ADAM - en edición.

By JohaNightmare

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El tormento de no saber que pasara es, quizá, una de las peores emociones que podremos experimentar como indi... More

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NOCHE.
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TÉ.
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PRUEBAS.
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LANA.
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PRESENCIA
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36.
ACÁ Y ALLÁ
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38.
39.
40.
41.
TE AMO.
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43.
44.
45.
IRSE

20.

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By JohaNightmare


EMILY'S POV.

― ¿Quieres hacer algo? ― Adam salió del baño con una toalla enredada a su cadera―, ¿qué tal ir por sushi?

―No, estoy bien― bajé la cabeza concentrándome en un libro que había encontrado―, ¿crees que pueda salir a correr?

― ¿Correr? ― se detuvo un momento y rio― ¿me prometes no perderte?

―Lo prometo― levanté la vista en el momento en que Adam volvía al baño con un par de pantalones en mano―, ¿eso es un sí?

―Sólo porque no me has dado problemas, puedes ir Emily― cerró la puerta del baño y sonreí satisfecha.

Veinte minutos después me encontraba camino al bosque, no había podido memorizar todo el camino de la casita del bosque hacia la casa Blair, pero estaba mucho mejor ubicaba ahora que tenía un teléfono, gracias a quién haya inventado la ubicación satelital.

Castaña.

― ¿Qué sucede? ― me recargué contra un árbol.

― ¿Podrías regresar, por favor?

― ¿Para qué?

No funcionó preguntarlo educadamente― carraspeó―, vuelve a la casa, ya.

Y colgó.

(...)

Adam sostenía su teléfono contra su oreja, y para mi ignorancia, no entendía más de dos palabras, ¿por qué jamás se me había ocurrido el preguntarle si hablaba otro idioma?

Cuando colgó me observó unos momentos y susurró cerca de mi oído.

―Al parecer hay algo que debemos ver en el periódico― fruncí el entrecejo confundida.

― ¿Qué se supone que es?

―Algo que nos involucra.

El auto en que íbamos se fue deteniendo poco a poco, Adam miró confundido hacia el frente.

― ¿Pasa algo? ¿Por qué nos detenemos?

―Lo siento señor Blair, hoy es día de puestos ambulantes, olvidé que esta calle estaba cerrada.

― ¿Puestos ambulantes?

― ¡Yo sé que es! ― exclamé en voz baja.

―Lo siento señor, ahora mismo daré la vuelta... ―salí del auto y cerré la puerta tras de mi― ¿Qué hace señorita?

―Emily vuelve al auto― el tono molesto de Adam casi me importó.

― ¿Por qué no pasamos la tarde aquí? Parece mejor idea que lo que sea que fuéramos a hacer, me acerqué al inicio de los puestos.

El motor del auto se escuchó alejarse, y Adam se hizo presente a mi lado.

― ¿No ves que está lleno de gente? ― Adam miraba aterrado―, ¿por qué no volvemos al auto?

― ¿Qué tal si damos un paseo, Adam? ― levanté las cejas divertida, él negó.

―No voy a caminar entre toda esa gente, no puedo Emily― siguió negando con la cabeza―, puedo esperarte en el auto sí eso quieres...

Puse mi mano sobre su hombro, Adam se sobresaltó y después suavizó sus músculos.

―Sólo veamos que hay, ¿de acuerdo? ―sonreí alegremente y Adam imitó mi gesto de forma desganada.

Cuando había dado unos cuantos pasos, Adam se detuvo de nuevo mirando aterrado a las personas que pasaban a su lado, me encaminé hacia él de nuevo y le tendí mi mano, dudó unos segundos y después la sujetó firmemente; nos adentramos entre la gente evitando tocar a la mayoría de los que pasaban, Adam apretaba mi mano con fuerza cada que sentía demasiado.

―Mira― señalé un puesto de frutas―, tienen fresas...

―Podemos comprar en el supermercado― respondió dando un tirón de mi mano―, ¿podrías seguir caminando?

―Ven― jalé su mano hacia el puesto, una mujer de la tercera edad tenían entre sus manos un rollo de bolsas, las repartía a las personas que compraban fruta―, ¿podría darme una?

