Dragonstones 1. La Piedra Mul...

Bởi jbaenac

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Tres chicos, Kevin, Éric y Susan encuentran en una cueva una piedra mágica... La Piedra Multicolor. Gracias a... Xem Thêm

Prólogo
Capítulo 1. Kevin, Éric y Susan
Capítulo 2. Shakával
Capítulo 3. Silvanya
Capítulo 4. Ízmer
Capítulo 5. Reunión en Longoria
Capítulo 6. Noche de tormenta
Capítulo 7. Los Halflings
Capítulo 8. Búrds
Capítulo 9. Viaje en barco
Capítulo 10. La isla de Loft
Capítulo 11. La Torre de la Lahmia
Capítulo 12. Tras la tempestad
Capítulo 13. Darkice
Capítulo 14. Los Pantanos de la Peste
Capítulo 15. Alianza
Capítulo 16. El asesino, el cazarrecompenzas, y el tahúr
Capítulo 17. El ejército de proscritos
Capítulo 18. Vampiria
Capítulo 19. Preparativos de guerra
Capítulo 20. El Paso de Hielo
Capítulo 21. La decisión de Eldaron
Capítulo 22. El Bosque de Draconia
Capítulo 23. El ejército oscuro
Capítulo 24. Aven
Capítulo 25. Comienza la batalla
Capítulo 26. Todo sucede muy rápido
Capítulo 27. Ayuda
Capítulo 28. Un nuevo peligro
Capítulo 29. Dragones
Capítulo 30. La felicidad ha vuelto
Capítulo 31. La carta de Eldaron
Capítulo 32. En busca de ayuda
Capítulo 33. Ambientes distintos
Capítulo 34. Preludios de la batalla
Capítulo 35. La Dragonstone azul.
Capítulo 36. Se unen los aliados.
Capítulo 37. El cónclave de túnicas blancas.
Capítulo 38. Járeth
Capítulo 39. La decisión
Capítulo 40. La familia de Lana
Capítulo 42. Hacia Valyon, los reinos del este, y Aven.
Capítulo 43. Momentos transcendentes.
Capítulo 44. El Cementerio de Dragones. Aparece Ilrahtala.
Capítulo 45. Momentos difíciles.
Capítulo 46. La batalla, y muchas otras cosas.
Capítulo 47 (Capítulo final). Dragones rojos.

Capítulo 41. Respuestas a muchas preguntas

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Bởi jbaenac



Kevin se encontraba en La Gran Biblioteca de Longoria. Le dijeron que fuese allí antes de iniciar su viaje. Que necesitaba conocer antes aquello que se iba encontrar. Allí encontraría las respuestas a muchas preguntas:

¿Qué fue La Orden de los Caballeros de Dragón? ¿Qué armas utilizaban y porqué eran tan importantes? ¿Qué era el cementerio de dragones y dónde se encontraba? ¿Porqué existía un mausoleo de aquellos caballeros en aquel sitio?, y sobretodo... ¿Quién era Ilrahtala?

La biblioteca se encontraba en la zona de la nobleza, muy cerca de La Gran Universidad de la Hechicería, junto a otras bibliotecas menores. Como los edificios de aquella zona, estaba hecha de mármol. Para poder entrar en ella, debías pertenecer a la nobleza o tener la autorización de algún noble. Kevin acudió con el bibliotecario real.

De familia noble, trabajaba en la biblioteca de palacio... y mandado por el rey, acompañó a Kevin a La Gran Biblioteca de Longoria.

Como pudo comprobar, la fama de la biblioteca estaba bien merecida. En su interior se hallaba la mayor colección de libros del mundo de Shakával.

Estaba compuesta de muchas plantas, y cada una de ellas estaba dedicada a un tema diferente. Kevin deseó que su amiga Susan hubiera estado allí con él. Recordaba su pasión por los libros, cuando vivían en La Tierra. Seguro que hubiese disfrutado en aquel lugar.

Enseguida, pudo comprobar que la gran mayoría de los presentes llevaba túnicas de magos o ropas de iniciados. Los demás, pertenecían a familias nobles. Solo pudo ver, acompañados como él, de algún noble, a varios jóvenes, al parecer pertenecientes a la zona pobre de la ciudad.

Kevin siguió al bibliotecario real hasta la planta dedicada a la historia. Una vez allí, su acompañante se acercó hasta el encargado de aquella sección, y le pidió que le trajese tres libros. Instantes después, ya los tenía.

