contestó. No pudo hacerlo. Presionó más a su hija contra su pecho.

Anonadado. Indeciso. Dolido.

—¿Por qué lo abandonaste?

.

.

.

.

.

Continuará... si quieren

N/A: ¡Holi~! ¿Cómo han estado?

Bien, volví pronto esta vez, porque quise cumplir mi promesa ahora que tengo tiempo. Espero volver igualmente en los próximos días hasta colocar aquí todos los caps que ya están listos.

No sé, este capítulo en particular me agradó. Fue divertido escribir a Hanabi en ese plan de aliado/enemigo con Naruto, me gusta bastante el carácter que tiene aquí (es exactamente así como la imagino) y estoy considerando darle algo especial con cierta persona en capítulos futuros. Debo admitir que hasta yo odié un poco a Naruto aquí (por pendejo), a Hinata (por hacerlo con Kiba) y a Kiba (por razones más que obvias). Pero no se apresuren en marcar personajes, todo se desenvolverá con mucho drama 7u7r

He estado algo distante del fandom últimamente (gomen, Haikyuu!! y Kuroko no Basuke me llenaron la cabeza desde el año pasado y el yaoi me puede más que nunca), pero ahora que me vi Boruto y que el relleno (de mi Itachi-sama *inserte corazones*) está por terminar , creo que volveré a entusiasmarme con todo esto. Naruto is love, is life... you know.

En fin, si les gustó, espero sus votos y alguno que otro comentario. Gracias por acompañarme siempre, los quiero, ¿ya se los dije?

¡Besos y un sensual séptimo Hokage para todas!

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