Cuando la mujer me dio una bolsita, intenté soltar la mano de Adam.

―Ni se te ocurra, Emily― me quitó la bolsa con su mano libre―, yo la sostendré, pero no se te ocurra soltarme.

Reí por lo bajó, tomé varias fresas y las vacié en la bolsa que sujetaba Adam.

―Prueba una querida, están limpias― la mujer me tendió dos fresas que goteaban, me llevé una a la boca―, una para tu esposo.

Adam comenzó a reír de forma discreta, negué con la cabeza hacia la mujer intentando explicar que esa no era la situación, pero gracias a la risa de Adam, la mujer dejo de prestarme atención y se enfocó en sus demás clientes.

―No deberías probar eso― dijo intentando controlar su risa―, ¿cómo sabes que está limpia?

Levanté la fresa y la llevé hasta sus labios, dio un respingo hacia atrás y arrugó la nariz.

―No voy a comer eso, aléjalo de mí.

―Sólo un mordisco, y te dejaré en paz el resto de la semana, hasta dormiré en la bañera― en respuesta a eso devoró la fresa.

―Trato hecho― se limpió la comisura de los labios y zarandeó la bolsa―, ¿es todo?

―Es todo― le tendí la bolsa a la mujer y esperé a que Adam encontrara un billete que no fuera de gran cantidad.

Cuando nos alejamos del puesto, comencé a sentirme incómoda por un motivo: la gente alrededor empezaba a susurrar y a apuntarnos, y Adam se estaba dando cuenta.

― ¿Podríamos ver ahí? ― señalé una pequeña tienda detrás de los puestos en la que figuraba el nombre de "Antigüedades Müllier"―, parece interesante.

―A dónde tú quieras.

Ambos nos encaminamos hacia la pequeña tienda, cuando empujamos la puerta para abrir sonó la pequeña campanita que estaba sobre ésta.

― ¡Un Blair en mi tienda! ― la voz masculina y ronca de quién sabe dios, hizo que diera un respingo― ¿pero, quién es esta dama?

Un hombre canoso emergió detrás de la barra de madera y ajustó sus lentes, Adam tenía la expresión en blanco.

― ¿Y, cuál es el nombre de la dama que lo acompaña, Blair?

―Me llamo Emily, señor...

―Anthony Müllier, señorita, ex mayordomo del joven al que acompaña.

Miré hacia Adam y noté como su labio inferior temblaba, ¿pero por qué?

― ¿Pasa algo? ― susurré hacia él.

―Escoja lo que quiera señorita, dígame que busca y lo encontraré para usted.

Adam soltó mi mano, y le observé dirigirse hacia Anthony.

―Cuanto tiempo Anthony, ¿cómo va tu negocio? ― sonaba incómodo y nervioso.

―Mucho mejor desde que tu padre no mete las narices aquí― Adam rio, como antes, nervioso.

―¿Y tu esposa?

―En el asilo, donde yo debería estar.

Me hice de oídos sordos y me acerqué a una pequeña vitrina en la que reposaban anillos con incrustaciones peculiares, cada uno de los anillos tenía un grabado distinto, cada uno de ellos tenía piedras distintas, pero había un anillo en especial que tenía toda mi atención, tenía unas pequeñas letras grabadas en la parte interna, pero no podía distinguirlas.

―Es una letra "a", la que ves ahí adentro, yo doné ese anillo― la voz de Adam sonó detrás de mi oído―, era de mi bisabuelo, Arthur Blair, era su anillo preferido.

Me giré con cuidado hacia Adam, sus ojos estaban puestos sobre el anillo, y una pequeña chispa de nostalgia brillaba en sus ojos.

―Me lo dejo en su testamento aún sin saber si yo existiría―fruncí el entrecejo―, se lo dejó a mi padre con la condición de que sí tenía un hijo, se lo debía dar, para que ese hijo se lo diera a la mujer a la que considerase el amor de su vida.

Adam me miró y sonrió con cierto toque de desasosiego, sabía lo que significaba el que me contara eso, Adam jamás estaría con alguien por su fobia, siempre estuvo consciente.