-Toma chico. Ve a buscarme a la planta baja cuando hayas acabado... Estaré conversando con unos colegas -le dijo el bibliotecario real.

Kevin miró enseguida la cubierta de aquellos libros, y leyó: "Grandes caballeros de la historia", "Máquinas, armas y otros instrumentos de guerra" y "Todo sobre dragones".

Los tres libros eran grandes tochos. Seguro que sería un trabajo largo y cansado, que le llevaría varias horas. De modo, que comenzó de inmediato.

Tras hojear varias páginas del primero de los libros, encontró cosas referentes a los primeros caballeros de los que se tenía datos, todos ellos pertenecían a La Tercera Edad o Era de los Hombres. El libro hacía una breve referencia a las primeras edades conocidas como La Primera Edad o Era de los dragones y La segunda Edad o Era de las Razas. Para fastidio de Kevin, no hacía ningún comentario a la orden. Siguió leyendo páginas y páginas hasta que encontró La Cuarta Edad o Era de los Caballeros de Dragón. Detuvo su mano al instante, y cuando encontró algo sobre la orden, comenzó a leer:

"A mediados de La Cuarta Edad, se formó La Orden de los Caballeros de Dragón, que más tarde dio nombre a ésta. Se formó con la intención de defender los distintos reinos del Oeste: Nordia, Lándorf, Búrds, Váyonned, Longoria, Mirania, Lipos y Gáizar... de los túnicas negras, que dominaban los reinos del este. Su creación sólo fue posible, gracias a Ilrahtala, el más poderoso de los dragones.

Existía un jinete y un dragón de cada color, por cada reino. Y, todo fue bien durante un tiempo... pero no todas las razas de dragón son benévolas. La roja y la negra tienden a ser infieles y traicioneros. Algo que supuso la decadencia de la orden, y la posterior muerte de los caballeros de dragón.

Tanto Ilrahtala como los distintos reinos, se negaron a volver a formar la orden; pues el poderoso dragón creyó que la culpa fue de los jinetes, y los reinos, que la culpa fue de los dragones".

Kevin siguió avanzando páginas, pero no encontró nada más sobre la orden. Sólo supo que la edad en la que ahora se encontraban, La Quinta Edad, era conocida como La Era de Ízmer.

El chico decidió comenzar con el segundo libro...

Pronto le pareció aburrido. Sólo se hablaba de armas de guerra.

Pasó rápidamente las hojas hasta encontrar lo que buscaba... las armas de los caballeros de dragón.

Se quedó alucinado cuando supo que eran armas mágicas, creadas gracias a la magia de los túnicas blancas, y la de los propios dragones. Supo también que su poder estaba unido al de los dragones, y que la magia de ellas no se podía renovar sin el dragón de su jinete.

Ahora comprendió porqué le habían asignado aquella misión, y lo importantes que aquellas armas eran.

Por último, terminó leyendo el tercer libro.

Tras acabarlo, sabía que todos los dragones podían hablar, que tenían en cierto modo el mismo aspecto, que eran inteligentes, y que eran criaturas llenas de magia.

Existían ocho razas de dragón: la verde, la azul, la roja, la blanca, la negra, la de bronce, la plateada y la dorada.

Entre ellas se diferenciaban ademas de en su color, en su tamaño -el más pequeño el verde, y el más grande el dorado-, en su inteligencia -sucedía lo mismo que con su tamaño-, en su poder -idem de lo mismo-, en su fidelidad -los rojos y negros tendían a ser traicioneros-, y en si arrojaban fuego o hielo -los blancos eran los únicos que arrojaban hielo-. Se enteró también que Ilrahtala fue el primer dragón de la creación, que tenía ocho cabezas, una de cada color, y que era el más poderoso.

Pudo leer algo que ya sabía; que todos los dragones estaban conectados con la magia de las Dragonstones y la Piedra Multicolor.

Y supo que el cementerio de dragones se encontraba al norte del Paso de Hielo, entre la gran cordillera central y el bosque de draconia. Y que era el lugar al que los dragones viejos se retiraban a morir. Leyó algo sobre que allí se encontraba el mausoleo de La Orden de los Caballeros de Dragón, pero no ponía nada sobre que era y porqué se encontraba allí.

Una vez le entregó los libros al bibliotecario de aquella planta, bajo a la planta baja donde se encontraba el bibliotecario real.