―Tal vez un día puedas dárselo a alguien― sonreí y me alejé de la vitrina.

―Me lo donó porque sabe que jamás se casará, señorita―Anthony tomó un anillo distinto entre sus manos y me lo tendió―, mire este anillo, por favor.

Tomé el anillo entre mis dedos, éste, a diferencia del otro, poseía un símbolo dentro, entrecerré los ojos intentando saber qué era.

― ¿Es la luna y la tierra? ― alcé la vista hacia Anthony―, ¿o me equivoco?

―Es justo eso, un joven trajo el anillo junto con una carta, ¿quieres saber que decía?

―Claro― sonreí mientras observaba el anillo de nuevo.

―La novia del joven lo dejó el día en que le pidió matrimonio, le dijo que lo amaba, y que esperaba que encontrara a alguien que pudiera usar ese anillo el resto de su vida con él, pero el joven esperanzado guardó el anillo, esperó unas semanas para pedirle que se casara con él nuevamente― levanté la vista hacia Anthony―, y cuando fue a casa de la chica, se enteró de que ella estaba enferma, el cáncer del que sufría era terminal, y había dejado este mundo. Después de analizarlo, trajo el anillo aquí, me pidió venderlo solamente cuando estuviera seguro de que tendría un buen uso. Han pasado ya 3 años desde que lo tengo aquí.

― ¿El chico vino de nuevo? ―Anthony asintió.

―Cada año desde que ella se fue.

― ¿Y se casó, o algo así?

―Esa es una historia barata para que compres el anillo― Adam tomó el anillo entre sus manos y lo depósito sobre la vitrina―, ¿por qué el grabado?

―Ella era la luna para él, y él para ella la tierra, ambos tenían una conexión tan fuerte que sentían que separados tan solo un poco más de lo necesario les causaría el peor de los daños.

Retomé el anillo entre mis manos. ―Es una linda historia.

―Lo es, pero también es muy triste, lástima que Adam no alcance a comprenderlo― explicó Anthony―, desde que era un pequeño de cinco años ha sido así.

― ¿Por qué jamás lo has vendido?

―Porque no he encontrado a alguien que irradie la misma conexión― tomó el anillo de mis manos―, estoy seguro que, al igual que el anillo de Arthur, este se quedará aquí hasta el último de mis días.

―Estoy segura que existirán dos personas que se puedan llevar esos anillos.

―Es una joven muy optimista para ser la novia de Adam, los periódicos siempre dramatizan todo.

― ¿Los periódicos? ― fruncí el entrecejo― ¿de qué habla?

Anthony miro a Adam y negó con una sonrisa. ¿A qué se refería?

― ¿Te interesó algo, Emily? ― Adam carraspeó.

Me giré hacia las demás vitrinas y me tomé varios minutos para encontrar algo de mi agrado, pero lo único que había llamado mi atención habían sido esos dos anillos, principalmente el de Arthur.  ¿Por qué Adam tenía que pensar así de negativo? Tal vez un día superaría su fobia y pudiese estar con alguien y casarse; no tiene por qué pensar que jamás pasará. Adam era una buena persona en el fondo, y si dejara que los demás se acercasen a él sería mucho mejor, pero gracias a como era, todo era mil veces más difícil. 

―Este está bien― deposité un medallón sobre la barra de madera, tenía una pequeña ave grabada dentro.

―Linda elección, fue hecho en 1867, toda una antigüedad.

―Como tú― Adam depositó el dinero exacto y tomó el medallón y mi mano.

Ambos salimos de la tienda y la intensa luz del sol nos cegó a ambos, me jaló en dirección desconocida, y así siguió por media hora.

― ¿Por qué lo donaste? ― pregunté jalando su mano― ¿Adam?

―Creo que ambos sabemos que jamás estaré con alguien, en ningún aspecto, ni siquiera una amiga― enarqué las cejas.

― ¿Qué soy yo?

―No me refería a eso― suspiró―, Emily, cuando se cumpla el plazo que debes estar conmigo, ambos volveremos a nuestra vida normal, y no creo que quieras seguir siendo una amiga mía.