-¿Has encontrado la información que buscabas? -le preguntó éste.

-La mayor parte de ella sí. Creo que con ello bastará.

-Bueno amigos, debo dejaros.

Junto al bibliotecario real dejó la biblioteca y regresó a palacio.

Al día siguiente, él y su dragón Yúnik estaban preparados para iniciar su viaje.

Su dragón había cambiado mucho en aquellos dos años. Ya no era el joven dragoncito de antes, había crecido mucho; aunque todavía no había alcanzado el tamaño adulto. A pesar de ello, ya podía lanzar pequeñas llamaradas de fuego, que no servían para acabar con un ejército; pero sí con dos o tres individuos de una sola llamarada.

Ahora que conocía a los dragones mejor, Kevin se sentía más unido a su dragón, podía sentirlo mientras sobrevolaba los campos del reino de Longoria, que estaban dejando atrás.

Pensó que pertenecía a la raza más débil, pero a él le daba igual... mientras estuvieran juntos, ambos serían fuertes.

Yúnik, momentos más tarde, al ver lo callado que estaba Kevin, le preguntó:

-¿Qué te ocurre? Acabamos de dejar atrás el bosque iluminado y el río cristalino, y prácticamente no has hablado desde que salimos de Longoria.

-Perdona Yúnik. Pienso en Érik y Susan. No sé qué ocurrirá en ese cementerio. No sé si podré volver a verlos.

-No lo pienses. Sucederá lo que deba suceder. De todos modos, no soy el mejor consejero. Nosotros los dragones tenemos sentimientos diferentes a los vuestros, los humanos. Sin embargo, creo que te preocupa más no volver a ver a la chica, que a su hermano. ¿No es cierto...? -dijo el dragón sonriendo.

-¡Pero qué dices! Creo que era mejor cuando estaba callado - manifestó el chico, algo molesto.

Aunque Kevin no lo sabía, principalmente porque no lo admitía; Yúnik estaba en lo cierto. Sus sentimientos hacia Susan eran más intensos. Estaban cambiando. Ya no eran los mismos que antes. Sentía hacia ella algo más que amistad. Y cada vez, que se separaban, como cualquier joven en la flor de la vida que siente algo así, la echaba de menos.

Siguieron su viaje...

A lo lejos se vislumbraba la gran cordillera central que separaba el oeste del este del continente. El Paso de Hielo atravesaba aquella larga cordillera justo por el centro. Kevin ya lo había cruzado una vez, y los recuerdos no eran muy buenos. Ahora la situación era muy diferente.

Sus inmensos y blancos picos se vislumbraban desde muy lejos. Y en este momento, los tenían enfrente.

El cementerio de dragones se encontraba algo más al norte. Con que Yúnik giró y cambió levemente su rumbo. Les vendría bien, porque evitarían el terrible frío de los grandes picos nevados, que seguro les retrasarían.

Kevin pudo ver por primera vez allí abajo, los inmensos muros de la fortaleza enana. Rodeada de montañas, Zenoria aunque como Nordia estaba construida bajo tierra; a diferencia de ésta, que sólo tenía sus grandes puertas en el exterior... tenía una gran fortaleza de enormes muros pardos como las rocas de aquellas montañas, para defenderse desde el exterior de posibles ataques. El estilo se parecía, en cierto modo, al Sumerio y al Anatolio antiguo que Kevin había estudiado en La Tierra.

Pudieron ver los enanos que la defendían, pero éstos nos los atacaron...

...estaban acostumbrados a que los dragones sobrevolaran sus muros; tanto el habitat como el cementerio de los lagartos alados, no se hallaba lejos de allí.

Llegó a lomos de su unicornio negro.

Éric encontró La Academia de los Caballeros Longorianos justo donde Silvan le dijo, a medio camino entre los reinos de Longoria y Mirania.

Era una gran construcción rectangular, con un ligero aire medieval, aunque su estilo era mucho más innovador... parecido al de los edificios de la nobleza longoriana, -muy diferentes del estilo medieval; más parecido a estilos como el Bizantino, el Mogul tardío, el Otomano o el Safavid-, pero hecho de grandes bloques de tierra arcillosa, en lugar de piedra, mármol o cuarzo; y a diferencia del palacio, si tenía esquinas.

Éric pensó que la academia debía ser más antigua que los edificios de la ciudad. Seguramente, debieron construir la ciudad mucho después que la academia. Comenzando con un pequeño asentamiento, que más tarde dio lugar a ella.

Éric se acercó hasta la entrada. Dos guardias armados con lanzas y floretes, le salieron al paso. Arriba, en dos torres situadas a ambos lados de la entrada, había otros dos guardias armados con sendos arcos y otros dos floretes.

-Quiero pertenecer al Cuerpo de Caballeros Longorianos. ¿Qué he de hacer, para ello? -les preguntó Éric.

Los dos guardias se miraron el uno al otro. Los dos pensaron lo mismo, aquel chico debía ser el joven de la profecía que montaba el unicornio negro.

-Lo primero, conseguir una entrevista con Jéstad. Algo bastante difícil. Pero, tratándose de ti... quien sabe, quizá te la conceda.

-¿Quién es Jéstad?

-Él manda en todo lo que ocurre aquí, en la academia. Es el Superior.

Uno de los guardias fue enseguida a dar el aviso. No tardó en volver.

-Tienes suerte. Le conté quien eras, y el Superior me dijo que te dejásemos pasar. Tiene curiosidad, quiere conocerte.

Momentos después, Éric se encontraba en la sala de audiencias. El Superior no se hizo esperar.

-Es un honor, que alguien como tú quiera ingresar en el cuerpo. Estoy al corriente de la ayuda que has prestado al reino. Por ello, me sentiría orgulloso de que pertenecieses al Cuerpo de Caballeros Longorianos.

-Os lo agradezco, Superior. A eso he venido, quiero convertirme en uno de vosotros.

-Has de saber que la vida en la academia es dura; y que no tendrás privilegios por ser quien eres. ¿Sigues queriendo formar parte de ella?

-Sí, señor.

-Aún puedes cambiar de idea.

-No lo haré. Deseo formar parte del cuerpo.

-Entonces... has entrado en la academia, chico.

Poco después, Éric recorría cada uno de sus rincones. Le enseñaron donde aprendería a combatir, las habitaciones, el comedor, donde aprendería la teórica y la estrategia. Luego le entregaron su nueva ropa de principiante, y la que sería su nueva cama; y le informaron sobre el horario que a partir de mañana debía cumplir. Al anochecer, comió por primera vez junto a sus nuevos compañeros, y se acostó a la hora indicada.

A la mañana siguiente, se presentó junto a los demás principiantes en la arena donde entrenaría por primera vez.

Cuando el instructor apareció ante ellos, a Éric le dio un vuelco el corazón. Se trataba del hombre por el que se había inscrito en la academia. Aquel que venció a todo un minotauro.

Su primer entrenamiento fue con el florete, arma principal de los caballeros longorianos. Su manejo era muy distinto del de una espada, así, que necesitaría mucho tiempo para acostumbrarse al cambio.

En las sucesivas clases, entrenó con muchas otras armas. Como era el nuevo, el resto de principiantes habían alcanzado un nivel que a él le resultaba difícil conseguir.

Tras una de las clases, Éric pudo hablar con Járeth. Le contó que vio su pelea con el minotauro, y, que desde entonces, quiso pelear como él, y, que cuando supo lo de la academia, se propuso pertenecer al Cuerpo de Caballeros Longorianos.

El instructor se sorprendió un poco, por todo, y le dijo que tendría que mejorar mucho con todas las armas. Sólo cuando considerase que estuviese preparado le haría una prueba. Si la superaba, pasaría del entrenamiento de principiante al de caballero.

Susan había iniciado junto a Erwlyn su noviciado como dama de compañía de la reina.

Todo fue nuevo para ella al principio. Pero con el paso de los días, fue acostumbrándose. Erwlyn la ayudó en todo lo que pudo, y ambas se hicieron muy buenas amigas.

La reina, que era muy observadora, le dijo un día a Susan que tenía aptitudes como däisien -lo que en la Tierra se conoce como relaciones públicas-.

A ella le sorprendió. Nunca se le hubiese ocurrido. De todos modos, aceptó el cumplido. Pero la reina fue aún más lejos... le propuso presentarse a las clases para convertirse en däisien. Le dijo además, que si algún día lo conseguía, podría realizar ambas funciones sin problema.

Susan no le dio una respuesta inmediata. Sólo le dijo que pensaría con tiempo su decisión.

La reina la comprendió, y le dijo que esperaría esa respuesta, el tiempo que ella necesitase.

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