― ¿Por qué no? ― Adam se detuvo y sonrió de forma condescendiente.

―Porque no soy el tipo de hombre que es sociable, en dos años tomaré parte en la empresa de mi familia, y créeme, seré peor que cuando me conociste.

―Entonces ¿sólo te olvidarás de Emily la genial?

Adam sonrió de oreja a oreja.

―Creo que no.

El hecho de que dijera eso, me hizo sentir bien, porque sabía que era algo difícil de decir.

― ¿Cómo fue que donaste el anillo si tu padre no te lo daría hasta que...?

―Se lo robé, ahora, voy a llamarle a alguien de la casa para que venga por nosotros― sacó el teléfono de su pantalón y se alejó unos metros de mí.

Oh Adam, ¿por qué eres así?

Mi celular comenzó a vibrar, y me sorprendió al ver un número desconocido. ¿Quién podría tener este número?

― ¿Hola?

― ¿Emily?―la voz de Drew...

― ¿Drew? ¿Cómo...

Adam me dio tu número, pero mi teléfono está un poco muerto, por si no reconociste el número― hubo un silencio incómodo―, ¿cómo estás? ¿Cómo vas soportando a Adam?

―Bien, han pasado cosas muy divertidas... ¿Y Ashley?

Seguramente besuqueándose con su novio.

Oh, ¿y tu mamá?

Mucho mejor― la voz de una chica comenzó a llegar del otro lado de la línea―, Emily, ten un lindo día, debo irme.

― ¿Podrías preguntarle algo a Marissa por mí?

Sí, claro, ¿qué sucede?

― ¿Podrías preguntarle acerca de un cuadro que deje en casa? Me gustaría saber en qué estado lo deje, no recuerdo muy bien.

Claro, hasta luego Ems.

―Hasta luego―el vago tono de fin de llamada llegó a mi oído.

― ¿Emily, dónde están tus fresas? ― Adam volvió a mi lado.

―Aquí― levanté la bolsita―, ¿crees pueda hacer una malteada con estas?

―Eres Emily, vagamente eres capaz de muchas cosas.

Cuando subimos al auto Adam no hizo más que enfocarse en su teléfono, intenté preguntarle algunas cosas, pero me ignoraba nuevamente. Cuando el auto dio una vuelta muy cerrada, Adam puso su brazo sobre mi pecho y me presionó contra el asiento.

― ¿Está bien señorita Emily? ― Adam retiró su brazo instantáneamente.

―Sí, no te preocupes.

― ¿Podrías conducir con más cuidado? ― el tono molesto de Adam me sorprendió, hace escasa media hora estaba bien.

― ¿Sucede algo? ― me incliné hacia Adam―, ¿estás bien?

Adam frunció el ceño y enfocó su atención fuera del auto. ¿Me estaba evitando?

(...)

Me encantaría decir que las cicatrices de mis piernas están disminuyendo su tono, pero no, ahí seguían, igual que sus primeros días; pase las yemas de mis dedos por las cicatrices más pequeñas, cada una de ellas era una pesadilla para mí, un tormento que jamás saldría de mi vida, estaba segura de eso, cada que las veía sentía que volvían a marcarse en mi piel.

Tomé la ropa que había dejado preparada en la habitación y me vestí con todo el tiempo del mundo. Agradecía que Adam se quedara fuera hablando por teléfono, no parecía muy feliz. Me senté en el borde de la cama y abrí la botellita de crema corporal que Marissa me había dado, coloqué un poco de ella en mis piernas, comencé a extenderla uniformemente, Adam apareció frente a mi casi sin hacer ruido, se arrodilló y tomó mis manos, fruncí el entrecejo.

― ¿Qué sucede? ―Adam seguía frente a mí― ¿estás bien?

― ¿Tú lo estás? ― señaló mis piernas― ¿no deberías preguntarte eso cada día?

Fruncí el entrecejo incapaz de comprender, ¿a qué se refería ahora?
Adam posó una de sus manos sobre mis piernas provocando que mi piel se erizara, Él rio por lo bajo.

―Es la primera vez que puedo tocar tus cicatrices― clavó su mirada en mi―¿me dirás como sucedieron realmente?

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